Pensamientos que agotan: cómo la mente en bucle erosiona la autoestima y alimenta el «burnout» en los estudiantes
Un nuevo estudio advierte de que los pensamientos negativos repetitivos pueden ser el eslabón invisible entre la baja autoestima y el agotamiento académico. La mente, atrapada en su propio bucle, se convierte en el motor silencioso del burnout estudiantil de los universitarios.
Por Enrique Coperías
“Voy a suspender”, “no he estudiado lo suficiente”: frases que resuenan en la mente de miles de estudiantes. La ciencia confirma que este diálogo interno, negativo y repetitivo, actúa como puente entre la baja autoestima y el burnout académico. Foto: Foto: Yap
En plena temporada de exámenes, muchos estudiantes universitarios viven atrapados en una secuencia mental que se repite una y otra vez: “no he estudiado lo suficiente”, “voy a suspender”, “todos los demás lo hacen mejor”.
Esos pensamientos negativos repetitivos, tan familiares como insidiosos, no solo reflejan la ansiedad ante la evaluación: según una nueva investigación publicada en la revista Communications Psychology, podrían ser el eslabón que conecta la baja autoestima con el agotamiento académico, una de las formas más extendidas del llamado burnout.
El estudio, dirigido por Malin Brueckmann y su equipo en la Universidad de Bielefeld (Alemania), ha observado durante cuatro semanas a un grupo de 96 universitarios mientras atravesaban el periodo más exigente del curso. A través de una metodología conocida como evaluación ecológica momentánea, que consiste en recoger datos en tiempo real, varias veces al día, los investigadores lograron hacer una radiografía casi continua de la vida emocional de los participantes:
✅ Su autoestima.
✅ El grado de rumiación o preocupación que experimentaban.
✅ Sus niveles de agotamiento físico y mental.
Los resultados son tan precisos como inquietantes: cuando la autoestima cae, los pensamientos negativos se intensifican; esos pensamientos, a su vez, amplifican la sensación de cansancio y desmotivación. Pero el proceso también se da en sentido inverso: el agotamiento diario conduce a más pensamientos negativos y a una autoestima cada vez más frágil. «Parece un círculo vicioso que puede perpetuar el malestar psicológico», explican los autores en el artículo.
Una epidemia silenciosa en las aulas
El burnout académico —una forma de agotamiento emocional y cognitivo vinculada a las exigencias del estudio— afecta, según cifras recientes, a cerca del 30% de los universitarios alemanes. La cifra no es muy distinta en otros países europeos. Las consecuencias son graves: bajo rendimiento, abandono, ansiedad, depresión y una sensación persistente de fracaso personal.
«Es el resultado de una exposición prolongada a demandas que percibimos como incontrolables —explica Sakari Lemola, coautor del estudio y especialista en psicología de la salud. Y añade—: Y en la universidad, esas demandas se concentran en los exámenes, donde el rendimiento se mide en términos cuantificables y la autovaloración se pone a prueba cada día».
Tradicionalmente, la investigación sobre el burnout se ha centrado en el ámbito laboral. Solo en los últimos años se ha trasladado al contexto educativo, donde las presiones son similares: largas horas de trabajo, expectativas externas, miedo al fracaso y falta de recuperación emocional. Pero este nuevo estudio aporta una novedad crucial: más allá de las condiciones externas, los factores internos —cómo pensamos sobre nosotros mismos y cómo gestionamos esos pensamientos— desempeñan un papel determinante.
Cuando la autoestima se debilita, la mente repite el mismo error
La autoestima, entendida como la evaluación subjetiva que cada persona hace de su propio valor, actúa como una reserva psicológica. Según la teoría de la conservación de los recursos, propuesta por el psicólogo Stevan Hobfoll, el estrés surge cuando los recursos personales —energía, tiempo, confianza— se perciben en peligro.
