¿Calígula era un experto en medicina? El vínculo oculto entre el emperador romano «loco», la planta eléboro y el turismo médico en la Antigüedad

Un nuevo estudio revela el inesperado conocimiento médico del emperador Calígula y el papel de la ciudad griega de Anticira como centro de salud en el Imperio romano.

Por Enrique Coperías

Recreación artística del emperador Calígula bebiendo una pócima a base de eléboro, planta medicinal usada en la Antigüedad para tratar la epilepsia, la melancolía y los trastornos mentales.

Recreación artística del emperador Calígula bebiendo una pócima a base de eléboro, planta medicinal usada en la Antigüedad para tratar la epilepsia, la melancolía y los trastornos mentales. Investigaciones recientes sugieren que el polémico emperador tenía conocimientos avanzados de farmacología y pudo haber recurrido a este tipo de tratamientos. Imagen generada con DALL-E

Calígula, tercer emperador romano perteneciente a la dinastía Julio-Claudia, que gobernó el Imperio romano desde el año 37 hasta el año 41, ha pasado a la historia como un paradigma de la locura, el despotismo y la crueldad.

Su nombre evoca imágenes de extravagancias imperiales, asesinatos caprichosos y una megalomanía sin límites. Sin embargo, un reciente estudio liderado por miembros del Yale Ancient Pharmacology Program (YAPP) y publicado en la revista Proceedings of the European Academy of Sciences and Arts propone una lectura más matizada —y sorprendente— del personaje: Calígula, afirman los investigadores, era también un conocedor entusiasta de la farmacología antigua y posiblemente tenía un conocimiento sofisticado de plantas medicinales. Entre ellas, el eléboro, una planta herbácea del género Helleborus.

La anécdota del senador y el eléboro

El punto de partida de la investigación es una breve anécdota recogida por el historiador y biógrafo romano Cayo en las Vidas de los doce césares. En ella, un senador romano de rango pretoriano —cuyo nombre no ha llegado hasta nosotros— viaja a la ciudad griega de Anticira, famosa en la Antigüedad por sus tratamientos con eléboro, con la esperanza de curarse de una dolencia no especificada.

Después de un tiempo de tratamiento, solicita al emperador una extensión de su permiso médico. La respuesta de Calígula es brutal y sarcástica: ordena su ejecución, añadiendo que «quien no ha mejorado con eléboro en todo ese tiempo, necesita una sangría».

Para los historiadores, esta frase había sido leída tradicionalmente como una muestra más de la inestabilidad mental del emperador. Pero Trevor S. Luke, profesor de Estudios Clásicos en la Universidad Estatal de Florida, y Andrew J. Koh, investigador del Museo Peabody de Yale y director del YAPP, decidieron analizarla desde otra perspectiva. ¿Y si, lejos de ser una ocurrencia cruel sin sentido, la respuesta de Calígula escondía conocimientos médicos y farmacológicos reales?

Anticira, la «Clínica Mayo» del mundo romano

Ubicada en la región de Fócida, en el centro de Grecia y a orillas del golfo de Corinto, Anticira fue durante siglos un modesto puerto sin relevancia política o económica. Sin embargo, su fama se extendía por todo el mundo grecorromano gracias a un recurso singular: el eléboro.

Esta planta, de uso medicinal en la Antigüedad, era valorada como purgante y se utilizaba para tratar diversas dolencias, desde la epilepsia hasta los trastornos mentales, como la melancolía y la locura. Tal era su prestigio que frases como «¡A Anticara contigo!» eran sinónimo de sugerirle a alguien que necesitaba tratamiento mental.

Andrew Koh, uno de los autores del estudio, resume la fama de la ciudad griega de forma gráfica: «Anticira funcionaba como una especie de Clínica Mayo del mundo romano. Era un destino de turismo médico al que acudían los romanos acaudalados para someterse a tratamientos que no se ofrecían en otros lugares».

El eléboro, sin embargo, no era una planta fácil de manejar. Existen múltiples especies asociadas a su nombre, y en la Antigüedad se empleaba el término para referirse a varias variedades hoy comprendidas dentro de diferentes géneros, como Helleborus (eléboro verdadero) y Veratrum (falso eléboro).

La receta de Plinio y el uso del sesamoides

Además, el uso popular y las identificaciones botánicas cambiaban con el tiempo y entre regiones. De hecho, los investigadores recogieron testimonios de herboristas modernos en Anticira que identifican el elleboro con el saúco menor o yezgo (Sambucus ebulus), una planta distinta de la usada en la Antigüedad.

