«Joaquinraptor casali», el dinosaurio carnívoro descubierto en Patagonia que sobrevivió hasta la extinción del Cretácico

Hace 70 millones de años, en las llanuras de la actual Patagonia, reinaba un depredador desconocido hasta hoy. Joaquinraptor casali, un dinosaurio carnívoro de garras colosales, acechaba como dueño absoluto de su ecosistema, justo antes de la gran extinción que borró a la mayoría de los dinosaurios de la Tierra.

Por Enrique Coperías

El Joaquinraptor fue probablemente un depredador situado en lo más alto de la cadena trófica durante el Cretácico tardío.

El Joaquinraptor fue probablemente un depredador situado en lo más alto de la cadena trófica durante el Cretácico tardío. El ejemplar encontrado en Argentina había dado caza a un cocodrilo antes de morir. Cortesía: Andrew McAfee / Carnegie Museum of Natural History

La Patagonia vuelve a escribir un capítulo inesperado en la historia de los dinosaurios. Un equipo de paleontólogos argentinos y estadounidenses ha descrito al Joaquinraptor casali, un gigantesco dinosaurio carnívoro desconocido hasta ahora que vivió en los últimos compases del Cretácico, hace unos 70 millones de años,.

Y el superlagarto prosperó justo antes de la gran extinción masiva que borró de la faz de la Tierra a tres cuartas partes de las especies, incluidos los dinosaurios no avianos.

El hallazgo, publicado en la revista Nature Communications, aporta pistas cruciales sobre la evolución de un linaje enigmático de depredadores: los megaraptóridos.

Un depredador oculto bajo las estepas

El esqueleto fósil parcial fue recuperado en el Valle Joaquín, al este del lago Colhué Huapi, en la provincia de Chubut, en Argentina. La zona, hoy una planicie azotada por vientos y escasa vegetación, fue en el Cretácico tardío un paisaje cálido, húmedo y surcado por ríos que desembocaban en mares poco profundos. Allí, entre depósitos de barro y arena que fosilizaron lentamente, quedó atrapado el cuerpo de este depredador.

El ejemplar conserva partes del cráneo, vértebras, costillas, extremidades y garras. Aunque faltan muchos huesos, Joaquinraptor casali es el megaraptórido más completo hallado en esa región de Patagonia, y uno de los mejor preservados en el mundo. «Estamos frente a un depredador formidable, un animal que estaba en la cúspide de la cadena alimentaria en el sur de Sudamérica», explican los autores del estudio.

El nombre elegido tiene una carga afectiva. El género Joaquinraptor homenajea tanto al hijo del primer autor, el paleontólogo Lucio Ibiricu, como al nombre informal que los investigadores daban a la zona del hallazgo, Valle Joaquín. El epíteto casali honra al científico argentino Gabriel Casal, especialista en geología y paleontología cretácica de la región.

El linaje de los megarraptores

Los megaraptóridos son un grupo de dinosaurios terópodos —los carnívoros bípedos del linaje del Tyrannosaurus rex o del Velociraptor— que se caracterizan por garras gigantes en las manos y brazos musculosos. A diferencia de los tiranosaurios del hemisferio norte, que se apoyaban en mandíbulas poderosas para cazar y sujetar a sus presas, estos depredadores sudamericanos desarrollaron extremidades delanteras para hacer lo mismo.

👉 El linaje es todavía enigmático. Durante años, los paleontólogos han debatido si los megaraptores estaban más emparentados con los alosaurios, depredadores de hocicos enormes, como el Carcharodontosaurus, o si eran parientes primitivos de los tiranosaurios.

El nuevo hallazgo inclina la balanza a un lado, ya que ¡los análisis filogenéticos sitúan al Joaquinraptor dentro de los celurosaurios, como grupo hermano de los tiranosauroideos, aunque con rasgos propios que hablan de una evolución paralela en Gondwana, el gran continente austral.

El Joaquinraptor casali lucía unas garras de gran tamaño con las que podría sujetar y descuartizar a las presas.

El Joaquinraptor casali lucía unas garras de gran tamaño con las que podría sujetar y descuartizar a las presas. Cortesía: Matt Lamanna

Un superviviente hasta el final

Uno de los aspectos más llamativos del Joaquinraptor es su edad geológica. El fósil procede de estratos del Maastrichtiense superior, el último piso del Cretácico, apenas unos cientos de miles de años antes del impacto del asteroide que selló la extinción masiva. Esto convierte al Joaquinraptor casali en el megaraptórido más moderno conocido, y posiblemente en el último representante de su linaje en todo el planeta.

Hasta ahora, los restos más recientes de megaraptores se remontaban a unos millones de años antes, lo que dejaba un vacío en el registro. La presencia de este cazador en las estepas patagónicas revela que los megaraptores sobrevivieron hasta límite Cretácico-Paleógeno (límite K/Pg), y que compartieron ecosistemas con los titanosaurios —los gigantes herbívoros de cuello largo— y con los abelisaurios, los depredadores característicos del Cono Sur.

Características del dinosaurio carnívoro de Patagonia

Los huesos rescatados permiten reconstruir un reptil de unos siete metros de longitud y varios centenares de kilos de peso. El cráneo alargado estaba equipado con dientes afilados pero relativamente bajos, más parecidos a cuchillas que a dagas. Por su parte, el cuello y el tronco estaban recorridos por cavidades neumáticas, adaptaciones que aligeraban el esqueleto y facilitaban la respiración, un rasgo compartido con las aves y otros terópodos avanzados.

