Los pulpos tienen un brazo favorito para cada tarea: así usan sus ocho apéndices en la naturaleza

Científicos descubren que los pulpos no usan todos sus brazos por igual: los delanteros exploran y cazan; y los traseros sostienen y ayudan en la locomoción.

Por Enrique Coperías

Investigadores de Estados Unidos han observardo a pulpos en arrecifes del Caribe y en la costa de Galicia para documentar más de 10.000 movimientos de brazos en su hábitat natural.

Investigadores de Estados Unidos han observardo a pulpos en arrecifes del Caribe y en la costa de Galicia para documentar más de 10.000 movimientos de brazos en su hábitat natural. Foto de Lothar Dieterich from Pixabay

Cuando pensamos en un pulpo solemos imaginarnos un amasijo de patas inquietas, capaces de moverse en cualquier dirección con una libertad que desconcierta a los ingenieros y fascina a los biólogos.

Ocho brazos que parecen idénticos, que se estiran, se enroscan y se contraen como si tuvieran vida propia. Pero un nuevo estudio científico internacional viene a matizar esa imagen: aunque cada brazo es anatómicamente similar y todos comparten una red de neuronas capaz de coordinar movimientos finísimos, no todos se usan de la misma manera. Los pulpos tienen, por así decirlo, brazos favoritos para cada tarea.

La investigación, publicada en la revista Scientific Reports por un equipo de zoólogos de la Universidad Atlántica de Florida (FUA) y del Laboratorio Biológico Marino de Woods Hole, en Estados Unidos, se ha adentrado en los arrecifes del Caribe y las costas de Galicia para observar a los cefalópodos en plena acción. No en acuarios ni en escenarios artificiales, sino en su hábitat natural, mientras cazaban, exploraban o se camuflaban.

El resultado es un retrato minucioso de más de 10.000 movimientos de brazos de veinticinco ejemplares que revela una coreografía sorprendentemente organizada tras lo que a simple vista parece un caos tentacular.

«Observarlos en la naturaleza nos permitió ver cómo los pulpos combinan acciones de brazos distintas: a veces usan solo uno para tareas como atrapar comida, y otras varias emplean extremidades trabajando de manera coordinada para comportamientos como el gateo o el espectacular ataque en paracaídas, una técnica de caza con la que atrapan a sus presas», explica Chelsea O. Bennice, investigadora principal y becaria posdoctoral en el laboratorio marino de la FAU.

Cómo funciona el sistema nervioso de los pulpos y sus ocho brazos

La clave de esta versatilidad está en la propia biología del pulpo. La mayor parte de sus neuronas no están concentradas en el cerebro, como en los mamíferos, sino repartidas en los brazos y en las ventosas.

Cada brazo tiene cierta autonomía, y es capaz de tomar decisiones motoras básicas y de procesar información táctil y química directamente. Esto hace que el animal funcione como un sistema distribuido: un cerebro central que da directrices generales y ocho minicerebros que ejecutan y adaptan la acción.

Ese andamiaje neurológico se combina con una estructura muscular única, conocida como hidrostato muscular. Los brazos no tienen huesos, pero están formados por fibras musculares dispuestas en distintas direcciones (longitudinales, transversales, oblicuas y circulares) que permiten cuatro tipos de deformaciones básicas: doblarse, alargarse, acortarse y retorcerse.

Con solo estas cuatro letras, el pulpo escribe una gramática motora de miles de combinaciones.

Qué descubrió el estudio sobre la especialización de los brazos

Los investigadores analizaron horas de grabación de pulpos en seis localizaciones: desde las aguas frías de Vigo hasta arrecifes caribeños en Puerto Rico, Bonaire o las Islas Caimán. Los autores del estudio evitaron provocar en los octópodos comportamientos concretos, simplemente filmaron a los animales mientras se movían libremente, habituados ya a la presencia de los buceadores.

De esas grabaciones extrajeron un catálogo —un etograma— con quinice conductas y doce acciones de brazos distintas. Cada acción, a su vez, se componía de una o varias de las cuatro deformaciones elementales. Así, un movimiento de alcanzar podía implicar estiramiento y curvatura; un recoger solía combinar acortamiento con torsión; y una caminata especulativa podía desplegar hasta una docena de acciones diferentes al mismo tiempo.

En total, el equipo contabilizó 3.907 acciones de brazo y 6.871 deformaciones. La conclusión inmediata fue que todos los brazos son capaces de ejecutar todas las acciones, pero no lo hacen con la misma frecuencia ni en las mismas situaciones.

Un pulpo levanta uno de sus brazos en plena naturaleza.

Un pulpo levanta uno de sus brazos en plena naturaleza. Cortesía: Chelsea Bennice, Florida Atlantic University.

La especialización: delanteros para explorar, traseros para apoyar

El hallazgo más llamativo es que los pulpos parecen dividir el trabajo entre sus extremidades:

✅ Los brazos delanteros —los pares 1 y 2, situados cerca de los ojos— se usan más a menudo para tareas de exploración, manipulación y captura. Son los que más alcanzan, levantan o enrollan.

