El mito verde del papel higiénico de bambú: ¿realmente es ecológico?
Crece rápido, se regenera solo y promete salvar árboles. Pero tras su imagen sostenible, el papel higiénico de bambú esconde una huella de carbono más sucia de lo que parece, advierte un nuevo estudio.
Por Enrique Coperías
El bambú se vende como la alternativa ecológica al papel tradicional, pero la ciencia dice otra cosa: su fabricación en China depende del carbón y multiplica las emisiones. Cortesía: The Sustainability Project
Durante años, el bambú ha sido presentado como el héroe vegetal de la sostenibilidad: crece rápido, no necesita pesticidas y se regenera sin replantar. De ahí que el papel higiénico fabricado con bambú se venda como una alternativa ecológica al papel tradicional hecho con árboles.
Pero una investigación científica reciente desmonta esa imagen idílica. Según un estudio liderado por la Universidad Estatal de Carolina del Norte, el papel higiénico de bambú producido en China puede tener una huella de carbono incluso mayor que la del papel convencional fabricado en Estados Unidos a partir de madera.
El trabajo, publicado en la revista Cleaner Environmental Systems por Naycari Forfora y Ronalds González, entre otros autores, compara por primera vez el ciclo de vida completo de tres tipos de fibras:
✅ El eucalipto brasileño (BEK).
✅ La madera blanda canadiense (NBSK).
✅ El bambú chino (BBK).
Los investigadores analizaron todo el proceso de producción, desde el cultivo y la fabricación de la pulpa hasta el transporte, el uso y el tratamiento final del papel higiénico. La conclusión es rotunda: bajo las condiciones actuales de producción, el papel de bambú no es más ecológico que el de madera. En algunos casos, incluso lo es bastante menos.
Un estudio que compara fibras, energía y emisiones globales
El bambú tiene fama de ser un recurso milagroso: crece hasta un metro al día y puede cultivarse sin grandes insumos agrícolas. Sin embargo, el estudio demuestra que esta ventaja biológica se diluye en cuanto se analiza su cadena industrial. «El problema no está en la planta, sino en el proceso», explica González.
Las fábricas chinas que producen pulpa de bambú funcionan, en su mayoría, con energía procedente del carbón, lo que dispara sus emisiones de CO₂. De hecho, los autores calculan que fabricar una tonelada de papel higiénico de bambú en China genera unas 2,4 toneladas de CO₂ equivalente, frente a las 1,8 toneladas del papel estadounidense hecho con pulpa de eucalipto y pino.
🗣️ «En lo que respecta a las emisiones, la tecnología utilizada para fabricar el papel higiénico es mucho más importante que el tipo de fibra del que está hecho —señala Forfora en un comunicado de la Universidad Estatal de Carolina del Norte. Y añade—: Como la red eléctrica china depende tanto del carbón, las emisiones a lo largo de toda la cadena de suministro del papel son más altas que las que observamos con las opciones basadas en madera».
A ello se suma que las plantas chinas son menos autosuficientes energéticamente: solo cubren el 47 % de su demanda eléctrica con fuentes propias, mientras que las fábricas norteamericanas alcanzan el 87 %. El resto se compra a la red, que en China sigue siendo mayoritariamente fósil (60 % de carbón). En Canadá o Brasil, en cambio, la electricidad proviene en gran parte de hidroeléctricas o biomasa, lo que reduce su impacto ambiental.
Transporte y cadena de suministro global
La investigación también incluye el transporte, una fase crucial en el caso del bambú. La mayoría de los rollos eco que se venden en Estados Unidos o Europa provienen de China, ya sea como producto terminado o como pulpa semielaborada.
El estudio calcula los trayectos en tren y barco hasta, por ejemplo, el puerto de Savannah, en Georgia, uno de los principales puntos de entrada de este tipo de mercancías en Norteamérica. Ese viaje intercontinental añade una capa más de emisiones de CO₂ a un producto que, paradójicamente, se compra para cuidar el planeta.
Incluso si la pulpa de bambú se importara a granel para procesarla en fábricas estadounidenses —un escenario hipotético analizado por los autores— el balance seguiría siendo desfavorable: el papel resultante emitiría un 10% más de CO₂ que el fabricado con fibras locales de eucalipto y pino.
Tecnología y energía: el verdadero factor oculto
Pero no todo depende de la materia prima. El estudio muestra que la tecnología de fabricación del papel es otro factor determinante. En Estados Unidos predominan dos sistemas: el Light Dry Creped (LDC), más eficiente y usado en productos de calidad media; y el Creped Through Air Drying (CTAD), que ofrece un papel más suave y absorbente pero requiere mucho más calor y electricidad.
Según los cálculos, un cambio de tecnología puede incrementar la huella de carbono hasta un 39 %, más que sustituir una fibra por otra. Dicho de otro modo: la máquina importa más que el bambú.
