La paradoja de la duda: por qué dudar de ti mismo puede hacerte más fuerte
Cuando tus dudas te frenan, cuestionarlas puede convertirse en el impulso que necesitas. Un nuevo enfoque psicológico revela cómo «dudar de la duda» puede reforzar tu compromiso con aquello que más deseas.
Por Enrique Coperías
¿Y si el problema no fueran tus dudas, sino la fe que depositas en ellas? La psicología muestra que poner en jaque a tus propias vacilaciones puede reactivar la motivación cuando más lo necesitas. Foto: Afif Ramdhasuma
Tenemos una relación ambigua con la duda. La solemos imaginar como un freno, una señal de alarma que nos invita a detenernos, revisar o incluso desistir de aquello que tenemos entre manos. Pero ¿y si fuese también un motor para lograr objetivos? ¿Y si poner en tela de juicio nuestras propias vacilaciones pudiera, paradójicamente, empujarnos más lejos hacia aquello que queremos conseguir?
Esa es la idea central de una investigación reciente que examina un fenómeno tan cotidiano como silencioso: lo que ocurre cuando nuestros objetivos personales —convertirse en médico, sacar unas oposiciones o aprender un idioma— chocan con obstáculos inesperados. ¿Abandonamos? ¿Perseveramos? ¿O quedamos atrapados en una especie de limbo mental, sin avanzar ni renunciar?
Según el estudio de Patrick Carroll, psicólogo de la Universidad Estatal de Ohio,en Estados Unidos, jugar con el nivel de confianza que otorgamos a nuestros propios pensamientos puede cambiar radicalmente el desenlace.
Carroll lo resume así: «Lo que este estudio encontró es que inducir dudas en las propias dudas puede proporcionar una fórmula para la confianza», afirma Patrick Carroll, autor del estudio y profesor de psicología en The Ohio State University at Lima.
¿La conclusión? Cuestionar las dudas que aparecen en momentos de crisis personal puede reforzar el compromiso con nuestras metas, incluso cuando sentimos que el camino se tambalea.
¿Qué es una «crisis de acción» y por qué afecta a tus metas?
Los psicólogos llaman crisis de acción a ese punto en el que un objetivo personal importante para nuestra identidad se vuelve incierto. No se trata solo de cansancio o pereza: es un estado más profundo, en el que empezamos a sopesar seriamente si merece la pena continuar.
🗣️ Carroll describe ese umbral de incertidumbre personal de esta forma: «Cuando persigues metas relacionadas con tu identidad, los baches en el camino son inevitables. Puede llegar un momento en que el obstáculo sea lo suficientemente grande como para generar dudas sobre si continuar».
Un universitario que suspende tres veces el mismo examen puede preguntarse si está hecho para esa carrera. Una investigadora con varios proyectos rechazados empieza a dudar de su vocación. Un emprendedor encadena obstáculos financieros y se cuestiona si realmente quiere seguir con su negocio.
Hasta ahora, la evidencia mostraba que a mayor crisis de acción, menor compromiso con los objetivos. Las dudas erosionan la motivación y empiezan a abrir la puerta al abandono de metas. La vida está llena de objetivos abandonados precisamente en ese punto.
Pero Carroll decidió explorar algo distinto: qué ocurre cuando modificamos la capa metacognitiva asociada a esas dudas, es decir, no el contenido del pensamiento («No sé si seguir con esto»), sino la confianza que tenemos en ese pensamiento («¿Y si no fuera tan fiable como creo?»). Esa segunda mirada marca la diferencia.
Dudar de la duda, un giro contraintuitivo
La idea procede de la teoría de la autoverificación, que sostiene que no son solo nuestros pensamientos los que guían nuestras decisiones, sino la confianza que les otorgamos. En otras palabras: no basta pensar algo, tenemos que creer que ese pensamiento es válido para decidir.
Aplicado a las crisis de acción, el razonamiento es sorprendente:
✅ Si en plena duda estamos convencidos de que esas dudas son legítimas, el compromiso baja.
✅ Pero si desconfiamos de esas mismas dudas —si dudamos de la duda—, el compromiso aumenta.
Como resume Carrol, «en cierto nivel, podría parecer que la duda se suma: duda más duda significaría más duda. Pero este estudio encontró lo contrario: duda más duda equivalió a menos duda».
Primer experimento: recordar cómo se siente dudar
En el primer estudio, 267 participantes identificaron su objetivo personal más importante y evaluaron el grado de crisis de acción que estaban experimentando. Después, fueron asignados aleatoriamente a dos ejercicios de escritura: unos debían recordar un momento en el que se sintieron seguros de su pensamiento, y otros, uno en el que se sintieron llenos de duda.
Ese recuerdo previo no tenía nada que ver con su objetivo actual, pero sí influía en cómo reinterpretaron sus propias sensaciones.Los resultados fueron claros:
✅ Quienes estaban en crisis y recordaron una experiencia de confianza reportaron menor compromiso con su meta.
