La ciencia genética se moviliza para salvar al «unicornio»

El saola, conocido como el «unicornio asiático», podría estar al borde de la extinción sin que nadie lo haya visto aún en libertad. Ahora, la lectura de su ADN a partir de restos biológicos de este bóvido abre la puerta a su posible rescate… o resurrección.

Por Enrique Coperías

El raro saola (Pseudoryx nghetinhensis), en peligro de extinción, no se ha visto en estado salvaje desde 2013.

El raro saola (Pseudoryx nghetinhensis), en peligro de extinción, no se ha visto en estado salvaje desde 2013. Cortesía: Toon Fey/WWF

En las brumosas selvas montañosas que dividen Vietnam y Laos, podría estar escondido uno de los animales más esquivos del planeta. Nos referimos al saola o buey de Vu Quang (Pseudoryx nghetinhensis), apodado el unicornio asiático, un bóvido tan raro que ni siquiera ha sido observado con vida por científicos en su entorno natural.

Desde que fue descubierto por la ciencia en 1992, se ha convertido en símbolo de lo desconocido y lo casi perdido. Hoy, tras más de una década sin registros confirmados, su supervivencia pende de un hilo.

Sin embargo, un nuevo y ambicioso estudio genético ofrece una inesperada chispa de esperanza. Investigadores de Dinamarca, Vietnam y otros países acaban de publicar en la revista Cell el primer análisis genómico completo del saola. El trabajo no solo desentraña su misteriosa historia evolutiva, sino que también propone caminos concretos para evitar su extinción, si es que aún quedan ejemplares vivos en libertad.

Un ser casi mítico

La última vez que se vio un saola fue en 2013, gracias a una cámara trampa. Desde entonces, los intentos por localizarlo han sido infructuosos. «Hoy en día, la existencia del saola no se puede confirmar ni refutar —afirma Nguyen Quoc Dung, del Instituto de Inventario y Planificación Forestal de Vietnam, y coautor del estudio. Y añade—: El hábitat del saola es tan remoto y de difícil acceso que aún albergamos cierta esperanza».

Las estimaciones más optimistas calculan que quedan menos de cien ejemplares, aunque algunos temen que la especie ya haya desaparecido. Ante esta incertidumbre, el equipo científico recurrió al material disponible: restos físicos recogidos entre los años noventa y 2000 y que procedían de hogares rurales donde cazadores locales habían guardado cráneos, pieles y cuernos.

A partir de estos restos biológicos, los investigadores lograron secuenciar el genoma de veintiséis individuos. A pesar del deterioro que sufría el ADN, consiguieron ensamblar un genoma de referencia para la especie, lo que abre por primera vez la puerta a un análisis profundo de su diversidad genética, historia evolutiva y perspectivas de conservación.

Dos poblaciones separadas por milenios

Uno de los hallazgos más notables del estudio fue la identificación de dos poblaciones genéticamente diferenciadas: una en el norte y otra en el sur del área de distribución del saola. Esta división era desconocida hasta ahora, y solo pudo ser revelada gracias a los datos genómicos. Según las estimaciones, ambas ramas se separaron entre hace 5.000 y 20.000 años, posiblemente a raíz de cambios climáticos ocurridos en las postrimerías de la última glaciación.

«Fue una gran sorpresa— comenta Genís Garcia Erill, autor principal del artículo y exdoctorando en la Universidad de Copenhague. Y añade—: La divergencia genética es considerable, lo que implica que durante milenios los saolas han estado evolucionando por separado».

La consecuencia de esta segregación es que cada población ha perdido diferentes fragmentos de diversidad genética, lo que significa que sus genomas se complementan entre sí. Al unir individuos de ambas poblaciones, se podría recuperar parte de la diversidad perdida, fortaleciendo así las posibilidades de supervivencia de la especie.

Un saola vivo, capturado por aldeanos en la provincia de Bolikhamxay (Laos) en agosto de 2010, fue fotografiado antes de morir pocos días después. La imagen, una de las pocas existentes de un ejemplar con vida, fue divulgada por el Gobierno de Laos semanas más tarde. Cortesía: Bolikhamxay Provincial Conservation Unit

Depuración genética: una bendición disfrazada

El saola presenta una baja diversidad genética, una característica común en especies pequeñas y aisladas. Esta condición suele ser peligrosa, porque incrementa el riesgo de mutaciones perjudiciales y de enfermedades hereditarias. Pero el estudio revela un fenómeno inesperado: un proceso de depuración genética.

Conforme las poblaciones se fueron reduciendo de manera gradual durante milenios, las variantes más dañinas fueron eliminadas por selección natural. Es decir, aunque el saola tiene un cóctel genético delicado, ha eliminado muchas de las mutaciones más letales. Esto podría hacer más viable una estrategia de cría en cautiverio, algo que no ocurre cuando la reducción poblacional es repentina y no da tiempo a que opere la selección natural.

