El trilobites de Galicia: un fósil de hace 470 millones de años fue usado como amuleto en la Hispania romana

Descubierto en Orense, el fósil de trilobites fue pulido y transportado desde el centro peninsular en tiempos del Imperio romano para ser usado como talismán, posiblemente integrado en un collar o en un brazalete.

Por Enrique Coperías

Simulación digital del trilobites hallado en Armea.

Simulación digital del trilobites hallado en Armea como ornamento personal: a–b, montaje en un brazalete de cuero con sujeción central cosida a una pieza posterior (detalle en b); c–e, distintas vistas del fósil engastado como colgante en una montura de plata u otro metal. Crédito: Archaeol Anthropol Sci (2025).

En el corazón de Galicia, en un yacimiento romano próximo a Orense, un grupo de arqueólogos ha encontrado algo inesperado. No hablamos de una moneda, ni de una joya, ni siquiera de un fragmento de cerámica, sino de ¡un fósil de trilobites!

Este antiguo artrópodo habitante de los mares paleozoicos, que se extinguieron durante la extinción masiva del Pérmico-Triásico, hace unos 250 millones de años, apareció en el lugar menos previsible: una vivienda de ls época romana en el yacimiento galaico-romano de A Cibdá de Armea.

El hallazgo, además de inusual, aporta una nueva pieza al rompecabezas de cómo las sociedades antiguas se relacionaron con los fósiles mucho antes de que existiera la paleontología como ciencia.

El estudio, realizado por investigadores de la Universidad de Vigo, la Universidad Complutense y el CSIC, documenta por primera vez un trilobites en un contexto romano en toda Europa. Pero no se trata de un simple fósil olvidado. Presenta marcas inequívocas de haber sido manipulado: limado, pulido y probablemente incrustado en algún tipo de adorno, tal vez en un colgante o un brazalete, con función decorativa, mágica o protectora.

¿Qué es un trilobites y por qué es importante este hallazgo?

Los trilobites son criaturas marinas extintas, como ya hemos avanzado, desde hace más de 250 millones de años, y se encuentran entre los fósiles más reconocibles del Paleozoico. Su aspecto segmentado, con un cuerpo dividido en tres lóbulos, ha fascinado tanto a científicos como a coleccionistas.

Pero en este caso, lo que sorprende no es el fósil en sí, sino su contexto: apareció en un estrato arqueológico fechado entre los siglos I y II de nuestra era, en plena época imperial romana.

Este trilobites pertenece al género Colpocoryphe, un tipo característico del Ordovícico medio, cuya presencia en la península ibérica se restringe a zonas muy concretas del centro y suroeste de España, a más de 400 kilómetros de distancia del lugar donde se encontró.

Su particular modo de preservación, es decir, como molde natural mineralizado en óxidos de hierro y con tonalidades rojizas, coincide con yacimientos de las llamadas capas de Tristani, unas formaciones del centro peninsular que se erosionaron intensamente durante el Neógeno, el segundo periodo del Cenozoico y que duró desde hace 23 millones de años hasta hace unso 2,5 millones de años.

Esto lleva a los autores del estudio, liderado por Adolfo Fernández-Fernández, arqueólogo de la Universidad de Vigo, a una conclusión inequívoca: el trilobites no llegó de forma natural a Galicia. Fue transportado, quizá por algún comerciante, viajero o habitante del centro peninsular que se asentó en la zona.

La vida del trilobites después de la muerte

El fósil encontrado en A Cibdá de Armea no es un trilobites completo, sino un fragmento que conserva parte del tórax y el pigidio, esto es, la cola del animal, y que se corresponde con lo que los paleontólogos llaman una exuvia, la muda del exoesqueleto o esqueleto externo tras el crecimiento del trilobites.

Pero lo que lo hace realmente especial son las marcas de abrasión visibles en su cara inferior. Hasta siete superficies planas han sido identificadas como producto de desgaste deliberado, posiblemente para darle estabilidad, simetría y un contorno más estético.

La parte superior del fósil, en cambio, ha sido preservada intacta, lo que sugiere que el objetivo era mostrar el característico relieve segmentado del trilobites, un diseño que tal vez fascinó a quien lo poseyó. El pulido no era accidental: la pieza fue adaptada para ser usada, seguramente montada en algún soporte que permitiera llevarla como adorno o amuleto.

¿Objeto de culto, talismán o simple adorno?

Los autores barajan varias hipótesis sobre la función del trilobites:

✅ Podría haber formado parte de un collar, un brazalete o incluso haber sido guardado en una bolsa o colgado con una cuerda. La ausencia de perforaciones hace pensar que la pieza pudo haber estado engarzada, y que el soporte —quizá de cuero o metal— se perdió con el tiempo o fue recuperado y reciclado antes de desechar el fósil.

✅ También se ha planteado que funcionara como una ficha de juego, aunque esta posibilidad parece menos probable dado el tamaño, el trabajo de pulido y la escasa presencia de este tipo de fósiles en contextos similares.

