Un antiguo templo descubierto en los Andes arroja luz sobre una sociedad perdida
Un antiguo templo descubierto en una colina de Bolivia revela cómo la cultura tiahuanaco, una de las civilizaciones más poderosas de los Andes, controlaba rutas comerciales y rituales más allá del Titicaca. El hallazgo reescribe el mapa de su expansión y muestra que mucho de su historia aún yace oculto a simple vista.
Por Enrique Coperías
El complejo de templos recién descubierto se encuentra a unos 130 kilómetros al sur del sitio histórico establecido de Tiwanaku, en la cima de una colina que nunca fue explorada en profundidad por los investigadores debido a su discreta ubicación. Cortesía: José Capriles / Penn State
Durante siglos, la misteriosa cultura tiahuanaco, con su centro político y ceremonial en la ciudad de Tiwanaku, ubicada en la actual Bolivia, cerca del lago Titicaca, ha desconcertado a los arqueólogos.
Su arquitectura monumental, sus esculturas líticas colosales y su compleja iconografía religiosa han dado lugar a numerosas teorías sobre su poder, su organización política y su expansión territorial. Pero si bien es ampliamente aceptado que Tiwanaku fue una de las primeras sociedades estatales de Sudamérica y un antecedente del Imperio incaico, aún se debate hasta dónde llegaba realmente su dominio.
Ahora, un hallazgo arqueológico inesperado a más de 200 kilómetros al sureste de Tiwanaku podría ofrecer respuestas relevantes. Un equipo internacional de científicos liderado por José M. Capriles, profesor de Antropología en la Penn State University (Estados Unidos), ha descubierto un complejo ceremonial de gran envergadura en el altiplano sur boliviano, en un paraje conocido localmente como Palaspata.
El hallazgo, publicado en la revista científica Antiquity, revela un templo tiwanakota oculto durante siglos a plena vista.
El hallazgo de Palaspata: ¿dónde y cómo se encontró el templo?
La estructura fue identificada en el marco de una evaluación de impacto ambiental vinculada a la ampliación de una carretera entre Oruro y Cochabamba. Los trabajos arqueológicos comenzaron en un sector conocido como Ocotavi 1, donde las excavaciones revelaron una rica ocupación prehispánica con cerámicas, entierros humanos y herramientas de piedra.
Pero fue solo al extender los trabajos arqueológicos hacia una colina cercana, casi invisible desde el camino, cuando los investigadores se toparon con la verdadera joya: un templo monumental alineado con los puntos cardinales y construido con bloques de piedra cuidadosamente tallados.
«El sitio estaba allí, sobre una meseta, y era conocido por los campesinos de la zona, pero nunca había sido explorado sistemáticamente —explica Capriles. Y añade—: A primera vista no llamaba mucho la atención. Solo cuando comenzamos a superponer imágenes satelitales, vuelos de drones y técnicas de fotogrametría, nos dimos cuenta de que teníamos frente a nosotros una estructura excepcional».
El complejo, de unos 125 metros por 145 metros —casi una manzana urbana—, consta de quince recintos rectangulares dispuestos alrededor de un gran patio central, que posiblemente contenía un patio hundido, siguiendo la tradición arquitectónica tiwanakota.
Su orientación hacia el oeste sugiere una función astronómica ritual, alineada con el equinoccio solar. El diseño recuerda a otros templos de Tiwanaku, como el Kalasasaya o Templo de las Piedras Paradas, en el oeste de Bolivia, así como al templo de Omo M10 en el sur del Perú, lo que sugiere una intencionalidad estatal en su construcción.
La superficie del templo contenía numerosos fragmentos de vasos de keru. Las copas se utilizaban para beber chicha, una cerveza de maíz tradicional, durante las fiestas y celebraciones agrícolas, y apuntan a la función del templo como centro neurálgico del comercio. Cortesía José Capriles / Penn State.
Un punto de conexión entre tres regiones clave
Más allá de su imponente arquitectura, lo que más sorprendió al equipo fue la ubicación del templo. Palaspata se sitúa en un punto de confluencia entre tres regiones ecológicas muy distintas:
🧭 Al norte, los altiplanos fértiles del Titicaca.
🧭 Al oeste, el árido altiplano orureño, ideal para la cría de llamas
🧭 Al este, los valles interandinos de Cochabamba, ricos en producción agrícola, especialmente de maíz.
En tiempos de Tiwanaku, este cruce de caminos habría sido clave para el comercio, el intercambio cultural y el control territorial.
«Las personas se movían, comerciaban y construían monumentos en lugares significativos, estratégicos —señala Capriles. Y añade—: Palaspata debió funcionar como un portal simbólico y logístico entre mundos distintos. Una especie de aduana espiritual y económica que articulaba regiones complementarias».
Chicha para socializar
Entre los hallazgos más destacados en la superficie del templo se encuentran numerosos fragmentos de copas keru, utilizadas para beber chicha —una cerveza de maíz fermentado— en contextos rituales y festivos.
El maíz, al no cultivarse en la altitud del altiplano, debía ser traído desde los valles de Cochabamba, lo que refuerza la idea de que este sitio era un punto de redistribución de bienes y alimentos.
