El fósil de un pájaro que se atragantó tragándose piedras desconcierta a los paleontólogos
El hallazgo de una diminuta ave de hace 120 millones de años, conservada con más de 800 piedras incrustadas en la garganta, ofrece una insólita ventana a su muerte. El enigma de por qué las tragó desconcierta a los paleontólogos y reabre preguntas sobre la evolución temprana de las aves.
Por Enrique Coperías
El infortunado Chromeornis funkyi, un pájaro fósil, conservado con más de 800 diminutas piedras en la garganta, visibles como la masa gris junto a los huesos del cuello. Cortesía: Jingmai O’Connor
La historia de un fósil suele llegarnos incompleta. El registro fósil conserva huesos, impresiones, sombras de comportamientos que se intuyen más que se constatan; y rara vez ofrece una escena de muerte tan nítida que permita reconstruir los últimos segundos de un animal extinguido hace millones de años.
Precisamente ese es justamente el caso de un pequeño pájaro del Cretácico, de apenas el tamaño de un gorrión moderno, hallado en China con un cúmulo de piedras incrustado en la garganta. Todo apunta a que murió atragantándose. Lo que nadie sabe es por qué estaba tragando semejante cantidad de guijarros.
El ave, que vivió hace unos 120 millones de años, fue identificada por la paleontóloga Jingmai O’Connor, conservadora asociada de reptiles fósiles en el Field Museum de Chicago (Estados Unidos) y autora principal del estudio que describe la nueva especie en Palaeontologica Electronica. O’Connor se topó con el espécimen durante una visita al Museo de la Naturaleza Shandong Tianyu, en China, un centro célebre por albergar miles de aves fósiles exquisitamente conservadas.
Un fósil que «saltó a la vista» de la investigadora
«Hay miles de fósiles de aves en el Museo Shandong Tianyu, pero en mi último viaje para visitar sus colecciones, este realmente me llamó la atención —recuerda la investigadora—. Supe inmediatamente que era una especie nueva».
El pequeño esqueleto presentaba rasgos comunes con el Longipteryx, un ave fósil de mayor tamaño que vivió durante el Cretácico Inferior, hace 120 millones de años. «Tenía dientes muy grandes al final del pico, igual que Longipteryx, pero es un bichito diminuto. Así que, en base a eso, supe que se trataba de algo nuevo», explica O’Connor.
Al examinarlo con microscopio, la sorpresa fue mayor: «Me di cuenta de que tenía esta masa realmente extraña de piedras en el esófago, justo contra las vértebras del cuello —relata la paleontóloga. Y añade—: Esto es realmente raro, porque en todos los fósiles que conozco, nadie ha encontrado jamás una masa de piedras dentro de la garganta de un animal».
La posición y la composición química sugerían que las piedras habían sido ingeridas por el animal en vida, no arrastradas después hasta el sedimento donde quedó enterrado.
Una masa de más de 800 piedras en la garganta
Los animales que tragan piedras no son una rareza biológica. El fenómeno es tan común que tiene nombre: gastrolitos. Muchas aves actuales, como las gallinas, los patos, los gansos y las avestruces, almacenan pequeños guijarros en la molleja para triturar la comida, así como cocodrilos, caimanes y algunos lagartos y peces. Sin embargo, entre las miles de aves fósiles del mismo grupo que este espécimen, jamás se habían documentado gastrolitos.
Para comprobar si se trataba simplemente del primer caso conocido, O’Connor recurrió a un trabajo previo en el que ella y sus colegas habían sometido a tomografías computarizadas a aves fósiles que sí poseían molleja. «Habíamos cuantificado el volumen medio de las piedras, el número de gastrolitos que tenían y el tamaño de la masa de chinitas en relación con el tamaño total del ave —explica O’Connor— Hicimos un escáner CT a este nuevo fósil para poder compararlo con esas otras aves con molleja».
Los resultados descartaron la hipótesis.
🗣️ «Encontramos más de 800 piedras diminutas en la garganta de este ave: muchísimas más de las que esperaríamos en pájaros con molleja. Y por su densidad, algunas ni siquiera eran piedras de verdad, parecían más bien pequeñas bolitas de arcilla —señala la científica—. Con estos datos, podemos decir con total claridad que estas piedras no fueron ingeridas para ayudar al ave a triturar su alimento».