✅ Los traseros —los pares 3 y 4— cumplen más funciones de apoyo y locomoción, como si fueran patas que sostienen mientras los otros investigan.

No se observó, en cambio, una preferencia clara entre izquierda y derecha. Los brazos de ambos lados actúan en proporciones similares, aunque sí suelen hacerlo de manera coordinada por pares. Esto contradice estudios previos en laboratorio que sugerían cierta lateralización —algo parecido a la diestra o zurda humanas—, pero subraya la importancia de observar a los animales en libertad.

Los datos confirman, además, que un solo brazo puede ejecutar varias acciones simultáneas y que distintos brazos pueden coordinarse para un mismo comportamiento. La imagen que emerge es la de una maquinaria versátil en la que cada pieza tiene margen de autonomía pero responde a un patrón colectivo.

«Cuando los pulpos se desplazan por entornos abiertos, usan varios brazos con gran destreza para permanecer camuflados frente a depredadores, como en el truco de parecer una roca en movimiento o el de imitar algas flotantes», comenta Bennice en un comunicado de la FAU.

Qué movimientos realizan más los pulpos en su hábitat natural

De las doce acciones registradas, cinco concentran casi el 80% de todos los casos: alcanzar, levantar, bajar, recoger y enrollar. Son movimientos básicos que se combinan en tareas complejas como cazar presas escondidas, desplazar algas para camuflarse o construir madrigueras.

A nivel de deformaciones, el doblamiento es el rey: representa el 70% de los movimientos observados. Le siguen el alargamiento (22%), el acortamiento (6%) y la torsión (2%). Pero estas cifras esconden matices interesantes. Por ejemplo, los dobleces se concentran en la parte distal y media del brazo, mientras que el acortamiento ocurre más en la zona central y el alargamiento se da sobre todo en la base. La torsión, aunque minoritaria, aparece en la parte final y media, nunca en la proximal.

Estas diferencias se explican por la disposición del tejido muscular: los músculos longitudinales predominan en la mitad y el extremo, lo que favorece el doblado, mientras que los transversales son más potentes en la base, lo que facilita el alargamiento. La anatomía y la función se alinean con notable precisión.

«Más allá de la caza o el desplazamiento, la fuerza y la flexibilidad de los brazos son esenciales para construir refugios, defenderse de depredadores o competir con otros machos durante el apareamiento. Estas habilidades versátiles permiten a los pulpos prosperar en hábitats muy distintos», comenta Bennice.

Un pulpo común descansa en las aguas poco profundas del sur de Florida, uno de los escenarios naturales donde los científicos han documentado sus movimientos.

Un pulpo común descansa en las aguas poco profundas del sur de Florida, uno de los escenarios naturales donde los científicos han documentado sus movimientos. Cortesía: Chelsea Bennice, Florida Atlantic University.

Diferencias entre observaciones en laboratorio y en la naturaleza

Los autores del trabajo compararon sus datos con un estudio anterior realizado en laboratorio con la especie Octopus bimaculoides, que nada en aguas el Pacífico oriental, desde California, Estados Unidos, hasta el golfo de California, en México. En este trabajo, se había descrito un uso más frecuente de los brazos derechos y una mayor diversidad de torsiones. En cambio, en la naturaleza no se apreciaron diferencias claras entre izquierda y derecha, y la torsión se registró solo en zonas específicas.

La discrepancia puede deberse a que el entorno controlado de un acuario no reproduce la complejidad de un arrecife. En un tanque, los pulpos se enfrentan a menos estímulos y pueden mostrar sesgos artificiales. En el mar, cada grieta, cada corriente y cada depredador obligan a improvisar. Y es en esa improvisación donde los patrones de especialización se revelan con mayor nitidez.

«Soy un firme creyente de que hay que adentrarse en el mundo natural, y especialmente en el mundo sensorial, de cualquier animal que se estudie — reflexiona Roger Hanlon, coautor del trabajo y científico sénior del laboratorio marino de Woods Hole. Y añade—: El trabajo de campo es muy arduo, y se necesita mucha suerte para captar comportamientos realmente naturales».

Por qué este hallazgo importa para la biología

¿Por qué repartir funciones entre los brazos si todos pueden hacerlo todo? La respuesta probablemente esté en la eficiencia. Al asignar más peso exploratorio a los brazos delanteros y reservar los traseros para el apoyo, el pulpo puede investigar su entorno sin perder estabilidad ni movilidad. Es como si un ser humano pudiera caminar con dos manos mientras usa las otras para palpar el suelo en busca de comida.

Esa estrategia resulta vital en hábitats donde la mayoría de las presascangrejos, bivalvos— están ocultas bajo rocas o arena. Los pulpos necesitan introducir brazos en huecos estrechos mientras permanecen listos para huir o camuflarse.

Además, la capacidad de usar varios brazos a la vez permite ataques coordinados, como el espectacular “paracaídas”, en el que el animal se abalanza desplegando una especie de tienda sobre la presa.

