El ADN de los mamuts mexicanos desvela un linaje perdido que cambia la historia de la megafauna en América
Bajo el suelo del Valle de México, los colosos del Pleistoceno guardaban un secreto insospechado. El ADN de mamut recuperado en Santa Lucía y Tultepec saca a la luz un linaje desconocido que obliga a reescribir la evolución de estos paquidemos en el continente americano.
Por Enrique Coperías
Recreación artística de dos mamuts caminando por los humedales del antiguo Valle de México. Su ADN, recuperado en Santa Lucía y Tultepec, ha revelado un linaje genético desconocido que cambia la historia de la megafauna del Pleistoceno en América. Imagen generada con DALL-E
En los últimos años, México se ha convertido en un inesperado epicentro de descubrimientos paleontológicos. Bajo las tierras que hoy sostienen la expansión urbana del Valle de México, yacen los restos de un gigante extinguido hace más de 12.000 años: el mamut colombino (Mammuthus columbi).
Ahora, un estudio internacional coordinado por Eduardo Arrieta-Donato, María C. Ávila-Arcos, Federico Sánchez-Quinton y otros científicos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y publicado en la revista Science ha descifrado el ADN de estos colosos y ha revelado algo sorprendente: los mamuts mexicanos pertenecían a una rama genética distinta, hasta ahora desconocida, que reescribe parte de la historia evolutiva de la especie.
Lo que comenzó como un hallazgo paleontológico durante las obras del Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, entre 2019 y 2022, en la antigua base militar de Santa Lucía, terminó convirtiéndose en la mayor colección de restos de mamuts jamás encontrada en el continente. Más de 70.000 huesos de megafauna —entre ellos, los de al menos 110 individuos de mamut— emergieron del subsuelo entre 2019 y 2022. A ello se suman los hallazgos previos en Tultepec, donde entre 2016 y 2019 se recuperaron fósiles de otros diez ejemplares.
El clado 1G, un linaje perdido en México
Todo apunta a que el Valle de México, una región geográfica que se localiza en el centro sur del centronorte de México y que originalmente era una cuenca endorreica que albergaba los lagos Texcoco, Xochimilco y Chalco, fue un auténtico cementerio de estos paquidermos prehistóricos.
Pero los fósiles no solo guardaban secretos en su tamaño descomunal. En el polvo mineralizado de sus muelas, los investigadores lograron recuperar fragmentos de ADN mitocondrial, el material genético de las mitocondrias heredado por vía materna. Y lo que encontraron los genetistas fue algo inesperado: las secuencias genéticas de los mamuts mexicanos no encajaban con las de sus parientes del norte, analizados previamente en Canadá y Estados Unidos.
👉 En lugar de formar parte de los linajes ya conocidos, los genomas de los mamuts de Santa Lucía y Tultepec constituían un clado propio, tan diferenciado como los de otras ramas de mamuts norteamericanos.
Los científicos lo bautizaron como clado 1G, una rama paralela a las ya descritas (1C y 1F) en mamuts de Norteamérica. En otras palabras, los mamuts del centro de México no eran meramente una extensión meridional de las poblaciones norteamericanas, sino que conformaban un linaje singular, con una historia evolutiva propia.
El origen híbrido del gigante americano
La aparición del clado 1G obliga a repensar la evolución del mamut colombino. Desde hace tiempo, los paleogenetistas habían sospechado que esta especie era en realidad el resultado de un antiguo cruce entre dos linajes: el Mammuthus trogontherii, un mamut de estepa que llegó desde Eurasia hace 1,5 millones de años, y el más famoso de todos, el mamut lanudo (Mammuthus primigenius), que migró a América hace unos 125.000 años.
Los datos genómicos apuntaban a que el mamut colombino era fruto de esa mezcla genética, que ocurrió hace entre 800.000 y 400.000 años. Sin embargo, la mayoría de los análisis procedían de fósiles hallados en latitudes templadas del norte, donde el ADN antiguo se conserva mejor. Los restos mexicanos, más próximos al trópico, habían sido considerados poco prometedores para estudios de paleogenómica.
Este nuevo trabajo demuestra lo contrario. Contra todo pronóstico, el equipo liderado por Arrieta-Donato, Ávila-Arcos y Sánchez-Quinto logró reconstruir 61 genomas mitocondriales completos de mamuts mexicanos, la primera gran colección de ADN antiguo de megafauna procedente de una latitud tropical. Y lo que nos cuentan esas secuencias es que la historia genética del mamut colombino no fue lineal ni uniforme. Así es, hubo múltiples linajes coexistiendo, con divergencias tan profundas como las observadas entre diferentes clados de mamuts lanudos.
Un mosaico genético en el corazón de México
La reconstrucción filogenética mostró que todos los mamuts de la Cuenca de México se agrupan fuera de la variación conocida en Canadá y Estados Unidos, y conforman el citado clado 1G. Es más, dentro de este los investigadores identificaron tres subramas: 1G.1, 1G.2 y 1G.3. Algunas de estas divergencias se remontan a hace más de 280.000 años, lo que sugiere que la población ancestral ya estaba genéticamente estructurada antes de que los mamuts ocuparan toda Norteamérica.
Esto plantea un escenario fascinante, ya que cuando los mamuts llegaron a lo que hoy es México, no lo hicieron como una población homogénea, sino como un mosaico de linajes que mantuvieron diferencias profundas durante decenas de miles de años. Lo más sorprendente es que todos estos grupos parecen haber coexistido hasta el final del Pleistoceno, hace apenas unos 12.000 años, cuando los mamuts desaparecieron de la faz de la Tierra.
