Crisis global de los anfibios por olas de calor, sequías y fríos extremos
El cambio climático y fenómenos extremos están acelerando la extinción de anfibios como ranas y salamandras. Un nuevo estudio lo constata con datos globales.
Por Enrique Coperías
La salamandra común (Salamandra salamandra), nativa de Europa ,es una de las muchas especies de anfibio que dependen de unos niveles de humedad elevados para su supervivencia y reproducción. Cortesía: Daniel Rosengren / Frankfurt Zoological Society
Los anfibios —ranas, salamandras y cecilias— están sufriendo una grave crisis de extinción. De hecho, a fecha de hoy, los anfibios es el grupo de vertebrados más amenazado del planeta.
Pérdida de hábitat, enfermedades emergentes, contaminación ambiental y ahora, cada vez más, el cambio climático se combinan para empujarlos al borde de la extinción. Un nuevo estudio internacional, publicado en Conservation Biology y liderado por Evan Twomey, del Instituto de Ecología, Evolución y Diversidad de la Universidad Goethe de Frankfurt, en Alemania, pone el foco en un factor hasta ahora poco cuantificado pero creciente: los eventos climáticos extremos.
Durante los últimos cuarenta años, el equipo de investigadores ha analizado datos globales climáticos, especialmente los que tienen que ver con olas de calor, sequías y olas de frío, y los ha comparado con la distribución geográfica y el estatus de conservación de más de 7.000 especies de anfibios.
El resultado no deja lugar a dudas: las regiones que han sufrido un aumento en la frecuencia o intensidad de estos fenómenos climáticos extremos son también aquellas donde las poblaciones de anfibios han registrado las mayores caídas y deterioros en su categoría de amenaza dentro de la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
¿Cómo afectan los eventos climáticos extremos a los anfibios?
Lo que está ocurriendo no es solo un problema climático, sino una combinación letal de factores. «Los fenómenos extremos son un nuevo componente que se suma a una crisis ya en marcha —afirma Twomey. Y añade—: Nuestros análisis muestran la conexión directa entre el aumento de fenómenos como las olas de calor y las sequías y el declive de las poblaciones de anfibios».
Para estas criaturas, las presencia de cuerpos de agua temporales resulta vital para su reproducción y, por tanto, supervivencia. Por lo tanto, la rápida desecación de estos hábitats, causada por cambios de temperatura y lluvia, les afecta de forma desmedida, según Twomey.
La vulnerabilidad anfibia es resultado de su biología única. Su piel permeable y su fisiología dependiente del agua los hacen extremadamente sensibles a variaciones térmicas y de humedad. Además, muchas especies utilizan charcas temporales, arroyos estacionales o microhábitats húmedos para reproducirse.
Si estas fuentes de agua desaparecen antes de tiempo, el ciclo reproductivo se interrumpe y los huevos o las larvas no sobreviven. A ello se suman efectos secundarios, como un mayor riesgo de sufrir enfermedades, como la quitridiomicosis causada por el hongo de la piel Batrachochytrium dendrobatidis y que ha protagonizado declives masivos y extinciones de anfibios en todo el mundo; cambios en la conducta reproductiva y en algunos casos, hasta alteraciones genéticas como inversiones de sexo desatadas por estrés térmico.
En Madagascar, hasta el 98% de las especies de la familia Mantellidae, como este ejemplar de Mantella milotympanum, están expuestas a olas de calor. Cortesía: Franco Andreone / Museo Regionale di Scienze Naturali
Tres regiones bajo amenaza crítica
El estudio identificó tres zonas especialmente vulnerables: la Amazonía, Madagascar y Europa. En América del Sur, las ranas —especialmente aquellas endémicas del Amazonas y la selva atlántica brasileña— se enfrentan a un alarmante incremento de las olas de calor.
En Madagascar, hasta el 98% de las especies de la familia Mantellidae ya están expuestas a estos eventos. Por otro lado, en Europa, el principal enemigo es la sequía. Allí, las salamandras, que dependen de pequeños estanques y fuentes de agua fresca, sufren las consecuencias de la creciente escasez hídrica.
«El panorama en Europa Central es particularmente preocupante —advierte la profesora Lisa Schulte, coautora del estudio y jefa del Departamento de Biología de Fauna Silvestre y Zoológica. Y añade—: Ya hoy, la mitad de las especies de verdaderas salamandras de Europa Central están expuestas a sequías crecientes. Y las proyecciones climáticas indican que estos periodos secos serán más largos e intensos en el futuro».
