Impacto ambiental del fondeo de barcos en la Antártida: daños al fondo marino y a una biodiversidad única

Aunque invisible desde la superficie, el fondeo de barcos en la Antártida está dejando cicatrices profundas en ecosistemas milenarios. Un nuevo estudio saca a la luz el primer registro visual de este daño silencioso al fondo marino polar.

Por Enrique Coperías

Durante la temporada 2022–2023, al menos 195 embarcaciones —entre turísticas, científicas, pesqueras y yates privados— operaron en aguas antárticas a profundidades de fondeo.

Durante la temporada 2022–2023, al menos 195 embarcaciones —entre turísticas, científicas, pesqueras y yates privados— operaron en aguas antárticas a profundidades de fondeo. El resultado: surcos profundos, sedimentos removidos y esponjas milenarias aplastadas en un ecosistema marino hasta ahora casi intacto. Foto: Torsten Dederichs

Pese a su imagen de paraíso remoto y helado, la Antártida no está a salvo de la huella humana. Más allá del cambio climático y la pérdida de hielo, un nuevo estudio revela una amenaza silenciosa que viene del mar: el daño que producen las anclas y cadenas de los barcos al impactar el fondo marino.

Se trata del primer registro en vídeo de este tipo de alteración en aguas antárticas, y sus resultados, publicados en la revista Frontiers in Conservation Science, encienden las alarmas sobre un problema global poco regulado.

Durante la temporada estival de 2022–2023, un equipo internacional de científicos liderado por Matthew Mulrennan, fundador de la organización oceanográfica KOLOSSAL, documentó mediante cámaras submarinas de alta definición las consecuencias del fondeo de embarcaciones en la Antártida.

¿Qué reveló el estudio?

Lo que encontraron fue perturbador: marcas profundas, sedimentos revueltos y colonias de esponjas marinas —algunas posiblemente milenarias— aplastadas o cubiertas de lodo, todo ello en zonas que habían sido recientemente utilizadas como fondeaderos por cruceros turísticos, barcos científicos y otras embarcaciones.

«Esta es la primera vez que se documenta el impacto del fondeo de barcos y el arrastre de cadenas en aguas antárticas —advierte Mulrennan en un comunicado de Frontiers—. Y es urgente, porque estas actividades están prácticamente sin regulación, a pesar de que la Antártida cuenta con estrictas normas de conservación».

El estudio se centró en 36 puntos a lo largo de la península Antártica, las islas Shetland del Sur, la bahía Margarita y la isla Georgia del Sur. Uno de los sitios más reveladores fue Yankee Harbour, una bahía frecuentemente visitada por cruceros turísticos. Allí captaron:

Esponjas marinas trituradas, probablemente de la especie Anoxycalyx joubini.

Surcos y marcas de cadenas sobre el lecho marino.

Depósitos de lodo y sedimento suspendido, provocados por el arrastre de anclas.

✅ Las imágenes registradas a un metro del fondo muestran áreas completamente desprovistas de vida marina junto a zonas rebosantes de biodiversidad.

Biodiversidad marina afectada

Para Mulrennan y sus colegas, la escena más impactante fue la proximidad del daño a tres esponjas gigantes del tipo Anoxycalyx joubini, también conocidas como esponjas volcánicas. Estas criaturas pueden alcanzar hasta dos metros de altura y se cree que viven más de 15.000 años, lo que las convierte en algunos de los animales más longevos del planeta.

«Fue un daño a centímetros de una reliquia viviente», señala Mulrennan.

Pero no solo estaban en riesgo estas esponjas. En las zonas de fondeo o en profundidades similares, el equipo también observó:

Estrellas de mar antárticas (Labidiaster annulatus)

Pulpo gigante antártico

Peces de hielo (familias Nototheniidae y Channichthyidae)

Corales blandos y gorgonias

Esponjas filtradoras de carbono

Moluscos, crinoideos y arañas de mar

“Hablamos de animales raros y maravillosos que cumplen funciones clave en el ecosistema, como filtrar agua, capturar carbono y crear hábitats marinos complejos que benefician a toda la red alimentaria marina, incluidos los pingüinos y las focas, que son justamente los animales que los turistas vienen a ver», advierte Mulrennan.

La estrella de mar antártica, conocida como estrella de la muerte, es una de las criaturas amenazadas por el aumento de barcos que fondean en estas gélidas aguas.

La estrella de mar antártica, conocida como estrella de la muerte, es una de las criaturas amenazadas por el aumento de barcos que fondean en estas gélidas aguas.

Una amenaza comparable a la pesca de arrastre

Aunque el fondeo de barcos puede parecer un acto inocuo o rutinario, su impacto sobre el fondo oceánico puede ser comparable al de la pesca de arrastre. «Las anclas y las cadenas generan un tipo de destrucción localizada, pero persistente. En arrecifes tropicales, las marcas pueden durar más de una década. En sedimentos fangosos, las alteraciones físicas siguen siendo visibles muchos años después», apunta la coautora del estudio Sally Watson, geofísica marina del Instituto Nacional de Agua e Investigación Atmosférica de Nueva Zelanda.

