La amenaza silenciosa de la nueva era espacial: cómo los lanzamientos de cohetes podrían frenar la recuperación de la capa de ozono
La nueva carrera espacial podría tener un precio inesperado: frenar la recuperación de la capa de ozono. Un estudio alerta que los lanzamientos de cohetes están dejando una huella química en la atmósfera que no podemos ignorar.
Por Enrique Coperías
Lanzamiento del cohete Falcon Heavy de SpaceX, en febrero de 2018. Foto: SpaceX
Desde hace medio siglo, el agujero en la capa de ozono ha sido un símbolo de nuestra capacidad para alterar la atmósfera —y también, quizá, una de nuestras pocas victorias medioambientales globales.
El Protocolo de Montreal, firmado en 1987, logró una hazaña sin precedentes: frenar la emisión de clorofluorocarbonos (CFC) y otros compuestos destructores del ozono, lo que permitió que esta barrera natural contra la radiación ultravioleta comenzara a regenerarse. Pero mientras el mundo celebraba este progreso, una nueva amenaza comenzaba a despegar—literalmente—desde plataformas de lanzamiento alrededor del planeta.
Un estudio internacional, liderado por la climatóloga Laura Revell desde la Universidad de Canterbury, en Nueva Zelanda, advierte de que el auge de la industria espacial comercial podría ralentizar, e incluso revertir, la recuperación de la capa de ozono. Publicado en la revista npj Climate and Atmospheric Science, el trabajo emplea modelos climáticos de última generación para simular los efectos que tendrá el ritmo creciente de lanzamientos espaciales sobre la estratosfera de aquí al año 2030.
Los resultados son tan claros como un día de sol: si no se toman ya medidas, los cohetes espaciales podrían convertirse en los nuevos CFC del siglo XXI.
El boom de los lanzamientos y el auge de «New Space»
La última década ha sido testigo de una revolución en la exploración espacial. Lo que antes era dominio exclusivo de agencias estatales como la NASA (Estados Unidos) y Roscosmos (Rusia), hoy se encuentra protagonizado por una constelación de compañías privadas, como SpaceX, Blue Origin y Rocket Lab, que lanzan cohetes espaciales con una cadencia sin precedentes. Solo en 2024, se realizaron 258 lanzamientos orbitales, un récord que se espera superar ya en 2025.
El motor de esta expansión es el llamado New Space, un ecosistema de empresas que compite por colocar miles de satélites en órbita baja (LEO). Estos enjambres de satélites, que forman megaconstelaciones para ofrecer internet global o servicios de observación terrestre, requieren no solo lanzamientos masivos para su despliegue inicial, sino también un constante reemplazo de unidades, debido a su limitada vida útil en órbita.
Esta explosión en el número de lanzamientos espaciales tiene un costo que hasta ahora había sido poco evaluado: la inyección de sustancias químicas y partículas contaminantes en la atmósfera superior, justo donde se encuentra la vulnerable capa de ozono.
Los cohetes y su carga invisible: cloro y carbono negro
Cada vez que un cohete espacial atraviesa la estratósfera rumbo al espacio, deja tras de sí una estela de emisiones contaminantes. Según el estudio, estas incluyen dióxido de carbono (CO₂), vapor de agua, óxidos de nitrógeno (NOx), partículas de aluminio (alúmina), carbono negro y, lo más preocupante, compuestos de cloro reactivo.
Especialmente problemáticos son los cohetes con motores sólidos (SRM), como los boosters de los lanzadores pesados, ya que emiten ácido clorhídrico (HCl) que se convierte en cloro reactivo en la estratósfera. Este cloro actúa como un catalizador que destruye moléculas de ozono, un proceso bien conocido desde la era de los CFC.
Otro protagonista inesperado es el citado carbono negro, una partícula ultrafina que también se libera en los lanzamientos y que tiene un doble efecto nocivo: calienta la estratósfera, al absorber radiación solar, y altera las corrientes atmosféricas, lo que favorece indirectamente la pérdida de ozono.
La adopción del Protocolo de Montreal marcó un punto de inflexión crucial al reducir drásticamente la emisión de CFC a la atmósfera. Sin embargo, la recuperación total de la capa de ozono tomará aún varias décadas. Cortesía: ESA
¿Qué dice la ciencia? Los dos escenarios
El equipo de Revell modeló dos escenarios para 2030:
✅ Escenario conservador: con 884 lanzamientos anuales (equivalente a uno semanal por cada gran sitio de lanzamiento activo).
✅ Escenario ambicioso: con 2040 lanzamientos por año (uno cada 72 horas).
Los resultados en ambos casos distan de se alentadores. En el escenario ambicioso, la capa de ozono global se reduce un 0,29% en promedio. En el hemisferio sur, donde el transporte atmosférico lleva las emisiones hacia la Antártida, las pérdidas en primavera llegan al 3,9%.