✅ Quienes recordaron una experiencia de duda previa mostraron mayor compromiso del esperado.
Es decir, cuando la crisis se combinaba con una memoria que activaba duda metacognitiva, el efecto clásico se invertía. La duda actuaba como disolvente de sí misma.
Segundo experimento: escribir con la mano torpe
El segundo estudio buscó replicar el hallazgo con una técnica aún más peculiar: pedir a estudiantes que completaran una escala sobre sus objetivos escribiendo con la mano no dominante. Está demostrado que esa incomodidad induce una sensación de menor certeza mental, como si la torpeza del gesto contaminara la confianza en las ideas redactadas.
🗣️ «Investigaciones anteriores a la mía mostraron que usar la mano no dominante lleva a los participantes a dudar de sus propios pensamientos, porque interpretan su escritura temblorosa como una señal de que sus ideas deben ser inválidas —dice Carroll. Y añade—:Eso es exactamente lo que encontré en este estudio. Así que, en dos estudios diferentes, vimos que inducir duda metacognitiva puede llevar a las personas a dudar de sus propias dudas».
Este segundo experimento no solo confirmó lo primero, sino que fue más allá: mostró que la confianza en los propios pensamientos actuaba como mediadora psicológica, el mecanismo que explicaba el cambio en compromiso con los objetivos personales.
Todos tropezamos con obstáculos que nos hacen dudar de quién queremos ser. Pero aprender a desconfiar de esas dudas podría ser el giro inesperado que mantiene vivas tus metas más ambiciosas. Foto de Monstera Production
Entre la resiliencia y la terquedad: riesgos y posibilidades
Si esto suena como una receta inspiradora para nunca rendirse, conviene matizar. Carroll señala que invalidar las dudas puede ser útil cuando estas son precipitadas o responden a obstáculos superables. En esas situaciones, meter una capa de duda a la duda puede impedir abandonar demasiado pronto.
Pero también existe la otra cara de la moneda:
✅ Invalidar una duda legítima puede hacernos persistir en objetivos inviables o dañinos.
✅ Y manipular la duda ajena puede rozar dinámicas propias de la luz de gas. Esta es una forma de manipulación psicológica en la que alguien hace que otra persona dude de su memoria, percepción o salud mental para ganar control o poder sobre ella. En resumen: te hacen sentir que lo que ves, recuerdas o sientes no es real.
Carroll advierte sobre ese equilibrio: «No quieres socavar la humildad y sustituirla por un exceso de confianza o una certeza prematura. Esto debe usarse con prudencia».
¿Se puede entrenar esta habilidad?
Aunque el estudio no ofrece recetas prácticas directas, sí sugiere varias pistas para la vida diaria:
1️⃣ Tomar distancia de la voz interna. No creas automáticamente todo lo que piensas: observa tus ideas como si fueran hipótesis, no verdades absolutas, para evitar que una emoción del momento decida por ti.
2️⃣ No confundir sensación con evidencia. Sentirse inseguro no significa estar equivocado. Diferencia entre lo que sientes y los hechos para no abandonar una meta solo por un bajón emocional pasajero.
3️⃣ Evitar absolutismos. Frases como «nunca lo lograré» o «si fallo una vez, es el fin» distorsionan la realidad y bloquean el progreso. Cambia la rigidez por matices que permitan seguir avanzando.
4️⃣ Usar la metaduda con criterio. Cuestionar tus dudas puede darte fuerza, pero no siempre es la respuesta. Aplícalo cuando la meta es valiosa y realista, no para aferrarte a objetivos imposibles o dañinos.
Carroll insiste en que la sutileza es clave: «No quieres que la persona sea consciente de que la estás llevando a cuestionar sus dudas sobre sus metas».
Cuando el freno se convierte en motor
En una cultura que glorifica la seguridad absoluta, este trabajo recuerda que el pensamiento humano es más dialéctico que lineal. No avanzamos solo a base de certezas: también progresamos cuando aprendemos a modular nuestras incertidumbres.
La duda puede debilitar o fortalecer. Puede paralizar o impulsar. Según esta investigación, la diferencia no está en la duda misma, sino en la capa sutil —y a menudo invisible— de confianza que le otorgamos.
Al final, no es tanto que dudar nos haga más fuertes, sino que mirar de reojo nuestras propias dudas puede devolvernos la energía para seguir andando, aunque no sepamos aún si el destino final será el mismo que imaginamos.
Porque quizá la clave no esté en borrar las dudas, sino en aprender a conversar con ellas.▪️
Información facilitada por la Universidad Estatal de Ohio
Fuente: Carroll, P. Increasing identity goal commitment by inducing doubt in goal doubts. Self and Identity (2025) DOI: https://doi.org/10.1080/15298868.2025.2597804

