Las ratas diseminan en sus migraciones bacterias letales para los humanos
Las ratas urbanas no solo merodean entre sombras: transportan consigo una bacteria capaz de matar. Un estudio en Boston pone de relieve cómo sus movimientos silenciosos propagan la leptospirosis entre barrios… y hacia los seres humanos.
Por Enrique Coperías
En ciudades como Madrid y Barcelona, se estima que hay una rata por habitante, aunque en zonas históricas o con alcantarillado antiguo la densidad puede ser mucho mayor. Estos roedores son portadores de bacterias potencialmente letales. Foto: Slyfox Photography
Una investigación pionera liderada por la Universidad Tufts, en Estados Unidos, saca a la palestra un aspecto inquietante pero crucial de la vida urbana: las ratas que habitan en nuestras ciudades no solo son una molestia, sino también portadoras silenciosas de una bacteria que puede ser letal para los seres humanos.
El estudio, que se llevó a cabo durante seis años en Boston, desentraña cómo los movimientos de estos roedores están directamente relacionados con la propagación de la leptospirosis, una enfermedad zoonótica globalmente extendida y potencialmente mortal. Se estima que anualmente se producen más de un millón de casos a nivel mundial, incluidas casi 60.000 muertes, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Los hallazgos, publicados en la revista científica PLOS Neglected Tropical Diseases, no solo ofrecen una fotografía precisa del mapa genético de las ratas urbanas y de las bacterias que estas portan, sino que también incorporan técnicas moleculares avanzadas —algunas nunca antes aplicadas con éxito en estos contextos— que abren la puerta a nuevas estrategias de control sanitario.
Leptospirosis: un enemigo subestimado
La leptospirosis es una enfermedad contagiosa que está causada por bacterias del género Leptospira, que se eliminan a través de la orina de animales infectados, principalmente roedores. Una vez en el ambiente urbano, como el suelo, el agua y diversas superficies, estas bacterias pueden sobrevivir y convertirse en fuente de infección para los seres humanos y otros animales.
Aunque la enfermedad, que se manifiesta por tos seca, fiebre, dolores de cabeza y musculares y escalofríos, entre otros síntomas, es más común en regiones tropicales, el cambio climático amenaza con expandirla hacia zonas templadas, como las ciudades del norte de Estados Unidos.
En el caso de Boston, la investigación demuestra que esta enfermedad infecciosa no solo está presente, sino que persiste en el tiempo dentro de poblaciones locales de ratas. Y lo que es aún más preocupante: estas poblaciones portan cepas distintas de Leptospira, que pueden migrar con los movimientos —aunque limitados— de los roedores.
Las ratas aprovechan la comida desperdiciada por los seres humanos para alimentarse. Foto de Erich Röthlisberger
Un mapa genético de ratas y bacterias
El equipo liderado por Marieke Rosenbaum, profesora de la Facultad de Veterinaria de Tufts, en colaboración con investigadores del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades y la Universidad del Norte de Arizona, analizó el ADN extraído de 328 riñones de ratas capturadas en Boston entre los años 2016 y 2022. Los análisis genéticos no solo confirmaron 59 casos positivos de Leptospira, sino que también permitieron a los científicos trazar un mapa genético de las poblaciones de ratas y las cepas bacterianas que portan.
“Las ratas urbanas tienen un alto grado de estructura genética, lo que significa que existen distintas poblaciones muy emparentadas entre sí dentro de la ciudad, y que no se mezclan mucho con otras poblaciones», explica Rosenbaum. Este aislamiento genera grupos de roedores estables durante varios años, que mantienen también cepas estables de la especie Leptospira interrogans.
Algunas poblaciones de ratas conservaron cepas específicas de estas bacterias espiroquetas durante más de cinco años, una persistencia poco habitual que sugiere posibles estados de replicación lenta y de latencia o dormancia. Estas fases vitales aparecen favorecidas por la formación de biofilms en los riñones o en el entorno urbano.
Recordemos que los biofilms son comunidades de microorganismos que se adhieren a superficies y se rodean de una matriz protectora, luna suerte de escudo que les permite sobrevivir en condiciones adversas.
Tecnología para atrapar al culpable
Uno de los mayores avances del estudio fue metodológico, según detalla Rosenbaum. Tradicionalmente, para analizar genomas bacterianos se requiere cultivar los microorganismos, un proceso difícil en el caso de Leptospira, debido a sus exigencias ambientales. Sin embargo, los investigadores del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos lograron cultivar bacterias no solo a partir de tejidos frescos, sino también de muestras congeladas, un logro inédito.
