El primer atlas completo de la actividad cerebral de un mamífero podría haber captado la intuición en acción
Un consorcio internacional de neurociencia ha cartografiado, por primera vez, la actividad cerebral de un mamífero a resolución de célula individual. El atlas sugiere que la intuición no es «magia», sino estadística distribuida en todo el cerebro.
Por Enrique Coperías
Visualización de 75.000 neuronas activas en el cerebro de un ratón adulto durante distintas fases de una tarea de toma de decisiones. El tamaño del punto refleja su nivel de actividad y el color agrupa regiones cerebrales relacionadas. Cortesía: Dan Birman / University of Washington/Allen Institute).
La intuición es un misterio para los neurocienctíficos. Ese presentimiento que guía una decisión, esa certeza sin razonamiento explícito, parecía residir en un rincón impreciso del nuestro encéfalo, lejos de los focos de la ciencia. Hasta hoy.
Ahora, un equipo internacional de más de 150 científicos ha logrado algo sin precedentes: trazar la primera cartografía cerebral completa de un mamífero en plena acción, y en ese mapa cerebral aparece, nítida, la huella de la intuición.
Los dos artículos publicados en la revista Nature este mes de septiembre no son piezas aisladas, sino capítulos complementarios de un mismo relato: la construcción de un Google Maps del cerebro en funcionamiento y la identificación de cómo las expectativas —esas apuestas internas que hacemos sin darnos cuenta— influyen en cada rincón del sistema nervioso.
Una orquesta de 621.733 neuronas
El primer trabajo, firmado de manera colectiva por el International Brain Laboratory (IBL), fundado en 2016 por los neurocientíficos Zachary Mainen (Champalimaud Center for the Unknown), Michael Hausser (University College London) y Alexandre Pouget (University of Géneva), es un despliegue de fuerza colaborativa: doce laboratorios en Europa y Estados Unidos, 139 ratones, casi setecientas sondas de última generación (Neuropixels) y más de 600.000 neuronas registradas simultáneamente.
La comparación más recurrente entre los científicos es musical: hasta ahora escuchábamos instrumentos sueltos —el violín de la corteza visual, el fagot del hipocampo—, pero nunca toda la sinfonía. Con esta tecnología, los investigadores han podido captar la partitura completa de lo que ocurre en el cerebro cuando un mamífero, en concreto, un ratón, ve, decide, mueve y recibe una recompensa.
El reto no era trivial. Cada cerebro de ratón contiene más de trescientas regiones diferenciadas. Tradicionalmente, la neurociencia se había concentrado en un puñado de ellas, elegidas según hipótesis previas. El resultado eran mapas fragmentados, imposibles de ensamblar. Era como tratar encajar piezas de diferentes puzles.
Cómo se diseñó el experimento de toma de decisiones
«El cerebro está constantemente tomando decisiones en la vida cotidiana, y hemos llegado a darnos cuenta de que hay muchas regiones, no solo una o dos, que contribuyen a la toma de decisiones —explica Ilana Witten, profesora de Neurociencia en Princeton e investigadora del Howard Hughes Medical Institute. Y añade en un comunicado de la Universidad de Princeton—: Por eso era tan importante registrar a gran escala en lugar de limitarnos a zonas aisladas».
El IBL apostó por otra vía: registrar de todo, en todas partes, bajo las mismas condiciones experimentales.
El escenario elegido fue una tarea de decisión perceptiva cuidadosamente diseñada. Los roedores se situaban frente a una pantalla, y, al aparecer un estímulo visual a izquierda o derecha, debían moverlo al centro con una rueda. El truco estaba en que la probabilidad de aparición variaba en bloques: a veces el 80 % de los estímulos aparecía a la derecha, otras, al 80 % a la izquierda, sin previo aviso. Así, los animales no solo debían percibir lo que veían, sino también aprender a anticipar lo que probablemente ocurriría.
Resultados: el cerebro es una red distribuida
¿Qué reveló a los científicos esta observación masiva? Lo primero, que el cerebro trabaja de manera mucho más distribuida de lo que se pensaba:
✅ Los estímulos visuales activaron, como era esperable, la corteza visual y el tálamo, pero también áreas motoras, auditivas e incluso regiones del tronco cerebral.
