Cómo han evolucionado las normas sociales a lo largo del tiempo y cómo difieren entre países
De las normas que regulaban el pudor a las que promueven el respeto, un estudio global revela cómo el mundo se ha vuelto más permisivo y empático. La moral cambia: las reglas del decoro ceden ante la moral del respeto.
Por Enrique Coperías
Una pareja se besa en una biblioteca pública. Conductas como esta, antes consideradas inapropiadas, hoy se perciben con mayor tolerancia en muchas sociedades, reflejando el cambio hacia normas más permisivas y basadas en la empatía. Foto: Vladislav Nahorny
¿Es apropiado reír a carcajadas en una biblioteca? ¿O besar en la boca a alguien en el trabajo? Las respuestas a esas preguntas, que parecen triviales, dicen mucho sobre cómo funcionan las sociedades.
Las normas sociales, esto es, esas reglas invisibles que dictan lo que se puede o no se puede hacer, varían entre países y épocas, y reflejan el pulso moral de una comunidad. Ahora, un estudio monumental publicado en Communications Psychology, ha dibujado el mapa más amplio hasta la fecha sobre cómo cambian las normas sociales en el mundo.
La investigación, dirigida por el psicólogo Kimmo Eriksson, de la Universidad Mälardalen (Suecia), y desarrollada por la red internacional Global Social Norms Network, encuestó a más de 25.000 personas en noventa sociedades diferentes. Se les pidió valorar la adecuación de quince comportamientos cotidianos, desde cantar hasta usar el móvil o discutir, en diez situaciones distintas, como un funeral, el trabajo o un parque.
Los resultados no sólo ofrecen una radiografía del sentido común moral del planeta, sino también un retrato del cambio social de los últimos veinte años.
De la rigidez al cuidado: el cambio moral del siglo XXI
Los resultados muestran un patrón muy interesante: las normas sociales se han vuelto más permisivas, pero con matices. En comparación con los datos recogidos por el mismo grupo de investigadores hace dos décadas, la gente hoy juzga como más aceptables muchas conductas antes consideradas inapropiadas: escuchar música con auriculares, leer en el transporte público o incluso llorar en público.
Pero hay un reverso: ciertos comportamientos vistos como vulgares, como flirtear o maldecir, se han vuelto menos tolerables.
Eriksson resume el hallazgo con una frase: «Somos más libres, pero también más cuidadosos». Es decir, el cambio cultural no va solo hacia una relajación de las reglas, sino hacia una reconfiguración moral: menos atención al decoro y más a las consecuencias sociales de nuestras acciones.
El estudio lo demuestra con datos. En efecto, las normas vinculadas a la libertad individual —por ejemplo, hablar en voz alta o descansar en público—se han aflojado, mientras que las que implican falta de consideración o grosería tienden a endurecerse. Lo que cambia, explican los autores, no es tanto el comportamiento como la prioridad moral: la castidad o el pudor pierden peso frente a valores como el cuidado y el respeto.
El papel de la moral individualista frente a la moral tradicional
Para explicar por qué unos países son más estrictos que otros, el equipo recurrió a una herramienta de la psicología moral: la teoría de los fundamentos morales. Esta distingue entre:
✅ Valores individualizantes, centrados en el bienestar y la libertad del individuo.
✅ Valores vinculantes: lealtad, autoridad y castidad, orientados a mantener el orden y la cohesión del grupo.
A partir de esa base, los investigadores diseñaron un nuevo índice —el Ind-Bind Scale— que mide la orientación moral de una sociedad en esa escala entre lo individual y lo grupal. Cuanto más individualista es una cultura, más tiende a valorar la libertad y el cuidado por encima del deber y la virginidad.
El patrón resultante es consistente: los países con moral más individualista, como Suecia, Países Bajos y Canadá, presentan normas más permisivas, pero también más exigentes con los comportamientos que dañan a otros o resultan absurdos. En cambio, las sociedades más colectivistas, como Etiopía, Pakistán o Marruecos, tienden a mantener un control social más fuerte sobre la expresión emocional o el decoro público.
El hallazgo, según los autores, «muestra que las normas no son arbitrarias: responden a un sistema moral coherente, aunque sus prioridades cambien de un lugar a otro».
En las ciudades del siglo XXI, la mezcla de culturas y comportamientos redefine lo que se considera apropiado. La vida cotidiana se convierte en el espejo del cambio moral que viven las sociedades contemporáneas. Foto: Clem Onojeghuo
Tres preocupaciones universales que guían el comportamiento
En el corazón del trabajo hay una distinción entre tres tipos de preocupaciones morales cotidianas que guían nuestros juicios:
1️⃣ La inconsideración, cuando una conducta causa molestias o perjuicios a otros; por ejemplo, hablar por teléfono en el cine.
2️⃣ La vulgaridad, cuando una acción se percibe como sucia o indecente: besarse en un funeral, gritar una grosería...
3️⃣ La falta de sentido, cuando un comportamiento parece irracional o fuera de lugar; por ejemplo, leer un periódico en plena película.
En los noventa países analizados, hay un consenso sorprendente sobre qué comportamientos despiertan cada tipo de preocupación. Lo que varía es la importancia moral que se da a cada una.
