El declive silencioso: cómo el calor nocturno y el uso del suelo están diezmando a las abejas y otros insectos

El mundo está perdiendo insectos a un ritmo alarmante, y el calor de la noche podría ser el enemigo invisible. Un estudio reciente en Alemania revela cómo el cambio climático y el uso intensivo del suelo están alterando gravemente la biodiversidad de insectos, incluidas nuestras queridas abejas.

Por Enrique Coperías

Las abejas urbanas, en peligro: un estudio revela que las poblaciones de abejas se redujeron hasta un 65 % en ciudades, mientras que las de bosques resistieron mejor el calor y el uso del suelo.

Las abejas urbanas, en peligro: un estudio revela que las poblaciones de abejas se redujeron hasta un 65 % en ciudades, mientras que las de bosques resistieron mejor el calor y el uso del suelo. Foto: v2osk

La disminución global de insectos: una crisis ambiental en curso

La pérdida de biodiversidad de insectos es una de las crisis ecológicas más preocupantes del siglo XXI. Investigaciones recientes sugieren que su biomasa se ha reducido a casi la mitad desde la década de 1970. Entre las causas más relevantes se encuentran la destrucción de hábitats, el uso agrícola intensivo, la urbanización y el cambio climático.

Aunque estos factores ya eran conocidos, lo que aún no se comprendía bien era cómo interactúan entre sí. Por ejemplo, un insecto desplazado de su hábitat natural puede ser más vulnerable a altas temperaturas en nuevos entornos urbanos o agrícolas.

Investigadores de la Universidad Julius-Maximilians de Wurzburgo (JMU), en Alemania, han analizado de manera minuciosa esta interacción en 179 ubicaciones de Baviera. El estudio forma parte del consorcio de investigación LandKlif, coordinado por el profesor Ingolf Steffan-Dewenter dentro de la Red de Investigación Climática de Baviera (bayklif). Los resultados han sido publicados en la revista Proceedings of the Royal Society B: Biological Sciences.

Las abejas, las más afectadas por el cambio climático

El estudio pone de manifiesto que los insectos, según su posición en la cadena trófica, reaccionan de forma distinta a la combinación de altas temperaturas y uso intensivo del suelo. Las abejas fueron las más perjudicadas. Mientras que las poblaciones de los bosques resistieron bien el calor, las que habitan en zonas urbanas vieron reducida su población en un 65%.

Al igual que los humanos, estos himenópteros no solo sufren por el calor diurno, sino también por las temperaturas nocturnas elevadas. Tanto el número como la diversidad de abejas se vieron significativamente reducidos.

«El hecho de que las temperaturas nocturnas tengan tal impacto en insectos diurnos es significativo. Más aún porque las temperaturas medias nocturnas están aumentando más rápido que las diurnas», explica la bióloga Cristina Ganuza, de la JMU.

Insectos y agricultura: impacto en la producción y los ecosistemas

Aunque los insectos situados en niveles superiores de la cadena alimentaria toleraron mejor el calor, tuvieron dificultades en hábitats agrícolas abiertos.

«Esto puede tener consecuencias negativas para la producción agrícola, ya que los insectos beneficiosos que controlan plagas de forma natural también se verían afectados», comenta Sarah Redlich, bióloga de la JMU.

La situación mejora cuando las zonas agrícolas están mezcladas con áreas naturales, lo que ofrece un entorno más equilibrado para los insectos.

Las abejas esperan dormidas en un nido artificial hecho de tallos de junco a que se den las condiciones favorables para el vuelo. Las distintas especies cierran las entradas de sus nidos con arcilla o restos vegetales.

Las abejas esperan dormidas en un nido artificial hecho de tallos de junco a que se den las condiciones favorables para el vuelo. Las distintas especies cierran las entradas de sus nidos con arcilla o restos vegetales. Crédito: Cristina Ganuza

Tres hallazgos clave del estudio

Los investigadores resumen sus hallazgos en tres puntos fundamentales:

El calor diurno favorece a las abejas solo en hábitats naturales. Las altas temperaturas diurnas incrementan el número y diversidad de abejas, pero únicamente en bosques y pastizales, los hábitats más naturales. Esto refuerza la necesidad de conservar y conectar corredores ecológicos en áreas agrícolas y urbanas.

El calor nocturno reduce la diversidad de abejas. Las temperaturas nocturnas elevadas disminuyen la riqueza de especies en todos los tipos de hábitat. «Este efecto negativo, antes desconocido, representa una amenaza emergente que requiere más estudios sobre los mecanismos fisiológicos implicados», señala el profesor Steffan-Dewenter.

La interacción entre clima y uso del suelo altera las redes ecológicas. El calentamiento global y el uso del suelo afectan de formas distintas a los insectos según su posición en la cadena alimentaria. «Sus diferentes respuestas pueden desestabilizar redes tróficas y poner en riesgo servicios ecosistémicos vitales como la polinización y el control natural de plagas”, concluye Ganuza. ▪️

Anterior
Anterior

¿Usar la inteligencia artificial en el trabajo hace que parezcas menos competente? La penalización social oculta del empleo de la IA

Siguiente
Siguiente

Descubren «péptidos crípticos» como nueva diana terapéutica para el cáncer de páncreas