Cómo los seres humanos del Paleolítico cruzaron el mar hasta Japón hace 30.000 años
Un equipo de investigadores demuestra con la réplica de una antigua embarcación que nuestros antepasados del Neolítico lograron atravesar las peligrosas aguas del Pacífico Norte en canoas talladas con herramientas de piedra, sin mapas ni brújulas, para asentarse en las islas del sur de Japón.
Por Enrique Coperías
El equipo partió en su canoa hecha a mano, haciendo que toda la experiencia fuera lo más auténtica posible. Cinco remeros —cuatro hombres y una mujer, esta última encargada de la dirección—, todos ellos profesionales del kayak y la navegación, fueron seleccionados para reproducir la odisea neolítica en aguas del Pacífico. Cortesía: 2025 Kaifu et al. CC-By-ND
¿Cómo cruzaron los Homo sapiens las turbulentas aguas que separan Asia continental de los archipiélagos del Pacífico Occidental hace más de 30.000 años? ¿Con qué tipo de embarcaciones? ¿Qué conocimientos de navegación tenían? Y sobre todo, ¿era siquiera posible, sin velas, sin brújulas ni mapas, surcar un mar abierto para llegar a islas invisibles bajo el horizonte?
Un grupo de investigadores de Japón y Taiwán ha conseguido responder a estas preguntas con un experimento que mezcla ciencia, arqueología y aventura.
Liderado por el antropólogo Yousuke Kaifu, del Museo de la Universidad de Tokio, en Japón, el proyecto ha logrado recrear una posible travesía paleolítica entre la actual Taiwán y las islas Ryukyu, en el suroeste de Japón. El objetivo era determinar si los primeros humanos modernos que habitaron la región pudieron haber llegado allí por mar, enfrentándose a la poderosa Kuroshio, una de las corrientes oceánicas más fuertes del mundo que comienza frente a la costa oriental de Taiwán y fluye hacia el noreste del Pacífico noroccidental, pasando por Japón.
Objetivo del estudio: recrear una travesía marítima paleolítica
Para resolver el enigma, el equipo de investigación no se limitó a realizar simulaciones por ordenador. También construyó una embarcación con técnicas y herramientas del Paleolítico Superior, y se lanzó al mar para probar si, efectivamente, era posible. La respuesta, después de 45 horas de navegación sin escalas y más de 225 kilómetros recorridos, fue un rotundo sí.
La travesía comenzó el 7 de julio de 2019 desde la costa este de Taiwán. La embarcación, bautizada como Sugime, era una canoa monóxila, esto es, una embarcación hecha a partir de un solo tronco de árbol ahuecado; en este caso, de un cedro japonés.
En la fabricación de la canoa, de 7,5 metros de largo, no se utilizaron herramientas modernas: fue moldeada con hachas de piedra pulida reproducidas a partir de ejemplares arqueológicos hallados en Japón y Australia, con una antigüedad de unos 38.000 años.
La embarcación: cómo se construyó la canoa prehistórica «Sugime»
Este tipo de canoa prehistórica, sin vela ni motor, fue elegida tras varios experimentos fallidos con otros tipos de embarcación primitiva. «Primero pensamos que podrían haber usado balsas de bambú o haces de caña, pero eran demasiado lentas y frágiles para cruzar la corriente del Kuroshio —explica Kaifu—. La canoa monóxila era nuestra última hipótesis, y resultó ser la acertada»:
✅ Tipo: Canoa monóxila de 7,5 metros, sin vela ni timón
✅ Material: Cedro japonés
✅ Herramientas usadas: Hachas y adzes de piedra del tipo paleolítico, recreadas a mano
✅ Capacidad: 5 personas (4 remeros + 1 timonel)
✅ Peso: 241 kg
✅ Estabilidad: Optimizada con hojas como defensas contra olas y bambú lateral
El equipo invirtió más de 36.000 golpes de hacha de piedra para dar forma a la canoa, replicando métodos y materiales disponibles hace 30.000 años.