¿Una conducta anómala por enfermedad? La hipótesis más plausible
Si no eran gastrolitos funcionales, ¿por qué el animal se los tragó? Los investigadores no pueden estar seguros, pero manejan una conjetura plausible. «Cuando las aves están enfermas, comienzan a hacer cosas raras —apunta O’Connor. Y añade—: Así que planteamos una hipótesis tentativa: que se trataba de un ave enferma que estaba comiendo piedras porque estaba enferma. Ingerió demasiadas y trató de regurgitarlas en un solo bolo. Pero la masa de piedras era demasiado grande, y se quedó atascada en el esófago».
La escena final es insólita incluso para la paleontología. «Resulta bastante raro poder saber qué causó la muerte de un individuo concreto en el registro fósil — reconoce O’Connor—. Pero aunque no sepamos por qué este pájaro se tragó todas esas piedras, estoy bastante segura de que el intento de regurgitar esa masa le provocó un atragantamiento, y eso fue lo que mató a ese pajarillo».
Recreación artística de una pareja de Chromeornis. Cortesía: Sunny Dror
«Chromeornis funkyi», un nuevo dinosaurio con nombre de banda electro-funk
La especie recién descrita no solo aporta un caso único de muerte por asfixia, sino que añade un nuevo nombre al árbol evolutivo de las aves, y por tanto, de los dinosaurios: Chromeornis funkyi. O’Connor la bautizó así en honor del dúo electro-funk Chromeo, uno de sus grupos preferidos.
«Las aves también son conocidas por hacer música hermosa», comenta la paleontóloga. Aunque no es posible reconstruir con precisión su vocalización, Chromeornis seguramente emitía algún tipo de sonido.
Los propios Chromeo celebraron el homenaje con humor: «Llevamos veinte años en esto, pero es la primera vez que alguien nos llama dinosaurios. Bromas aparte, es un honor increíble que se suma a una carrera llena de sorpresas. Estamos encantados de aportar un poco de ‘fossil funk’ a la gran ciencia de la paleontología».
La paleontóloga Jingmai O’Connor examina bajo el microscopio el fósil de Chromeornis. Cortesía: cortesía de Jingmai O’Connor.
Por qué importa este fósil: claves sobre extinción y supervivencia de las aves
Más allá de la fatal anécdota del pájaro que murió atragantado, Chromeornis ayuda a iluminar un capítulo crucial de la evolución: el de quiénes sobrevivieron —y quiénes no— tras el impacto del asteroide que puso fin al Cretácico. El nuevo fósil pertenece al grupo de los enantiornites, las aves más abundantes durante esta época. Cuando el asteroide golpeó la Tierra hace 66 millones de años, desaparecieron junto con la mayoría de los dinosaurios. Solo un linaje de aves, antepasado de todas las modernas, logró persistir.
🗣️ «Durante aquel desastre ambiental, los enantiornites pasaron de ser el grupo de aves más exitoso a ser barridos por completo —resume O’Connor. Y concluye—: Entender por qué tuvieron éxito, pero también por qué eran vulnerables, puede ayudarnos a predecir el curso de la extinción masiva en la que estamos ahora. Aprender sobre Chromeornis y sobre otras aves que se extinguieron puede, en última instancia, orientar los esfuerzos de conservación actuales».
Chromeornis funkyi, el pequeño pájaro que se tragó más piedras de las que podía soportar, se convierte así en un inesperado mensajero del pasado: un recordatorio de lo frágiles que pueden ser incluso los linajes más prósperos y de lo mucho que aún queda por desentrañar sobre cómo la vida sobrevive —o sucumbe— ante las grandes crisis planetarias. ▪️
Información facilitada por el Field Museum de Chicago
Fuente: Jingmai O’Connor, Xiaoli Wang, Alexander Clark, Pei-Chen Kuo, Ryan Davila, Yan Wang, Xiaoting Zheng, and Zhonghe Zhou. A new small-bodied longipterygid (Aves: Enantiornithes) from the Aptian Jiufotang Formation preserving unusual gastroliths. Palaeontologica Electronica (2025). DOI: https://doi.org/10.26879/1589

