¿Por qué preferimos rodearnos de quienes se nos parecen? El estudio científico que revela la paradoja de la diversidad
La mayoría de las personas elige vivir, trabajar o relacionarse con gente similar en edad, nivel educativo y origen étnico, incluso cuando las sociedades se hacen más diversas. Un nuevo estudio científico muestra cómo estas preferencias de grupo alimentan la segregación social y dificultan la cohesión comunitaria.
Por Enrique Coperías
Aunque las ciudades aparentan diversidad en barrios, aulas y empresas, la mayoría de la gente prefiere convivir con personas similares en edad, origen y educación. Imagen de Elkaaaaaaa en Pixabay
La imagen que a menudo proyectan las sociedades contemporáneas es la de un mosaico diverso y en constante mezcla. Barrios multiculturales, aulas diversas, oficinas inclusivas… Sin embargo, bajo esa superficie de pluralidad late una pulsión mucho más conservadora: la mayoría de las personas, cuando pueden elegir, prefieren convivir, interactuar y asociarse con quienes se les parecen en edad, nivel educativo y origen étnico.
Así lo revela un amplio estudio científico publicado en la revista PNAS Nexus por un equipo de sociólogos de Oxford, Utrecht, Londres, Nimega y Groningen. La investigación —basada en tres experimentos con más de 8.000 participantes en Países Bajos— muestra que los llamados sesgos del endogrupo o favoritismo del endogrupo son una fuerza poderosa y persistente que contribuye a explicar por qué barrios, asociaciones cívicas e incluso clubes deportivos permanecen tan segregados.
Lejos de ser una cuestión anecdótica, este sesgo social, que favorece a miembros del endogrupo al que pertenece una persona por sobre miembros del exogrupo, funciona como engranaje silencioso de desigualdades más amplias:
✅ Limita el contacto entre grupos.
✅ Consolida prejuicios.
✅ Dificulta la cohesión social.
Qué es la homofilia y cómo genera segregación
El fenómeno tiene nombre en sociología: homofilia de elección. Se trata de la tendencia de las personas a asociarse con otras que son como ellas cuando tienen la libertad de elegir a sus amigos o contactos.
No es necesario que esa preferencia sea intensa; basta con inclinaciones débiles y repetidas para que, al cabo de unos años, los barrios se conviertan en burbujas homogéneas y las organizaciones civiles agrupen a miembros casi idénticos entre sí.
Los autores recuerdan que ya en los años setenta el economista estadounidense Thomas Schelling demostró con modelos matemáticos cómo pequeñas inclinaciones podían generar segregación masiva. Ahora, con datos empíricos, el nuevo trabajo confirma esa intuición: incluso cuando se controlan factores externos, como el precio de la vivienda y la disponibilidad de asociaciones, la preferencia por los míos emerge con fuerza.
El estudio científico: cómo se investigaron las preferencias de grupo
El equipo, coordinado por Kasimir Dederichs, del Nuffield College en la Universidad de Oxford, llevó a cabo tres experimentos de tipo conjoint, una metodología habitual en ciencias sociales que consiste en presentar a los participantes pares de opciones ficticias —en este caso, barrios o asociaciones— con atributos variables: proporción de vecinos mayores de cincuenta años, porcentaje de residentes con estudios universitarios, presencia de minorías étnicas, tiempo de desplazamiento, costes, nivel de cohesión social.
A los encuestados se les pidió que eligieran entre las dos alternativas. Gracias a la aleatorización, los investigadores podían aislar el efecto de cada característica y medir qué peso tenía la composición social frente a otros factores prácticos.
Los resultados fueron consistentes: la gente muestra una y otra vez una inclinación marcada a preferir entornos donde predominan personas semejantes en edad, formación y origen étnico. Y esas preferencias son tan fuertes que, en términos comparativos, equivalen a aceptar viajes más largos o mayores costes con tal de garantizar la similitud social.
Un ejemplo: de todo esto es que muchos participantes sin antecedentes migratorios estaban dispuestos a recorrer casi diez minutos adicionales cada semana si eso les aseguraba un vecindario con menor presencia de residentes de origen turco o marroquí. Para quienes tenían estudios universitarios, la recompensa deseada era otro tipo de homogeneidad: preferían vivir en zonas con vecinos también titulados, incluso pagando un peaje de tiempo en transporte.
Las políticas públicas de integración chocan con un obstáculo invisible: la preferencia de muchos ciudadanos, sobre todo de los más privilegiados, por evitar la diversidad, según un estudio llevado a cabo en los Países Bajos. Foto: Sabina Fratila
Resultados: qué prefieren las personas realmente
1️⃣ Edad
Mayores de 50 años prefieren convivir con gente de su edad.
Menores de 50 años buscan entornos con más jóvenes.
2️⃣ Origen étnico
Personas sin antecedentes migratorios evitan vecindarios con alta presencia de minorías.
Personas de origen turco o marroquí muestran preferencias fuertes por organizaciones con compatriotas.
3️⃣ Nivel educativo
Universitarios buscan vecinos también titulados.
No universitarios muestran indiferencia educativa: no rechazan convivir con titulados, quizá por aspiración de estatus.
Burbuja que se retroalimenta
Otro de los hallazgos que merece una especial mención es el vínculo entre experiencia previa y preferencia futura. Las personas que viven en entornos poco diversos tienden a mostrar mayores inclinaciones a elegir de nuevo lugares homogéneos.
En cambio, quienes ya tienen contacto cotidiano con vecinos distintos son menos selectivos.
Esto dibuja un círculo vicioso: la falta de contacto con otros grupos alimenta la preferencia por evitar ese contacto, lo que a su vez reduce aún más la exposición a la diversidad. Así se consolida una espiral que perpetúa la segregación.