Por su parte, el Cono Sur de Sudamérica también mostró un fenómeno inverso al esperado: un aumento en la frecuencia de olas de frío. Aunque en la mayoría del mundo estos eventos han disminuido, en países como Argentina y Chile han aumentado hasta el punto de afectar a especies endémicas con altos niveles de exposición. El problema se agrava cuando estos fríos extremos coinciden con brotes del citado hongo quítrido Batrachochytrium dendrobatidis, altamente letal para los anfibios.
¿Qué relación hay con la Lista Roja de la UICN?
Más allá de los datos climáticos, el equipo examinó los cambios en el estatus de conservación de los anfibios en la Lista Roja de la UICN, desde 2004 hasta 2022. Lo que encontraron fue del todo preocupante: las especies que viven en zonas donde han aumentado las olas de calor o las sequías tienen hasta un 80% más de probabilidades de haber sido recategorizadas en una situación de mayor amenaza.
Esta correlación no fue evidente en décadas anteriores, lo que sugiere que los eventos extremos son una amenaza emergente y creciente. En el pasado, las principales causas de declive fueron enfermedades como la quitridiomicosis. Hoy, el cambio climático y sus efectos extremos están tomando el relevo como principal motor de desaparición.
Un dato adicional alarma aún más a los herpetólogos: cerca del 9% de las especies analizadas están expuestas simultáneamente a dos o más tipos de eventos extremos, lo que incrementa aún más su riesgo de extinción.
¿Qué medidas pueden tomarse para proteger a los anfibios?
Ante este escenario, los autores del estudio hacen un llamamiento a la acción. Proponen estrategias de conservación adaptadas a este nuevo contexto climático. Entre las medidas sugeridas figuran las siguentes:
✅ Crear refugios húmedos: estructuras simples como tubos de PVC o tablones que ofrezcan sombra y retención de humedad.
✅ Restauración y mantenimiento de humedales: esto incluye la excavación de pequeños estanques y la protección de zonas ribereñas.
✅ Irrigación artificial puntual: en casos extremos, como el de la rana Nectophrynoides asperginis de Tanzania, donde se utilizaron sistemas de riego artificial para evitar su extinción.
✅ Protección de microhábitats clave: especialmente en regiones montañosas o fragmentadas donde algunas especies tienen rangos de distribución muy limitados.
Más allá de salvar a los anfibios por su valor intrínseco, los investigadores recuerdan que estos animales son indicadores clave de la salud de los ecosistemas.
Su desaparición es una señal de alerta sobre el deterioro ambiental a mayor escala. «La protección de los anfibios no solo es necesaria para preservar la biodiversidad, sino también para mantener el equilibrio ecológico en los entornos en los que vivimos», señala la profesora Schulte.
Las cecilias son unos anfibios grandes sin patas, con forma de lombriz, como este ejemplar de Microcaecilia dermatophaga —arriba—, fotografiado en la Sierra de la Mocidade, en Brasil. Cortesía: Leandro J.C.L. Moraes, Alexandre P. de Almeida, Rafael de Fraga, Rommel R. Zamora, Renata M. Pirani, Ariane A.A. Silva, Vinícius T. de Carvalho, Marcelo Gordo, Fernanda P. Werneck
Una crisis que no admite demoras
El estudio liderado por Twomey y su equipo ofrece una base científica sólida para orientar políticas públicas, investigaciones futuras y esfuerzos de conservación de la biodiversidad en las regiones más afectadas. Pone en evidencia cómo el cambio climático no actúa de forma lenta y difusa, sino que ya está teniendo impactos concretos, localizados y mortales para miles de especies.
Con más del 40% de los anfibios del planeta actualmente en peligro de extinción, ignorar la dimensión climática de su declive sería una negligencia con consecuencias irreversibles, según la profesora Schulte.
En palabras de Twomey, este trabajo no solo refuerza la necesidad de proteger hábitats y frenar la pérdida de biodiversidad, sino también de actuar sobre los factores climáticos que agravan esta crisis. El tiempo corre, y los anfibios —como centinelas biológicos de la Tierra— nos están enviando una señal que no deberíamos pasar por alto. ▪️
Información facilitada por la Universidad Goethe de Fráncfort del Meno
Fuente: Evan Twomey, Francisco Sylvester, Jonas Jourdan, Henner Hollert, Lisa M. Schulte. Quantifying exposure of amphibian species to heat waves, cold spells, and droughts. Conservation Biology (2025). DOI: https://doi.org/10.1111/cobi.70074