Para construir la canoa se utilizó el tronco de un cedro japonés, y solo se usaron herramientas de piedra similares a las que usaban los seres humanos del Neolítico. En la imagen, algunos momentos clave de la fabricación de la embarcación. Cortesía: 2025 Kaifu et al. CC-By-ND
Sin mapas, ni GPS ni brújulas
Cinco remeros —cuatro hombres y una mujer, esta última encargada de la dirección—, todos ellos profesionales del kayak y la navegación, fueron seleccionados para el viaje. Durante más de dos días, surcaron el mar guiándose solo por las estrellas, el sol, el oleaje y la experiencia adquirida en entrenamientos previos.
No usaron ni GPS ni brújulas. Ni siquiera sabían con precisión su ubicación o la distancia recorrida. Tampoco podían ver la isla de destino durante la mayor parte del trayecto.
«Fue una experiencia extremadamente exigente, física y mentalmente —explica Kaifu. Y añade—: La fatiga, el sueño, el calor y la incertidumbre pesaban mucho. Pero en la madrugada del tercer día, finalmente vislumbraron Yonaguni, la isla más occidental del archipiélago japonés. Nuestros colegas lo habían conseguido».
Unos consumados marineros
El éxito del experimento no solo radica en la funcionalidad de la embarcación. También revela un conocimiento sorprendentemente sofisticado de la navegación ancestral por parte de los seres humanos del Paleolítico.
Para cruzar una corriente tan poderosa como el Kuroshio, descubierta en 1565 por el guipuzcoano Andrés de Urdaneta, administrador colonial, monje agustino y leal navegante al servicio del rey Felipe II, no basta con remar fuerte: hay que saber cuándo partir, desde dónde, hacia qué dirección y cómo compensar la deriva del agua.
«El Kuroshio es una corriente imponente que fluye de sur a norte a una velocidad de más de un metro por segundo —explica Yu-Lin Chang, investigador en oceanografía de la Agencia Japonesa de Ciencia Marina (JAMSTEC) y coautor del estudio. Y añade—: Pensaba que si te metías en ella, solo podías dejarte llevar sin rumbo. Pero nuestras simulaciones por ordenador demostraron lo contrario: si se parte del lugar adecuado, con la estrategia correcta, es posible».
Estrategia y decisiones complejas
Chang, especializado en modelos numéricos oceánicos, dirigió el diseño de cientos de simulaciones virtuales. Estas demostraron que el mejor punto de salida no era el sur de Taiwán, sino zonas más al norte, como Taroko, en el condado de Hualien.
Además, remar hacia el sureste en lugar de apuntar directamente a la isla aumentaba significativamente las probabilidades de éxito, al compensar la fuerza del Kuroshio.
«El nivel de estrategia implícito en estos hallazgos es notable —comenta Kaifu—. Sugiere que los seres humanos de hace 30.000 años no solo sabían navegar, sino que eran capaces de planificar rutas, observar patrones en el mar y tomar decisiones complejas basadas en la experiencia acumulada».
Inspirados en expediciones como la Kon-Tiki de Thor Heyerdahl
La falta de restos arqueológicos directos de embarcaciones paleolíticas, ya que estaban construidas en materiales perecederos como la madera o el bambú, ha dificultado durante décadas la comprensión del poblamiento humano de las islas del Pacífico occidental.
Pero los hallazgos de herramientas de piedra, anzuelos y otros elementos marinos en yacimientos como los de Okinawa y Yonaguni indican que los Homo sapiens modernos ya habían desarrollado adaptaciones marítimas avanzadas en aquella época.
Frente a esta falta de pruebas tangibles, Kaifu y su equipo optaron por una vía alternativa: la arqueología experimental. «Nos inspiramos en expediciones como la Kon-Tiki de Thor Heyerdahl —cuenta el antropólogo. Y añade—: Al construir con nuestras propias manos las herramientas, las embarcaciones y los modelos de navegación, obtuvimos información que no puede extraerse de un fósil o una piedra».