En este marco, la autoestima funciona como un amortiguador frente a la presión. «Quienes mantienen una autoimagen positiva afrontan los retos con más flexibilidad; en cambio, quienes dudan de su valía tienden a interpretar las dificultades como pruebas de su incompetencia», explica Brueckmann.
Los estudiantes con baja autoestima, añade el estudio, son más propensos a rumiar: a dar vueltas mentalmente a los errores, las carencias o los temores. Esa rumiación —un pensamiento repetitivo, autocrítico y difícil de detener— consume recursos cognitivos y emocionales. Y al mantener la mente anclada en los fracasos del pasado o en las amenazas del futuro, impide una recuperación real del estrés académico.
«Cuando los pensamientos negativos se convierten en un bucle, el cerebro no desconecta; incluso durante el descanso o antes de dormir, sigue procesando el mismo material emocional», apunta Lemola.
Cuanto más rumia un estudiante, más se agota. Y cuanto más agotado está, más tiende a rumiar: un ciclo mental que erosiona la autoestima y alimenta el burnout. Foto: Woody Yan
Rumiación y preocupación: el insomnio cognitivo del estudiante moderno
El equipo alemán midió dos formas de pensamiento negativo: la rumiación diurna, centrada en errores o carencias; y la preocupación nocturna antes de dormir. Ambas demostraron tener un papel mediador entre la autoestima y el burnout académico: parte del efecto protector de una autoestima alta se debe a que reduce la frecuencia e intensidad de esos pensamientos.
En términos numéricos, la mediación fue notable. Aproximadamente un 40% del vínculo entre autoestima y agotamiento podía explicarse por la interferencia de los pensamientos repetitivos. Es decir, la mitad del camino que va del “me siento capaz” al “me siento agotado” pasa por la capacidad —o incapacidad— de detener la mente.
Los investigadores también detectaron un fenómeno de retroalimentación. Cuando el estudiante se siente exhausto, tiende a pensar más en sus fracasos o a preocuparse por su rendimiento, lo que debilita aún más su autoestima.
«No se trata de un proceso lineal, sino de un circuito que se alimenta a sí mismo —resume Brueckmann—. La baja autoestima favorece la rumiación, la rumiación alimenta el agotamiento y este, a su vez, erosiona la autoestima».
Autoestima inestable: un riesgo añadido para la salud mental universitaria
Un hallazgo adicional del estudio fue el papel de la inestabilidad de la autoestima, es decir, las oscilaciones diarias en la percepción de uno mismo. Los participantes con una autoestima más volátil —que pasaban fácilmente de sentirse competentes a sentirse fracasados— mostraban mayor vulnerabilidad. En ellos, la relación entre preocupación y agotamiento era más intensa.
«Las personas con autoestima inestable parecen beneficiarse menos de los momentos de autoconfianza —señalan los autores—. Incluso cuando se sienten bien, esa sensación dura poco y no logra frenar la preocupación».
Este resultado coincide con investigaciones previas que asocian la autoestima inestable con una mayor reactividad emocional y fisiológica. Ante un contratiempo, quienes dependen de validaciones externas o resultados inmediatos reaccionan con más ansiedad y autocrítica. En contextos académicos, esa hipersensibilidad puede transformarse en un terreno fértil para el agotamiento psicológico.
Un laboratorio natural para estudiar el estrés diario
El diseño metodológico del estudio es otro de sus puntos fuertes. A diferencia de las encuestas retrospectivas, que dependen de la memoria o de percepciones generales, la evaluación ecológica momentánea permite captar la experiencia tal como ocurre. Los participantes respondían tres veces al día, desde sus teléfonos, a preguntas sobre cómo se sentían en ese momento.
Así, el equipo pudo analizar tanto las diferencias entre personas (quién tiene más tendencia a rumiar o a sentirse agotado) como las variaciones dentro de cada individuo (qué ocurre cuando la autoestima sube o baja a lo largo del día).
