Karnak: el templo que emergió de las aguas del Nilo
Una nueva investigación revela que el majestuoso templo de Amón-Ra en Luxor nació sobre una isla del Nilo, símbolo viviente de la creación egipcia. La geología del valle y el mito del origen se entrelazaron para dar forma al corazón espiritual del Antiguo Egipto.
Por Enrique Coperías
Construido por sucesivos faraones entre los años 2200 y 360 a.C., el Templo de Karnak, en Luxor, alberga el gran santuario de Amón, varios templos menores, capillas y un lago sagrado. Entre sus principales constructores destacan Hatshepsut, Seti I, Ramsés II y Ramsés III. Cortesía: Dr. Ben Pennington
Por primera vez en siglo y medio de excavaciones, un equipo de arqueólogos, geógrafos y geólogos ha logrado descifrar el paisaje original sobre el que se levantó el templo de Amón-Ra en Karnak, el corazón religioso del Antiguo Egipto.
Sus conclusiones, publicadas en la revista Antiquity, transforman la manera en que entendemos no solo la arquitectura monumental de Tebas, sino también la relación entre los antiguos egipcios y el río que definía su mundo: el Nilo.
El estudio, dirigido por Benjamin T. Pennington, de la Universidad de Southampton (Reino Unido) y Angus Graham, de la Universidad de Uppsala (Suecia), muestra que el gigantesco complejo de Karnak se construyó originalmente sobre una terraza fluvial elevada, un segmento de terreno arenoso esculpido por dos brazos del río Nilo que la convertían en una isla natural.
En la colina de la creación
Este promontorio, que emergía de las aguas entre los años 2600 a. C. y 2100 a. C., habría sido el primer espacio firme en una llanura inundable. Y, según los investigadores, ese entorno físico —un montículo que sobresalía del río— pudo inspirar su elección como el lugar sagrado donde los tebanos erigieron la morada del dios Amón, identificado desde época temprana con Ra, el Sol creador.
La hipótesis es tan poderosa como poética: Karnak nació literalmente como una «colina de la creación». En las antiguas creencias egipcias, el universo comenzó cuando una colina emergió de las aguas primordiales del caos, el Nun.
Los investigadores sostienen que la topografía del lugar encarnaba esa misma imagen: un alto rodeado por canales del Nilo, visible sobre el brillo de las aguas durante la inundación anual. No fue solo un escenario funcional para el culto, sino una metáfora geológica de la cosmogonía egipcia.
«Esta nueva investigación ofrece un nivel de detalle sin precedentes sobre la evolución del templo de Karnak, desde una pequeña isla hasta convertirse en una de las instituciones más definitorias del Antiguo Egipto», explica el geoarqueólogo Ben Pennington, autor principal del estudio e investigador invitado en la Universidad de Southampton.
La isla de Amón: arqueología y geología del origen de Karnak
Hasta ahora, la arqueología había permitido reconstruir con detalle la evolución del templo —sus pilonos, patios, obeliscos y avenidas de esfinges—, pero el entorno natural sobre el que se asentaba seguía siendo un misterio. La nueva investigación, la más exhaustiva jamás realizada en el área, combina 61 sondeos de sedimentos, dataciones mediante luminescencia óptica y decenas de miles de fragmentos cerámicos que han permitido reconstruir la geología y cronología del terreno a más de once metros de profundidad.
El resultado es un mapa tridimensional del subsuelo de Karnak y sus alrededores, una especie de radiografía que muestra cómo el Nilo fue tallando y desplazando sus canales a lo largo de milenios. El equipo ha identificado una base arenosa —la Unidad T— formada por depósitos fluviales de gran energía.
👉 La datación con luminescencia óptica indica que estos sedimentos se estabilizaron hacia 2520 a. C. (±420 años), coincidiendo con el final del Imperio Antiguo. Solo después de esa fecha, cuando los canales se retiraron y el terreno dejó de inundarse, el lugar se hizo habitable.
Sobre esa terraza natural se asentaron los primeros pobladores estables, probablemente durante el Período Intermedio Antiguo (2300 a. C.–2000 a.C.), una época de fragmentación política pero también de intensa creatividad religiosa. Las cerámicas más antiguas halladas en la zona corresponden a esos siglos, y algunas estructuras de adobe indican actividades vinculadas al culto.
