La araña que mata a su presa cubriéndola con seda supertóxica

Las arañas de la familia Uloboridae han renunciado al veneno... pero no a matar. Su arma secreta: fluidos digestivos tan tóxicos como letales con los que impregnan la seda con la que envuelven a la presa.

Por Enrique Coperías

Ejemplar de araña Uloborus plumipes. A diferencia de la mayoría de las arañas, esta no tiene glándulas de veneno. Para capturar a sus presas, teje una telaraña horizontal y las envuelve meticulosamente con seda, aplicando fluidos digestivos tóxicos para inmovilizarlas y digerirlas externamente. Esta estrategia la convierte en un fascinante ejemplo de caza sin veneno en el mundo arácnido. Foto: AJC1 - January Sales

Durante millones de años, el veneno ha sido una herramienta letal y sofisticada que permitió a las arañas dominar el arte de la caza. Sin embargo, un grupo de arácnidos desafía este patrón: las arañas de la familia Uloboridae, que carecen por completo de glándulas venenosas.

Entonces, cabe preguntarse cómo logran entonces los ulobóridos capturar y matar a sus presas. Un equipo internacional de científicos ha investigado este misterio y ha revelado que, aunque han perdido su ponzoña, estas arañas no han renunciado a la toxicidad para hacerse con el alimento.

Las arañas que perdieron el veneno, pero no la toxicidad

A diferencia de la mayoría de las arañas, que inyectan veneno a sus presas a través de sus quelíceros, que son estructuras similares a colmillos ubicadas en la parte frontal de su cabeza, los ulobóridos emplean un método más elaborado: envuelven a sus víctimas en grandes cantidades de seda y luego las empapan con fluidos digestivos.

Esta estrategia, aunque más lenta, resulta igual de eficaz para matar a sus presas, como demostró un estudio previo con hormigas: las que entraban en contacto con estos fluidos morían, mientras que las que no, sobrevivían.

Esto llevó a los investigadores a preguntarse si, en lugar de desaparecer por completo, los componentes tóxicos del veneno se habrían reubicado en otros fluidos corporales, como los digestivos.

Sin glándulas venenosas, pero con armas bioquímicas

El estudio, liderado por Giulia Zancolli, del Departamento de Ecología y Evolución, en Universidad de Lausana (Suiza), combinó análisis anatómicos, genómicos y funcionales en ejemplares de Uloborus plumipes, una araña común en invernaderos de Europa, África, Yemen, Pakistán o Filipinas.

Mediante microscopía electrónica y cortes histológicos, los científicos confirmaron que estas arañas no poseen glándulas de veneno ni conductos en sus colmillos: donde otras especies almacenan toxinas, los ulobóridos tienen solo músculos.

Sin embargo, al analizar el ARN de diferentes tejidos, hallaron que el sistema digestivo de estas arañas produce numerosos compuestos similares a los venenos clásicos de otras especies. De hecho, los investigadores identificaron más de un centenar de transcripciones génicas que dirigen la síntesis de proteínas con características tóxicas.

Quelíceros o colmillos de las arañas Uloborus plumipes y Parasteatoda tepidariorum.

Quelíceros o colmillos de las arañas Uloborus plumipes y Parasteatoda tepidariorum. La primera (A) posee pequeños orificios en la punta de los colmillos (flechas negras en la imagen ampliada). A modo de comparación, Parasteatoda tepidariorum (B) posee una abertura en forma de aguja del conducto del veneno en la punta de los colmillos. Cortesía: Giulia Zancolli et al.

Un cóctel pozoñoso en el intestino

Las toxinas identificadas se expresaban predominantemente en el intestino medio de estas arañas. Entre ellas se encontraban metaloproteinasas y serín-proteasas —enzimas que descomponen proteínas—, además de péptidos neurotóxicos, similares a los encontrados en arañas venenosas.

Una de las toxinas más llamativas fue una defensina, una pequeña proteína también presente en escorpiones y conocida por bloquear los canales de potasio en las células nerviosas.

