Los biólogos descubren nuevas especies a un ritmo récord, según un estudio global
Nunca antes se habían descrito tantas formas de vida como ahora. Un análisis a escala mundial de casi dos millones de especies concluye que el ritmo de descubrimientos de nuevas formas de vida no solo no se frena, sino que supera con creces al de la extinción.
Entre las aproximadamente 16.000 nuevas especies que se describen cada año, unas 6.000 son insectos. En la imagen, una mosca linterna hallada en la India. Cortesía: John J. Wiens
La idea parecía asentada: la humanidad había pasado ya el gran momento del descubrimiento biológico. A principios del siglo XX, con las grandes expediciones naturalistas y los museos rebosantes de ejemplares, el ritmo de descripción de nuevas especies habría alcanzado su cénit.
Desde entonces —se decía— solo quedaban los restos: unos pocos organismos esquivos, escondidos en rincones remotos o difíciles de estudiar, condenados en muchos casos a extinguirse antes siquiera de ser nombrados. Pero un nuevo análisis global de la biodiversidad desmonta ese relato con datos contundentes: nunca se habían descrito tantas especies nuevas como en las últimas dos décadas.
El estudio, publicado en la revista Science Advances y liderado por investigadores de China y Estados Unidos, ha analizado casi dos millones de especies descritas desde el siglo XVIII hasta el año 2020. Su conclusión principal es tan simple como sorprendent. Así es, el ritmo de descubrimiento de especies está acelerándose, no disminuyendo, y los años con más descripciones de toda la historia se concentran en el siglo XXI. En 2020, el último año analizado, se alcanzó el récord absoluto: más de 17.000 nuevas especies descritas en un solo año.
🗣️ «Algunos científicos han sugerido que el ritmo de descripción de nuevas especies se ha ralentizado y que eso indica que nos estamos quedando sin especies por descubrir, pero nuestros resultados muestran justo lo contrario —afirma John Wiens, profesor de Ecología y Biología Evolutiva en la Universidad de Arizona (Estados Unidos) y autor principal del trabajo. Y añade—: De hecho, estamos encontrando nuevas especies a un ritmo más rápido que nunca».
Este hallazgo contradice directamente estudios influyentes anteriores que situaban el pico de descubrimientos biológicos alrededor de 1900 y sugerían que la mayoría de las especies del planeta ya estaban catalogadas. Aquellas estimaciones alimentaron un debate de fondo en la biología de la conservación: ¿vamos a tiempo de descubrir la biodiversidad antes de que desaparezca? El nuevo trabajo no resuelve del todo esa pregunta, pero sí cambia radicalmente el punto de partida.
Un crecimiento que no se frena
El análisis muestra que el número total de especies conocidas no deja de crecer y que no hay señales claras de estancamiento. Lejos de una curva que se aplana, la gráfica global sigue subiendo con fuerza. De hecho, los ritmos actuales superan ampliamente a los de principios del siglo XX, incluso si se tienen en cuenta las interrupciones históricas causadas por las guerras mundiales, que dejaron una huella visible en la producción científica de la época.
No todos los grupos de organismos se comportan igual, pero el patrón general es claro: los grandes grupos son los que más crecen. Los animales lideran el aumento, seguidos de los artrópodos, los insectos y, dentro de estos, los escarabajos. También destacan los peces con aletas radiadas, el grupo más diverso entre los vertebrados. No se trata solo de que tengan muchas especies, sino de que siguen incorporando miles de nuevas descripciones cada año.
Entre 2000 y 2020, por ejemplo, los animales añadieron aproximadamente un 17% de todas las especies que hoy se conocen en ese grupo. En los escarabajos, esa cifra se acerca al 20%. Son porcentajes llamativos para clados que llevan siglos siendo estudiados y que, en teoría, ya habrían revelado la mayor parte de su diversidad biológica.
