Descubren ADN bacteriano en mamuts de hace 1,1 millones de años: el registro más antiguo del mundo

El nuevo estudio genético saca a luz el ADN bacteriano asociado a un huésped más antiguo del mundos, en restos de mamuts con más de un millón de años. El descubrimiento abre una nueva ventana al estudio de las enfermedades, la evolución y la extinción de los grandes mamíferos prehistóricos.

Por Enrique Coperías

Una de las muelas de mamut de la que se ha obtenido ADN bacteriano.

Una de las muelas de mamut de la que se ha obtenido ADN bacteriano. Cortesía: Love Dalén

Durante años, los mamuts han sido protagonistas de algunos de los hallazgos más espectaculares de la paleogenética. De sus colmillos y muelas congelados y huesos enterrados en el permafrost se ha rescatado ADN que nos permitió reconstruir su historia evolutiva, entender los altibajos de sus poblaciones y seguir el rastro de sus últimos pasos hasta la isla de Wrangel, en el Ártico ruso, donde sobrevivieron hasta hace apenas 4.000 años.

Ahora, un nuevo estudio acaba de ampliar de forma insospechada lo que podemos aprender de estos mamíferos proboscídeos: el descubrimiento de bacterias que convivieron con ellos hace más de un millón de años.

El hallazgo, publicado en la revista Cell y liderado por el Centro de Paleogenética de Estocolmo, una colaboración entre la Universidad de Estocolmo y el Museo Sueco de Historia Natural, supone un hito histórico: la recuperación del ADN microbiano asociado a un animal más antiguo de la que se tiene registro. Entre los protagonistas de esta historia microscópica figura un mamut estepario (Mammuthus trogontherii) que vivió en Siberia hace 1,1 millones de años. En sus restos, los científicos han conseguido reconstruir fragmentos de genomas bacterianos que no solo viajaron con el animal en vida, sino que podrían haberle causado enfermedades.

Un hallazgo sin precedentes en paleogenética

El trabajo se apoya en 483 restos de mamut, de los cuales 440 se secuenciaban por primera vez. En ellos, los paleogenetistas buscaron algo que normalmente pasa inadvertido: el rastro de los microorganismos que compartieron existencia con estos animales gigantes.

«Imagina tener en las manos un diente de mamut de un millón de años. ¿Y si te digo que aún guarda las huellas de los microbios que vivieron con ese animal? —nos pregunta Benjamin Guinet, autor principal y posdoctoral en el Centro de Paleogenética. Y añade—: Nuestros resultados adelantan el estudio del ADN microbiano más allá del millón de años, lo que abre nuevas posibilidades para explorar cómo evolucionaron los microorganismos asociados a los huéspedes en paralelo con ellos»

Lo que encontró Guinet y sus colegas no fue poco, ya que lograron identificar 310 especies bacterianas en distintos tejidos de mamut. La mayoría eran colonizadores ambientales posteriores a la muerte, microbios del suelo que aprovecharon los restos de los animales como hábitat para prosperar. Pero un núcleo reducido de seis linajes bacterianos mostró señales claras de haber estado vinculados a los mamuts cuando estaban vivos.

Seis linajes bacterianos asociados a los mamuts

Los grupos de bacterias detectados pertenecen a géneros íntimamente relacionados con animales: Actinobacillus, Pasteurella, Streptococcus y Erysipelothrix, entre otros. Lo notable de los restos bacterianos es que se hallan en muestras separadas entre sí cientos de miles de años y dispersas desde Siberia hasta el Yukón canadiense. Todo apunta a que formaron parte del microbioma característico de los mamuts, acompañándolos durante su historia evolutiva.

Algunos microbios se localizaron en muelas y colmillos, lo que sugiere que eran bacterias orales, quizá comensales que convivían sin causar daño al huésped. Otros aparecieron en huesos, lo que indica que pudieron llegar al torrente sanguíneo. Y varios portaban genes de virulencia, es decir, con potencial patógeno.

El caso más llamativo es el de una bacteria emparentada con la Pasteurella multocida, la misma que ha provocado brotes mortales en elefantes africanos. «Como microbios evolucionan muy rápido; obtener datos fiables de ADN a más de un millón de años fue como seguir un rastro que se reescribía constantemente —comenta Tom van der Valk, investigador sénior del Centro y coautor principal. “Y continúa—: Nuestros hallazgos demuestran que los restos antiguos pueden preservar información biológica mucho más allá del genoma del huésped, ofreciéndonos perspectivas sobre cómo los microbios influyeron en la adaptación, las enfermedades y la extinción en los ecosistemas del Pleistoceno».

La sospecha es inevitable: ¿pudieron bacterias similares debilitar a las poblaciones de mamuts, igual que hoy lo hacen en sus primos elefantes? La respuesta sigue en el aire, pero la mera presencia de estos agentes atógenos añade una dimensión inédita a la historia de su extinción.

Un genetista trabaja con las muestras genéticas extraída de los restos de mamut.

Un genetista trabaja con las muestras genéticas extraída de los restos de mamut. Foto: Marianne Dehasque

El microbio más viejo del mundo

El hallazgo más espectacular es el de un genoma parcial de Erysipelothrix en el mamut estepario de Adycha, que se encontró en Siberia y tiene una antigüedad de 1,1 millones de años. Se trata de la bacteria asociada a un animal más antigua jamás recuperada.