De hecho, textos del faraón Intef II, hacia 2050 a. C., mencionan ya un templo dedicado a Ra-Amón en Tebas. Los datos geológicos y arqueológicos encajan: el templo más antiguo de Karnak nació sobre una isla recién emergida del río.
«La antigüedad del templo de Karnak ha sido un tema muy debatido en los círculos arqueológicos, pero nuestras nuevas evidencias establecen un límite temporal para su ocupación y construcción más tempranas», subraya Kristian Strutt, coautor del estudio, también de la Universidad de Southampton.
Toma de muestras de sedimentos en el templo de Karnak, durante la investigación geoarqueológica dirigida por el Dr. Ben Pennington. Cortesía: Dr. Ben Pennington
El Nilo y la expansión del templo: ingeniería sagrada en Luxor
El equipo de Pennington y Graham no se limitó a datar el origen de la terraza. Los sedimentos también cuentan la historia de cómo el paisaje fue cambiando mientras el templo crecía. A lo largo del Imperio Medio y el Imperio Nuevo (entre 2000 a. C. y 1000 a.C.), los brazos del Nilo se desplazaron, se colmataron o fueron modificados por acción humana. En ocasiones, los canales se cegaron de forma natural; en otras, los sacerdotes y constructores intervinieron para ganar terreno al río y ampliar el santuario.
Uno de los hallazgos más llamativos es la detección de un relleno artificial de arena del desierto, de más de tres metros y medio de espesor, vertido deliberadamente en un antiguo cauce fluvial durante la transición entre la dinastía XVII y el inicio del Imperio Nuevo, hacia 1540 a. C.. Esa operación coincidió con la construcción de la gran Sala Hipóstila, el bosque de columnas que aún hoy asombra a los visitantes. Los investigadores interpretan el relleno como una obra de ingeniería religiosa: sellar un canal para estabilizar el suelo y permitir la expansión monumental de Karnak hacia el oeste.
«Los canales fluviales que rodeaban el lugar determinaron cómo y dónde podía desarrollarse el templo, con nuevas construcciones que se levantaban sobre antiguos cauces a medida que estos se colmataban —explica Dominic Barker, otro de los coautores del trabajo. Y añade —: También vemos cómo los antiguos egipcios modelaron el propio río, vertiendo arenas del desierto en los canales, posiblemente para crear nuevo terreno sobre el que edificar, por ejemplo».
A medida que el Nilo se desplazaba hacia esa dirección, la antigua isla fue convirtiéndose en una península, luego en una franja de tierra firme unida al valle. El templo aprovechó cada fase de este proceso natural. Cuando un brazo del río se secaba o se colmataba, los egipcios levantaban sobre él un nuevo patio o pilar. «La expansión del templo siguió el pulso geológico del Nilo», resumen los autores. La geografía dictaba la arquitectura, y la arquitectura respondía, a su vez, con actos simbólicos y prácticos para dominar el entorno.
El Nilo oriental y la pérdida del cauce sagrado
La investigación ha identificado también un gran canal al este del complejo, hoy desaparecido, que fue en su día un importante brazo del Nilo. Durante los primeros siglos de ocupación, ese brazo fluía pegado a la parte oriental de la terraza; allí se situaba, según algunos arqueólogos, la fachada original del templo, orientada hacia la salida del sol.
Con el paso del tiempo, el canal se desplazó hacia el este, dejando atrás una zona pantanosa donde los habitantes de Tebas arrojaban desechos y restos de cerámica. Finalmente, el brazo oriental se colmató durante la época macedónica y ptolemaica (siglos IV–I a. C.), y el Nilo adoptó el curso que conserva hoy, unos quinientos metros más al oeste.
Este hallazgo explica un antiguo enigma: por qué el eje del templo parece cambiar de orientación a lo largo de los siglos. La estructura más antigua miraba al este, hacia el antiguo cauce; las ampliaciones posteriores giraron su eje hacia el oeste, siguiendo el desplazamiento del río. El santuario, literalmente, rotó con el Nilo.
Reconstrucción del paleopaisaje del Templo de Karnak, que muestra la evolución del entorno fluvial desde el inicio del Imperio Medio hasta el final del periodo macedónico-ptolemaico: a) comienzos del Imperio Medio; b) final del Imperio Medio; c) inicio del Imperio Nuevo; d) mitad del Imperio Nuevo; e) final del Tercer Período Intermedio; y f) final del periodo Macedónico/Ptolemaico. Mapa elaborado por los autores.