La preparación de las pociones anticireas era lo que realmente distinguía a este enclave. No tanto por la abundancia del eléboro, que quizá era traído desde zonas más altas, como las laderas del monte Helicón—una montaña de la región de Tespias, en Beocia—, sino por la forma en que se combinaba con otros ingredientes, como la planta sesamoides, que lo hacía más seguro y eficaz.

Los textos de Plinio el Viejo documentan recetas de Anticira con esta mezcla, que se utilizaban para tratar la locura, la epilepsia y la gota.

Una historia de turismo médico y saber botánico

Ya en el siglo I a. C., el conocimiento sobre los tratamientos de Anticira había llegado a Roma. La migración de médicos griegos y el comercio de libros médicos permitió que figuras como Marco Livio Druso (abuelo de la emperatriz Livia) viajaran hasta allí en busca de cura para su epilepsia. Este precedente explica por qué un senador del siglo I d.C., bajo el mandato de Calígula, optaría por hacer lo mismo.

Pero en un giro irónico, el emperador que más tarde lo ejecutó pudo haber tenido sus propios motivos personales para interesarse por el heléboro.

«Creemos que Calígula sufría de varios males que los tratamientos de Anticina estaban diseñados para combatirlos —explica Trevor Luke, autor del estudio junto a Koh. Y continúa—: Hay fuentes que indican que padeció epilepsia, insomnio y tal vez trastornos mentales. Todo esto encaja con los usos medicinales del eléboro en la época».

El eléboro blanco usado en los preparados medicinales de Anticera podría correspondese con la Veratrum album —arroba— en la actualidad.

Calígula: ¿emperador enloquecido o aficionado a la farmacología?

Más allá de su temperamento imprevisible y su historial sangriento, Calígula pudo haber sido un emperador más culto y complejo de lo que la tradición ha querido mostrar.

Los investigadores no buscan redimir su figura, pero sí entender mejor su perfil intelectual. Suetonio, en efecto, dividió su biografía en dos mitades: la del príncipe prometedor y la del monstruo. Pero otras fuentes, como el filósofo judío Filón de Alejandría, lo describen como alguien con un profundo conocimiento de rutas comerciales, navegación y hasta farmacología.

Filón acusa a Calígula de pervertir el arte curativo de Apolo al usarlo para el mal, una acusación que, paradójicamente, refuerza la idea de que el emperador sabía de lo que hablaba. El relato sugiere que Calígula tenía nociones avanzadas sobre plantas medicinales, incluso de venenos, purgantes y antídotos. Esto también estaría motivado por su historia familiar: su madre, Agripina la Mayor, creía firmemente que su esposo Germanico había sido envenenado.

¿Fue realmente una orden de ejecución o un consejo médico?

En el caso del senador de Anticira, el comentario sobre la sangría no sería entonces un mero sarcasmo. Según Luke y Koh, Calígula probablemente conocía el tratado médico De medicina de Celso, que propone la sangría como alternativa al eléboro para tratar la epilepsia.

«Podría ser incluso que Suetonio interpretó mal una indicación médica y la presentó como una orden de ejecución», especula Luke.

Este estudio ejemplifica el potencial de la colaboración entre disciplinas. Por un lado, Luke aporta su especialización en historia antigua y literatura clásica; por otro, Koh lidera la investigación botánica y química en el terreno. Actualmente, el equipo del YAPP analiza muestras de plantas recolectadas en Grecia para estudiar sus propiedades fitoquímicas y contrastarlas con las aplicaciones atribuidas en la Antigüedad.

«Trabajar estrechamente con Trevor, un historiador excepcional, nos da una base humanística sólida para nuestra investigación científica —afirma Koh. A su vez, nuestra investigación científica permite reinterpretar textos antiguos desde una perspectiva más amplia y empírica».

Hhistoria, salud y redescubrimientos farmacológicos

La historia del senador ejecutado en Anticira encierra una riqueza de significados que trascienden la anécdota de un tirano cruel. Revela una red de prácticas médicas antiguas, de circulación de saberes entre culturas y de lugares periféricos que alcanzaron centralidad gracias a su valor terapéutico.

Y, quizá lo más inesperado, nos muestra a Calígula no solo como el lunático que la historia recuerda, sino como un emperador que, entre crímenes y excentricidades, también supo leer tratados médicos, conocer las plantas y —aunque de forma siniestra— aplicarlas.

Hoy, Anticira es una pequeña ciudad pesquera sin rastros evidentes de su glorioso pasado farmacológico. Pero gracias a este estudio y al enfoque interdisciplinar del equipo de Yale y Florida State vuelve a ocupar un lugar destacado en el mapa de la historia de la medicina. Un recordatorio de que el conocimiento —aunque a veces provenga de las sombras de la locura imperial— tiene raíces antiguas que aún hoy podemos desenterrar. ▪️

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