El Argar: las alfarerías especializadas que delatan la compleja organización de la sociedad del sudeste ibérico hace 4.000 años

Las vasijas de barro de la cultura de El Argar, que prosperó en el sudeste peninsular, no eran simples utensilios domésticos: tras su perfección técnica se esconde una red de talleres especializados que revela una sociedad jerarquizada y sorprendentemente moderna hace cuatro milenios.

Por Enrique Coperías

Reconstrucción artística de un taller de cerámica de la cultura de El Argar, hace unos 4.000 años, en la falda de la sierra de Almenara (Murcia).

Reconstrucción artística de un taller de cerámica de la cultura de El Argar, hace unos 4.000 años, en la falda de la sierra de Almenara (Murcia). Los alfareros modelan tinajas de arcilla roja junto a un horno, símbolo de la producción especializada y centralizada que caracterizó a esta sociedad del sudeste ibérico, según un estudio de la Universitat Autònoma de Barcelona. Imagen generada con DALL-E

Los arqueólogos que estudia la cultura de El Argar, aquella misteriosa sociedad del sudeste ibérico que floreció hace unos 4.000 años, principalmente en lo que es hoy Almería y Murcia, se preguntan cómo lograron mantener un estilo tan uniforme en su cerámica: vasijas sin adornos, de líneas sobrias, pero extraordinariamente estandarizadas.

Un nuevo estudio publicado en la revista científica Journal of Archaeological Science acaba de ofrecer una respuesta que va más allá de la técnica: revela una sofisticada organización económica y política detrás de cada fragmento de barro cocido.

El trabajo, firmado por un equipo interdisciplinar de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) y del Saxony-Anhalt State Heritage Office de Alemania, combina geoarqueología, petrografía y análisis espacial mediante SIG (Sistemas de Información Geográfica) para seguir el rastro de las arcillas empleadas por los alfareros argáricos.

Su conclusión es contundente, ya que sostiene que la mayor parte de la cerámica de El Argar no se fabricaba localmente, sino en talleres especializados situados cerca de yacimientos muy concretos de arcillas rojas, distribuidos luego a través de una red regional controlada por un sistema político jerarquizado.

Un Estado en el sudeste peninsular

El Argar, que se desarrolló entre el 2200 a. C. y el 1550 a. C. en el sureste de la actual España, principalmente en las provincias de Murcia y Almería, constituye una de las primeras sociedades complejas de Europa Occidental. Sus grandes poblados fortificados, como La Bastida (Totana) o Lorca, controlaban territorios de hasta 35.000 km².

En sus tumbas, los arqueólogos hallan las mismas vasijas, sin decoración pero de formas idénticas, tanto junto a hombres armados como a mujeres o niños, un signo de identidad compartida y de ideología común.

Sin embargo, hasta ahora apenas se sabía cómo y dónde se producían esas piezas. En palabras de los investigadores, «durante décadas se asumió que cada poblado fabricaba su propia cerámica, aprovechando los materiales locales, pero cuando analizamos los componentes minerales y la procedencia geológica de las arcillas, vimos que esa hipótesis no se sostenía».

Cerámicas de la cultura de El Argar.

Cerámicas de la cultura de El Argar. Cortesía: J. A. Soldevilla / ASOME-UA

Del microscopio al territorio: rastreando las arcillas del Argar

Para demostrarlo, el equipo estudió 439 fragmentos cerámicos procedentes de cuatro asentamientos murcianos —Tira del Lienzo, Ifre, Zapata y Cabezo Negro— y los comparó con más de 140 depósitos naturales de arcilla distribuidos en un área de unos 5.200 km². Mediante microscopía óptica, difracción de rayos X y análisis de campo, identificaron hasta cinco petrofacies o tipos de pasta cerámica, cada una con una firma mineral específica.

Los resultados mostraron que más del 95% de las piezas estaban hechas con arcillas rojas ricas en filosilicatos, de origen metamórfico, que no se encuentran en las inmediaciones de los poblados, sino en zonas muy concretas de las sierras de Almenara, Moreras y Carrascoy. Allí afloran depósitos del Plio-Pleistoceno formados bajo antiguos climas tropicales, con un tono rojizo característico y una textura especialmente apta para modelar y cocer cerámica resistente.

