La Ciudad de los Siete Barrancos: así es Semiyarka, el hallazgo arqueológico que reescribe la historia de la Edad del Bronce en Asia Central

En plena estepa kazaja ha emergido una ciudad planificada de 140 hectáreas que nadie esperaba encontrar. Semiyarka, con su arquitectura monumental y su poderosa industria metalúrgica, obliga a revisar la historia de la Edad del Bronce en Asia Central.

Por Enrique Coperías

Vista aérea del yacimiento de Semiyarka, la Ciudad de los Siete Barrancos, captada por dron, donde se aprecian las estructuras rectilíneas de la antigua ciudad de la Edad del Bronce.

Vista aérea del yacimiento de Semiyarka, la Ciudad de los Siete Barrancos, captada por dron, donde se aprecian las estructuras rectilíneas de la antigua ciudad de la Edad del Bronce. Cortesía: Peter J. Brown.

A veces, la arqueología obliga a revisar de un plumazo lo que creíamos saber sobre un territorio entero. En la vasta llanura kazaja, un paisaje que solemos imaginar poblado por comunidades nómadas, pequeños poblados temporales y rutas estacionales, acaba de emerger un hallazgo que obliga a repensar la vida, la tecnología y la organización social de la Edad del Bronce en Asia Central.

Su nombre moderno es Semiyarka —la Ciudad de los Siete Barrancos— y su dimensión es tan insólita que los propios investigadores hablan ya de un núcleo protourbano que rompe los esquemas tradicionales sobre los pueblos de la estepa.

«Este es uno de los descubrimientos arqueológicos más extraordinarios de esta región en décadas. Semiyarka cambia la manera en que pensamos sobre las sociedades de la estepa —explica la arqueóloga Miljana Radivojević, una de las responsables internacionales del estudio, rn un comunicado de la University College de Londres. Y añade—: Demuestra que las comunidades móviles podían construir y mantener asentamientos permanentes y organizados, centrados probablemente en una industria a gran escala —un auténtico centro urbano de la estepa».

La mayor aglomeración conocida de la estepa kazaja

Localizada sobre un promontorio que domina un estrechamiento del río Irtysh, unos 180 kilómetros al sudeste de Pavlodar, Semiyarka pasó desapercibida hasta comienzos de los años 2000, cuando unas primeras prospecciones identificaron unas misteriosas estructuras rectilíneas visibles incluso desde satélites espía de los años setenta.

Aquellas investigaciones iniciales estimaban que la superficie rondaba las 40 hectáreas, una dimensión notable, pero no extraordinaria. Ahora, una colaboración de arqueólogos kazajos y británicos revela una realidad mucho mayor: la ciudad, fechada hacia el 1600 a. C., se extendía en realidad hasta unas 140 hectáreas, lo que la convierte en la mayor aglomeración conocida de la estepa kazaja para esa época.

Pero no es solo su tamaño lo que sorprende: es su planificación, su arquitectura, y sobre todo, su papel como centro metalúrgico especializado. Un hallazgo que, como señalan los autores, obliga a revisar la imagen de unas comunidades de la estepa supuestamente dispersas, móviles y sin estructuras productivas centralizadas.

Una ciudad donde no debería haber ciudades

La ubicación de Semiyarka parece elegida con precisión estratégica. El Irtysh discurre allí encajonado, lo que habría permitido controlar el tránsito de personas, animales y mercancías que circulaban por la ribera. Desde el aire, las imágenes —primero las tomadas por satélites espía estadounidenses en 1972 y luego las obtenidas por drones— revelan un trazado desconcertante: dos largas filas paralelas de estructuras rectangulares, elevadas aproximadamente un metro sobre el terreno actual, con divisiones internas que sugieren unidades domésticas o familiares.

Entre ambas filas se alza una edificación más grande, orientada casi perfectamente de este a oeste, con la monumentalidad suficiente como para evocar un espacio ritual, ceremonial o administrativo.

Lo extraordinario no es solo la regularidad del diseño, sino su extensión. La planificación urbana, si es que esa palabra puede aplicarse a una ciudad de 3.600 años en plena estepa euroasiática, desafía por completo la imagen de culturas móviles y viviendas dispersas atribuida a los pueblos relacionados con la tradición andronova y, más específicamente, a las culturas Cherkaskul y Alekseevka-Sargary, presentes en el lugar.