✅ Pero el uso más sugerente es el mágico o simbólico. Los romanos atribuían a los fósiles —especialmente a los más extraños o antiguos— propiedades protectoras o curativas. Ya Plinio el Viejo hablaba de piedras escorpión usadas como talismanes contra las picaduras. El propio emperador Augusto coleccionaba fósiles de grandes vertebrados, y Tiberio llegó a enviar misiones a Asia Menor para recuperar restos fosilizados expuestos tras terremotos.

En este contexto, no es descabellado pensar que el trilobites de A Cibdá de Armea fuera considerado algo más que una simple piedra con forma curiosa: un amuleto con propiedades apotropaicas, capaz de proteger a su portador del mal o atraer la buena fortuna.

Fotografías e interpretación del trilobites del genero Colpocoryphe, del Ordovícico, encontrado en el asentamiento romano de A Cibdá de Arme

Fotografías e interpretación del trilobites del genero Colpocoryphe, del Ordovícico, encontrado en el asentamiento romano de A Cibdá de Armea. Crédito: Archaeol Anthropol Sci (2025)

Origen y transporte del fósil: desde Badajoz a Galicia por la Vía de la Plata

La procedencia geológica más probable del trilobites se sitúa en los sinclinales del sur del Sistema Central, en las actuales provincias de Ciudad Real y Badajoz. Desde allí, el fósil podría haber recorrido una vasta red de caminos romanos, entre ellos la Vía de la Plata, una calzada romana que atravesaba de sur a norte parte del oeste de Hispania, desde Augusta Emerita (actualmente, Mérida) hasta Asturica Augusta (Astorga, León).

El estudio, publicado en Archaeological and Anthropological Sciences, sugiere que el objeto viajó desde la antigua provincia de Lusitania hasta la Gallaecia, una provincia romana que abarcaba los territorios de la actual comunidad autónoma de Galicia, norte de Portugal y el territorio de las actuales provincias de León, Zamora y la comunidad autónoma de Asturias.

Allí formó parte del ajuar personal de alguien que vivía en el núcleo urbano de Armea, una pequeña ciudad que prosperó entre los siglos I y III gracias a la minería de plata y estaño en Monte Medo.

Un hallazgo excepcional en la arqueología mundial

Lo que hace aún más relevante este descubrimiento es su rareza. Hasta ahora, solo se conocían diez casos de trilobites hallados en contextos arqueológicos en todo el mundo, la mayoría en cuevas prehistóricas o asentamientos indígenas.

El más antiguo procede de la Grotte du Trilobite en Francia, donde apareció una pieza usada como colgante durante el Magdaleniense, hace unos 14.000 años. Otros se han localizado en Sudáfrica, Estonia, Australia y América del Norte, siempre en contextos excepcionales.

El trilobites de Armea es, por tanto, el undécimo caso global documentado en contexto arqueológico, y el primero que se registra en el mundo romano. Es también el único con marcas claras de manipulación humana, lo que lo convierte en un testimonio único sobre el uso simbólico de los fósiles en la antigüedad clásica.

¿Inspiración para la artesanía?

Curiosamente, los investigadores vinculan el aspecto del trilobites con ciertos abalorios de vidrio negro hallados en contextos romanos, conocidos como trilobitenperlen o cuentas trilobites.

Estas cuentas, fabricadas con vidrio o azabache, imitan las hileras transversales del tórax de un trilobites y se usaban en collares y pulseras. Aunque no está claro si estas piezas fueron inspiradas directamente por fósiles reales o simplemente por formas naturales, el parecido es más que llamativo.

Además, los romanos atribuían al azabache y al ámbar —ambos materiales fósilespropiedades mágicas, lo que refuerza la idea de una tradición cultural que valoraba lo antiguo, lo raro y lo misterioso.

Un fósil con muchas vidas

El trilobites de Armea nos obliga a repensar nuestra visión de los antiguos romanos. Lejos de ser simples consumidores de objetos útiles, tenían también un gusto por lo raro, por lo simbólico, por aquello que conectaba con fuerzas más allá de lo visible. Y este fósil, extraído de rocas de hace 470 millones de años, pulido y llevado cientos de kilómetros para acompañar la vida cotidiana de alguien en el noroeste de Hispania, es prueba de ello.

Como concluyen los autores, «aunque no podemos saber quién fue su dueño, ni por qué lo conservó, sí sabemos que este fósil no llegó hasta allí por casualidad. Y eso ya lo convierte en una joya».▪️

  • Fuente: Adolfo Fernández-Fernández, Patricia Valle-Abad, Alba Antía Rodríguez -Nóvoa, Manuel García-Ávila, Sara Romero & Juan Carlos Gutiérrez-Marco. Significance of fossils in Roman times: the first trilobite find in an early Empire context. Archaeological and Anthropological Sciences (2025). DOI: https://doi.org/10.1007/s12520-025-02266-8

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