Maiden Castle: el hallazgo arqueológico que desmonta el mito de una masacre romana
Un nuevo estudio arqueológico demuestra que el «cementerio de guerra» de Maiden Castle, en el condado inglés de Dorset, no fue resultado de una batalla contra los romanos, sino de décadas de violencia interna entre britanos.
Por Enrique Coperías
Reconstrucción artística de un enfrentamiento entre britanos durante la Edad del Hierro, inspirada en los hallazgos de Maiden Castle (Dorset), donde nuevas evidencias arqueológicas revelan que muchos individuos murieron en episodios violentos internos a lo largo de varias décadas, y no en una única masacre romana como se creía. Imagen generada con DALL-E
Durante casi un siglo, la colina fortificada de Maiden Castle, en el condado de Dorset (Inglaterra), ha sido un símbolo trágico y evocador del fin de la Edad del Hierro británica.
Descubierto en 1936 durante las excavaciones arqueológicas dirigidas por el arqueólogo Sir Mortimer Wheeler, el cementerio hallado en la entrada este del recinto parecía ofrecer una narración perfecta: decenas de esqueletos con signos de violencia brutal que, según Wheeler, murieron defendiendo su hogar de una despiadada ofensiva romana hacia el año 43 d. C.
El episodio fue descrito con dramatismo y convicción: un ataque feroz, una masacre de inocentes y el final heroico de una comunidad indígena ante la implacable maquinaria militar de Roma. Sin embargo, una nueva investigación arqueológica encabezada por expertos de la Universidad de Bournemouth (BU) ha desmantelado esa narrativa épica.
A través de una revisión sistemática de los restos óseos, nuevas dataciones por radiocarbono y un análisis contextual exhaustivo, el equipo liderado por el Martin Smith, Miles Russell y el científico Paul Cheetham demuestra que la historia de Maiden Castle no es la de una única masacre, sino la de múltiples episodios violentos que sucedieron a lo largo de varias décadas.
Estamos pues ante una historia menos heroica, pero sin duda más compleja y real.
Reescribiendo la historia: del mito a la evidencia
«El hallazgo de docenas de esqueletos humanos con heridas causadas por armas nunca fue puesto en duda — aclara Smith, profesor de Antropología Forense y Biológica, en un comunicado de la BU. Y añade—: Pero gracias al programa sistemático de datación por radiocarbono que llevamos a cabo, hemos podido establecer que estas personas no murieron en un solo y terrible evento, como siempre se había creído, sino a lo largo de décadas».
Las nuevas fechas revelan que las muertes ocurrieron en distintos momentos entre finales del siglo I a. C. y comienzos del siglo I d. C., un período marcado por tensiones sociales, conflictos tribales e incertidumbre ante la creciente amenaza de Roma.
«Es posible que estemos ante brotes episódicos de violencia letal, producto de convulsiones internas, venganzas, ejecuciones o luchas dinásticas entre grupos locales», sugiere los autores del estudio, que ha sido publicado en el Oxford Journal of Archaeology.
Violencia entre britanos, no una masacre romana
Este hallazgo socava profundamente la lectura tradicional que convirtió a Maiden Castle en uno de los puntos culminantes de la llamada Island Story, la narrativa patriótica que presentaba la historia británica como una serie de confrontaciones dramáticas con invasores extranjeros.
«Desde los años 30, la historia de britanos enfrentando a los romanos en una de las mayores fortificaciones de la Edad del Hierro se convirtió en un pilar de la literatura histórica —explica Russell, director de la excavación y académico de la BU. Y añade—: Con la Segunda Guerra Mundial en ciernes, nadie estaba dispuesto a cuestionar los resultados. La idea de hombres y mujeres del pueblo durotrige —una de las tribus celtas que vivieron en el suroeste de Gran Bretaña— masacrados por Roma era poderosa y conmovedora».
Pero ahora, dice con franqueza Russell, «el problema es que no parece haber sucedido así. La evidencia arqueológica indica que fue un caso de britanos matando a britanos, y que los muertos fueron enterrados en una fortificación abandonada. Roma cometió muchas atrocidades, pero esta no parece haber sido una de ellas»
Cuatro tipos diferentes de entierros
Curiosamente, el propio contexto histórico en el que Wheeler interpretó los hallazgos puede haber influido en su lectura. «Wheeler probablemente estaba influido por la inminente amenaza de invasión durante su propio tiempo —sugiere Smith. Y continúa—: Pero incluso así, podrían trazarse ciertos paralelismos: al igual que en 1944 todos sabían que la invasión llegaría, aunque nadie sabía cuándo ni dónde, en la Britania de entonces pudo haber una sensación creciente de que la llegada de Roma era solo cuestión de tiempo. Y eso pudo haber desencadenado luchas internas, alianzas rotas y violencia anticipatoria».
Los autores de este trabajo arqueológico clasificaron los entierros en cuatro grupos bien diferenciados, según la forma de deposición de los cuerpos y los objetos funerarios encontrados.
✅ Las tumbas más antiguas se hallaron en fosas reutilizadas, un método común en otras localidades británicas de la Edad del Hierro.