🗣️ «Las personas de culturas más individualistas reaccionan con más fuerza ante la inconsideración, porque valoran el cuidado, pero les importa menos la vulgaridad, ligada a la idea de castidadcastidad», explica Eriksson.
En cambio, en los países más religiosos o jerárquicos, la pureza sigue siendo un referente moral esencial.
De la modestia al respeto: cómo cambian los valores
Comparando los datos actuales con los de hace veinte años, el estudio identifica un cambio global: el eje moral del mundo se ha desplazado. En conjunto, la humanidad parece haber pasado de una moral centrada en la obediencia y la modestia a otra basada en la autonomía y la empatía. En lenguaje de los autores, ha aumentado la «moral individualista».
👉 Esa tendencia encaja con teorías clásicas como la modernización o la teoría de la sociedad mundial, que vinculan el desarrollo económico, la educación y la globalización con un mayor énfasis en la libertad personal. En palabras de los autores del estudio, «l crecimiento económico y la interconexión cultural fomentan valores de autonomía y cuidado, mientras disminuye la importancia de la castidad y la tradición».
Sin embargo, los investigadores advierten de que el cambio no implica un «todo vale». De hecho, algunas normas se han vuelto más estrictas, especialmente las que tienen que ver con ofender o molestar a otros. Un ejemplo: insultar o gritar en público genera más rechazo hoy que hace veinte años, incluso en sociedades muy permisivas.
«La sensibilidad hacia el daño o la ofensa ha crecido, lo que puede interpretarse como una forma de cuidado moral más que de censura», podemos leer en el artículo.
Una gramática moral compartida por la humanidad
Pese a las diferencias culturales, el estudio detecta una «gramática universal de las normas sociales»: en todo el planeta, la gente coincide bastante en qué tipo de actos son inapropiados.
Las mayores variaciones aparecen entre contextos y situaciones —no entre países—: una misma acción puede ser aceptable en una fiesta y censurable en una entrevista de trabajo. En otras palabras, cambia más la situación que la cultura.
«Las reglas del decoro son sorprendentemente estables —dice Eriksson—. Lo que cambia es la intensidad con que se aplican y las razones que las sustentan». Así, el impulso de evitar la grosería o la ofensa parece tan universal como las formas en que se manifiesta.
La flor, emblema de pureza en muchas culturas, representa el tipo de valores que están siendo redefinidos. Las normas sociales evolucionan: del control del cuerpo al cuidado de los demás. Cortesía: Pixabay
El vínculo entre cultura, empatía y evolución moral
La investigación también dialoga con teorías sobre la cultura del tightness–looseness —la rigidez o flexibilidad de las normas sociales— popularizadas por la psicóloga Michele Gelfand, coautora del estudio original con el que se comparan los nuevos datos. Las culturas rígidas, como ocurre en Singapur o Pakistán, imponen sanciones más duras al incumplimiento normativo, mientras que las culturas laxas, como las de los Países Bajos o Brasil, toleran más la desviación.
Pero esta nueva investigación va más allá: identifica el contenido moral detrás de esa rigidez o flexibilidad. Las culturas más laxas, donde hay una mayor libertad individual y una menor presión para cumplir con reglas estrictas, no son simplemente más relajadas, sino que priorizan valores de libertad y empatía sobre los de virginidad o autoridad.
Paradójicamente, eso también puede explicar por qué ciertas formas de vulgaridad o lenguaje ofensivo se juzgan hoy con más severidad: no porque el mundo sea más conservador, sino porque se perciben como una falta de respeto o de empatía, no de moral sexual.
Limitaciones y relevancia futura
El trabajo tiene limitaciones. La muestra, aunque masiva y diversa, no es representativa de toda la población mundial: la mayoría de los participantes eran jóvenes urbanos con acceso a internet.
Además, los autores avisan de que solo se dispone de dos puntos de comparación temporal (principios de los 2000 y 2023–2024), lo que impide trazar una línea continua de evolución.
Aun así, el patrón es robusto. El cambio hacia normas más permisivas y centradas en el cuidado parece global y consistente. «La moral no se está desintegrand; se está reorganizando», apunta el estudio. En lugar de prohibir por costumbre, sancionamos por empatía.
La moral se transforma, no desaparece
La principal aportación de este trabajo, más allá de sus cifras, es metodológica. Introduce una escala —la Ind-Bind Scale— que permite comparar culturas según cómo ponderan los valores de cuidado, libertad, autoridad o castidad.
Esa herramienta servirá para seguir la pista a la evolución moral de las sociedades en el futuro.
En última instancia, el estudio invita a mirar de otra forma las pequeñas normas que rigen nuestra convivencia. Si el beso en público o la carcajada a destiempo son hoy menos reprobables, quizá no sea porque hayamos perdido el pudor, sino porque hemos aprendido a medir la moralidad en términos de daño y respeto, no de decoro. ▪️
Fuente: Eriksson, K., Strimling, P., Vartanova, I. et al. Everyday norms have become more permissive over time and vary across cultures. Communications Psychology (2025). DOI: https://doi.org/10.1038/s44271-025-00324-4