Como detalla David Gómez, investigador del Departamento de Geología de la UAB y coautor del trabajo, en un comunicado de esta universidad, «la mayoría de las cerámicas, sobre todo aquellas formas más estandarizadas, como las copas o las tinajas, se fabricaron con una arcilla de color rojo formada por la alteración climática de rocas metamórficas o esquistos durante la etapa cálida del Plioceno y que se encuentra en las sierras litorales de Murcia, Almería y Granada».

En cambio, las arcillas carbonatadas, más comunes y fáciles de obtener, se usaron solo de forma marginal y desaparecen de los registros hacia el 1900 a. C. «Los alfareros eligieron deliberadamente materiales más difíciles de conseguir, pero de mejor calidad —subraya la investigadora Carla Garrido-García, coautora del estudio. Y añade: La alfarería con este tipo de arcilla tan peculiar se convirtió en exclusiva a partir del 1900 ANE [antes de nuestra era], cuando El Argar alcanzó su plena expansión territorial y desarrollo económico».

La ruta del barro: talleres y comercio en la Edad del Bronce

Para comprobar hasta qué punto esa producción podía considerarse no local, los autores aplicaron el modelo de umbrales de recursos cerámicos desarrollado por el arqueólogo Dean Arnold. Según este, la mayoría de los talleres tradicionales no se alejan más de siete kilómetros de sus fuentes de arcilla. Cuando las distancias superan ese límite, se habla de producción especializada o de intercambio.

Al proyectar esos radios sobre mapas digitales del relieve murciano y calcular las rutas de menor coste energético, el equipo descubrió que solo una minoría de los asentamientos argáricos estaba situada junto a las canteras adecuadas. La mayoría dependía, por tanto, de centros productores situados en torno a la sierra de Almenara, donde se concentran más de una veintena de pequeños poblados en torno a los depósitos de arcillas óptimas.

🗣 «El estudio petrográfico ha confirmado que las arcillas rojas que mejor coinciden con las cerámicas argáricas se encuentran en depósitos de época pleistocénica situados en la falda noroeste de la sierra de Almenara de Murcia, en la zona del actual municipio de Lorca», explica Marta Roigé, geóloga de la UAB.

A su vez, Adrià Moreno, investigador del Servicio Estatal de Arqueología de Sajonia-Anhalt (Alemania), añade: «En esta zona se ha documentado toda una serie de pequeños poblados situados en llanura sobre este tipo de arcillas y que parecen haberse especializado en la alfarería de grandes tinajas y de las típicas copas argáricas. Estos asentamientos son muy diferentes a los grandes poblados de altura argáricos, y precisamente fueron localizados hace décadas por la cantidad de cerámica argárica encontrada en superficie».

Estos núcleos, según el estudio, podrían haber funcionado como talleres satélite dedicados casi en exclusiva a la fabricación de vasijas para todo el territorio.

Imágenes microscópicas de muestras de cerámica argárica y de las arcillas naturales con las que fueron elaboradas, observadas con luz polarizada.

Imágenes microscópicas de muestras de cerámica argárica y de las arcillas naturales con las que fueron elaboradas, observadas con luz polarizada. Las diferencias en textura y composición ayudan a identificar los tipos de arcilla utilizados por los alfareros de El Argar hace 4.000 años. Cortesía: Journal of Archaeological Science

Talleres, alfareros y distribución

Aunque no se han hallado aún hornos o áreas de producción claramente identificables, el patrón espacial y la homogeneidad técnica apuntan a un sistema de manufactura organizado y especializado. Los autores comparan este modelo con los talleres preindustriales donde artesanos a tiempo completo trabajaban bajo control político o administrativo.

La composición y textura de las arcillas, además, conferían a las vasijas una notable resistencia e impermeabilidad, cualidades que las hacían ideales para almacenar líquidos o granos. En experimentos arqueológicos replicando las mezclas originales, las investigadoras constataron que el barro rojizo era «duro de trabajar pero daba piezas de una rigidez y durabilidad excepcionales».

Todo ello sugiere que los alfareros de El Argar no eran campesinos que modelaban vasijas en su tiempo libre, sino artesanos especializados, posiblemente integrados en redes de redistribución gestionadas por los centros políticos mayores. Las piezas, más que la arcilla, habrían circulado entre los poblados, reforzando una economía interdependiente y una estética compartida que consolidaba la identidad cultural argárica.