Horas remando sin rumbo fijo ni visibilidad
Durante la travesía, los remeros experimentaron situaciones que habrían sido comunes para los navegantes del Paleolítico: mareo, cansancio extremo, desorientación nocturna, dificultad para extraer el agua acumulada, y la necesidad de turnarse en tareas como la vigilancia y la estabilización del bote.
Además, la travesía puso en evidencia un hecho sociológico relevante: la navegación paleolítica no era tarea de unos pocos especialistas masculinos, sino probablemente una actividad colectiva.
«Todos los miembros de la tripulación participaron activamente. No creemos que hubiese pasajeros. La supervivencia dependía de que todos remaran —señala Kaifu—. Esto sugiere que hombres y mujeres, jóvenes y adultos, tenían las habilidades necesarias para participar en estas migraciones marítimas».
A la Izquierda, seguimiento por GPS y modelización de las corrientes oceánicas hacia el final del viaje experimental. Ala derecha, el equipo rema en el momento aproximado en el que se registró la imagen de la izquierda. Cortesía: 2025 Kaifu et al. CC-By-ND
El legado de los primeros exploradores
Más allá de las conclusiones científicas, el experimento tiene una dimensión casi poética. Reivindica la audacia de nuestros antepasados, a menudo presentados como primitivos, pero que en realidad demostraron una notable capacidad de adaptación, innovación y cooperación.
«El mensaje más importante del proyecto es que la gente del Paleolítico era unos auténticos exploradores —afirma Kaifu—. Como nosotros hoy, se enfrentaban a desafíos estratégicos para avanzar. Sabían leer las señales del mar, tomar decisiones difíciles y arriesgarse a lo desconocido».
Esa actitud se refleja también en las culturas posteriores del Pacífico. Los antiguos polinesios colonizaron miles de islas utilizando métodos similares: observando estrellas, vientos, olas y el comportamiento de las aves. «Nosotros mismos tuvimos que aprender parte de estas técnicas durante la preparación del viaje —cuenta Kaifu—. Resulta fascinante pensar que compartimos con ellos esa curiosidad y ese deseo de ir más allá del horizonte”.
Aunque la travesía con la canoa Sugime fue un experimento único y contó con ciertas condiciones modernas, como el apoyo remoto de barcos escolta o conocimientos geográficos previos, los investigadores consideran que sus conclusiones son robustas.
«En esencia, demostramos que era posible. Que una canoa hecha con tecnología de hace 30.000 años podía cruzar el mar abierto y llegar a su destino», resume el equipo.
Somos una especie navegante
Este viaje al pasado tiene también implicaciones en la actualidad. En un mundo en el que la tecnología parece haberlo simplificado todo, recordar que nuestros antepasados lograron grandes proezas con herramientas rudimentarias es una lección de humildad y admiración.
«Hoy dependemos de sistemas de navegación por satélite, predicciones meteorológicas, motores y repuestos. Pero ellos lo hicieron sin nada de eso. Confiando en su cuerpo, en su memoria, en su comunidad. Y llegaron», reflexiona Kaifu.
El proyecto continúa. Los datos recogidos durante la expedición siguen alimentando modelos numéricos y nuevas hipótesis. El próximo reto, según adelanta el equipo, será explorar posibles rutas de migración hacia el norte del archipiélago japonés, donde las condiciones climáticas eran aún más hostiles durante la última glaciación.
Pero lo esencial ya se ha demostrado: la humanidad, incluso en sus etapas más tempranas, siempre fue una especie navegante.▪️
Información facilitada por la Universidad de Tokio
Fuente: Yousuke Kaifu et al. Paleolithic seafaring in East Asia: An experimental test of the dugout canoe hypothesis. Science Advances (2025). DOI: 10.1126/sciadv.adv5507