«Esta aproximación nos permite observar los procesos psicológicos en movimiento, casi en directo —explica Justin Hachenberger, coautor del trabajo—. Sabemos que los promedios esconden mucha variabilidad: alguien puede tener una autoestima globalmente alta, pero experimentar días de duda intensa. Esas oscilaciones son las que realmente importan para entender cómo se desencadena el agotamiento».
Cómo romper el bucle del pensamiento negativo
Las implicaciones prácticas del hallazgo son claras. Si los pensamientos negativos repetitivos son el mecanismo que une la baja autoestima con el burnout, intervenir sobre ellos puede ser clave.
Estrategias como la atención plena (mindfulness), la reestructuración cognitiva y el entrenamiento en autocompasión podrían ayudar a cortar el ciclo. «El objetivo no es eliminar los pensamientos negativos, sino evitar que se conviertan en un hábito», resume Lemola.
Además, el estudio sugiere que los programas de prevención del burnout deberían combinar el fortalecimiento de la autoestima con técnicas para reducir la rumiación. Las intervenciones psicológicas basadas en la aceptación y el compromiso, o en la regulación emocional, han mostrado eficacia en contextos similares. También podría ser útil incorporar microintervenciones digitales, como recordatorios o ejercicios breves durante el día, para ayudar a los estudiantes a reconectar con una visión más amable de sí mismos.
En una cultura que glorifica el rendimiento, la autoestima se vuelve frágil. Romper el ciclo del pensamiento negativo exige aprender a descansar y aceptar la imperfección. Foto: Vitaly Gariev
Más allá del aula: una lección sobre el agotamiento moderno
Aunque el estudio se centró en estudiantes universitarios, los autores creen que el mecanismo identificado podría extrapolarse a otros contextos, como el laboral o el sanitario, donde el burnout es también una preocupación creciente.
«Las profesiones de ayuda —docencia, enfermería, psicología— comparten esa exposición constante a la evaluación y la autoexigencia —señala Brueckmann—. En todos esos casos, el modo en que pensamos sobre nosotros mismos puede ser tan determinante como la carga de trabajo».
Los investigadores advierten, sin embargo, que su muestra estuvo compuesta mayoritariamente por mujeres jóvenes y que los resultados deben replicarse en grupos más diversos. Tampoco midieron directamente la desconexión emocional o la pérdida de eficacia, otras dimensiones clásicas del burnout. Pero los patrones observados son coherentes con la teoría: la fatiga emocional aparece primero y, si se mantiene, arrastra el resto.
Conclusión: pensar menos, descansar más
El estudio de Brueckmann y sus colegas no solo aporta datos; también nos recuerda algo esencial sobre la naturaleza del agotamiento moderno. En un mundo que glorifica el rendimiento y mide el valor personal en notas, métricas o productividad, la autoestima se convierte en un bien frágil. Cuando falla, la mente llena el vacío con pensamientos negativos repetitivos que giran sobre sí mismos. Y cuanto más gira, más se agota.
Romper ese ciclo exige reconocer que el descanso mental es tan importante como el físico. Significa aprender a dejar de pensar cuando el pensamiento no soluciona nada. Como escribió el psiquiatra estadounidense Aaron Beck, pionero de la terapia cognitiva, «no son los acontecimientos los que nos derrotan, sino la interpretación que hacemos de ellos». En la vida universitaria —y quizá en la sociedad contemporánea en general—, esa interpretación se traduce en una conversación interior que, si no se interrumpe, puede consumirnos lentamente.
El hallazgo de que los pensamientos negativos repetitivos median la relación entre autoestima y agotamiento no es solo un dato estadístico: es una llamada a la autoconciencia. Entender que el enemigo no siempre está fuera, sino dentro, es el primer paso para salir del bucle. ▪️
Fuente: Brueckmann, M., Hachenberger, J., Wild, E. et al. Repetitive negative thinking mediates the relationship between self-esteem and burnout in an ecological momentary assessment study. Communications Psychology (2025). DOI: https://doi.org/10.1038/s44271-025-00318-2