Nuevas pistas sobre el cataclismo cósmico que arrasó la Tierra hace unos 13.000 años
Científicos encuentran bajo el Ártico señales químicas y geológicas de un suceso cósmico que pudo cambiar el curso del clima y de la historia humana hace 12.800 años. El hallazgo respalda la hipótesis del impacto del Joven Dryas y aporta pistas sobre los touchdown airbursts, explosiones cometarias que podrían ser más frecuentes y destructivas de lo que se creía.
Por Enrique Coperías
¿Pudo un cometa desatar el Joven Dryas, la más seria y duradera de varias interrupciones en el calentamiento del clima de la Tierra después del Último Máximo Glacial? Sedimentos marinos hallados a 2.400 de profundidad en la bahía de Baffin paracen venir a reforzar esta tesis. Imagen generada con Gemini
En los sedimentos profundos de la bahía de Baffin, entre Groenlandia y la isla de Baffin, un equipo internacional de científicos ha encontrado huellas de un suceso cósmico que sucedió hace unos 12.800 años que pudo cambiar el curso del clima y la historia de la humanidad.
El hallazgo, publicado en la revista PLOS One, respalda la hipótesis del impacto del Dryas Reciente, que propone que un cometa fragmentado explotó sobre la Tierra, desencadenando una cadena de efectos ambientales extremos. Fue un retorno a las condiciones glaciales que revirtieron temporalmente el calentamiento climático gradual después del Último Máximo Glacial, hace entre 27.000 y 20.000 años.
La gran novedad: por primera vez, las evidencias se han hallado en sedimentos marinos profundos, hasta 2.400 metros bajo la superficie, y sellados durante milenios, lo que minimiza cualquier posibilidad de contaminación moderna. En definitiva, una cápsula del tiempo para la ciencia moderna.
El Dryas Reciente y la hipótesis del impacto
El Joven Dryas, como también se conoce a esta última etapa de la época del Pleistoceo, fue un período de enfriamiento abrupto que comenzó hace unos 12.800 años y duró unos doce siglos. Las temperaturas del hemisferio norte cayeron en torno a 10 °C en muy poco tiempo, lo que interrumpió el deshielo postglacial y afectó tanto a ecosistemas como a sociedades humanas incipientes.
La hipótesis del impacto del Dryas Reciente sostiene que este cambio se desencadenó cuando la Tierra atravesó una nube de escombros de un gran cometa en desintegración, posiblemente parte del complejo de las Táuridas. Algunos fragmentos explotaron en la atmósfera (airbursts) o impactaron en la superficie (touchdown events), lo que generó un calor extremo, incendios masivos y una lluvia de polvo y microesferas que se dispersó por todo el planeta.
Qué encontraron en Baffin Bay
El equipo de investigación, coordinado por Christopher R. Moor, arqueólogo de la Universidad de Carolina del Sur, analizó cuatro núcleos de sedimento extraídos a lo largo de 1.000 km de la bahía de Baffin. Mediante dataciones por radiocarbono y modelado bayesiano, identificaron la capa correspondiente al inicio del Joven Dryas, datada hace entre 12.835 y 12.735 años, y, en ella, un conjunto de huellas físicas y químicas del impacto características:
✅ Microsférulas de hierro y sílice: diminutas esferas de 4 μm a163 μm con texturas dendríticas y formas aerodinámicas, formadas a temperaturas superiores a 1.700 °C en entornos con poco oxígeno. Algunas contenían minerales raros, como hierro fosfuro o silicuro, típicos de procesos de impacto.
✅ Partículas metálicas de polvo: fragmentos de hierro, níquel y aleaciones con cromo, deformados o parcialmente fundidos. Su composición coincide estrechamente con la del polvo de cometa recogido en la misión Stardust (Comet Wild) y con micrometeoritos de origen cometario.
✅ Vidrio de fusión (meltglass): materiales silicatados fundidos, algunos con signos de temperaturas de hasta 2.200 °C, imposibles de alcanzar en incendios forestales o erupciones volcánicas típicas.
✅ Nanopartículas enriquecidas en platino, iridio, níquel y cobalto: elementos mucho más abundantes en cuerpos extraterrestres que en la corteza terrestre, detectados en picos coincidentes con la capa del Younger Dryas.
Estos materiales se encontraron bajo varios metros de sedimento y agua, lo que, según los autores, descarta su origen antropogénico.
La primera vez en el registro marino
James Kennett, profesor emérito de Ciencias de la Tierra en la Universidad de California, Santa Bárbara, destaca la importancia de este hallazgo:
«Baffin Bay es muy significativa porque es la primera vez que encontramos evidencias del evento cósmico del Joven Dryas en el registro marino».
Kennett explica que estas evidencias —esferas metálicas, vidrio de fusión, platino e iridio— se habían documentado antes en capas ricas en carbono (black mat) de América y Europa, pero siempre en sedimentos continentales o núcleos de hielo.
Encontrarlos en el fondo marino demuestra que el material expulsado por los impactos fue inyectado en la atmósfera y distribuido globalmente, para luego depositarse en entornos tan remotos y profundos.
Un lago estacional poco profundo en Luisiana podría ser el primer cráter conocido del límite del Joven Dryas. Cortesía: UC Santa Barbara
Un tipo de impacto difícil de encontrar
Los touchdown airbursts —explosiones de gran energía cuando un cuerpo cósmico impacta superficialmente o explota a muy baja altitud— son, según Kennett, «potencialmente más comunes de lo que creemos, pero menos comprendidos que los impactos que forman cráteres gigantes como el de Chicxulub».
Recordemos que el cráter de Chicxulub, ubicado bajo la península de Yucatán en México, se formó hace unos 66 millones de años cuando un asteroide de aproximadamente 10 kilómetros de diámetro impactó contra la Tierra, lo que liberó una energía equivalente a miles de millones de bombas nucleares.
