¿Cuál es el origen del beso? Un estudio sugiere que evolucionó en el ancestro común de humanos y simios hace 21 millones de años
El gesto más íntimo y universal podría no ser un invento humano, sino una herencia remota de nuestros parientes lejanos. Un nuevo estudio sugiere que el beso nació hace más de 21 millones de años, y que los neandertales también manifestaban esta muestra de cariño y amor.
Por Enrique Coperías
Aunque no exista evidencia directa, el análisis comparativo ha permitido estimar que la probabilidad de que se besaran los Homo neanderthalensis es de un 84%. Imagen generada con DALL-E
El gesto parece tan humano como respirar: dos bocas que se buscan, labios que se rozan, un intercambio íntimo que puede ser tierno, apasionado, cariñoso o solemne. Pero el beso —al menos en su forma más básica, un contacto boca con boca sin transferencia de comida ni agresión— podría ser muchísimo más antiguo que nuestra propia especie.
Y no solo eso: puede que no sea un invento cultural, ni una extravagancia humana. Según un estudio publicado en la revista Evolution and Human Behavior, la conducta pudo haber surgido en un ancestro común de los grandes simios hace entre 21,5 y 16,9 millones de años.
El trabajo, firmado por investigadores Matilda Brindle, de la University College de Londres, Catherine F. Talbot, del Florida Institute of Technology, y Stuart West, de la Universidad de Oxford, se propone responder a una pregunta que, pese a su aparente ligereza, abre un debate profundo sobre la biología evolutiva, la conducta social y la historia de los primates: ¿de dónde viene el beso? Y más aún: ¿por qué nos besamos?
Los autores comienzan desmontando una idea muy extendida dentro y fuera de la comunidad científica: que el beso es un comportamiento exclusivamente humano y, además, cultural.
Lo cierto es que el gesto no está presente en todas las sociedades humanas, ya que hay pueblos en los que nunca se ha descrito, pero sí aparece, con variantes sorprendentes, en otros primates, desde los chimpancés hasta los bonobos, pasando por distintos macacos. Incluso se han documentado comportamientos parecidos en otros mamíferos, aves e insectos. El ósculo, lejos de ser una sofisticación de nuestra especie, podría ser una solución evolutiva antigua que ha ido adoptando funciones diversas.
Besos en el reino animal, desde macacos y albatros hasta hormigas y peces. Cortesía: Matilda Brindle, Catherine F. Talbot, Stuart West
Cómo definió la ciencia el «beso» para estudiarlo en primates
Para estudiar una conducta tan cargada de significado cultural, los tres autores del estudio han tenido que empezar por redefinirlo. Nada de romanticismo: besar es, para la ciencia comparada, un contacto oral-oral directo, sin agresión y sin transferencia de comida. Ese filtro elimina, por ejemplo:
✅ La premasticación.
✅ La alimentación boca a boca.
✅ La lucha oral.
✅ La lamida ritual que los perros ofrecen a sus dueños.
Con esa definición estricta, el equipo realizó una revisión de literatura y de archivos audiovisuales para identificar en qué especies de primates se habían registrado besos.
Qué primates se besan: bonobos, chimpancés, orangutanes y algunos macacos
El resultado es más amplio de lo que podría pensarse. Todos los grandes simios salvo el gorila oriental (Gorilla beringei) tienen registros de besos: chimpancés, bonobos, orangutanes, gorilas occidentales y seres humanos. Entre los monos del Viejo Mundo, el beso aparece sobre todo en macacos y babuinos. En muchos de estos casos, el contacto no se da en contextos sexuales, sino como gesto de reconciliación, apaciguamiento o vínculo social.
Los chimpancés, por ejemplo, utilizan un breve beso tenso como parte de su repertorio para calmar conflictos, mientras que los bonobos practican versiones más prolongadas, vinculadas a su vida sexual y social. En orangutanes, aunque menos frecuente, el beso aparece en interacciones afectivas, sobre todo entre madres y crías o individuos del mismo grupo.
Con esos datos, los autores construyeron una base para aplicar métodos comparativos filogenéticos, herramientas que permiten reconstruir cómo surgió y se distribuyó un comportamiento observando su presencia en especies emparentadas.
Un comportamiento de 21 millones de años: el análisis filogenético
El análisis filogenético arroja una conclusión sorprendente: el beso pudo surgir una sola vez en la historia evolutiva de los primates, concretamente en el linaje ancestral de los grandes simios, antes de la separación entre orangutanes, gorilas, chimpancés y humanos. Esto situaría su origen hace más de 20 millones de años, mucho antes de la aparición del género Homo.