Paralelamente, el equipo del Instituto de Patógenos y Microbioma utilizó herramientas de captura y enriquecimiento de ADN, además de una técnica llamada AmpSeq (secuenciación de amplicones). Esta tecnología permite analizar múltiples marcadores genéticos desde una muestra pequeña, lo que facilita la identificación de especies y linajes bacterianos con alta precisión.
Gracias a estas técnicas, el equipo generó 42 genomas completos de Leptospira a partir de ratas infectadas, además de uno obtenido de un caso humano en 2018 en Boston. La coincidencia genética entre este último y tres muestras de ratas fue prácticamente total, lo que sugiere una transmisión directa desde roedores a humanos. Hay que decir que la transmisión de un ser humano a otro es muy rara, pero ha sido documentada a través de las relaciones sexuales y la lactancia.
El camino de los roedores… y del microbio
«Las nuevas herramientas genéticas que hemos desarrollado y utilizado en este estudio son un verdadero cambio para la investigación de la leptospirosis, ya que ahora podemos utilizar el poder de todo el genoma para buscar el parentesco entre las muestras, algo que no era posible antes», sostiene Dave Wagner, profesor de Ciencias Biológicas y director del Instituto de Patógenos y Microbioma en la Universidad del Norte de Arizona.
Otro hallazgo relevante fue que las ratas que viven en zonas urbanas rara vez recorren largas distancias. Según el estudio, una rata tendría que desplazarse más de 600 metros para encontrarse con otra población genética distinta. Además, las grandes avenidas y carreteras de varios carriles actúan como barreras naturales, mientras que los corredores verdes y espacios naturales urbanos permiten su desplazamiento y dispersión.
Aunque los movimientos entre barrios fueron escasos, cuando ocurren pueden tener consecuencias sanitarias importantes: las ratas pueden llevar consigo nuevas cepas bacterianas y propagar la infección a otras áreas. Rosenbaum y sus colegas detectaron once casos de migraciones entre poblaciones de ratas, lo que representa un 3,5% del total analizado.
Las obras de construcción urbana también pueden alterar estos patrones, ya que obligan a que estos roedores busquen nuevos refugios. Esta movilidad aumenta el riesgo de diseminación de enfermedades transmitidas por las ratas.
Micrografía de barrido coloreada de Leptospira interrogans. Cortesía: CDC
Ratas, humanos y riesgo social
Aunque no todos tienen contacto directo con ratas, ciertos grupos sociales son más vulnerables a la exposición a leptospirosis. Personas sin hogar, trabajadores de servicios públicos y usuarios de drogas en la vía pública pueden verse expuestos a zonas contaminadas por la orina de ratas portadoras de la bacteria letal.
El problema se agrava porque la leptospirosis está infradiagnosticada. Sus síntomas iniciales, como la fiebre y el dolor muscular, pueden confundirse con los de una gripe. Muchos médicos no la consideran en sus diagnósticos, especialmente en ciudades de climas templados, como es el caso de Boston. Además, al ser sensible a antibióticos, un tratamiento previo puede impedir su detección en pruebas posteriores.
En palabras de Wagner, este estudio visibiliza una amenaza silenciosa para la salud pública. Aunque la erradicación total de las ratas no es viable, sí lo es mejorar la gestión integrada de plagas y aplicar intervenciones específicas basadas en datos genéticos y microbiológicos. Ratas y humanos comparten la ciudad: en Nueva York se estima que viven 4 millones de estos roedores; en Londres, más de 10 millones, lo que significa que podrían superar en número a los seres humanos; y en la ciudad de París, cerca de 6 millones, aproximadamente tres por cada habitante.
Los investigadores proponen que los esfuerzos para el control de las ratas urbanas deben adaptarse a cada zona, y han de tener en cuenta la estructura genética de las poblaciones de ratas y la diversidad de Leptospira que portan: existen diez especies patógenas y más de 250 serotipos patógenos.
Una salud para todos
Además, tecnologías como la mencionada AmpSeq podrían utilizarse de forma más amplia para monitorizar enfermedades zoonóticas en otras ciudades.
Rosenbaum y su equipo concluyen que se necesita un enfoque de «una sola salud», que integre la salud humana, la salud animal y el entorno urbano. Solo entendiendo cómo se entrelazan estos elementos podremos anticipar y controlar enfermedades como la leptospirosis.
Porque al final, esta historia trata de más que ratas: trata de cómo vivimos en nuestras ciudades, de cómo compartimos el espacio con otros seres vivos, y de cómo nuestras decisiones —o su ausencia— afectan la salud colectiva. ▪️
Información facilitada por la Universidad Tufts
Fuente: Marieke H. Rosenbaum et al. Host population dynamics influence Leptospira spp. transmission patterns among Rattus norvegicus in Boston, Massachusetts, US. PLOS Neglected Tropical Diseases (2025). DOI: https://doi.org/10.1371/journal.pntd.0012966