«Simulamos diversos escenarios de conservación y vimos que, si logramos reunir al menos una docena de saolas de ambas poblaciones, hay una probabilidad real de establecer una población estable en cautividad —explica Rasmus Heller, profesor en la Universidad de Copenhague y autor sénior del estudio. Y continúa—: Pero todo depende de encontrar esos ejemplares».

Una carrera contrarreloj

Localizar saolas vivos es, hoy por hoy, una tarea casi titánica. La densidad del bosque, la orografía abrupta y la rareza del animal han frustrado los esfuerzos de dar con uno de ellos durante décadas. Pero la nueva información genética abre nuevas vías.

«Ahora que tenemos el genoma completo del saola, podemos usar técnicas como la detección de ADN ambiental o incluso rastrear fragmentos de ADN en sanguijuelas, que se alimentan de la fauna local —explica Minh Duc Le, investigador de la Universidad Nacional de Vietnam. Y añade—: Estas técnicas ya se habían probado antes, pero sin el genoma completo era como buscar una aguja en un pajar sin saber qué aspecto tiene la aguja».

Estas herramientas no invasivas podrían servir tanto para ubicar individuos vivos como para conocer más sobre su distribución, hábitos y comportamiento, algo que sigue siendo un enigma. Hasta ahora, casi todo lo que se sabe del saola proviene de restos físicos y unas pocas imágenes de cámaras trampa.

¿Y si el «unicornio asiático» ya está extinto?

Aunque el estudio está enfocado en evitar la extinción del saola, sus resultados también tendrían valor en un escenario más pesimista. «Si se confirmara que ya no quedan saolas, esta información genética podría ser usada en el futuro para iniciativas de desextinción —afirma Heller. Y añade—: La idea de traer de vuelta especies desaparecidas está ganando interés, y tener un mapa detallado de la diversidad genética original es crucial para que una población reconstituida sea viable».

Aun así, Heller se muestra cauto: “Llevamos buscándolo desde los años 90, y en esa época había más individuos que ahora. No soy demasiado optimista, pero sí espero que aún quede alguno allá afuera».

Más allá del caso específico del saola, este estudio representa un modelo sobre cómo la genética puede informar decisiones críticas en conservación de especies. Las simulaciones realizadas muestran que combinar ambas poblaciones no solo reduce la carga genética negativa, sino que también aumenta la diversidad general de la especie, lo que mejora su capacidad de adaptación futura.

Pezuñas de saolas conservadas en el University of Copenhagen Zoological Museum.

Pezuñas de saolas conservadas en el University of Copenhagen Zoological Museum. Cortesía: FunkMonk

El desafío ético y práctico

A pesar de la alta diferenciación genética entre los grupos del norte y del sur, los expertos coinciden en que no hay razones para mantenerlos separados. «No hay evidencia de adaptaciones locales que pudieran verse afectadas por el cruce entre poblaciones —subraya Garcia Erill. Y precisa—: Al contrario, mezclarlas podría funcionar como un rescate genético, aumentando de este modo la aptitud de la especie».

Este enfoque va en línea con una corriente creciente en biología de la conservación que promueve el flujo genético entre poblaciones pequeñas para reducir el riesgo de extinción.

Pero aún si se logran capturar ejemplares y establecer un programa de cría, el camino no será fácil. Los intentos anteriores en los años 90 fracasaron, en parte por falta de instalaciones adecuadas. Hoy, Vietnam avanza en la construcción de un centro especializado en el manejo del saola. El reto será capturar ejemplares sin dañarlos, mantener a los animales en condiciones óptimas y, eventualmente, reintroducirlos en sus ecosistemas.

Un fantasma que aún podría regresar

Por eso, los autores enfatizan que sus simulaciones no predicen el éxito automático de un programa de cría. Simplemente ofrecen herramientas para evaluar riesgos genéticos. «La genética no es el único problema del saola — apunta Heller. Y añade—: También está la pérdida de hábitat, la caza furtiva y la dificultad logística. Pero al menos, desde el punto de vista genético, ahora tenemos una base sólida para actuar».

En medio de la crisis global de biodiversidad, el saola representa una oportunidad única. Su valor no es solo simbólico: es una línea evolutiva de 14 millones de años que está a punto de desaparecer sin haber sido realmente conocida. Ahora, gracias a la ciencia genómica, podría tener una segunda oportunidad.

Tal vez aún camine, silencioso, entre las sombras de las montañas Annamitas. Y si no, al menos la ciencia estará preparada para cuando llegue el momento de traerlo de vuelta. ▪️

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