Hoy, los parientes más cercanos de Erysipelothrix, causan infecciones en cerdos y perros. En el caso del mamut, la bacteria muestra suficientes diferencias como para considerarse una rama evolutiva propia. Y lo más importante: su ADN antiguo exhibe las cicatrices químicas típicas del paso del tiempo, y los científicos han descartado que se trate de contaminación moderna.

«Este trabajo abre un nuevo capítulo en la comprensión de la biología de las especies extintas. No solo podemos estudiar los genomas de los mamuts, sino que ahora podemos empezar a explorar las comunidades microbianas que vivieron dentro de ellos», señala Love Dalén, profesor de Genómica Evolutiva en el Centro de Paleogenética.

Bacterias que ayudan y bacterias que matan

El estudio no solo identifica posibles agentes patógenos. También apunta a bacterias que habrían cumplido funciones beneficiosas. Es el caso de variantes de los géneros Actinobacillus y Basfia, que en otros mamíferos herbívoros participan en la fermentación de fibras vegetales. Para un animal de más de cuatro toneladas que dependía de pastos pobres en nutrientes, estos microorganismos intestinales pudieron ser aliados cruciales en la digestión.

El caso de los estreptococos es igualmente revelador. Los investigadores hallaron variantes similares a Streptococcus mutans, el estreptococo responsable de la caries en los seres humanos, pero genéticamente distintos. Probablemente eran especies propias de los mamuts, adaptadas a su dieta de hierbas y gramíneas. En los caballos, bacterias emparentadas con esta causan también caries, lo que sugiere que los mamuts no estaban libres de padecer problemas dentales.

En paralelo, los invstigadores detectaron fragmentos genéticos relacionados con la virulencia de varios linajes, incluidos genes que en especies modernas ayudan a resistir la acción del sistema inmunitario o que favorecen la colonización de tejidos. Aunque la sola presencia de esos genes no implica necesariamente que las bacterias fueran mortales, sí indica que la línea entre comensales inofensivos y patógenos oportunistas era tan difusa en el Pleistoceno como lo es hoy.

Pata de un mamut hallado en Belaya Gora, en Siberia (Rusia). Cortesía: Love Dalén

El desafío técnico de leer las huellas del tiempo

El trabajo en Cell demuestra que los restos fósiles pueden servir no solo para reconstruir el genoma de los grandes animales, sino también para abrir una ventana a sus ecosistemas invisibles. En la medida en que los microbios influyen en la digestión, la inmunidad y la salud, conocer su historia es entender mejor cómo vivían y morían los mamuts.

Como dice Dalén, aunque no se pueda establecer con certeza qué enfermedades padecieron, algunos linajes bacterianos coexistieron con los mamuts durante cientos de miles de años, acompañándolos desde la estepa siberiana del Pleistoceno hasta su ocaso en Wrangel.

No cabe duda de que rescatar ADN de hace más de un millón de años es una proeza descomunal proeza científica. El equipo aplicó técnicas de secuenciación masiva y filtros bioinformáticos para separar el grano de la paja. Compararon las secuencias con más de medio millón de genomas bacterianos modernos y utilizaron sedimentos árticos como referencia de contaminantes.

Aun así, la gran mayoría del ADN correspondía a colonizadores post mortem. Solo un 0,5% de los candidatos superó los filtros y pudo atribuirse con seguridad a microbios asociados en vida al mamut. Es un porcentaje mínimo, pero suficiente para abrir un campo de investigación enteramente nuevo.

Una lección de humildad

Los autores son cautos. Muchos genomas bacterianos recuperados están fragmentados, lo que impide conocer a fondo sus funciones. Además, el tratamiento químico habitual para limpiar las muestras de ADN dañado borra señales útiles para autenticar el material microbiano.

El futuro, señalan los autores, pasa por buscar en el cálculo dental —la placa fosilizada de sarro en los dientes—, que en humanos ha demostrado ser un archivo excepcional de microorganismos antiguos. Y por diseñar técnicas específicas para capturar más secuencias bacterianas.

El descubrimiento invita a replantear la imagen del mamut como coloso solitario. En realidad, cada uno de estos animales era un ecosistema en miniatura, poblado por bacterias que ayudaban a digerir su comida, que a veces causaban infecciones y que dejaron una huella genética invisible.

Como resume Guinet, «nuestros resultados muestran que los restos antiguos preservan perspectivas biológicas mucho más allá del genoma del huésped». Y Dalén concluye que «las bacterias no solo estuvieron allí para acompañar a los mamuts, también pudieron influir en su adaptación y en su destino final».

El hallazgo del ADN bacteriano más antiguo del mundo no es solo un triunfo técnico. Es un recordatorio de que la historia de la vida no se entiende sin los microbios que la sustentan. Los mamuts, como nosotros, fueron lo que fueron también gracias a —y a veces a pesar de— los invisibles que llevaban dentro.▪️

  • Fuente: Guinet, Benjamin et al. Ancient host-associated microbes obtained from mammoth remains. Cell (2025). DOI: 10.1016/j.cell.2025.08.003

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