Hace 73 millones de años, las aves anidaban en el Ártico junto a los dinosaurios
Un sorprendente hallazgo fósil en el Ártico revela que las aves ya anidaban allí hace 73 millones de años, en plena era de los dinosaurios. El descubrimiento arroja luz a lo que sabemos sobre el origen y la evolución de las aves modernas.
Por Enrique Coperías
La primavera transforma el Ártico en un hervidero de vida: millones de aves migratorias llegan para criar a sus polluelos en un entorno extremo. Pero este fenómeno no es exclusivo del presente. Un nuevo estudio publicado en la revista Science revela que hace 73 millones de años, durante el Cretácico, las aves ya anidaban en estas latitudes polares.
El trabajo, liderado por la paleontóloga Lauren Wilson, estudiante de doctorado en la Universidad de Princeton, documenta el caso más antiguo conocido de reproducción aviar en el Ártico. Según sus hallazgos, diversas especies de aves primitivas, algunas similares a somormujos, gaviotas y anátidas actuales, criaban allí a sus polluelos mientras compartían hábitat con los últimos dinosaurios.
«Las aves existen desde hace 150 millones de años —explica Wilson, que realizó esta investigación como parte de su máster en la Universidad de Alaska Fairbanks —. Y durante la mitad de ese tiempo han estado criando a sus polluelos en el Ártico».
Aves cretácicas en un mundo de dinosaurios
El hallazgo supone un importante retroceso en el registro fósil en lo que respecta al anidamiento de aves en regiones polares. Hasta ahora, los indicios más antiguos de reproducción aviar en el Ártico o la Antártida databan de hace 47 millones de años, ya en un mundo posextinción tras la caída del asteroide que acabó con gran parte de la vida en la Tierra, hace unos 65 millones de años.
«Este estudio retrasa entre 25 y 30 millones de años esa evidencia —señala Pat Druckenmiller, coautor del artículo, director del Museo del Norte de la Universidad de Alaska y tutor de Wilson. Y añade—: Y todo gracias a fósiles que estaban literalmente bajo nuestros pies».
Los restos —más de medio centenar de huesos fósiles y fragmentos—f ueron recuperados de la Formación Prince Creek, a orillas del río Colville, en la vertiente norte de Alaska, una zona conocida por su riqueza en fósiles de dinosaurios. Que estos huesos, muchos de ellos pertenecientes a crías de ave, hayan llegado hasta nosotros es poco menos que un milagro.
«Los huesos de aves son extremadamente frágiles, y los de las crías aún más: son porosos, se destruyen con facilidad —explica Wilson. Y continúa—: Encontrarlos, y que sean del Cretácico, resulta más que extraordinario».
Un paleontólogo muestra la punta del pico fósil de un polluelo del Cretácico. Cortesía: Pat Druckenmiller
Un método de excavación que saca a la luz lo invisible
Parte del éxito del hallazgo se debe a la metodología paleontológica empleada. A diferencia de otras excavaciones centradas en grandes huesos, los investigadores de Prince Creek recogen y tamizan sedimentos fósiles para examinar en laboratorio incluso los fragmentos más pequeños. Esta técnica ha permitido identificar especies nuevas y aportar una visión sin precedentes del ecosistema polar cretácico.
«Hoy Alaska está en el mapa de la paleontología de aves —afirma Druckenmiller—. Estos huesos, aunque diminutos, tienen un enorme valor científico. Nos ofrecen una ventana al comportamiento, la ecología y la evolución de las primeras aves».
En efecto, la presencia de comportamientos de anidamiento hace 73 millones de años indica una capacidad de adaptación al frío que pudo tener un rol decisivo en la supervivencia de ciertas especies tras la extinción masiva del Cretácico-Paleógeno.
Relevancia científica y ecos de un pasado remoto
Uno de los interrogantes que deja el estudio es si algunos de estos fósiles pertenecen al grupo de los Neornithes, que agrupa a todas las aves modernas. Algunos rasgos esqueléticos y la ausencia de dientes apuntan en esa dirección.
«Si se confirma, estaríamos ante los fósiles de aves modernas más antiguos jamás hallados, anteriores en cuatro millones de años al registro actual”, subraya Druckenmiller—. Pero para asegurarlo, necesitaríamos un esqueleto parcial o completo».
Mientras tanto, cada primavera, los cielos del Ártico se llenan de aleteos que, como demuestra este estudio, resuenan desde hace decenas de millones de años. ▪️
Información facilitada por la Universidad de Alaska Fairbanks
Fuente: Lauren N. Wilson et al. Arctic bird nesting traces back to the Cretaceous. Science (2025). DOI: 10.1126/science.adt5189