Los investigadores advierten de que los consumidores suelen centrarse en el origen del material —sin árboles, 100 % bambú—, cuando la clave está en la energía usada para producirlo y secarlo. «El secado del papel es una de las etapas más intensivas del proceso, y su impacto puede anular los beneficios de un material más rápido de cultivar», señala Forfora.
El bambú tiene fama de ser un recurso milagroso: crece hasta un metro al día y puede cultivarse sin grandes insumos agrícolas. Sin embargo, el estudio demuestra que esta ventaja biológica se diluye en cuanto se analiza su cadena industrial. El problema no está en la planta, sino en el proceso de producción del papel higiénico. Cortesía: Clement Souchet
Carbono en el suelo y biogénesis: la otra cara de la sostenibilidad
Forfora, González y sus colegas también incluyeron en su modelo factores biológicos a menudo olvidados: la capacidad del suelo para retener carbono (SOC) y el llamado potencial de calentamiento biogénico (GWPbio), que mide cómo la biomasa captura y libera CO₂ a lo largo del tiempo.
En teoría, el bambú, con su sistema de raíces perenne, podría almacenar más carbono en el suelo que las especies arbóreas. Sin embargo, esa ventaja resulta marginal cuando se observan los datos en escalas de cien años.
La mejora apenas reduce entre un 4% y un 22% la huella total, sin alterar la jerarquía de impactos: el papel de madera sigue siendo el menos contaminante.
Greenwashing y mitos de marketing verde
El estudio lanza un mensaje incómodo para la industria del papel y para los consumidores concienciados: no basta con sustituir el material para ser sostenibles. El sin árboles no siempre equivale a sin emisiones. Los investigadores insisten en que el bambú tiene potencial si se produce con energía renovable y tecnologías limpias, pero hoy ese no es el caso. «La sostenibilidad es multidimensional —recuerdan—. Depende tanto de la fuente de la fibra como del lugar y la manera en que se transforma».
En otras palabras, el papel higiénico de bambú es víctima de su propio éxito mediático. Su imagen verde se apoya en argumentos parciales —crecimiento rápido, ahorro de suelo, estética natural— que ignoran el impacto real de la energía y el transporte. Según los autores, estas etiquetas corren el riesgo de convertirse en greenwashing, el lavado verde que vende conciencia ecológica a cambio de datos incompletos.
🗣️ «El bambú es un cultivo como cualquier otro, y pasa por los mismos procesos de producción que la madera brasileña o canadiense», explica González. Y añade—: Los consumidores suelen pensar en el bambú como una opción libre de árboles, pero los árboles que se utilizan para fabricar papel higiénico se plantan y cosechan del mismo modo que el bambú. Cuando además se tiene en cuenta la fuerte dependencia del carbón en las fábricas chinas, se empieza a ver cómo las emisiones de este producto son en realidad más altas que las de otros».
Cómo reducir la huella del papel higiénico
El informe también ofrece opciones para reducir el impacto ambiental del papel convencional. Incrementar el uso de energía renovable en las fábricas, mejorar la recuperación de calor y optimizar la mezcla de fibras son estrategias más eficaces que importar bambú desde Asia.
En el caso de las plantas que usan la tecnología CTAD, más intensiva, el potencial de mejora pasa por aumentar la autosuficiencia energética y aprovechar mejor el vapor generado.
El bambú, por su parte, no es un villano: podría ser una alternativa viable si se cultiva y procesa localmente, con electricidad limpia y sistemas eficientes de secado. En países con una matriz energética renovable, como Brasil y Costa Rica, la ecuación podría invertirse. Pero mientras el epicentro de la producción siga en regiones con alto consumo de carbón, su papel verde será más simbólico que real.
Decisiones informadas y etiquetas transparentes
El estudio concluye con una recomendación clara para políticas públicas y empresas: las etiquetas ecológicas deben basarse en análisis completos del ciclo de vida, no en atributos aislados como el tipo de planta o el color del envase.
Las Administraciones y los programas de compra sostenible, sugieren los autores, deberían fijar umbrales concretos de emisiones por tonelada de producto, en lugar de promover materiales verdes por defecto. Solo así se evitará confundir buena voluntad con buen impacto.
En resumen, la investigación no demoniza al bambú, pero sí exige realismo. El papel higiénico más respetuoso con el planeta no depende de qué fibra lo compone, sino de cómo y dónde se fabrica. En tiempos de consumo responsable y etiquetas ecológicas, el estudio recuerda una lección básica de ciencia ambiental: la sostenibilidad, como el papel, se mide por capas. ▪️
Información facilitada por la Universidad Estatal de Carolina del Norte
Fuente: Naycari Forfora, Rhonald Ortega, Isabel Urdaneta, Ivana Azuaje, Keren A. Vivas, Hasan Jameel, Richard Venditti, Ronalds Gonzalez. Comparative life cycle assessment of bamboo-containing and wood-based hygiene tissue: Implications of fiber sourcing and conversion technologies. Cleaner Environmental Systems (2025). DOI: https://doi.org/10.1016/j.cesys.2025.100337