Esa reconstrucción deja, sin embargo, un cabo suelto: ¿por qué los gorilas orientales parecen haber perdido el gesto? Es posible que el beso aún exista en esta especie y simplemente no haya sido observado, una hipótesis plausible debido a la escasez de estudios detallados. Pero también cabe la posibilidad de una pérdida evolutiva, si el gesto dejó de cumplir alguna función social.
En el caso de los macacos y otros cercopitecos, el beso podría haber evolucionado de forma independiente varias veces. Aun así, los autores advierten que los datos son insuficientes para afirmarlo con seguridad.
Los autores del estudio rematan su artículo científico con una frase de la actriz Ingrid Bergman: «un beso es un truco encantador diseñado por la naturaleza para detener el habla cuando las palabras se vuelven superfluas». Foto: Cassie Lopez
¿Se besaban los neandertales? Evidencias genéticas y probabilísticas
Una de las partes más llamativas del trabajo es la inferencia sobre los neandertales. Aunque no exista evidencia directa, el análisis comparativo permite estimar la probabilidad de que el Homo neanderthalensis practicara el beso. Y el cálculo es alto: un 84% de probabilidad.
Esta estimación encaja con otra pista independiente: un estudio de 2017 detectó que los neandertales y los humanos antiguos compartían la misma especie de microbio oral, la bacteria Methanobrevibacter oralis, con divergencia reciente entre cepas.
Esa proximidad microbiana implica intercambios orales frecuentes: premasticación, cuidado parental o besos. El nuevo trabajo no demuestra definitivamente el beso neandertal, pero sí refuerza esa posibilidad.
Para qué sirve un beso: hipótesis evolutivas respaldadas por la ciencia
Más allá del origen, el gran interrogante es la función evolutiva de los besos. ¿Por qué conservar un gesto vulnerable y con potencial para transmitir enfermedades? El estudio han barajado estas tres hipótesis:
1️⃣ Selección sexual y evaluación de pareja. En especies con múltiples machos en el sistema de apareamiento, el beso aparece más frecuentemente. Podría servir para evaluar el estado fisiológico, la salud, las señales químicas o el compatibilidad inmunológica.
2️⃣ Regulación social. En primates muy sociales, el beso puede actuar como señal de confianza y como mecanismo para resolver conflictos. En chimpancés, forma parte de rituales de reconciliación; en bonobos, de sus elaborados intercambios sociosexuales.
3️⃣ Vínculo parental y exaptación. Otra hipótesis propone que el beso procede de la premasticación materna, un comportamiento de cuidado ancestral que requiere contacto boca con boca. Desde ahí podría haberse exaptado para funciones afectivas o sociales.
Los autores insisten en que ninguna de estas hipótesis puede darse por confirmada todavía.
Dos bonobos se besan.
Lo que aún no sabemos: lagunas de datos y retos para la investigación
El artículo en Evolution and Human Behavior reconoce varias limitaciones en su empeño por esclarecer el origen de los besos. Estas son las más importantes:
✅ La ausencia de registros no implica ausencia del comportamiento.
✅ Gran parte de las observaciones proceden de primates en cautividad.
✅ Se desconoce la frecuencia real del beso en cada especie.
✅ No se ha diferenciado aún entre los distintos tipos de beso.
Para avanzar, el equipo propone incluir el beso en los etogramas de primates, igual que se hace con el acicalamiento o el juego. Esto permitiría recopilar datos sistemáticos, comparar poblaciones y determinar si el beso es universal o un rasgo cultural aprendido.
Un gesto moderno con raíces profundas en la historia evolutiva
El beso, tal como lo vivimos hoy, está cargado de cultura, emociones, rituales y simbolismo. Pero su raíz podría ser mucho más antigua: un gesto arcaico, útil para la cohesión social y conservado durante millones de años.
Quizá por eso, pese a sus riesgos, sigue con nosotros. Su evolución podría ser un ejemplo perfecto de cómo la biología y la cultura se entrelazan. Un acto que pudo nacer como intercambio sensorial, consolidarse como herramienta para mantener la armonía del grupo y, finalmente, convertirse en esa expresión íntima de afecto que hoy reconocemos.
Y todo ello podría remontarse a un ancestro simio que vivió hace más de veinte millones de años. Cuando besamos, quizás estamos activando un hilo antiguo de nuestra historia evolutiva. ▪️
Fuente: Matilda Brindle, Catherine F. Talbot, Stuart West. A comparative approach to the evolution of kissing. Evolution and Human Behavior (2025). DOI: https://doi.org/10.1016/j.evolhumbehav.2025.106788.