La huella de un poder centralizado

La cerámica se convierte así en una pista clave para entender la estructura social de El Argar. La estandarización formal —las mismas ocho formas básicas repetidas durante más de seis siglos—, la uniformidad de las materias primas y la concentración de los recursos apuntan a una producción controlada por una élite dirigente.

«Cuando observamos que cientos de asentamientos usan la misma arcilla y los mismos tipos de vasijas, comprendemos que hay algo más que tradición artesanal —explica Roberto Risch, investigador del Departamento de Prehistoria de la UAB y coordinador del estudio. Y añade—: La homogeneidad tecnológica y composicional observada entre distintos asentamientos sugiere una planificación y control de los procesos productivos más allá del ámbito estrictamente doméstico. Esto implica una coordinación supralocal en la gestión de recursos, saberes técnicos y distribución de productos alineada con las dinámicas de centralización y especialización propias del modelo estatal argárico hace casi 4.000 años».

Este hallazgo encaja con otras evidencias de especialización en la sociedad argárica, como la metalurgia del bronce y la producción textil, y refuerza la idea de que El Argar fue uno de los primeros protoestados de Europa Occidental. Según los autores, la organización necesaria para mantener una red de talleres interconectados y abastecer a cientos de poblados revela un nivel de centralización comparable al de los reinos micénicos o minoicos del Egeo.

Mapa del sudeste de Murcia con las principales sierras de la Cordillera Bética y la ubicación de los asentamientos argáricos y depósitos de arcilla analizados.

Mapa del sudeste de Murcia con las principales sierras de la Cordillera Bética y la ubicación de los asentamientos argáricos y depósitos de arcilla analizados. Cortesía: UAB.

Más allá del microscopio: un nuevo enfoque arqueológico

Además de sus conclusiones sobre El Argar, el estudio propone un nuevo enfoque metodológico para la arqueología cerámica. Tradicionalmente, muchos análisis se limitaban a comparar composiciones minerales y asumir que las piezas se fabricaban cerca de donde se encontraban. El equipo de Garrido-García defiende, en cambio, una aproximación geoarqueológica integral, que combina estudios de campo, análisis petrográficos y modelos espaciales para reconstruir redes de aprovisionamiento y circulación.

Esta metodología permite distinguir entre producción doméstica y especializada, y ofrece un marco aplicable a otras culturas prehistóricas. «No basta con mirar al microscopio —resumen los autores—. Hay que entender el paisaje, los procesos sedimentarios y las decisiones sociales que hay detrás de cada fragmento de cerámica».

Como concluye Garrido, «aunque la jerarquización social y política de El Argar es un hecho asumido, nuestros resultados aportan un valor añadido al mostrar cómo esta jerarquía se manifiesta también en las técnicas alfareras y en la organización de la producción material. La cerámica deja de ser solo un objeto de consumo y se convierte en una vía para rastrear mecanismos de control, circulación y cohesión ideológica dentro del territorio argárico».

Un retrato social a través del barro

Cuatro mil años después, las vasijas argáricas siguen hablando. En sus paredes rojizas y sin adornos, los científicos leen la historia de una sociedad del Bronce Antiguo que supo transformar los recursos naturales en símbolos de poder y cohesión.

Lo que a simple vista parecen piezas modestas de alfarería doméstica resulta ser el reflejo tangible de una organización económica centralizada, sostenida por artesanos especializados, rutas de intercambio y decisiones políticas que unieron a decenas de comunidades bajo un mismo modelo cultural.

En palabras de Risch, «la cerámica de El Argar no solo servía para contener alimentos o agua, sino también para contener el propio sistema social que la producía». Y gracias a la combinación de geología, arqueología y tecnología digital, hoy podemos reconstruir, fragmento a fragmento, la compleja red que unió a las gentes del sudeste peninsular hace cuatro milenios. ▪️

  • Información facilitada por la Universidad Autónoma de Barcelona

  • Fuente: Carla Garrido-García, David Gómez-Gras, Marta Roigé, Adrià Moreno Gil, Roberto Risch. The methodological centrality of geo-archaeological surveys in ceramic provenance analysis: A re-assessment of El Argar pottery production and circulation. Journal of Archaeological Science (2025). DOI: https://doi.org/10.1016/j.jas.2025.106394.

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