Cegados por el amor: algunos faisanes machos restringen su visión para impresionar a las hembras
Los faisanes macho pagan un precio insólito para seducir a sus posibles parejas: su lujoso plumaje les tapa parte de la vista. Un nuevo destapa el primer caso conocido de un animal que sacrifica visión para resultar más atractivo.
Por Enrique Coperías
Ejemplar de faisán dorado (Chrysolophus pictus). En plena competición amorosa, algunos faisanes optan por deslumbrar… aunque eso implique ver menos. Su espectacular corona de plumas reduce su campo visual en uno de los costes más extraños de la selección sexual. Foto: David Clode
En el universo de la selección sexual, casi nada es gratis. A los machos de muchas especies les toca cargar con estructuras llamativas —plumas descomunales, colores chillones, cornamentas imposibles— que les sirven como reclamo ante las hembras, pero que, a cambio, suelen suponer un riesgo real: moverse peor, gastar más energía o atraer la atención de depredadores. Sin embargo, un nuevo estudio revela un coste inesperado y hasta ahora no documentado: ver peor.
Investigadores de las universidades de Oxford, Birmingham y Royal Holloway han demostrado que los machos de dos especies de faisanes —el faisán dorado (Chrysolophus pictus) y el faisán de Lady Amherst (Chrysolophus amherstiae)— se autoimponen un sorprendente lastre visual. Su llamativa ornamentación craneal, el capotillo o copete de plumas que despliegan alrededor de la cabeza durante parte del año, reduce de forma significativa su campo de visión, y crea ángulos muertos por encima y detrás de ellos. El hallazgo, publicado en la revista Biology Letters, transforma lo que sabíamos sobre cómo la selección sexual puede remodelar incluso los sentidos.
En este contexto, el investigador principal, Steve Portugal, del Departamento de Biología en la Universidad de Oxford, recuerda lo siguiente: «Sabemos sorprendentemente poco sobre cómo ven el mundo las aves. Para tener una visión general, estamos midiendo los campos visuales de muchas especies. Estas dos de faisán formaban parte del estudio, y fue entonces cuando descubrimos esta rareza».
Un capotillo que tapa más de lo que adorna
Las dos especies galliformes estudiadas comparten una característica extraordinaria: en ciertos momentos del ciclo anual, los machos desarrollan una suerte de capa o gorguera que pueden expandir como un abanico multicolor. En el faisán dorado, estas plumas forman un casco naranja y dorado que enmarca la cabeza; en el de Lady Amherst, predominan los patrones blancos y negros más largos y sueltos. Las hembras, en cambio, presentan un plumaje mucho más discreto y sin este despliegue ornamental.
Ese exuberante tocado genera un efecto colateral muy notable. Como muestran las visualizaciones del estudio, las plumas ornamentales bloquean físicamente parte del espacio que el ojo del animal podría cubrir. El resultado es una disminución drástica del campo visual vertical, y un ensanchamiento de las zonas ciegas tanto por encima como por detrás de la cabeza.
🗣️ «Para las aves, es un poco como una visita al oculista —explica Portugal al describir cómo midieron estos campos visuales—. Se las mantiene en posición y, mediante un oftalmoscopio, proyectamos luz en sus ojos buscando el reflejo. Ese reflejo se parece un poco a lo que se ve al conducir de noche cuando un animal aparece iluminado por los faros. Moviéndonos alrededor de la cabeza del ave —por todos los lados, arriba y alrededor— podemos medir la región alrededor de la cabeza que el ave es capaz de ver».
Representación comparada del campo visual en faisanes dorados y de Lady Amherst, con diferencias entre machos y hembras. Las ilustraciones muestran secciones verticales y horizontales de la visión binocular, monocular y las zonas ciegas, así como proyecciones tridimensionales desde la perspectiva del propio ave. Los diagramas revelan cómo la ornamentación craneal de los machos reduce su campo visual, especialmente hacia arriba y detrás de la cabeza. Cortesía: Alexandra E. R. Lamond et al
En los faisanes dorados, por ejemplo, el campo de visión binocular —la zona en la que los dos ojos se solapan, crucial para calcular distancias y manejar el pico con precisión— abarca unos 105 grados en las hembras, pero solo 75 grados en los machos. En el faisán de Lady Amherst la diferencia llega a ser aún mayor: unos 110 grados en ellas frente a apenas 70 en ellos. Eso implica que las hembras superan a los machos en un 41% de cobertura vertical en visión binocular.
En otras palabras: ellas ven mejor, y en las direcciones que más importan.
Más ciegos por arriba… y por detrás
La penalización visual no acaba ahí. Según los gráficos comparativos incluidos en el trabajo, los machos presentan un área ciega dorsal —justo por encima de la cabeza— que comienza entre 40° y 50° de elevación. En las hembras, ese punto crítico se sitúa entre 0° y 10°, lo que implica que ellas pueden ver a un depredador que se aproxime desde arriba mucho antes que ellos. La diferencia es tremenda.
Esta zona ciega se vuelve aún más problemática cuando el faisán baja la cabeza para alimentarse. En esa postura tan habitual, la combinación de la inclinación y las plumas ornamentales crea un amplio agujero en su campo visual: una franja completa del espacio que el macho no puede percibir justo mientras busca comida en el suelo. Es un momento crítico, porque es entonces cuando está más concentrado y, por tanto, más expuesto a un ataque por sorpresa.
La consecuencia inmediata es obvia: los machos ornamentados deberían ser más vulnerables a los ataques aéreos. El trabajo menciona ejemplos que ilustran cómo otros grupos de aves con grandes puntos ciegos, como cigüeñas y buitres, presentan más de 70° de ángulo muerto. Los faisanes estudiados no llegan tan lejos, pero muestran un comportamiento atípico respecto de sus parientes más próximos.