✅ La señal de la decisión —hacia dónde mover la rueda— apareció no en un nodo único, sino en un amplio abanico de regiones, desde el estriado hasta la corteza frontal.
✅ La señal de la acción inminente, como si el cerebro se preparase para ejecutar un movimiento, era ubicua: casi cualquier neurona del cerebro parecía anticipar el gesto.
✅ Y el placer de la recompensa, ese sorbo de agua dulce al acertar, encendía áreas distribuidas desde el hipotálamo hasta el cerebelo.
«Una de las conclusiones más importantes de este trabajo es que la toma de decisiones está realmente muy distribuida por todo el cerebro, incluidas regiones que antes pensábamos que no estaban implicadas», advierte Witten.
El mapa cerebral resultante rompe con la visión clásica de funciones localizadas en compartimentos estancos. Más bien sugiere que el cerebro es un sistema redundante y coral, donde múltiples regiones pueden compartir tareas y compensarse unas a otras. No es que no haya especialización —la corteza visual sigue siendo clave para ver—, pero la información se propaga y transforma en red, como un rumor que circula por todas las oficinas de un gran edificio.
La intuición en acción: cómo el cerebro usa expectativas
El segundo artículo, liderado por Charles Findling y Alexandre Pouget, ambos de la Universidad de Ginebra, en Suiza, se centra en un aspecto fascinante del mismo experimento: cómo los ratones aprendieron a usar las probabilidades de los bloques para mejorar sus decisiones.
Cuando el estímulo era claro y contrastado, los animales simplemente veían y respondían. Pero en los ensayos más difíciles —con imágenes borrosas o incluso sin estímulo—, recurrían a algo más sutil: su estimación interna de la probabilidad de que tocara izquierda o derecha. En otras palabras, se apoyaban en un instinto construido a partir de la experiencia inmediata.
Este uso de la probabilidad es exactamente lo que los matemáticos describen como un modelo bayesiano: combinar la evidencia disponible con un conocimiento previo (el prior) para tomar la mejor decisión posible. Lo asombroso es que esa maquinaria estadística parecía desplegarse en todo el encéfalo, desde la corteza prefrontal hasta los núcleos más primitivos del tronco encefálico.
Los investigadores comprobaron que entre un 20 % y un 30 % de las 242 regiones analizadas contenían información sobre ese prior. Y no se trataba de una señal anecdótica: cuanto más fuerte era la representación de la expectativa en una región, más podía predecirse la elección del animal.
La intuición, por tanto, no residía en un único «órgano de la corazonada», sino que se irradiaba por todo el cerebro como un campo invisible, influyendo en cada decisión.
Qué significa pensar de manera bayesiana?
Para entender la magnitud del hallazgo conviene un ejemplo cotidiano. Imaginemos que caminamos por un bosque al anochecer. Vemos una silueta borrosa entre los árboles. ¿Es un ciervo o un arbusto? La vista no lo aclara.
Pero recordamos que en esta zona abundan los ciervos al atardecer. Esa expectativa —ese prior— inclina nuestra percepción: estamos más dispuestos a ver un ciervo que un arbusto.
Eso es exactamente lo que hacían los ratones en el laboratorio. Y los registros muestran que su cerebro entero participaba en esa operación estadística, como si cada región aportara un voto en la deliberación.
Una intuición encarnada
Un detalle curioso del estudio es que los científicos tuvieron que descartar la posibilidad de que la señal de la expectativa fuese en realidad un efecto colateral de los movimientos del cuerpo. Tal vez, pensaron, los ratones se inclinaban levemente hacia un lado cuando sentían que el estímulo aparecería allí, y las neuronas registraban esa postura.
Para comprobarlo, los investigadores analizaron vídeos de alta precisión y hasta el movimiento de los ojos. El resultado fue claro: aunque algunos cambios de postura correlacionaban con la expectativa, la señal neural iba mucho más allá de lo que explicaban los movimientos.
