Un estudio sugiere que el baile y las nanas no son comportamientos humanos universales
¿Y si la música no fuera tan universal como creemos? Un estudio con los achés del norte de Paraguay revela una sorprendente ausencia de danza y nanas en su cultura, un vacío que desafía nuestras ideas sobre la naturaleza humana.
Por Enrique Coperías
Un nuevo estudio desvela que, a diferencia de lo que se creía sobre la universalidad de la música, en la comunidad indígena aché del norte de Paraguay no se observan ni danzas tradicionales ni canciones dirigidas a bebés. Todo un desafío a la antropología y psicología evolutiva, que respaldan la idea de que estos comportamientos son universales. Imagen generada con DALL-E
Durante mucho tiempo, se ha asumido que el canto social y la danza están profundamente arraigados en la naturaleza humana. Desde la antropología hasta la psicología evolutiva, numerosos estudios han respaldado la idea de que estos comportamientos son universales, presentes en todas las culturas humanas.
Sin embargo, una nueva investigación desafía esta creencia de forma contundente. El estudio, publicado en la revista Current Biology, se basa en más de cuatro décadas de trabajo etnográfico con los achés del norte, un pueblo indígena de Paraguay, y plantea que ni la danza ni el canto dirigido a bebés están presentes en esta etnia.
Un pueblo que canta, pero no baila ni arrulla
Los autores del estudio, Manvir Singh, profesor de Antropología en la Universidad de California en Davis, y Kim Hill, profesor en la Universidad Estatal de Arizona y codirector del Instituto de Orígenes Humanos, trabajaron juntos para documentar un hallazgo sorprendente. «Aparte del canto en la iglesia introducido por misioneros, los adultos achés del norte cantan en solitario y en un número limitado de contextos —afirma Singh. Y añade—: Hasta donde sabemos, los antropólogos nunca han observado baile ni canciones dirigidas a bebés entre los achés del norte».
Hill, que vivió durante más de 120 meses entre los achés, desde 1977 hasta 2020, registró de manera meticulosa diversos aspectos de su vida cotidiana, incluída su relación con la música. Lo que observó fue que los hombres achés cantan principalmente sobre caza, y en menor medida sobre conflictos sociales o eventos actuales.
Las mujeres, en cambio, cantan sobre todo en honor a familiares fallecidos. El canto siempre es individual, nunca grupal, y sigue patrones bastante limitados. A veces los niños imitan estos cantos adultos, pero no se documentó ningún tipo de canto infantil que pudiera considerarse como una nana o un canturreo dirigido especialmente a los más pequeños.
Kim Hill entrevista a personas de la etnia aché, en 2010. Cortesía: Kim Hill
Una ausencia llamativa y reveladora
Esta carencia es significativa, especialmente si se considera que los cantos dirigidos a bebés, como las nanas, son reconocidos por su efecto calmante y su papel en el vínculo afectivo entre padres e hijos. Singh enfatiza en que no se trata de que los achés no necesiten estas herramientas. «Los padres achés sí calman a sus bebés —precisa edste antropólogo. Y añade—: Usan voces juguetonas, caras graciosas, risas y sonrisas. Dado que las nanas se han mostrado eficaces para tranquilizar a los bebés, presumiblemente también les serían útiles».
Este vacío en el repertorio musical aché desafía la idea de que la música —al menos en ciertas formas como el baile y el canto infantil— sea inevitablemente parte del ser humano. Más aún, sugiere que estos comportamientos, aunque comunes, pueden desaparecer si no son sostenidos por la cultura.
En línea con el efecto Tasmania
Los investigadores proponen varias explicaciones para esta pérdida. Una de las principales apunta a los cuellos de botella demográficos, o sea, reducciones drásticas en la población aché, especialmente durante los siglos XIX y XX, que podrían haber debilitado la complejidad de su cultura.
Estas pérdidas no se limitaron a la música. También desaparecieron otras prácticas, como la horticultura, el chamanismo, los rituales de iniciación, la magia para la caza y, sorprendentemente, incluso la capacidad de hacer fuego desde cero.
Este fenómeno se alinea con lo que se ha denominado el efecto Tasmania, en referencia al caso documentado de los aborígenes de Tasmania, que tras generaciones de aislamiento perdieron varias tecnologías y prácticas culturales. Singh y Hill sugieren que lo mismo pudo ocurrir con los achés del norte.
Una excepción que cambia las reglas
Además, no se descarta que parte de estas pérdidas se produjeran en las décadas recientes, cuando los achés fueron asentados en reservas. Durante este proceso, otras conductas tradicionales, como las ceremonias de pubertad y la poligamia, también cayeron en desuso.