El estudio también descubrió que los machos tienen un punto ciego significativamente más ancho justo detrás de la cabeza. En números: unos 60° en ellos frente a unos 50° en ellas. No es una diferencia espectacular, pero sí relevante en un animal que vive en bosques y ambientes con presencia de depredadores terrestres.
El caso excepcional entre cientos de especies
Desde hace décadas, los ornitólogos estudian los campos visuales de las aves para comprender cómo forrajean, cómo protegen a sus crías o cómo evitan depredadores. Se han registrado mediciones en más de trescientas especies y, hasta ahora, no se había observado ninguna diferencia significativa entre machos y hembras en este aspecto. El caso del género Chrysolophus es el primero.
Como explican los autores, en especies estrechamente emparentadas sin plumajes ornamentales —como el faisán plateado (Lophura nycthemera) y el faisán verde (Phasianus versicolor), analizados también en el estudio— no existe ninguna diferencia entre sexos: ni en el comienzo de la visión binocular, ni en la amplitud vertical, ni en el área ciega. Todo coincide con lo esperado por su ecología y comportamiento.
Esto refuerza la idea de que la ornamentación craneal es la responsable directa de la merma visual en los Chrysolophus. No se trata de un rasgo anatómico heredado de un antepasado común, sino de una consecuencia específica de su dimorfismo sexual.
¿Un coste asumido a cambio de lucir como un palmito? El viejo dilema de la selección sexual
El hallazgo encaja con una hipótesis clásica de la biología evolutiva: la del hándicap. Según esta teoría, formulada por el biólogo israelí Amotz Zahavi, algunos animales evolucionan rasgos aparentemente perjudiciales porque precisamente esos perjuicios revelan a las hembras que, pese al coste, el macho consigue sobrevivir. Un macho que puede permitirse tener un campo visual reducido —y aun así evitar depredadores— estaría demostrando su fortaleza.
Los propios autores del estudio lo mencionan explícitamente en su discusión en el artículo, comparando el caso con las enormes colas de los pavos reales o los cuernos de los ciervos, que dificultan su movilidad. En este caso, el coste no es energético ni locomotor, sino sensorial: un macho que, literalmente, se ve menos para parecer más atractivo.
🗣️ «Una idea es que quizá tenga que ver con el hábitat en el que viven —afirma Portugal—. Y añade—: Tanto el faisán dorado como el de Lady Amherst habitan bosques densos. Tal vez, de todos modos, no pueden ver muy lejos debido al entorno lleno de árboles, arbustos y plantas, lo que haría que las consecuencias de sus plumas no fueran tan importantes como lo serían en otros ambientes».
¿Cuándo ven bien los machos? El papel de la muda
Una clave adicional es la muda. Aunque aún no se conoce bien la fenología—los eventos periódicos y repetitivos en el ciclo de vida de plantas y animales— de estos faisanes en libertad, sí se sabe que en cautividad los machos pierden y renuevan sus plumas de la cabeza y la gorguera entre septiembre y octubre, después de la muda general del cuerpo.
Ese proceso eliminaría temporalmente la obstrucción visual, permitiendo a los machos recuperar un campo visual más amplio fuera de la época reproductiva.
De confirmarse en poblaciones silvestres, sería el primer caso documentado de un ave cuyo campo visual cambia significativamente a lo largo del año, condicionado por su ornamentación estacional.
La paradoja del faisán despampanante
Aunque la investigación no evalúa directamente comportamientos, sus implicaciones son profundas. ¿Son los machos más vigilantes cuando se alimentan? ¿Se apoyan más en señales auditivas? ¿Mantienen posturas corporales específicas para compensar sus puntos ciegos? ¿Podrían sufrir una mayor mortalidad por depredación durante la época reproductiva?
El estudio cita un trabajo previo sobre ptarmigas blancas que muestra cómo los machos incrementan su vigilancia cuando deben proteger a su pareja, una pista de que cambios en el campo visual podrían influir en conductas de alerta.
Este estudio abre la puerta a medir la relación entre estos costes invisibles y el éxito reproductivo. ¿Les compensa a los machos? Si la ornamentación ha persistido evolutivamente, es porque sí: porque las hembras la eligen y porque, pese a sus inconvenientes, no impide que los machos transmitan sus genes.
Seducir con las plumas, arriesgar la vida
Los autores sugieren que este fenómeno podría no ser exclusivo de los faisanes. Otras familias, como las cacatúas, los pájaros del paraíso o algunos sisones, presentan ornamentaciones craneales llamativas que podrían generar efectos similares.
Hasta ahora, nadie lo había comprobado porque se asumía que machos y hembras no diferían en sus campos visuales.
El estudio demuestra que conviene revisar esa suposición: cuando la selección sexual modifica la forma del cuerpo, puede modificar también cómo se percibe el mundo.
En última instancia, el hallazgo subraya una paradoja fascinante: cuanto más espectacular es el despliegue del macho, más limitado es su acceso visual al entorno en ese mismo instante. Para impresionar, el faisán paga un peaje que podría costarle la vida. Pero eso es, precisamente, lo que da valor al gesto: solo un macho en plena forma puede permitirse semejante lujo.
La evolución, una vez más, juega con equilibrios delicados. Y a veces, para ver quién seduce mejor, basta con mirar quién ve peor. ▪️
Información facilitada por la Universidad de Oxford
Fuente: Alexandra E. R. Lamond, Simon Potier, Laurent Fontaine, Graham R. Martin, Steven J. Portugal. The visual impediment of cranial ornamentation in male Chrysolophus pheasants. Biology Letters (2025). DOI: https://doi.org/10.1098/rsbl.2025.0405