🗣️ «La buena noticia es que este ritmo de descubrimiento de nuevas especies supera con creces la tasa de extinción, que hemos calculado en unas diez al año —subraya Wiens, en referencia a otro estudio suyo reciente—. Estos miles de nuevas especies descubiertas cada año no son solo organismos microscópicos, sino que incluyen insectos, plantas, hongos e incluso cientos de nuevos vertebrados».
Una nueva especie de zarigüeya ratón, Marmosa chachapoya, con un hocico y una cola excepcionalmente largos. Cortesía: Pedro Peloso
No todas las ramas de la vida crecen igual
Sin embargo, el estudio también muestra que la historia del descubrimiento biológico es irregular y profundamente desigual. Mientras algunos grupos mantienen o incluso aceleran su ritmo de descripción, otros parecen haber tocado techo hace décadas. Los insectos, en conjunto, alcanzaron su máximo histórico a comienzos del siglo XX y desde entonces se mueven en una meseta relativamente estable. Aves y mamíferos, por su parte, llevan siglos con ritmos bajos y en ligero descenso, lo que sugiere que la mayor parte de su diversidad ya está documentada.
En contraste, hay grupos cuya explosión de descubrimientos de especies es reciente. Los hongos son uno de los casos más claros: su ritmo de descripción se ha disparado en las últimas décadas, impulsado por técnicas moleculares y por el reconocimiento de una diversidad invisible a simple vista. Algo similar ocurre con plantas, arácnidos, crustáceos y varios grupos de vertebrados, como anfibios y reptiles escamosos (lagartos y serpientes).
Estas diferencias reflejan no solo la biología de cada grupo, sino también dónde se ha puesto el foco de la investigación, qué tecnologías están disponibles y qué regiones del planeta se estudian con más intensidad. La biodiversidad, recuerda el estudio, no se descubre de forma neutral: depende de prioridades científicas, financiación, tradición taxonómica y capacidad técnica.
Un futuro con más especies conocidas
Uno de los aspectos más delicados del trabajo es la proyección hacia el futuro. A partir de los ritmos históricos de descripción de especies, los autores estiman cuántas especies podrían conocerse en el año 2400. Son cálculos tentativos, llenos de incertidumbres, pero ofrecen pistas sugerentes. Según estos modelos, el número de especies descritas podría duplicarse en algunos grandes grupos.
Las plantas podrían superar el medio millón de especies conocidas; los hongos, alcanzar más de 300.000 especies; los arácnidos, acercarse a las 750.000. Entre los vertebrados, los anfibios podrían quintuplicar su número actual y los peces con aletas radiadas superar los 100.000. No se trata de cifras definitivas ni de predicciones cerradas, pero sí de un mensaje claro: la biodiversidad conocida todavía tiene un amplio margen de crecimiento.
🗣️ «Como dijo el famoso ecólogo Robert May, si unos extraterrestres nos preguntaran cuántas especies viven en nuestro planeta, no tendríamos una respuesta definitiva —señala Wiens. Y precisa—: Ahora mismo conocemos alrededor de 2,5 millones de especies, pero el número real podría estar en las decenas o cientos de millones, o incluso en los miles de millones más bajos».
Paradójicamente, estas proyecciones son conservadoras en comparación con otras estimaciones del número real de especies que existen en la Tierra. En algunos grupos, como bacterias o protistas, se sospecha que la diversidad total es de millones o incluso miles de millones de especies, muy lejos de las decenas de miles descritas oficialmente. El estudio subraya así una brecha creciente entre biodiversidad real y biodiversidad documentada.
El estudio sugiere que podría haber más de 16.000 especies de reptiles en la Tierra, de las cuales solo unas 12.000 han sido descritas formalmente. En la imagen, una víbora de nariz jorobada de la India. Cortesía: John J. Wiens
El papel de la tecnología y las «especies ocultas»
Buena parte de este nuevo impulso en el descubrimiento de especies se debe a la incorporación de herramientas moleculares. El ADN ha sacado a la luz la existencia de especies crípticas: organismos que parecen idénticos a simple vista pero que, genéticamente, pertenecen a linajes distintos. En algunos grupos de insectos se estima que cada especie descrita podría esconder, de media, varias más.