Este evento provocó incendios masivos, tsunamis y un prolongado invierno de impacto que enfrió el planeta, interrumpió la fotosíntesis y desencadenó la extinción de cerca del 75 % de las especies, incluidos los dinosaurios no aviares. Con un diámetro de unos 180 kilómetros, Chicxulub es uno de los cráteres de impacto mejor estudiados y una pieza clave para entender cómo los cuerpos extraterrestres han influido en la historia de la vida en la Tierra.
«Los touchdown airburst suelen causar daños extremos por las altísimas temperaturas y presiones que generan — señala Kennett—. Pero no necesariamente forman un cráter visible, o este es efímero y desaparece con el tiempo».
Esto dificulta su identificación, especialmente en eventos antiguos. De hecho, hasta ahora no se había propuesto ningún cráter para el Joven Dryas, aunque Kennett y su equipo creen que un lago estacional en Luisiana podría ser el primero: una depresión circular con borde elevado, que presenta microsférulas, vidrio de fusión y cuarzo chocado datados en esa época. No obstante, admiten que hace falta más investigación para confirmarlo.
Comparaciones con otros eventos históricos
Para entender mejor estos fenómenos, los investigadores comparan sus hallazgos con casos documentados:
Tunguska (1908, Siberia): el único touchdown event registrado en tiempos históricos, con miles de km² de bosque arrasado. Por primera vez, este estudio ha identificado en el lugar cuarzo chocado con fracturas rellenas de vidrio de fusión, además de microsférulas y metales fundidos.
Tall el-Hammam (1600 a. C., valle del Jordán): yacimiento arqueológico con evidencias de un airburst de energía similar a Tunguska, que podría haber destruido una ciudad entera. Allí también se han encontrado patrones variados de fracturas en cuarzo chocado, símiles a los de Tunguska y a los interpretados como producto de un impacto.
Estas comparaciones muestran que los touchdown airbursts generan un abanico de señales —fracturas paralelas, curvas o en red en cuarzo; esferas fundidas; metales raros— que ahora los científicos están aprendiendo a reconocer incluso en eventos antiguos.
Más frecuentes y más peligrosos
Kennett subraya que estos eventos «son mucho más comunes, y también más destructivos, que los impactos clásicos que forman cráteres localizados». La destrucción por un airburst puede extenderse a cientos de kilómetros, con incendios masivos, devastación de ecosistemas y posibles cambios climáticos si la magnitud es suficiente.
En el caso del Joven Dryas, el impacto climático habría tenido dos fases:
✅ Enfriamiento inicial desatado por un invierno de impacto, causado por polvo y hollín en la atmósfera que redujeron la luz solar.
✅ Alteración de la circulación oceánica por la entrada masiva de agua dulce procedente de glaciares desestabilizados, que interrumpió la circulación termohalina y mantuvo el enfriamiento durante más de un milenio.
Un mosaico de pruebas globales
El hallazgo en la bahía de Baffin se suma a una red de yacimientos con evidencias sincronizadas: desde Carolina del Sur hasta Siria, desde Sudáfrica hasta Groenlandia. En todos, las capas del inicio del Joven Dryas contienen combinaciones de platino, iridio, microsférulas, vidrio de fusión y, en algunos casos, nanodiamantes.
La consistencia temporal y química de estos depósitos respalda la hipótesis de que un mismo evento o serie de eventos cósmicos afectó a gran parte del planeta.
Además, la diversidad de materiales —de origen tanto terrestre como extraterrestre— apunta a que los fragmentos del cuerpo progenitor fundieron y dispersaron rocas locales junto con su propio material.
Recreación artística de un touchdown airburst sobre la bahía de Baffin durante el Joven Dryas. Un fragmento cometario explotó a baja altitud, liberando calor y presión extremos que fundieron hielo y agua, y dispersaron microsférulas y minerales raros que hoy se encuentran en sedimentos marinos profundos. Imagen generada con DALL-E
Implicaciones climáticas y riesgo futuro
«Estos eventos deberían interesar a toda la humanidad. No se han estudiado lo suficiente, y sin embargo pueden tener un potencial destructivo enorme», dice Kennett
Si el progenitor del Joven Dryas era un cometa de las Táuridas, la Tierra podría seguir cruzando fragmentos de su corriente. Aunque la probabilidad de un evento de magnitud similar en el corto plazo es baja, conocer su frecuencia y mecanismos es clave para evaluar riesgos.
Con la evidencia marina de la bahía de Baffin, las comparaciones con Tunguska y Tall el-Hammam y la posible identificación de un cráter en Luisiana, los científicos están trazando un mapa más completo de cómo los touchdown airbursts han dejado huella a lo largo de la historia.
El reto ahora es seguir identificando depósitos, perfeccionar los criterios para distinguir señales de impacto de otros procesos y modelar cómo estos eventos interactúan con el clima y la biosfera. El mensaje que dejan los sedimentos marinos es claro: la Tierra ha estado, y sigue estando, expuesta a impactos cósmicos que no siempre dejan cráteres, pero cuyo alcance puede ser planetario.
Como resume Kennet, «la destrucción por touchdown events puede ser mucho más amplia que la de los impactos con cráter. Y ahora sabemos que, en la historia geológica reciente, han sido más frecuentes de lo que pensábamos». ▪️
Información facilitada por la UC Santa Barbara
Fuente: Christopher R. Moore et al. A 12,800-year-old layer with cometary dust, microspherules, and platinum anomaly recorded in multiple cores from Baffin Bay. PLOS One (2025). DOI: https://doi.org/10.1371/journal.pone.0328347