Pero ¿cambia algo cuando se espera un trato más estrecho? Dederichs y sus colegas probaron esta cuestión en el tercer experimento, centrado en clubes deportivos. La lógica era sencilla: aunque un club tenga cientos de socios, lo habitual es entrenar en equipos reducidos donde la interacción es mucho más intensa.
Pero los datos no respaldan esa hipótesis. Las inclinaciones hacia la homogeneidad eran prácticamente iguales al nivel del club entero que al del equipo específico. En otras palabras, a la gente le importa la similitud tanto en el círculo amplio como en el estrecho.
El matiz de la juventud y el deporte
Una excepción parcial surgió entre los encuestados más jóvenes (16 a 40 años) a la hora de elegir clubes deportivos: no mostraron un sesgo étnico tan claro como en otros ámbitos.
Los autores del trabajo sugieren que el deporte, por su carácter integrador y la importancia de la práctica compartida, podría ofrecer un terreno algo más fértil para la mezcla entre grupos.
No obstante, ese hallazgo depende también de cómo se formule la pregunta. Mientras que en un experimento se hablaba de vecinos de origen turco o marroquí, en otro se utilizaba la categoría amplia de «personas con antecedentes migratorios», que incluye desde polacos hasta italianos. Esa vaguedad puede diluir el prejuicio.
Implicaciones políticas y sociales
La nueva investigación tiene consecuencias claras para el debate sobre cómo combatir la segregación. Durante décadas, las políticas públicas han intentado favorecer la mezcla a través de medidas como vivienda social en barrios acomodados o programas de integración. Sin embargo, los autores advierten de que esos esfuerzos tropiezan con un obstáculo menos visible pero igual de sólido: la preferencia activa de muchos ciudadanos, especialmente de los grupos privilegiados, por evitar la diversidad.
«Si no se actúa también sobre las actitudes y disposiciones de la mayoría, la segregación se perpetuará», dicen los autores del estudio. En otras palabras, no basta con ofrecer oportunidades de contacto, hay que trabajar para que esas oportunidades se conviertan en relaciones reales y duraderas.
¿Cómo? El artículo científico menciona algunas vías:
✅ En los barrios, invertir en espacios públicos inclusivos —parques, bibliotecas, cafés comunitarios— que faciliten interacciones espontáneas.
✅ En las asociaciones, fomentar rituales y dinámicas que subrayen las identidades compartidas más allá de las diferencias sociodemográficas.
En todos los casos, se trata de reducir la percepción de ellos frente a nosotros.
Más allá de los Países Bajos
El trabajo académico se basa en población holandesa, un país con larga tradición de encuestas sociales y cierto grado de diversidad étnica marcada por la inmigración turca y marroquí. Pero ¿son extrapolables estos hallazgos?
Probablemente sí, aunque con matices. Países con historias distintas de inmigración, desigualdad o segregación urbana podrían mostrar patrones diferentes, advierte Dederichs.
Sin embargo, la fuerza de las conclusiones —la universalidad de las preferencias por el propio grupo— encaja con lo que numerosos estudios internacionales han encontrado en Estados Unidos, el Reino Unido o Alemania. Desde la elección de escuela hasta la selección de amigos en redes sociales, el sesgo de homofilia aparece una y otra vez.
Una llamada de atención
El artículo no es un alegato pesimista, pero sí una advertencia. Nos recuerda que la diversidad no se traduce automáticamente en convivencia y que la mera exposición a la diferencia no garantiza el contacto.
En palabras de Dederichs, si no se cuidan las condiciones, la sociedad corre el riesgo de fragmentarse en microburbujas que apenas se rozan.
En un mundo en el que la polarización política, el auge de discursos identitarios y el crecimiento de desigualdades ya son desafíos serios, entender cómo opera este sesgo cotidiano es esencial. Como subrayan los investigadores, cualquier política de desegregación que ignore el papel de las preferencias individuales está condenada a fracasar.
Lo invisible que nos separa
El gran mérito del estudio científico es poner números a algo que solemos intuir pero que rara vez admitimos: nos sentimos más cómodos entre quienes se nos parecen. Esa preferencia no siempre se reconoce abiertamente —muchos la suavizan con discursos de tolerancia—, pero a la hora de decidir dónde vivir, qué asociación unirse o con quién relacionarse, emerge con claridad.
El reto, entonces, es doble. Por un lado, aceptar que esta inclinación existe y que no se corrige solo con buenas intenciones. Por otro, diseñar entornos y experiencias que reduzcan la distancia entre grupos, generando confianza y vínculos comunes.
La diversidad, por sí sola, no basta. Hace falta interacción genuina. Y para que esa interacción ocurra, debemos ser conscientes de la pequeña gran trampa de nuestras preferencias invisibles.▪️
Segregación y preferencias sociales: Preguntas & Respuestas
🌐 ¿Por qué preferimos gente similar?
Porque la homofilia reduce la incertidumbre, refuerza la identidad y genera sensación de pertenencia.
🌐 ¿Cómo afecta a la sociedad?
Provoca segregación, desigualdad y menos oportunidades de contacto entre grupos distintos.
🌐 ¿Se puede cambiar esta tendencia?
Sí, con entornos inclusivos, educación intercultural y contactos genuinos en espacios cotidianos.
🌐 ¿Qué papel juegan los universitarios?
Son el grupo que más marca la segregación educativa, al buscar vecinos también titulados.
Fuente: Kasimir Dederichs, Rob Franken, Dingeman Wiertz, Jochem Tolsma. Ingroup preferences, segregation, and intergroup contact in neighborhoods and civic organizations. PNAS Nexus (2025). DOI: https://doi.org/10.1093/pnasnexus/pgaf256