El impacto del uso de redes sociales en la salud mental de los niños: más tiempo en la pantalla, mayor riesgo de depresión

Un nuevo estudio con casi 12.000 niños entre nueve y trece años concluye que el aumento del tiempo en redes sociales está asociado con un incremento significativo de síntomas depresivos.

Por Enrique Coperías

Niños de entre nueve y doce años interactúan con sus móviles. Según un estudio longitudinal de UCSF, el aumento del tiempo en redes sociales durante la preadolescencia se asocia con un incremento posterior en síntomas depresivos.

Niños de entre nueve y doce años interactúan con sus móviles. Según un estudio longitudinal de UCSF, el aumento del tiempo en redes sociales durante la preadolescencia se asocia con un incremento posterior en síntomas depresivos. Imagen generada con DALL-E

Un estudio con casi 12.000 menores de entre nueve y trece años de edad ha confirmado lo que muchas familias y profesionales de la salud mental intuían: el incremento del tiempo que los niños dedican a las redes sociales precede a un empeoramiento de su salud mental.

El efecto del uso y abuso de las redes sociales es progresivo y unidireccional: no son los síntomas depresivos los que llevan a los adolescentes a pasar más tiempo en plataformas digitales, sino que es el uso excesivo el que anticipa mayores niveles de malestar emocional. Los hallazgos, publicados en la revista JAMA Network Open, aportan una de las pruebas más sólidas hasta la fecha sobre esta relación.

«Ha habido un debate constante sobre si las redes sociales contribuyen a la depresión o simplemente reflejan síntomas preexistentes —explica Jason Nagata, pediatra y profesor en la Universidad de California en San Francisco (UCSF), y autor principal del estudio. Y añade—: Estos resultados ofrecen evidencia de que las redes sociales pueden estar desempeñando un papel en el desarrollo de los síntomas depresivos».

¿Las redes sociales causan depresión en adolescentes?

El trabajo analiza datos del Estudio del Desarrollo Cognitivo y Cerebral del Adolescente, el mayor estudio longitudinal a largo plazo acerca del desarrollo cerebral y la salud juvenil en los Estados Unidos. El equipo científico siguió durante tres años a 11.876 menores que al inicio de la investigación tenían entre nueve y diez años, con evaluaciones anuales hasta los trece años.

Se trata de una de las pocas investigaciones que utiliza datos intraindividuales, es decir, que permite observar los cambios en cada persona a lo largo del tiempo. Esta metodología es clave para establecer relaciones de causalidad y evitar confusiones derivadas de las diferencias entre sujetos.

Los resultados del trabajo indican que cuando un menor incrementa el tiempo que pasa a diario en las redes sociales por encima de su nivel habitual, es más probable que al año siguiente presente un agravamiento de los síntomas relacionados con la depresión.

Esta asociación se mantuvo incluso tras controlar variables como el sexo, el nivel socioeconómico, el historial de experiencias adversas o el clima familiar. En cambio, los síntomas depresivos no predijeron aumentos posteriores en el tiempo frente a la pantalla.

«El patrón es claro: más redes hoy, más tristeza mañana. Pero no al revés», resume Nagata.

Factores de riesgo: ciberacoso, sueño interrumpido y comparación social

Durante los tres años que duró el seguimiento, el uso medio diario de redes sociales entre los participantes pasó de 7 a 73 minutos. Al mismo tiempo, los indicadores de depresión crecieron en un 35%. Aunque el estudio no analiza las causas específicas detrás de este vínculo, los autores señalan varios mecanismos potenciales que podrían mediar esta relación:

Ciberacoso: en un estudio complementario, niños víctimas de acoso digital fueron 2,6 veces más propensos a tener ideas suicidas o a realizar intentos de suicidio. También mostraron una mayor propensión a iniciarse en el consumo de sustancias como marihuana, alcohol y nicotina.

Interrupciones del sueño: el uso de redes sociales por la noche puede alterar el ciclo de sueño, un factor clave en la regulación emocional.

Comparación social: los algoritmos de plataformas como Instagram o TikTok exponen constantemente a los jóvenes a estándares irreales de belleza, éxito y felicidad.

La investigación se enmarca en un creciente cuerpo de estudios que relacionan el uso intensivo de redes sociales con una mayor vulnerabilidad psicológica en la infancia y la adolescencia. Según datos de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos, el 42% de los adolescentes reportaron sentimientos persistentes de tristeza o desesperanza en 2021, un aumento del 50% respecto a la década anterior.

¿Qué pueden hacer las familias ante el riesgo emocional de las redes?

A pesar de los riesgos detectados, los expertos no proponen una visión alarmista ni abogan por la prohibición del uso de redes sociales. «Como padre de dos niños pequeños, sé que decirles simplemente “apaga el móvil” no funciona —reconoce Nagata. Y continúa—: Los padres pueden liderar con el ejemplo, fomentando conversaciones abiertas y sin juicios sobre el uso de pantallas. Establecer momentos sin dispositivos, como durante las comidas o antes de dormir, puede ayudar a generar hábitos digitales más saludables para toda la familia».

En esa línea, la Academia Estadounidense de Pediatría recomienda el uso del Plan Familiar de Medios, una herramienta para diseñar rutinas digitales equilibradas. Se trata de acordar en familia cuándo y cómo se usan los dispositivos, qué contenidos se consumen y cómo se protege el descanso.

«Las redes sociales son también un espacio de conexión y expresión», señala el estudio. Por eso, más allá de limitar el tiempo de uso, es fundamental fomentar una interacción digital consciente, donde se prioricen las relaciones positivas y se evite el contenido dañino.

Redes sociales y adolescentes: ¿cómo intervenir?

El modelo teórico que apoya este trabajo, el Modelo de Susceptibilidad Diferencial a los Efectos de los Medios, señala que algunos adolescentes son más vulnerables que otros según su personalidad, entorno familiar o etapa de desarrollo. Es por eso que:

  • No todos los adolescentes sufren efectos negativos.

  • Pero quienes son vulnerables pueden verse más afectados por un uso descontrolado.

Este modelo también explica por qué es clave identificar señales de riesgo emocional temprano y acompañar el uso digital desde la infancia.

Un reto de salud pública

El trabajo liderado por la UCSF aporta una base científica sólida para avanzar en políticas de prevención y orientación sobre el uso de tecnología en la infancia. Aunque se trata de un estudio observacional —y por tanto no puede demostrar causalidad absoluta—, su diseño longitudinal, su tamaño muestral y su metodología estadística ofrecen un respaldo contundente a la hipótesis de que el uso intensivo de redes sociales puede ser un factor de riesgo para la salud mental de los menores.

Los investigadores abogan por seguir monitorizando a la cohorte a medida que entran en la adolescencia media y tardía, y por explorar los mecanismos específicos, como la comparación social, el estrés emocional y la exposición a contenido nocivo, que podrían explicar esta asociación.

La conclusión, para Nagata y su equipo, es clara: «Es hora de dejar atrás el debate abstracto sobre si las redes son buenas o malas. Lo que necesitamos ahora son estrategias concretas para proteger el bienestar de los más jóvenes en un entorno digital que no deja de crecer». ▪️

Anterior
Anterior

Las emociones en el trabajo: cómo influye el lenguaje emocional en la colaboración y la productividad

Siguiente
Siguiente

El origen de los dientes en los vertebrados: primero fueron sensores en la piel, no herramientas para masticar