La datación por radiocarbono de algunos de los ejemplares analizados confirma esta cronología: varios vivieron hace entre 16.000 y 12.700 años atrás, justo en los últimos capítulos de la Edad de Hielo.
Restos óseos de mamut hallados en Tultepec. Cortesía: INAH
Estabilidad poblacional en tiempos de cambios
El estudio de Science también analizó el tamaño poblacional efectivo de estos mamuts a lo largo del tiempo, es decir, el número de individuos reproductivos que mantenían la diversidad genética. A diferencia de los mamuts lanudos de Eurasia, que sufrieron un marcado declive durante el último máximo glacial, hace aproximadamente hace 20.000 años, los mamuts colombinos de México muestran una sorprendente estabilidad poblacional. Esto es así al menos hasta poco antes de su extinción.
Este hallazgo contradice la idea de que el frío extremo fue la única causa del colapso de las poblaciones de megafauna. En el caso de los mamuts mexicanos, parece que resistieron relativamente bien a los vaivenes climáticos, lo que refuerza la hipótesis de que la presión humana jugó un papel determinante en su desaparición.
De hecho, los restos de Santa Lucía y Tultepec muestran evidencias de interacción con grupos humanos, que incluyendo posibles trampas para cazarlos.
Un reflejo de su vida social
Otro aspecto llamativo de la investigación es el equilibrio en la proporción de sexos. Mientras que en yacimientos de Siberia y Norteamérica se observa un exceso de machos —lo que se interpreta como el resultado de machos solitarios cayendo en trampas naturales—, en el Valle de México se encontró una proporción casi idéntica de hembras y machos.
Esto sugiere que en Santa Lucía y Tultepec no se preservaron individuos aislados, sino grupos sociales completos, quizá familias enteras que murieron juntas en eventos catastróficos. La hipótesis encaja con la visión de los mamuts como animales sociales organizados en manadas lideradas por hembras, similares a los elefantes actuales.
El análisis de 83 molares de mamut —73 de Santa Lucía y 10 de Tultepec— permitió extraer ADN mitocondrial en el Laboratorio de Paleogenómica de Juriquilla, en Querétaro, donde se reparó el material genético dañado para reconstruir e interpretar la historia evolutiva de estos gigantes. Cortesía: INAH
México como laboratorio de paleogenómica
Más allá de lo que revelan sobre la biología de los mamuts, los resultados tienen un impacto metodológico enorme: prueban que es posible recuperar ADN antiguo de buena calidad en ambientes tropicales, donde hasta ahora se asumía que el material genético no sobrevivía bien al paso de los milenios.
Esto abre la puerta a nuevas investigaciones sobre otras especies de megafauna extinta en Mesoamérica y Sudamérica. «Nuestros resultados muestran que el trópico no es un límite infranqueable para la paleogenómica», señalan los autores.
Aunque los investigadores lograron duplicar el número de genomas mitocondriales disponibles de mamuts colombinos, reconocen que el círculo aún está lejos de cerrarse. El análisis se centra en ADN mitocondrial, heredado exclusivamente por vía materna, lo que limita las inferencias sobre la historia genética total de la especie.
Para desentrañar con mayor precisión cómo se dio la hibridación ancestral y cuáles fueron las dinámicas de flujo genético entre mamuts lanudos y colombinos, será necesario recuperar ADN nuclear, mucho más complejo de extraer.
👉 Aun así, los resultados ya permiten esbozar una hipótesis sugerente: la población ancestral de mamuts en América del Norte estaba genéticamente estructurada desde el principio, y la llegada de nuevos linajes de mamut lanudo pudo haber añadido capas de complejidad a ese mosaico. En este escenario, el clado 1G mexicano sería el testimonio de una rama temprana que se mantuvo viva hasta el final del Pleistoceno.
Un nuevo capítulo en la historia de los mamuts
Los hallazgos en Santa Lucía y Tultepec no son excepcionales por casualidad. México fue uno de los últimos refugios de la megafauna del Pleistoceno, un territorio de lagos, pastizales y pantanos que ofrecía alimento abundante a los herbívoros gigantes. No es de extrañar que el Valle de México se convirtiera en un imán para estos proboscidios, ni que los grupos humanos aprovecharan esa fuente de alimento.
En cierto modo, cada fragmento de ADN recuperado es un eco de ese mundo perdido: manadas de mamuts desplazándose por los humedales, familias enteras que encontraron su fin atrapadas en lodazales, y que ahora, miles de años después, nos cuentan su historia desde el laboratorio de genética.
La existencia del clado 1G revela que el mamut colombino no fue una especie monolítica, sino un mosaico genético complejo, reflejo de un pasado de hibridaciones, migraciones y adaptaciones.
Quizá, como sugiere este estudio, aún queden otros linajes ocultos bajo tierras más al sur, esperando a que la ciencia logre escucharlos. Los mamuts se extinguieron hace miles de años, pero su ADN, enterrado en los sedimentos, sigue siendo un narrador paciente, dispuesto a revelar los secretos de un continente habitado por gigantes prehistóricos. ▪️
Fuente: Eduardo Arrieta-Donato et al. Columbian mammoth mitogenomes from Mexico uncover the species’ complex evolutionary history. Science (2025). DOI:10.1126/science.adt9651