Hasta ahora, se consideraba que sus asentamientos permanentes rara vez superaban las 30 hectáreas, y que las comunidades alternaban entre la agricultura incipiente, la ganadería y un nomadismo estacional. Semiyarka ha reventado esa frontera mental: «simplemente, no deberíamos encontrar algo así aquí”» parece decir la geografía.

🗣️ «La escala y la estructura de Semiyarka no se parecen a nada que hayamos visto en la zona de la estepa» —afirma el arqueólogo Dan Lawrence, de la Universidad de Durham, y uno de los firmantes del estudio. Y continúa—: Los recintos rectilíneos y el edificio potencialmente monumental muestran que las comunidades de la Edad del Bronce de esta región estaban desarrollando asentamientos sofisticados y planificados, comparables a los de sus contemporáneos en partes del mundo antiguo consideradas tradicionalmente más urbanas».

Hacha de bronce descubierta en el yacimiento de Semiyarka, testimonio de la metalurgia avanzada de la Edad del Bronce en la región.

Hacha de bronce descubierta en el yacimiento de Semiyarka, testimonio de la metalurgia avanzada de la Edad del Bronce en la región. Cortesía: VK Merz & IK Merz.

El inesperado corazón metalúrgico del Asia Central prehistórico

Si la arquitectura ya era sorprendente, la arqueología de superficie añadió otro ingrediente inesperado: metalurgia a gran escala. En torno al asentamiento aparecieron escorias, minerales, fragmentos de crisoles, gotas metálicas solidificadas y herramientas acabadas. Las muestras analizadas revelan algo aún más extraordinario: la comunidad de Semiyarka producía bronces de alta calidad con contenidos de hasta un 12% de estaño, sin rastro de aleaciones arsenicales o plombíferas.

Esto implica una cadena tecnológica compleja, un abastecimiento sistemático y un control centralizado de la producción que no se asocia habitualmente a grupos de la estepa.

A diferencia de los centros metalúrgicos conocidos del Altái, normalmente situados en zonas montañosas próximas a los yacimientos de cobre y estaño, Semiyarka introduce un elemento nuevo: un gigantesco centro productor situado en plena llanura, lejos de las minas y quizá conectado con redes de intercambio a larga distancia. Todo apunta a que la ciudad no solo consumía metal, sino que lo transformaba y distribuía, quizá actuando como eje de un circuito económico que articulaba a los pueblos de la estepa oriental.

Los investigadores sugieren que, aunque el área analizada mediante geofísica no mostró instalaciones metalúrgicas formalizadas, la dispersión de restos en superficie indica un paisaje productivo distribuido, posiblemente organizado en pequeños talleres o zonas al aire libre, sin estructuras permanentes que dejen huella detectable bajo tierra. Una forma de producción descentralizada dentro de un espacio urbano altamente centralizado: una combinación inesperada.

Gentes, cerámicas y una mezcla cultural inesperada

Las 114 vasijas identificadas por los arqueólogos dibujan un panorama cultural híbrido. El 85% de la cerámica pertenece a la cultura Alekseevka-Sargary, propia de la estepa oriental entre el 1500 a. C. y el 1100 a. C.; el resto corresponde a la cultura Cherkaskul, que surgió en la Siberia Occidental.

Esta mezcla indica movimientos, contactos y posiblemente la integración de grupos diversos dentro de la gran urbe del Irtysh. La ausencia de cerámica Begazy-Dandybaev, que es propia de fases posteriores de la Edad del Bronce en Kazajistán, confirma una cronología inicial en torno al siglo XVI a. C.

🗣️ «He estado estudiando Semiyarka durante muchos años con el apoyo de la financiación nacional de investigación de Kazajistán, pero esta colaboración ha elevado realmente nuestro conocimiento del yacimiento —señala Viktor Merz, descubridor del enclave y coautor del traajo— Trabajar con colegas de la UCL y Durham ha aportado nuevos métodos y perspectivas, y espero con interés lo que revelará la próxima fase de excavación ahora que podemos contar con su experiencia especializada en arqueometalurgia y arqueología del paisaje».