«El consumo ritual de chicha, como se ha documentado ampliamente en Tiwanaku, era una forma de cohesionar comunidades y reafirmar el poder político y religioso», añade el investigador.
Las alineaciones de piedras revelaron un antiguo templo, llamado Palaspata por el nombre nativo de la zona. El complejo del templo mide aproximadamente 125 metros de largo por 145 de ancho —el tamaño aproximado de una manzana— e incluye quince recintos cuadrangulares dispuestos alrededor de un patio interior rectangular. Reconstrucción digital del templo. Crédito: José Capriles
Un idioma común: la divinidad
Para el equipo de investigación, Palaspata no fue simplemente un centro ceremonial, sino una plataforma multifuncional para articular el poder estatal. Sus terrazas habrían albergado tanto actividades rituales como funciones administrativas.
La arquitectura monumental habría servido, al igual que en otras civilizaciones andinas, para «materializar el poder» mediante alineaciones astronómicas, simbología y control del paisaje sagrado.
«La mayoría de las transacciones económicas y políticas se mediaban a través de la religión, porque esta funcionaba como un idioma común entre distintos grupos étnicos y comunidades —apunta Capriles—. La divinidad era un lenguaje que facilitaba la cooperación».
El sitio también conserva evidencias de una intensa actividad funeraria, con entierros humanos en posición fetal, cráneos alargados por modificación artificial, objetos rituales y restos de textiles y cobre. Además, se encontraron elementos exóticos, como sodalita, turquesa y conchas marinas del Pacífico, lo que demuestra conexiones comerciales de largo alcance.
Una revelación para la comunidad local
La noticia del descubrimiento arqueológico ha generado entusiasmo entre los habitantes del municipio de Caracollo, donde se encuentra Palaspata. El alcalde Justo Ventura Guarayo valoró el hallazgo como una oportunidad única para rescatar y promover el patrimonio cultural local.
«Los hallazgos arqueológicos en Palaspata son significativos porque revelan una parte fundamental de nuestra historia que había sido completamente ignorada— ha declarado el edil. Y continúa—: Este descubrimiento es vital para nuestra comunidad. Estamos trabajando con las autoridades nacionales y los expertos para garantizar su protección y, eventualmente, su puesta en valor turística».
En una región donde el desarrollo vial y agrícola suele poner en riesgo el patrimonio arqueológico, el caso de Palaspata también subraya la importancia de integrar la ciencia en los procesos de planificación territorial.
José Capriles, profesor de Antropología de la Penn State, fue uno de los autores principales de un estudio sobre el descubrimiento del templo. Crédito: Patrick Mansell / Penn State.
Un rompecabezas que empieza a encajar
El hallazgo de Palaspata contribuye a resolver una de las grandes incógnitas sobre Tiwanaku: cómo se expandió más allá de su núcleo original en el Titicaca. Hasta ahora, la presencia tiwanakota en los valles orientales era interpretada como indirecta, limitada a objetos de prestigio o influencias cerámicas locales. Palaspata demuestra que el Estado tiwanakota no solo influyó, sino que construyó y ocupó infraestructuras monumentales en regiones clave.
«Este tipo de arquitectura fuera del núcleo tiwanakota no es común, y su hallazgo nos obliga a replantear los modelos de expansión del Estado —explica Capriles. Y añade—: Es una prueba de que hubo una estrategia deliberada, una voluntad política por parte de Tiwanaku para controlar puntos clave de conexión regional».
El equipo considera que Palaspata pudo haber funcionado como un equivalente temprano a los tambos incaicos: centros administrativos que articulaban rutas, almacenaban productos y permitían el movimiento de caravanas. De hecho, apenas 17 kilómetros al sur se encuentra el sitio de Paria, uno de los principales centros administrativos del Imperio inca.
Lo que aún se esconde a plena vista
Capriles destaca que aún queda mucho por investigar en Palaspata. Las excavaciones apenas han comenzado y es probable que el sitio esconda nuevas sorpresas bajo sus terrazas erosionadas. También subraya la necesidad de realizar más estudios comparativos con otros templos tiwanakotas para entender mejor su cronología, sus funciones específicas y su papel dentro de la red estatal.
«Este tipo de descubrimientos nos permite ver cómo se gestionaba la cooperación entre grupos diversos, cómo se organizaban políticamente y cómo operaban en términos económico —dice el arqueólogo. Y concluye—: Y lo más fascinante es que muchos de estos sitios podrían estar ocultos a simple vista. Solo hace falta abrir los ojos y prestar atención».
Mientras Palaspata comienza a ocupar el lugar que le corresponde en el mapa arqueológico de los Andes, la historia de Tiwanaku sigue expandiéndose, como lo hizo su antiguo Estado: entre caminos de piedra, templos orientados al sol y vasos de chicha compartidos en honor a los dioses.▪️
Información facilitada por la Penn State
Fuente: Capriles J. M., Calla Maldonado S., Calero J. P., Delaere C. Gateway to the east: the Palaspata temple and the south-eastern expansion of the Tiwanaku state. Antiquity. 2025;99(405):831-849. DOI: 10.15184/aqy.2025.59