La intuición estaba inscrita en la actividad cerebral misma, no solo en el cuerpo.
Ciencia abierta y colaborativa: un recurso global
Otra conclusión poderosa de estos ensayos con ratones es que la información sobre el prior no fluía de arriba abajo en una jerarquía rígida, sino que circulaba en bucles entre regiones sensoriales y de orden superior. Las áreas visuales recibían retroalimentación de la corteza frontal, y a su vez enviaban información de vuelta. El cerebro parecía funcionar como una red bayesiana recursiva, en la que cada nodo actualiza sus creencias en diálogo con los demás.
Ambos estudios comparten no solo resultados, sino también un ethos científico: todos los datos se han hecho públicos, accesibles desde navegadores interactivos y repositorios en línea. Cualquier investigador del mundo puede explorar las grabaciones de las 621.733 neuronas, repetir los análisis o proponer nuevas preguntas.
«En cierto sentido, este par de artículos es también un escaparate de este conjunto único de datos —comenta Witten—. Describen de qué está compuesto, cómo se ve, y ponen un recurso a disposición de toda la comunidad. Esperamos que inspire a otros a investigarlo y hacer nuevos descubrimientos».
Se trata de un paso hacia una neurociencia abierta y reproducible, en contraste con la tradición de pequeños laboratorios que guardan celosamente sus datos. «Esto nunca se había hecho antes —subraya Alejandro Pan-Vázquez, investigador asociado en Princeton y coautor de los dos artículos. Y añade—: Hubo muchísima innovación en el plano organizativo para integrar datos de distintos laboratorios. Es la primera vez que en neurociencia se logra una colaboración de este tamaño”.
Impacto y futuro de este mapa cerebral
La publicación de estos dos mapas cerebrales no es un final, sino un comienzo. Entre las preguntas que se abren destacan estas tres:
✅ ¿Hasta qué punto los mecanismos descubiertos en ratones se generalizan a cerebros más grandes y complejos, como los de primates o humanos?
✅ ¿Cómo se relaciona esta representación distribuida de expectativas con fenómenos subjetivos como la intuición consciente o la corazonada visceral?
✅ ¿Podría este conocimiento inspirar algoritmos de inteligencia artificial más cercanos a la flexibilidad humana?
La intuición no es magia, es estadística
El relato que emerge de estos estudios es claro: la intuición no es un sexto sentido misterioso, sino la aplicación masiva y distribuida de estadística bayesiana en todo el cerebro. Los ratones, y quizá nuestros perros y nosotros mismos, tomamos decisiones no solo por lo que vemos, sino por lo que creemos que veremos. Y esa creencia está inscrita en la actividad de millones de neuronas, desde la corteza más sofisticada hasta los núcleos más arcaicos.
En 1665, el físico inglés Robert Hooke dibujó por primera vez una célula vista al microscopio. En 2025, la neurociencia ha dibujado por primera vez la cartografía cerebral completa de un mamífero en plena toma de decisiones. En el mapa cerebral, junto a las huellas del ver, mover y recompensar, brilla la señal de la intuición. No como un destello místico, sino como el resultado de millones de neuronas calculando probabilidades.
«El mapa cerebral completo es sin duda un logro impresionante, pero marca un comienzo, no el gran final —insiste Tatiana Engel, profesora asociada de Neurociencia en Princeton. Y concluye—: El IBL ha demostrado cómo un equipo global de científicos puede unirse, empujándose más allá de sus zonas de confort hacia territorios inexplorados que ningún laboratorio podría alcanzar en solitario».
La ciencia, al fin, ha empezado a descifrar el misterio de cómo pensamos sin pensar.▪️
Información facilitada por la Universidad de Princeton
Fuentes:
1. International Brain Laboratory, Angelaki, D., Benson, B. et al. A brain-wide map of neural activity during complex behaviour. Nature (2025). DOI: https://doi.org/10.1038/s41586-025-09235-02. Findling, C., Hubert, F., International Brain Laboratory et al. Brain-wide representations of prior information in mouse decision-making. Nature (2025). DOI: https://doi.org/10.1038/s41586-025-09226-1