Hill destaca que, a diferencia de otras prácticas cuya desaparición fue reconocida por los propios achés, nunca escuchó a nadie hablar sobre la pérdida de la danza, lo cual sugiere que probablemente ya no existía en el momento del contacto con el exterior.
El hallazgo sorprendió incluso a los propios investigadores. Singh, cuya investigación previa apoyaba la idea de que el canto infantil y la danza eran universales, recuerda el momento en que Hill lo contactó: «Me pareció una observación fascinante y enormemente importante. Lo animé a publicarla. Como él no estaba seguro de cómo hacerlo, acabamos escribiendo el artículo juntos».
Entre los achés del norte, el canto es una práctica solitaria: los hombres cantan principalmente sobre caza y, ocasionalmente, sobre conflictos o acontecimientos recientes; las mujeres lo hacen casi de forma exclusiva en memoria de familiares fallecidos. Nunca cantan en grupo. Imagen generada con Grok
Más cerca del fuego que de la sonrisa
Este trabajo en equipo permitió vincular las observaciones de campo a un marco teórico más amplio sobre evolución cultural y musicalidad humana. Según Singh, «esto no refuta la posibilidad de que los humanos hayan desarrollado adaptaciones genéticas para bailar o responder a las nanas. Pero sí indica que la transmisión cultural es mucho más relevante para mantener estos comportamientos de lo que muchos, yo incluido, habíamos supuesto».
Los autores plantean una comparación reveladora: mientras que comportamientos como sonreír surgen de manera espontánea incluso en personas ciegas de nacimiento, otros, como hacer fuego, requieren aprendizaje y transmisión cultural. Según los datos recogidos entre los achés del norte, tanto la danza como el canto dirigido a bebés se parecen más al segundo tipo: comportamientos que no aparecen automáticamente en ausencia de un contexto cultural que los promueva.
Esto implica que, aunque los humanos tengamos la capacidad de cantar y bailar, estas habilidades no se activan sin un entorno social que las fomente. La música, por tanto, no sería tanto una pulsión instintiva como una construcción colectiva, fruto de generaciones de invención, imitación y perfeccionamiento.
Ecos de un pasado más complejo
Evidencias lingüísticas, genéticas y culturales indican que los antepasados de los achés del norte —así como otros pueblos tupíes— practicaban formas de vida más complejas, que incluían la agricultura, el uso de canoas y probablemente también el canto ritual y la danza colectiva.
Algunas comunidades aché del sur, por ejemplo, sí fueron vistas bailando y cantando en grupo tras el contacto con los misioneros, aunque tampoco conservan nanas en su repertorio. Esta diferencia entre subgrupos aché refuerza la idea de que las prácticas musicales pueden perderse en contextos de fuerte disrupción cultural.
Sin duda alguna, este estudio aporta más que una simple anécdota etnográfica. Sirve como llamado de atención para los investigadores que construyen teorías sobre lo humano a partir de conjuntos de datos amplios pero sesgados hacia culturas globalizadas.
Singh subraya la importancia de estudiar comunidades pequeñas y poco influenciadas por el mundo moderno: «Las historias únicas —y a veces traumáticas— de estas poblaciones pueden producir repertorios conductuales distintos a los de poblaciones más grandes y conectadas».
Una madre aché juega con su bebé. Cortesía: Kim Hill
Interdependencia entre cultura y conducta
La idea de que la música es una característica universal de la humanidad sigue siendo poderosa. Pero este caso demuestra que incluso los comportamientos humanos más comunes pueden depender de factores culturales frágiles.
En última instancia, el estudio no niega nuestra capacidad de hacer música, sino que muestra lo dependiente que es esta capacidad del contexto en el que vivimos.
El trabajo de Singh y Hill abre una ventana crítica al debate sobre lo que significa ser humano. Al documentar la ausencia de canto dirigido a bebés y de danza entre los aché del norte, no solo ponen en tela de juicio supuestos antiguos sobre la universalidad de la música, sino que ilustran la profunda interdependencia entre cultura y comportamiento.
En un mundo donde lo humano a menudo se define por lo común, esta historia nos recuerda que también es lo excepcional lo que enriquece nuestra comprensión de la humanidad. ▪️
Información facilitada por la Universidad de California en Davis
Fuente: Singh, Manvir et al. Loss of dance and infant-directed song among the Northern Aché. Current Biology (2025). DOI: 10.1016/j.cub.2025.04.018