La Luna podría esconder otra cara oculta… y caliente

Una misión de naves espaciales gemelas ha detectado una sorprendente diferencia térmica entre las dos caras de la Luna. El hallazgo sugiere que su cara visible aún guarda el calor de un pasado volcánico activo.

Por Enrique Coperías

Este mosaico de dos caras del Orbitador de Reconocimiento Lunar de la NASA muestra la cara visible (izquierda) y la cara oculta (derecha) de la Luna. Crédito: NASA/GSFC/Universidad Estatal de Arizona

Un nuevo estudio ha revelado un sorprendente desequilibrio térmico en las entrañas de nuestro satélite natural, una diferencia de temperatura que todavía perdura entre su cara cercana, la que vemos desde la Tierra, y la lejana, eso es, la cara oculta de la Luna.

La investigación, realizada por un equipo internacional de científicos liderado por Adrien Broquet, del Centro Aeroespacial Alemán, en Berlín (Alemania), ha utilizado datos gravitatorios de altísima precisión obtenidos por la misión GRAIL para descubrir indicios claros de que el interior de la Luna no es homogéneo.

Esta asimetría, relacionada con antiguas regiones volcánicas, podría ayudar a explicar fenómenos tan variados como la distribución de los terremotos lunares, el vulcanismo lunar pasado e incluso la evolución térmica de nuestro satélite.

¿Cómo se descubrió esta diferencia térmica?

La Luna, al orbitar la Tierra con una trayectoria elíptica e inclinada, experimenta fuerzas de marea mensuales. Estas deformaciones, aunque mínimas, alteran levemente el campo gravitatorio lunar. Y ahí entra en juego GRAIL (Gravity Recovery and Interior Laboratory), una misión formada por dos sondas gemelas —Ebb y Flow— que midieron con exquisita precisión los cambios en la gravedad de la Luna.

A través de complejos análisis matemáticos, los científicos transformaron estas variaciones gravitatorias en lo que llaman números de Love. Estos son coeficientes que miden cuánto se deforma un cuerpo celeste —como la Luna o la Tierra— cuando sufre una fuerza gravitatoria externa, como las mareas generadas por otro cuerpo —por ejemplo, la Tierra—.

En este estudio, los científicos se centraron en el número de Love de grado 3, denominado k₃, menos conocido pero altamente sensible a las estructuras profundas del interior lunar.

El resultado fue inesperado: k₃ mostró un valor un 72% mayor al que se esperaría si la Luna tuviera un interior esférico y homogéneo. Esto sugiere una importante heterogeneidad lateral en el manto lunar, es decir, diferencias físicas y mecánicas entre distintas regiones del mismo.

¿La Luna tiene una cara más caliente que otra?

Para averiguar la causa de esta asimetría, los investigadores recurrieron a simulaciones computacionales avanzadas. Descubrieron que el mejor modo de reproducir el valor observado de k₃ es asumir que el manto lunar —la capa entre la corteza y el núcleo lunar— tiene una rigidez ligeramente distinta entre el hemisferio de la Luna que está permanentemente orientado hacia la Tierra y el que nunca vemos.

En términos técnicos, Broquet y su equipo detectaron una diferencia del 2% al 3% en el denominado módulo de corte, un parámetro que refleja la resistencia que ofrece un material a deformarse.

¿La causa más probable? Una diferencia de temperatura que aún hoy se mantiene entre ambas caras de la Luna. Según los cálculos del equipo, una anomalía térmica de entre 100 y 200 °C podría explicar perfectamente la discrepancia. Esta diferencia, a su vez, estaría vinculada con la mayor concentración de elementos radiactivos en la cara visible desde la Tierra, lo que habría mantenido esa región más caliente durante miles de millones de años.

¿Nuestro satélite sigue activo por dentro?

El hallazgo también ofrece una explicación física a por qué las llanuras volcánicas conocidas como mares lunares —esos grandes parches oscuros que vemos en la superficie— se concentran casi exclusivamente en el hemisferio visible.

Durante los primeros 1.500 millones de años de vida de la Luna, la acumulación de calor interno en esa zona habría favorecido la fusión parcial del manto, lo que permitió que el magma lunar emergiera y cubriera grandes extensiones.

Pero lo más sorprendente es que esta diferencia térmica parece no haberse disipado del todo. El modelo actual predice que aún hoy podría existir material parcialmente fundido a profundidades de entre 800 y 1.200 kilómetros en la cara visible de la luna. Esta fusión parcial reduce la rigidez del manto, lo que también explicaría por qué los moonquakes o terremotos lunares profundos se concentran en estas regiones: el material más caliente y fundido tiende a acumular tensiones de forma distinta.

Modelo conceptual de la evolución del interior lunar. La fusión parcial asociada a la anomalía térmica del hemisferio cercano habría provocado erupciones en la superficie hace unos 4.000 millones de años (izquierda), formando las regiones de los mares lunares. Cortesía: Nature

No es solo cuestión de química

Los investigadores también descartaron otras posibles explicaciones de este fenómeno. Cambios en la composición del manto —por ejemplo, un mayor contenido de hierro o agua en la cara visible— podrían también reducir la rigidez. Pero esto implicaría diferencias de densidad demasiado grandes, lo que alteraría de forma notable el centro de masas de la Luna, algo que no se aprecia en las observaciones.

En cambio, la hipótesis térmica cuadra perfectamente con los registros actuales y con modelos evolutivos lunares anteriores que ya predecían una cara lunar más caliente que la otra debido a su contenido radiactivo.

De hecho, los nuevos datos de la misión GRAIL, que concluyó el 17 de diciembre de 2012 con el impacto de las dos naves en la superficie lunar, ofrecen una radiografía térmica del interior de nuestro satélite que valida esas teorías.

¿Qué misiones futuras podrían confirmar este hallazgo?

En palabras de Broquet, el estudio marca un hito porque representa una forma pionera de realizar tomografías mareales más allá de la Tierra. Es decir, usar la respuesta gravitatoria a las mareas para inferir la estructura interna de un cuerpo celeste. Una técnica que, a diferencia de la sismología tradicional, no requiere colocar instrumentos sobre la superficie.

En la práctica, abre la puerta a aplicar métodos similares en planetas y lunas que no han sido explorados directamente, como Marte, Encelado o Ganimedes.

Además, los resultados tendrán implicaciones para futuras misiones lunares, como estas tres:

✅ Farside Seismic Suite (NASA, 2026): colocará un sismómetro en la cara oculta de la Luna.

✅ Artemis III: explorará regiones del polo sur lunar y podría estudiar su interior.

✅ Lunar Geophysical Network (propuesta): establecería una red de monitoreo sísmico.

Un satélite aún activo

Lejos de ser una roca inerte y muerta, la Luna sigue teniendo un interior dinámico y en evolución. Este nuevo estudio muestra que su pasado volcánico no solo dejó huellas en la superficie, sino también una cicatriz térmica profunda que aún hoy puede sentirse a través de las mareas lunares. Y que gracias a las técnicas más punteras de geofísica espacial, estamos empezando a entender con una claridad sin precedentes.

La Luna, nuestro satélite natural, aún tiene secretos por contar. Y sus susurros gravitatorios, leídos con cuidado, nos revelan historias de fuego, frío y equilibrio milenario. ▪️

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