La geología como mito: el monte primigenio del Antiguo Egipto
Más allá de los datos técnicos, la investigación ofrece una interpretación cultural profunda. La forma y evolución del terreno no solo condicionaron la vida y la arquitectura de Karnak: se integraron en su simbolismo religioso. Los egipcios concibieron la creación del mundo como un proceso geológico:, con la tierra elevándose del agua y la luz surgiendo de la oscuridad.
En el Templo de Amón-Ra, esa imagen se materializaba cada año. Durante la crecida del Nilo, las llanuras circundantes se inundaban y solo la terraza del templo permanecía emergida. Al retirarse las aguas, el montículo reaparecía como si el mundo volviera a nacer. La propia naturaleza del lugar recreaba, cíclicamente, el mito del origen.
«Es tentador sugerir que las élites tebanas eligieron la ubicación de Karnak como morada de una nueva forma del dios creador, Ra-Amón, porque encajaba con la escena cosmogónica de una tierra elevada que emerge del agua circundante», señala Pennington.
En palabras de este geoarqueólogo, «los textos posteriores del Imperio Medio (hacia 1980–1760 a.C.) desarrollan esta idea, con el montículo primigenio surgiendo de las Aguas del Caos.
Durante este periodo, el descenso de la crecida anual habría reproducido esa escena, con el montículo sobre el que se construyó Karnak apareciendo como si se elevara y creciera al retirarse las aguas.
El geoarqueólogo Ben Pennington destaca que el estudio revela «un nivel de detalle sin precedentes sobre la evolución del templo de Karnak, desde una pequeña isla hasta convertirse en una de las instituciones más definitorias del Antiguo Egipto». Cortesía: Dr. Ben Pennington
Una arqueología del terreno: la ciencia que revela la historia del Nilo
El trabajo de campo que sustenta estas conclusiones es de una precisión casi quirúrgica. Los investigadores perforaron decenas de metros de sedimentos con taladros manuales y mecánicos, analizando grano a grano la textura, color y composición de las capas. Cada fragmento cerámico fue fechado y situado en una tipología arqueológica específica del yacimiento.
Con esos datos, elaboraron transectos estratigráficos —secciones verticales que muestran la historia del subsuelo— y reconstrucciones paleogeográficas que cubren seis milenios de evolución fluvial.
Los resultados confirman que el área de Karnak pasó por varias fases:
1️⃣ Un canal activo.
2️⃣ Una terraza elevada.
3️⃣ Un conjunto de islas y barras arenosas que se unieron progresivamente al continente.
En paralelo, el Nilo fue migrando hacia el oeste, un proceso general en la región de Luxor que también afectó a otros templos, como el de Amenhotep III. Según los autores, estos desplazamientos reflejan cambios climáticos y procesos sedimentarios en todo el valle del Nilo, con un punto de inflexión hace unos 4.000 años, cuando el río dejó de excavar su cauce para comenzar a depositar sedimentos.
Redescubrir el origen de Tebas y la conexión con el paisaje sagrado
El estudio no solo reinterpreta el paisaje de Karnak, sino también los orígenes de Tebas como capital religiosa. Lejos de ser una elección azarosa, el emplazamiento de Karnak parece responder a una visión integral del territorio: un punto elevado en medio de las aguas, conectado visualmente con las necrópolis del oeste y alineado con la salida del sol.
Desde allí, los faraones del Imperio Medio y del Imperio Nuevo proyectaron un complejo que no dejó de crecer durante tres mil años, hasta convertirse en el mayor centro de culto del Antiguo Egipto.
El Templo de Amón-Ra fue, en sentido literal y simbólico, una creación de la tierra y del agua. Su historia geológica explica su poder religioso: el dios que emerge del caos encontró su morada en una isla nacida del propio Nilo. En esa conjunción entre naturaleza y creencia —entre geomorfología y teología— reside la grandeza de Karnak, un monumento que todavía hoy parece flotar, inmóvil, sobre el polvo del desierto y las sombras del río.▪️
Fuente: Pennington B. T., Graham A., Masson-Berghoff A. et al. Conceptual origins and geomorphic evolution of the temple of Amun-Ra at Karnak (Luxor, Egypt). Antiquity (2025). DOI: https://doi.org/10.15184/aqy.2025.10185