Un modelo para la robótica blanda

Por otro lado, más allá de la biología, los brazos de los pulpos son una fuente inagotable de inspiración para la ingeniería. Los robots convencionales, con articulaciones rígidas, tienen dificultades para operar en entornos irregulares o delicados. Los tentáculos, en cambio, muestran cómo un apéndice sin huesos puede agarrar, caminar, empujar o enrollar con suavidad y precisión.

El nuevo estudio aporta un mapa detallado de cómo se combinan las deformaciones para generar conductas concretas. Esta gramática del movimiento podría guiar el diseño de robots médicos capaces de explorar tejidos blandos sin dañarlos, o de dispositivos de rescate submarino que se adapten a grietas imposibles para brazos mecánicos.

No se trata de copiar cada detalle, sino de aprender los principios de control descentralizado y flexibilidad extrema que la evolución ha perfeccionado en los pulpos. «Comprender estos comportamientos naturales no solo amplía nuestro conocimiento de la biología de los pulpos, sino que abre vías apasionantes en campos como la neurociencia, la etología o incluso la robótica blanda inspirada en estas criaturas extraordinarias», apunta Bennice.

Una lección de redundancia y resiliencia

Queda aún por resolver cómo se comunican los brazos entre sí. Recientemente se han descubierto cables nerviosos intramusculares que conectan un brazo con otro situado dos posiciones más allá. Estos puentes nerviosos podrían servir para sincronizar movimientos y explicar por qué los pares delanteros y traseros se comportan de forma tan coherente.

Otra incógnita es hasta qué punto las preferencias de uso varían entre especies. Los investigadores sugieren estudiar a pulpos miméticos del Indo-Pacífico, de brazos largos y delgados, para ver si presentan patrones distintos. La morfología, en definitiva, podría marcar diferencias en la manera de repartir tareas.

Una de las conclusiones más sugerentes es que, aunque existe especialización, todos los brazos conservan la capacidad de realizar todas las acciones. Esto da al pulpo una redundancia funcional que lo hace extremadamente adaptable: si pierde un brazo —algo común, dado que muchos son mutilados por depredadores—, los demás pueden suplirlo. La regeneración completará después el equipo de ocho, pero mientras tanto el animal no queda incapacitado.

Esta redundancia combinada con la especialización parcial ofrece un equilibrio perfecto entre flexibilidad y eficiencia, un diseño que los ingenieros sueñan con imitar y que la naturaleza ha pulido durante millones de años.

El estudio es el primero que relaciona los movimientos de los brazos de los pulpos en libertad con el conjunto de sus comportamientos en entornos complejos y reales. Cortesía: Chelsea Bennice, Florida Atlantic University, y Roger Hanlon, Woods Hole.

Una coreografía invisible

Lo fascinante del estudio es que pone orden en lo que parece un ballet caótico. Al observar a un pulpo en un arrecife, uno ve brazos que se enredan, se estiran y se doblan sin patrón aparente. Pero tras analizar miles de fotogramas, emerge una sintaxis: unos brazos exploran, otros sostienen, otros empujan; todos coordinados en una danza invisible.

El hallazgo no solo ayuda a comprender mejor a uno de los animales más inteligentes e intrigantes del océano, sino que también invita a repensar conceptos de neurociencia y de diseño tecnológico. La descentralización, la redundancia y la especialización parcial pueden ser estrategias más poderosas que el control centralizado y rígido al que estamos acostumbrados.

Los pulpos siguen sorprendiéndonos. Bajo su apariencia alienígena esconden lecciones sobre cómo coordinar sistemas complejos con elegancia y eficiencia. Este nuevo trabajo científico revela que no todos sus brazos son iguales en la práctica: los delanteros se adelantan a explorar y manipular, los traseros sostienen y empujan, y todos juntos forman una orquesta que interpreta una partitura evolutiva de millones de años.

En un momento en que la robótica busca inspiración en la biología, y en que la neurociencia intenta descifrar formas alternativas de inteligencia, los pulpos se confirman como maestros silenciosos. Ocho brazos que parecen muchos, pero que funcionan como uno solo, flexible y preciso. ▪️

Brazos y pulpos: Preguntas & Respuestas

🐙 ¿Tienen los pulpos un brazo favorito?
Sí. Aunque todos sus brazos pueden realizar cualquier movimiento, los estudios muestran que los delanteros se usan más para explorar y cazar, mientras que los traseros sirven de apoyo y locomoción.

🐙 ¿Qué movimientos hacen más los pulpos?
El movimiento más frecuente es el de doblado, seguido del alargamiento, el acortamiento y la torsión.

🐙 ¿Qué diferencia hay entre los brazos en laboratorio y en la naturaleza?
En acuarios se observó un mayor uso de los brazos derechos y más torsiones. En libertad, las diferencias son menores y el reparto de tareas se hace más evidente.

🐙 ¿Por qué es importante este hallazgo?
Porque ayuda a comprender mejor la neurobiología de los pulpos y abre caminos para la robótica blanda, inspirada en la flexibilidad de sus brazos.

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