Aunque estos valores puedan parecer pequeños, equivalen a revertir décadas de recuperación. Para ponerlo en contexto, los incendios forestales de Australia en el periodo 2019–2020 causaron una pérdida temporal del 3%–5% del ozono en el hemisferio sur. Pero, a diferencia de esos eventos puntuales, los lanzamientos espaciales son sistemáticos y continuos.
En el escenario conservador, las pérdidas son algo menores, pero aún relevantes: una disminución global del 0,17%. Lo alarmante es que esta previsión ya podría ser superada antes de 2030, dadas las tendencias actuales.
Cloro y carbono negro, los los villanos confirmados
En palabras de Revell, el estudio no deja lugar a dudas: la principal causa de destrucción del ozono es el cloro emitido por los motores sólidos, seguido por el carbono negro. Los modelos muestran que, aunque las emisiones de óxidos de nitrógeno y vapor de agua también aumentan, sus impactos son marginales comparados con los otros dos compuestos:
✅ El cloro emitido en el hemisferio norte viaja hacia el sur a través de la circulación de Brewer-Dobson —un movimiento de aire en la estratósfera que transporta gases desde los trópicos hacia los polos—, acumulándose en la estratósfera antártica, donde las condiciones invernales favorecen su transformación en compuestos aún más reactivos.
✅ Por su parte, el carbono negro calienta la estratósfera en verano hasta un grado centígrado, modificando los patrones de viento y acelerando la destrucción del ozono por mecanismos indirectos.
¿Qué soluciones propone la ciencia?
Los investigadores sugieren varias medidas para equilibrar el desarrollo espacial con la protección ambiental:
1️⃣ Tecnológicas:
Minimizar o eliminar el uso de motores sólidos.
Desarrollar propulsión limpia con bajas emisiones de cloro y carbono negro.
Medir y reportar emisiones desde el diseño de los cohetes.
2️⃣ Regulatorias:
Crear normativas internacionales que limiten emisiones a la estratósfera.
Usar instrumentos económicos: cuotas, permisos o impuestos sobre emisiones.
Coordinar políticas ambientales con crecimiento industrial espacial.
El primer lanzamiento orbital comercial desde Europa continental fracasó el 30 de marzo de 2025. El cohete Spectrum, de la firma alemana Isar Aerospace, despegó desde Andøya (Noruega), pero perdió el control tras 20 segundos y cayó al mar. Cortesía: Isar Aerospace
Un desafío global con impacto planetario
Los lanzamientos espaciales son actividades localizadas—ocurren en unos pocos puntos del planeta—pero sus efectos se sienten a escala global. Esta asimetría plantea retos regulatorios importantes. Por ejemplo, si los contaminantes se mezclan rápidamente en ciertas regiones, podría tener sentido establecer límites globales; en otras zonas, quizás convenga regular sitio por sitio.
El estudio también señala la necesidad de considerar otros factores emergentes, como el reingreso de satélites y cohetes reutilizables, que también pueden liberar óxidos de nitrógeno y alúmina al quemarse en la atmósfera.
Con la proliferación de megaconstelaciones, se espera que miles de satélites reingresen cada año, aumentando aún más la carga química sobre la estratósfera.
¿Un nuevo Protocolo de Montreal para el espacio?
Así como el Protocolo de Montreal logró revertir una crisis ambiental que parecía irreversible, el desafío que plantea la era de los cohetes espaciales exige una respuesta ambiciosa y coordinada. La diferencia es que esta vez estamos a tiempo.
«Crear un futuro que apoye tanto el crecimiento de la industria espacial como la protección de una parte crítica de la biosfera será digno de los sueños que nos llevaron al espacio», concluyen los autores.
La exploración espacial es una de las grandes aventuras de la humanidad. Pero si no somos cuidadosos, podríamos estar debilitando, sin saberlo, el escudo natural que protege la vida en la Tierra. ▪️
🔍 Preguntas frecuentes
🚀 ¿El lanzamiento de cohetes afecta la atmósfera?
Sí. Emite partículas y gases que afectan la capa de ozono y contribuyen al calentamiento estratosférico.
🚀 ¿Los satélites también contaminan?
Su reentrada libera alúmina y óxidos de nitrógeno. El efecto podría crecer con las mega-constelaciones.
🚀 ¿Existen cohetes menos contaminantes?
Algunos cohetes usan metano y oxígeno líquido (methalox), que emiten menos contaminantes. Su impacto aún se estudia.
🚀 ¿Qué dice la ONU o la NASA sobre esto?
La preocupación ha aumentado. El informe científico de la ONU (WMO/UNEP 2022) ya advertía sobre el tema.
Fuente: Revell, L.E., Bannister, M.T., Brown, T.F.M. et al. Near-future rocket launches could slow ozone recovery. npj Climate and Atmospheric Science (2025). DOI: https://doi.org/10.1038/s41612-025-01098-6