En el caso de la Antártida, donde los organismos crecen a un ritmo extremadamente lento por las bajas temperaturas, la recuperación puede tardar siglos. De hecho, algunas zonas del lecho marino en aguas profundas aún no se han recuperado de daños mecánicos provocados por escombros tras la Segunda Guerra Mundial. Watson agrega:

«La recuperación ecológica depende mucho del sitio, pero cuanto más frías las aguas, más lento es todo. En estos ecosistemas, incluso un solo evento de fondeo puede tener consecuencias que duren generaciones», explica Watson.

Más barcos, más anclas, más problemas

Durante la temporada 2022–2023, al menos 195 embarcaciones turísticas, científicas, pesqueras o yates privados operaron en aguas antárticas a profundidades aptas para fondeo (menos de 82,5 metros). Es probable que ese número sea mayor, considerando la actividad de barcos sin licencia o registro público.

Mediante el uso de datos de seguimiento satelital (AIS), los investigadores identificaron que, solo en marzo de 2023, ocho barcos distintos anclaron en Yankee Harbour. Si cada uno desplegó entre 150 y 200 metros de cadena —como se recomienda para esas profundidades— el lecho marino afectado se estima en más de 1.600 metros.

«No existe actualmente una base de datos que registre cuántos fondeos ocurren al año ni dónde. Y sin esa información, no podemos dimensionar el daño ni diseñar estrategias de conservación marina efectivas», advierte Watson.

La situación se complica aún más por el retroceso del hielo marino. Con mínimos históricos de cobertura en 2024, el acceso de los barcos a aguas poco profundas aumentará, extendiendo la temporada de fondeo. Lo que en otros años limitaba la movilidad de las embarcaciones, ahora les permite operar durante más tiempo y en más sitios, incrementando de este modo el riesgo de daño a ecosistemas marinos vulnerables.

¿Qué soluciones proponen los científicos?

A pesar de lo alarmante del diagnóstico, los investigadores subrayan que hay soluciones factibles y ya disponibles. La más evidente es evitar el fondeo. Muchos barcos modernos cuentan con sistemas de posicionamiento dinámico (DPS), que permiten mantenerse en una ubicación fija usando propulsores en lugar de anclas.

Durante los meses de noviembre y diciembre, cuando la presencia de hielo es mayor, la mayoría de las operaciones náuticas ya se realiza sin anclar, lo que demuestra que es posible prescindir del fondeo sin comprometer la seguridad.

El equipo propone además una serie de medidas concretas:

Crear una base de datos pública sobre fondeos en la Antártida, alimentada con datos AIS y registros de operadores.

Identificar áreas con biodiversidad frágil donde el fondeo esté prohibido por completo.

Establecer boyas de amarre permanentes o temporales en sitios de alta frecuencia de visitas.

Delimitar zonas específicas para fondeo (“estacionamientos submarinos”) para concentrar el impacto.

Restringir el fondeo en escalas breves, de tres horas o menos.

Incentivar el uso de tecnologías alternativas, como el DPS, especialmente en barcos nuevos.

Estas medidas podrían ser adoptadas por organismos como la Comisión para la Conservación de los Recursos Marinos Antárticos (CCAMLR) o la Asociación Internacional de Operadores Turísticos Antárticos (IAATO), pero también por operadores privados de turismo, investigación o pesca.

El fondeo: una amenaza global, pero silenciosa

Para Mulrennan, este estudio es solo el primer paso en una conversación más amplia. «El impacto del fondeo es probablemente el tema más subestimado de la conservación oceánica. Está al mismo nivel que la pesca de arrastre en términos de daño al lecho marino. Pero como ocurre bajo el agua, simplemente no lo vemos, y por eso lo ignoramos», dice Mulrennan.

La Antártida, con sus paisajes majestuosos y vida marina única, sigue siendo uno de los últimos refugios de biodiversidad relativamente intacta del planeta. Pero esa condición no durará si no se adoptan medidas urgentes y coordinadas para evitar el deterioro invisible que las anclas están provocando.

En un contexto de aumento del tráfico marítimo global y de cambios acelerados en los polos, proteger lo que no vemos se vuelve un imperativo. Porque incluso en el rincón más remoto de la Tierra, nuestras decisiones siguen dejando una marca. ▪️

  • Información facilitada por Frontiers

  • Fuente: Matthew Mulrennan, Myrah Graham, Jennifer Herbig, Sally J. Watson. Anchor and chain damage to seafloor habitats in Antarctica: first observations. Frontiers in Conservation Science (2025). DOI: 10.3389/fcosc.2025.1500652

Anterior
Anterior

Físicos del MIT observan por primera vez una nueva forma de magnetismo

Siguiente
Siguiente

El peligro oculto de las rutinas de cuidado facial en adolescentes en TikTok