La distribución espacial de los objetos también cuenta una historia. Las piezas de metal aparecen sobre todo en la mitad occidental, mientras que los restos productivos —minerales, escorias, crisoles— se concentran en la zona sudoriental. Esto sugiere una zonificación funcional, otro rasgo impropio de asentamientos de la estepa de la época: una ciudad que diferencia áreas residenciales, zonas de trabajo y espacios ceremoniales.

Más allá de los muros, al este del núcleo monumental se extiende un área de baja densidad artefactual. Podría tratarse de un asentamiento estacional vinculado a actividades agropecuarias, un espacio flexible que complementaría la vida de la ciudad principal. El conjunto dibuja una organización social más compleja de lo esperable en comunidades que tradicionalmente se han conceptualizado como móviles.

Objeto de bronce hallado en el yacimiento de Semiyarka.

Objeto de bronce hallado en el yacimiento de Semiyarka. Cortesía: VK Merz & IK Merz.

Semiyarka como «protociudad»: urbanismo avanzado en la estepa

El investigador kazajo Viktor Mertz ya había descrito en 2017 la posibilidad de que Semiyarka constituyera una protociudad, pero incluso él se quedó corto: el nuevo trabajo amplía el tamaño del asentamiento de 40 a 140 hectáreas, cuadruplicando la estimación original. Si se confirma, Semiyarka sería una de las mayores aglomeraciones urbanas de la Edad del Bronce en toda Asia Central, comparable únicamente a sitios excepcionales como Kent, otro gran asentamiento kazajo estudiado en años recientes.

Las implicaciones son profundas, ya que, por un lado, demuestran que las sociedades de la estepa desarrollaron formas de sedentarismo, planificación urbana y producción centralizada mucho antes de lo que se pensaba. Por otro, obligan a reexaminar la idea de la movilidad como rasgo definitorio: quizá la alternancia entre asentamientos permanentes y ciclos de nomadismo fue más sofisticada de lo que la arqueología superficial había dejado intuir.

Además, el papel de Semiyarka como centro metalúrgico obliga a reconsiderar la economía regional: sugiere redes de distribución de bronce que podrían haber conectado las montañas del Altái con zonas más occidentales de Eurasia, transportando un metal indispensable para armas, herramientas y objetos rituales. En este sentido, la ciudad podría haber sido un nodo clave —hasta ahora invisible— en la revolución tecnológica de la Edad del Bronce en Eurasia.

Los investigadores Dan Lawrence, Miljana Radivojević e Ilya Merz (de izquierda a derecha), sentados en el todoterreno durante los trabajos en el yacimiento.

Los investigadores Dan Lawrence, Miljana Radivojević e Ilya Merz (de izquierda a derecha), sentados en el todoterreno durante los trabajos en el yacimiento. Cortesía: Peter J. Brown.

¿Qué significa Semiyarka para la historia de Eurasia?

Los arqueólogos insisten en que el hallazgo, cuyos detalles recoge la revista Antiquity, es solo el comienzo. Las prospecciones geofísicas han desvelado los muros, pero no sus secretos. Solo excavaciones sistemáticas podrán confirmar la función de las estructuras, la organización social interna, las técnicas metalúrgicas o el alcance exacto de sus redes de contacto.

También será crucial comprender cómo se articulaba la vida cotidiana en un lugar tan grande en plena estepa: ¿vivían allí cientos, quizás miles de personas? ¿Qué forma de gobierno o coordinación social hizo posible una planificación urbana tan ambiciosa?

Lo que está claro es que Semiyarka abre una grieta en un paradigma arqueológico que llevaba décadas vigente. La estepa ya no es solo el hogar de caravanas móviles y pastores errantes: también fue, en algún momento, el escenario de una ciudad planificada, monumental y tecnológicamente avanzada. Una ciudad donde, según todos los modelos previos, sencillamente no debería haber una ciudad.

Y sin embargo, allí está. ▪️

Siguiente
Siguiente

Cómo los científicos han recreado por primera vez la médula ósea humana: un modelo 3D que revoluciona la investigación del cáncer y la sangre