✅ Más adelante aparecen tumbas excavadas ex profeso, en las que los cuerpos, muchas veces flexionados, se disponen cuidadosamente con ofrendas como vasijas, carne de animales yo adornos personales.
✅ Un tercer grupo combina elementos del anterior, pero con mayor variabilidad, lo que podría reflejar cambios sociales, pérdida de normas funerarias o diferencias jerárquicas.
✅ El cuarto y último grupo, sin duda el más llamativo, está formado por tumbas dobles o triples, con los cuerpos extendidos y orientados este-oeste, en un estilo más romanizado, aunque previo o paralelo a la llegada oficial de Roma. En estas últimas sepulturas se concentran los casos más extremos de violencia: casi el 92% de los individuos enterrados en tumbas múltiples presentaban heridas mortales causadas por armas. Además, muchos de ellos fueron enterrados junto a objetos considerados de prestigio, como cuchillos de afeitar, anillos metálicos y cucharillas de bronce romanas.
Dos esqueletos hallados en los años 30 y datados en el siglo I d. C. Presentan con heridas de arma blanca; uno de ellos conserva una lanza clavada en la columna, antes confundida con un perno de ballesta romano. Cortesía: Martin Smith
Un análisis demográfico revelador
La distribución demográfica del cementerio también resulta digna de mención: los enterrados eran mayoritariamente adultos jóvenes, en su mayoría varones. No hay presencia de niños en la zona excavada, y los adolescentes fueron tratados como adultos en sus ritos funerarios.
Esta fuerte selectividad apunta a que no se trata de una necrópolis común, sino de un espacio destinado a enterrar a individuos específicos, posiblemente guerreros o miembros de élites locales.
Según las estadísticas, más del 40% de los esqueletos mostraban heridas violentas visibles. Las más frecuentes fueron cortes por armas afiladas, seguidas por fracturas provocadas por golpes contundentes y perforaciones de armas punzantes.
Algunos individuos acumulaban hasta once heridas, lo que indica un tipo de violencia intensiva, posiblemente ritualizada. Incluso se detectaron fracturas en antebrazos que podrían interpretarse como lesiones defensivas, así como fracturas nasales derivadas de enfrentamientos cara a cara.
El arqueólogo forense Smith apunta que «varios de los muertos recibieron más golpes de los necesarios para matarlos. Esto sugiere que algunas de las agresiones podrían tener un componente simbólico o punitivo, como ejecuciones ejemplares o castigos dentro de una estructura de poder tribal”.
¿Culturas diversas o jerarquías internas?
Otra línea de interpretación gira en torno a los diferentes estilos funerarios coexistentes en el yacimiento. Según Cheetham, «la mezcla de prácticas funerarias en paralelo obliga a cuestionar los enfoques simplistas sobre los cementerios arqueológicos. Podríamos estar viendo distintas culturas conviviendo en el mismo territorio, o bien diferencias rituales según la posición social dentro de una misma comunidad”.
Este hallazgo se alinea con estudios previos que indicaban un creciente contacto cultural entre pueblos britanos y elementos romanos antes incluso de la invasión oficial.
Algunos enterramientos en Maiden Castle ya incluían objetos de fabricación romana, lo que sugiere un proceso gradual de aculturación, es too es, la adopción de una nueva cultura, más que un corte abrupto provocado por una conquista militar.
Vista aérea del castillo de Maiden, en Dorset, el mayor castro de la Edad de Hierro de Gran Bretaña. Credit: Jo and Sue Crane
¿Qué más esconde Maiden Castle?
El trabajo reciente también ha puesto de relieve lo limitado de las excavaciones originales de Wheeler. Solo se investigó el 1% del área total del enorme asentamiento. “Es muy probable que existan muchas más tumbas enterradas bajo los imponentes terraplenes del castro”, indica Cheetham. El equipo cree que futuras excavaciones podrían revelar aún más sobre la dinámica de violencia, poder y ritual que caracterizó a esta comunidad en una etapa de transición crítica.
El nuevo estudio no solo refuta la visión tradicional de un episodio glorioso de resistencia ante Roma, sino que ofrece una lectura mucho más rica del pasado britano. En lugar de un relato de víctimas y verdugos claramente definidos, lo que emerge es un mosaico de violencia interna, tensiones tribales y cambios culturales intensos. Maiden Castle ya no es solo el escenario de una supuesta masacre romana, sino un espejo de una sociedad que se descomponía desde dentro, ante la sombra inminente de un imperio que aún no había llegado, pero cuya presencia se sentía cada vez más cerca.
Como concluye Russell, «necesitamos dejar atrás los mitos reconfortantes y empezar a ver la historia por lo que fue: más desordenada, más humana y, precisamente por eso, más fascinante». ▪️
Información facilitada por la Universidad de Bournemouth
Fuente: Martin Smith et al. Fraught with high tragedy: A contextual and chronological reconsideration of the Maiden Castle Iron Age 'war cemetery' (England). Oxford Journal of Archaeology (2025). DOI: https://doi.org/10.1111/ojoa.12324