👉 Las extremidades delanteras, robustas y provistas de enormes garras, eran el arma distintiva. El húmero y la ulna muestran crestas para la inserción de músculos potentes, lo que sugiere que el animal podía ejercer gran fuerza con los brazos. “«Eran como dagas vivientes, capaces de sujetar y desgarrar», señala el equipo.

El estudio histológico de los huesos revela que el ejemplar tenía al menos 19 años al morir. Las líneas de crecimiento en la tibia y las costillas indican que había alcanzado la madurez sexual, aunque quizá no la madurez somática completa: aún podía haber crecido algo más.

¿Qué comía el Joaquinraptor? Evidencias fósiles de su dieta

Entre los restos del dinosaurio apareció un hueso que no le pertenecía: un húmero de cocodrilo fósil, atrapado entre las mandíbulas del Joaquinraptor. Varias de sus piezas dentarias estaban en contacto directo con ese hueso, que además mostraba posibles marcas de mordida.

Los investigadores interpretan este hallazgo como una evidencia directa de la dieta de los megaraptores. No se trataba de carroñeros oportunistas, sino que cazaban presas grandes y variadas, incluidos cocodrilos. Este descubrimiento ayuda a entender su papel como superdepredadores en los ecosistemas patagónicos.

Este descubrimiento paleontológico también aporta datos sobre cómo se distribuían los grandes depredadores en Sudamérica hacia el final del Cretácico. En las regiones más septentrionales del continente, como Brasil o el norte argentino, dominaban los abelisaurios y algunos terópodos emparentados con los dromeosaurios. En cambio, en la Patagonia central y meridional, los megaraptores eran los amos indiscutibles.

Los autores del estudio sugieren que esta provincialización pudo deberse tanto a diferencias ambientales —climas más áridos en unas zonas, más húmedos en otras— como a barreras geográficas, como mares epicontinentales que fragmentaban el territorio. La Patagonia se habría convertido en un refugio para los megaraptores, que allí prosperaron hasta el final.

Cómo sobrevivieron los megaraptores hasta el final del Cretácico

El éxito de los megaraptores, y en particular del Joaquinraptor, puede deberse a su versatilidad. Su peculiar combinación de cráneo alargado y brazos poderosos les permitía capturar una gran variedad de presas.

Además, las garras no solo servían para cazar: también pudieron emplearse para desgarrar cadáveres o manipular objetos, ampliando sus oportunidades de alimentación.

La presencia de huesos neumáticos en buena parte del esqueleto también apunta a un metabolismo activo y a una fisiología más cercana a las aves modernas que a los reptiles actuales. Esta característica pudo facilitarles resistir cambios ambientales drásticos y moverse con rapidez en busca de presas.

Mandíbulas fósiles de Joaquinraptor junto al hueso de un cocodrilo hallado entre sus dientes, tal como aparecieron en la excavación antes de ser separados en el laboratorio. Cortesía: Ibiricu, L.M., Lamanna, M.C., Alvarez, B.N. et al.

Importancia del hallazgo para la paleontología argentina

El descubrimiento del Joaquinraptor casali no es solo la descripción de una nueva especie. Estamos ante la confirmación de que, hasta el último momento antes de la extinción masiva, la Patagonia fue escenario de una fauna única, distinta de la del resto del continente.

Allí convivían titanosaurios gigantes, cocodrilos, pequeños dinosaurios herbívoros y, en lo alto de la pirámide, los megaraptores.

Con cada nuevo hallazgo, la visión tradicional de los dinosaurios como criaturas lentas y uniformes queda más lejos. Los megaraptores muestran hasta qué punto la evolución puede generar experimentos biológicos singulares: depredadores que no confiaban en mandíbulas colosales, sino en brazos musculosos y garras letales.

El homenaje implícito en el nombre también añade una dimensión humana. Que un paleontólogo decida bautizar a un dinosaurio en honor a su hijo y a un colega fallecido recuerda que la ciencia no es solo acumulación de datos, sino también historias de personas, de pasiones y de memorias compartidas.

«Nombrar un nuevo dinosaurio es un acto científico, pero también profundamente emocional», reconoce Ibiricu. Joaquinraptor casali encarna así tanto el rigor del análisis comparativo de huesos como el afecto de una comunidad científica que trabaja en condiciones muchas veces difíciles, en regiones inhóspitas y con recursos limitados.

La incógnita de los últimos cazadores

Quedan muchas preguntas abiertas. ¿Cómo competían los megaraptores con otros grandes depredadores? ¿Qué factores explican su supervivencia hasta tan cerca del límite K/Pg, cuando otros linajes ya habían desaparecido? ¿Podría haber sobrevivido alguno tras el impacto del asteroide, escondido en regiones remotas?

Por ahora, lo que sabemos es que el Joaquinraptor casali representa el último gran rugido de un linaje que, nacido en Asia y expandido a Australia y Sudamérica, encontró en la Patagonia su refugio final.

Un recordatorio de que la historia de los dinosaurios aún guarda sorpresas, y de que los yacimientos del sur argentino seguirán revelando secretos sobre la vida en el fin del mundo hace 70 millones de años.▪️

  • Fuente: Ibiricu, L. M., Lamanna, M. C., Alvarez, B. N. et al. Latest Cretaceous megaraptorid theropod dinosaur sheds light on megaraptoran evolution and palaeobiology. Nature Communications (2025). DOI: https://doi.org/10.1038/s41467-025-63793-5

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