El cráter Silverpit del mar del Norte: científicos confirman el impacto de un asteroide hace 43 millones de años
Enterrado bajo el mar del Norte, un cráter de tres kilómetros guarda la huella de un asteroide que chocó contra la Tierra hace 43 millones de años. Ahora, la ciencia confirma por fin el origen cósmico de Silverpit tras dos décadas de polémica.
Por Enrique Coperías
El cráter Silverpit, oculto bajo el mar del Norte, se formó tras el impacto de un asteroide de 160 metros hace 43 millones de años y fue objeto de un intenso debate científico durante dos décadas. Imagen generada con Copilot
En el silencio helado del mar del Norte, bajo capas de sedimentos que han reposado inalteradas durante decenas de millones de años, los geólogos han desenterrado una historia de violencia cósmica.
Allí, a unos 130 kilómetros de la costa británica, un asteroide de unos 160 metros de diámetro impactó contra el fondo marino hace más de 43 millones de años, y dejó una cicatriz de tres kilómetros de ancho que durante décadas fue motivo de encendido debate científico.
El cráter, conocido como Silverpit, había sido identificado en 2002 mediante estudios sísmicos del subsuelo. En aquel momento, se interpretó como un posible cráter de impacto: una estructura circular con fallas concéntricas y un aparente levantamiento central, rasgos típicos de los grandes choques extraterrestres. La noticia dio la vuelta al mundo: ¿había descubierto Europa un nuevo Chicxulub en miniatura bajo el mar del Norte?
Pruebas que confirman el impacto de un asteroide
Sin embargo, el entusiasmo se enfrió pronto. Otros especialistas propusieron explicaciones alternativas: ¿y si no se trataba de un impacto, sino del hundimiento provocado por la migración de sales en el subsuelo? ¿O quizá un colapso vinculado a intrusiones volcánicas? En 2009, incluso, la Geological Society de Londres organizó un debate público en el que la mayoría de los asistentes votó por descartar el origen cósmico del cráter. El Silverpit pasó a ser, para muchos, un falso positivo en la lista de los rarísimos cráteres de impacto marinos de la Tierra.
La situación ha cambiado ahora de forma radical. Un equipo internacional liderado por el geólogo escocés Uisdean Nicholson, de la Universidad Heriot-Watt de Edimburgo, acaba de publicar en Nature Communications la prueba definitiva: el Silverpit sí es el resultado del choque de un asteroide a hipervelocidad. Y no se trata de una mera hipótesis: la combinación de imágenes sísmicas en 3D, análisis de microfósiles y minerales deformados por el choque, más simulaciones numéricas de impacto, constituyen lo que los propios autores califican como una «evidencia contundente».
«Las nuevas imágenes sísmicas nos han dado una visión sin precedentes del cráter —explica Nicholson en un comunicado de la Universidad Heriot-Watt. Y añade—: Las muestras de un pozo petrolífero en la zona también revelaron raros cristales de cuarzo y feldespato sacudidos a la misma profundidad que el fondo del cráter. Tuvimos una suerte excepcional al encontrarlos: fue realmente como buscar una aguja en un pajar».
En palabras de este geólogo, «prueban la hipótesis del cráter de impacto sin lugar a dudas, porque tienen una estructura que solo puede crearse bajo presiones de choque extremas».
Datado con microfósiles
Los investigadores lograron reconstruir la estructura completa del cráter gracias a datos sísmicos de altísima resolución recopilados en 2022 por la Northern Endurance Partnership, un consorcio energético británico. Estas imágenes, que permiten ver el subsuelo como si fuera un escáner médico, sacaron a la luz un relieve circular de 3,2 kilómetros de diámetro, con un anillo de fallas, un foso y un levantamiento central: las señas inequívocas de un cráter complejo de impacto.
Pero lo que terminó de inclinar la balanza fue el hallazgo de minerales impactados —granos microscópicos de cuarzo y feldespato con finas láminas internas producidas únicamente bajo presiones extremas, de entre 10 y 13 gigapascales, imposibles de alcanzar en procesos geológicos normales—. Estas pequeñas huellas microscópicas son consideradas el sello de autenticidad de los impactos meteoríticos.
El equipo también analizó microfósiles de nanoplancton calcáreo recuperados en los años ochenta en un sondeo cercano, en concreto, el pozo identificado como 43/25-1. Estos fósiles permitieron fechar con precisión el impacto: ocurrió en pleno Eoceno medio, hace entre 43 y 46 millones de años, una época en la que la Tierra era un invernadero natural, cubierta de bosques tropicales hasta altas latitudes y sin casquetes polares.
Cómo fue el impacto en el mar del Norte
Las simulaciones por ordenador añaden dramatismo a la escena. Un proyectil rocoso de unos 160 metros de diámetro entró desde el oeste-noroeste a 15 kilómetros por segundo —unas 50 veces más rápido que una bala de fusil— y perforó el fondo marino poco profundo. En apenas 12 segundos abrió un cráter transitorio de un kilómetro de profundidad, lanzó al aire rocas y sedimentos hasta decenas de kilómetros de distancia y provocó una ola colosal que barrió la región en cuestión de minutos.
«Nuestra evidencia muestra que un asteroide de 160 metros de ancho golpeó el lecho marino en un ángulo bajo desde el oeste. En cuestión de minutos, creó una cortina de roca y agua de 1,5 kilómetros de altura que luego colapsó en el mar, generando un tsunami de más de 100 metros de altura», resume Nicholson.
El impacto desató además procesos internos inesperados. El choque vaporizó parte de la roca calcárea del subsuelo, y liberó grandes volúmenes de dióxido de carbono y agua que formaron burbujas y cavidades. Los sismogramas actuales revelan huellas de esas explosiones en forma de hoyos y texturas irregulares en el subsuelo.