«En la actualidad, la mayoría de las nuevas especies se identifican a partir de rasgos visibles —explica Wiens. Y añade—: Pero a medida que mejoren las herramientas moleculares, descubriremos muchas más especies crípticas, organismos que solo se pueden distinguir a nivel genético. Esto es especialmente prometedor para revelar una mayor diversidad de bacterias y hongos».
Aun así, los autores del trabajo advierten de que la mayoría de las nuevas especies siguen describiéndose a partir de rasgos morfológicos clásicos, especialmente en plantas y artrópodos. La taxonomía tradicional no ha sido reemplazada, sino complementada. El cuello de botella no es solo tecnológico, sino humano: faltan taxónomos, especialistas capaces de describir y clasificar la vida con el rigor que exige la nomenclatura científica.
¿Más rápido que la extinción?
El gran interrogante permanece en le aire: ¿se están describiendo especies a mayor velocidad de lo que se extinguen? El estudio no ofrece una respuesta definitiva, en parte porque las extinciones no detectadas —las llamadas extinciones oscuras— son difíciles de cuantificar. Oficialmente, solo se han documentado unas 900 extinciones en los últimos 500 años, pero la cifra real podría ser mucho mayor.
Lo que sí muestran los datos es que, pese a la presión humana, la naturaleza sigue revelando una diversidad enorme, incluso en un contexto de crisis climática y degradación ambiental. El descubrimiento de especies no es solo una carrera contra el tiempo, sino también una condición previa para proteger lo que existe. Una especie que no tiene nombre no puede figurar en listas rojas ni beneficiarse de políticas de conservación.
«Descubrir nuevas especies es importante porque no pueden protegerse hasta que están científicamente descritas —añade Wiens—. La documentación es el primer paso de la conservación: no podemos proteger a una especie de la extinción si no sabemos que existe».
Esta lapa de aguas profundas, hallada a 3.053 metros de profundidad en el campo de fuentes hidrotermales Jøtul, prospera en algunos de los entornos más extremos del planeta. Cortesía: The Nippon Foundation–Nekton Ocean Census / Martin Hartley
Una lección de humildad científica
En última instancia, el estudio lanza un mensaje de fondo que trasciende las cifras. La idea de que «ya lo sabemos casi todo» sobre la biodiversidad terrestre es falsa. Incluso en grupos familiares, incluso en regiones bien estudiadas, la vida sigue sorprendiéndonos. Lejos de agotarse, el catálogo del planeta continúa ampliándose a un ritmo sin precedentes.
🗣️ «Todavía estamos solo arañando la superficie de lo que estas especies pueden aportar a la humanidad», recuerda Wiens.
Eso no es motivo para el optimismo ingenuo. Describir más especies no compensa la pérdida de ecosistemas ni detiene la extinción masiva en curso. Pero sí obliga a repensar el relato dominante: no estamos solo ante un mundo que se vacía, sino también ante uno que todavía no conocemos del todo. Y esa ignorancia, paradójicamente, puede ser una de las razones más poderosas para intentar conservarlo.
«Aunque la misión de Linneo para identificar las especies comenzó hace trescientos años, el 15% de todas las especies conocidas se han descubierto solo en los últimos veinte años —sostiene Wiens. Y concluye—: Queda muchísimo por conocer, y cada nuevo descubrimiento nos acerca un poco más a comprender y proteger la extraordinaria biodiversidad de la vida en nuestro planeta».▪️
Información facilitada por la Universidad de Arizona
Fuente: Xin Li et al. The past and future of known biodiversity: Rates, patterns, and projections of new species over time. Science Advances (2025). DOI: 10.1126/sciadv.adz3071