A pesar de su potencial neurotóxico, las pruebas funcionales mostraron que los extractos intestinales de Uloborus plumipes no bloqueaban ni los canales de sodio ni los de potasio —los objetivos típicos de muchas neurotoxinas—, lo que sugiere que estas toxinas podrían actuar sobre otros blancos biológicos, aún no identificados.

Tan mortales como sus primas venenosas

Para comprobar el efecto real de estos fluidos, los científicos inyectaron extractos del intestino medio de Uloborus plumipes en moscas de la fruta de la especie Drosophila suzukii. El resultado fue contundente: dosis mínimas fueron suficientes para matar a más del 50% de las moscas en menos de una hora.

Y lo más sorprendente: este efecto fue comparable al producido por los fluidos digestivos de una araña venenosa, en concreto de la araña de patas largas de casa común (Parasteatoda tepidariorum), una especie cosmopolita que se distribuye en gran parte del mundo.

Esto sugiere que, en los ulobóridos, los fluidos digestivos tóxicos no son solo para digerir, sino también para inmovilizar y matar a la presa.

La defensina: un candidato tóxico estrella

Una de las piezas clave del estudio es la defensina expresada en el intestino de Uloborus plumipes. Aunque este tipo de moléculas son bien conocidas por su función antimicrobiana, en escorpiones algunas variantes han evolucionado hasta convertirse en neurotoxinas.

En esta araña, los investigadores encontraron una copia de este gen altamente expresada en el intestino, lo que sugiere que podría haber adquirido una función tóxica. Modelos tridimensionales predicen que su estructura se asemeja a la de las defensinas neurotóxicas halladas en otras especies.

Curiosamente, esta misma familia de genes aparece en el veneno de arañas cazadoras, como las del género Cupiennius, lo que refuerza la idea de un posible origen común y de una posterior diversificación funcional.

¿Evolución inversa o adaptación ingeniosa?

Pero, ¿por qué perder algo tan eficaz como el veneno? Este caso representa un fascinante ejemplo de evolución adaptativa. A pesar de la pérdida del sistema de veneno inyectable, las arañas de la familia Uloboridae han conservado —e incluso potenciado— su arsenal bioquímico en otro contexto: el sistema digestivo.

Esto plantea preguntas fundamentales sobre la evolución de las toxinas en arañas y si su origen estuvo originalmente relacionado con la digestión, antes de especializarse como venenos. El proceso evolutivo pudo ocurrir de la siguiente manera:

1️⃣ Las toxinas habrían aparecido primero en el aparato digestivo como herramientas para descomponer presas.

2️⃣ Con el tiempo, estas moléculas fueron reclutadas por las glándulas de veneno en la mayoría de las arañas modernas.

3️⃣ Los ulobóridos serían un caso de evolución a la inversa: en vez de especializarse en veneno, volvieron a usar estas moléculas en su contexto original digestivo.

A diferencia de otras arañas venenosas, las de la familia Uloboridae no inyectan toxinas, sino que envuelven a su presa en seda y la empapan con fluidos digestivos tóxicos, paralizándola desde el exterior. Cortesía: Michael Hohner

Relevancia ecológica y biomédica

Este descubrimiento tiene implicaciones no solo evolutivas, sino también biotecnológicas. Las toxinas no venenosas, como las que usa Uloborus plumipes, podrían representar una fuente alternativa de moléculas bioactivas con potencial uso en el desarrollo de insecticidas biológicos, medicamentos o herramientas para la neurobiología.

Además, esta investigación abre la puerta a reexaminar el papel de los fluidos digestivos en otras especies de arañas venenosas, muchas de las cuales también muestran toxinas en sus secreciones digestivas, aunque en menor proporción.

Conclusión: el veneno no es el único camino

Las arañas Uloboridae demuestran que la evolución de la toxicidad en artrópodos puede adoptar caminos inesperados. Aunque no poseen veneno en los colmillos, han desarrollado una estrategia igualmente efectiva: transformar sus fluidos digestivos en un cóctel letal.

Esta combinación de eficiencia biológica y ahorro energético convierte a los ulobóridos en un ejemplo fascinante de innovación evolutiva. ▪️

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