Se trata de una de las pocas veces que los geólogos han podido documentar la liberación súbita de gases por descomposición de carbonatos tras un impacto, un fenómeno que pudo amplificar los efectos ambientales en aquel entonces.
Morfología superficial del cráter y atributos sísmicos de los horizontes CF1 y CF2 en el fondo del cráter. Cortesía: Nature Communications (2025). DOI: 10.1038/s41467-025-63985-z.
Unas aguas en ebullición
Lejos de ser una cicatriz estática, el cráter Silverpit vivió horas agitadas después del impacto. Los geólogos han identificado en el registro sísmico marcas de resurgencia, como si el mar hubiera entrado en cascada al vacío recién abierto, formando remolinos y esculpiendo nuevos surcos.
La escena se parece a verter un cubo de agua en un agujero de arena: la fuerza del reflujo genera precipitaciones, avalanchas y pequeños cráteres secundarios.
De hecho, alrededor del cráter principal se han hallado decenas de pequeños cráteres secundarios, de hasta 150 metros de diámetro, formados por fragmentos rocosos expulsados y reimpactados en el lecho marino. Es una observación inusual en la Tierra, donde la erosión borra rápidamente este tipo de estructuras, pero común en la Luna o Marte.
De la controversia a la confirmación
La historia del Silverpit es también una lección sobre el método científico. Durante más de veinte años, geólogos y sismólogos discutieron acaloradamente sobre su origen. La falta de pruebas físicas claras —en particular, la ausencia de minerales choqueados en los primeros estudios— permitió que proliferaran hipótesis alternativas.
«Siempre pensé que la hipótesis del impacto era la explicación más sencilla y la más coherente con las observaciones», recuerda el profesor Gareth Collins, del Imperial College de Londres, que estuvo presente en el debate de 2009 y ahora ha contribuido a los modelos numéricos de la nueva investigación. «Es muy gratificante —añade Collins— haber encontrado por fin la bala de plata. Ahora podemos dedicarnos al emocionante trabajo de usar los nuevos y sorprendentes datos para aprender más sobre cómo los impactos moldean los planetas bajo la superficie, algo que es realmente difícil de hacer en otros planetas.”
«En ciencia, la ausencia de evidencia no es evidencia de ausencia —comenta Veronica Bray, experta en cráteres de impacto de la Universidad de Arizona y coautora del trabajo. Y continúa—: Pero en este caso era comprensible el escepticismo: hasta ahora había demasiados cabos sueltos».
Los nuevos datos, sin embargo, cierran el círculo. El cráter presenta todos los ingredientes de un impacto: simetría circular, levantamiento central, fallas concéntricas, cráteres secundarios, minerales impactados y una cronología coherente. Además, las simulaciones demuestran que un asteroide de tamaño relativamente modesto basta para explicar la forma y dimensiones de la estructura.
Una rareza geológica
La confirmación de Silverpit como cráter de impacto no es un simple detalle académico. La Tierra conserva apenas unas 200 estructuras de este tipo, y solo una treintena están en entornos marinos, pese a que los océanos cubren el 70 % del planeta. El agua actúa como un borrador: erosiona, rellena y oculta rápidamente los cráteres. Por eso, ejemplos como Silverpit son valiosísimos, pues ofrecen la posibilidad de estudiar cómo interactúan los impactos con ambientes marinos y sedimentos blandos.
«Silverpit es un cráter de impacto hipervelocidad extraño y excepcionalmente bien conservado. Estos son raros porque la Tierra es un planeta muy dinámico: la tectónica de placas y la erosión destruyen casi todos los rastros de la mayoría de estos eventos. Existen alrededor de 200 cráteres de impacto confirmados en tierra, y solo unos 33 han sido identificados bajo el océano —destaca Nicholson. Y añade—: Podemos usar estos hallazgos para comprender cómo los impactos de asteroides moldearon nuestro planeta a lo largo de la historia, así como para predecir lo que podría ocurrir si tuviéramos una colisión de asteroide en el futuro».
El hallazgo se suma a otros descubrimientos recientes, como el cráter Nadir frente a África Occidental, que fue identificado en 2022, o el ya clásico Chicxulub de México, que acabó con los dinosaurios hace 66 millones de años. Aunque Silverpit es mucho más pequeño —su diámetro es cincuenta veces menor que el de Chicxulub—, los procesos físicos que desencadenó son comparables a escala reducida.
¿Podría repetirse en el futuro?
Los autores subrayan también la dimensión contemporánea del hallazgo. Aunque eventos como el de Silverpit son infrecuentes —ocurren cada varios cientos de miles de años—, no son imposibles en el futuro. Un asteroide de apenas 150 metros, como el que golpeó el mar del Norte, sería capaz hoy de arrasar una ciudad entera o provocar un tsunami devastador si impactara en el océano.
De hecho, la NASA y otras agencias espaciales vigilan con creciente atención a los asteroides de este tamaño. La misión DART, que en 2022 logró desviar un pequeño asteroide en pruebas, nació precisamente de la preocupación por impactos de escala intermedia: demasiado grandes para pasar inadvertidos, pero demasiado frecuentes para ser ignorados.
Silverpit, escondido durante 43 millones de años bajo los sedimentos, se convierte ahora en un recordatorio tangible de que la historia de la Tierra está escrita también en clave extraterrestre. Un fósil de cataclismo que ayuda a comprender el pasado y a prepararnos, quizá, para el futuro.▪️
Información facilitada por la Universidad Heriot-Watt
Fuente: Nicholson, U., Jonge-Anderson, I.d., Gillespie, A. et al. Multiple lines of evidence for a hypervelocity impact origin for the Silverpit Crater. Nature Communications (2025). DOI: https://doi.org/10.1038/s41467-025-63985-z