Por qué las parejas de lesbianas se divorcian más: causas, datos y diferencias con heterosexuales y hombres gais
Las estadísticas demográficas confirman un fenómeno llamativo: las parejas de lesbianas se divorcian con más frecuencia que las heterosexuales y las de hombres homosexuales. Un estudio pionero en Finlandia revela las causas, desde la convivencia previa hasta la maternidad compartida.
Por Enrique Coperías
En los últimos años, el interés por la estabilidad de las parejas LGTBI+ ha crecido con la misma rapidez que la legalización del matrimonio igualitario. Una de las preguntas más buscadas en Google y motores semánticos es ¿Por qué las parejas de lesbianas se divorcian más que otras? Foto: Sofia Hernandez
Durante décadas, la igualdad legal en el matrimonio fue una de las banderas más visibles del la comunidad LGBTQ+. Pero una vez conquistado ese derecho, surgieron nuevas preguntas: ¿qué pasa después de la boda? ¿Cómo evolucionan las parejas del mismo sexo dentro de la institución matrimonial? Y, sobre todo, ¿son sus uniones igual de estables que las de las parejas heterosexuales?
Un estudio científico publicado en la Journal of Marriage and Family en septiembre de 2025 aporta una respuesta incómoda y matizada. La investigación, realizada por un equipo de la Universidad de Helsinki, en Finlandia, y el Instituto Max Planck de Investigación Demográfica, en Alemania, analiza a más de 530.000 parejas en Finlandia entre 2003 y 2020 y concluye que, efectivamente, las parejas de mujeres tienen un riesgo de divorcio mucho más alto que las heterosexuales, e incluso que las de hombres gais. En concreto, su probabilidad de divorcio es 2,2 veces mayor que la de las parejas de distinto sexo y un 60 % más elevada que la de las parejas masculinas.
Este trabajo viene a confirmar los resultados cosechados por otros estudios, como el informe de Freedom For All Americans, publicado a finales de 2024 y actualizado en abril de 2025, que apunta en la misma dirección: dentro de la comunidad LGBTQ+, las parejas de mujeres registraban la tasa de divorcio más alta, por encima de otras uniones entre personas del mismo sexo.
Factores clave: tiempo de convivencia e hijos
La cifra que arroja el estudio del Journal of Marriage and Family es contundente, pero los investigadores no se limitaron solo a constatarla, sino que querían desvelar qué hay detrás de esta diferencia. Para ello, se centra en tres factores biográficos clave:
✅ El tiempo de convivencia antes del matrimonio.
✅ La existencia de hijos de relaciones previas y el hecho de tener hijos dentro de la unión.
La conclusión es que estas variables sí influyen, pero no bastan para explicar por completo la brecha: incluso controlando por ellas, las parejas de lesbianas siguen teniendo el doble de riesgo de divorciarse que las heterosexuales.
«Estudios previos ya habían demostrado que las parejas del mismo sexo, especialmente las femeninas, tienen un mayor riesgo de divorcio que las parejas de sexo diferente en varios países. Sin embargo, las explicaciones del mayor riesgo de separación de las parejas femeninas no están claras», afirma una de las autoras del estudio, Maria Elina Ponkilainen, investigadora doctoral de la Universidad de Helsinki.
En palabras de Ponkilainen, «existe un estereotipo muy conocido de que las parejas de mujeres están ansiosas por comprometerse y mudarse juntas poco después de conocerse, lo que sugiere una fuerte inclinación hacia las relaciones serias. Algunos estudios previos también han especulado sobre que los períodos cortos de convivencia premarital, es decir, la rápida entrada en el matrimonio, podrían estar relacionados con su mayor riesgo de divorcio, pero ningún estudio ha comprobado esta hipótesis. Queríamos abordar esta cuestión pendiente».
El contexto: Finlandia como laboratorio social
Pero, ¿por qué las investigadoras eligieron Finlandia? El país nórdico se presta como un escenario ideal para este tipo de investigaciones por tres razones principales:
1️⃣ Porque Finlandia legalizó las uniones registradas de personas del mismo sexo en 2002 y el matrimonio igualitario en 2017, acumulando así ya dos décadas de datos oficiales.
2️⃣ Porque el Estado dispone de registros poblacionales exhaustivos, que permiten seguir la trayectoria de millones de ciudadanos con un nivel de detalle inalcanzable en otros países.
3️⃣ Porque la sociedad finlandesa combina actitudes progresistas hacia la diversidad familiar con una alta tolerancia al divorcio y a la convivencia sin matrimonio, lo que la convierte en un terreno fértil para observar la pluralidad de modelos de pareja.
La base de datos analizada incluye 3.412 parejas de mujeres, 1.892 parejas de hombres y 457.867 parejas heterosexuales. El seguimiento se extendió durante diez años desde la unión legal, lo que permitió calcular tasas de divorcio comparables.
Cuatro de cada diez matrimonios entre mujeres en Finlandia no superan la década, según un nuevo estudio. Foto: Ky Nang
Principales hallazgos del estudio
Los resultados hablan por sí solos. El 40,7 % de las parejas femeninas se había divorciado al cabo de diez años, frente al 26,7 % de las parejas de hombres gais y el 21,6 % de las heterosexuales. Dicho de otro modo: cuatro de cada diez matrimonios entre mujeres en Finlandia no superan la década.
La diferencia se mantiene constante a lo largo del tiempo: al tercer año de matrimonio, por ejemplo, el 11,8 % de las lesbianas ya se había separado, frente al 8,6 % de los gais y el 4,5 % de los heterosexuales.
Esto no significa, advierten los autores, que las mujeres estén «menos capacitadas» para mantener una relación estable, sino que entran al matrimonio con dinámicas y trayectorias vitales diferentes, que repercuten en la duración del vínculo.
Convivencia previa insuficiente
Uno de los hallazgos más llamativos del estudio, según Ponkilainen, es el peso de la convivencia antes del matrimonio. En las parejas heterosexuales, apenas hay diferencias entre casarse tras varios años de vida en común o hacerlo directamente. En cambio, entre las parejas del mismo sexo —y especialmente entre mujeres— la cohabitación prolongada es un factor crucial de estabilidad.
Las lesbianas que habían convivido siete años o más antes de casarse mostraban un riesgo anual de divorcio del 3,3 %, mientras que quienes se mudaron juntas el mismo año de la boda alcanzaban casi el 10 %. Y aquellas que directamente no habían convivido antes del matrimonio se situaban en la franja más vulnerable, con la probabilidad de divorcio más alta de todos los grupos analizados.
Ponkilainen y las otras tres firmantes del artículo, Elina Einiö, Mine Kühn y Mikko Myrskylä, lo interpretan desde la teoría del curso vital: la convivencia previa permite acumular capital de pareja, esto es, rutinas, objetivos compartidos, bienes comunes, y detectar incompatibilidades antes de formalizar la unión. En el caso de las lesbianas, donde los procesos de institucionalización de la pareja han sido más recientes y menos normativos, esa fase de ensayo parece especialmente decisiva.
Hijos de relaciones anteriores
Otro factor analizado es la existencia de hijos de relaciones anteriores. Aquí la diferencia vuelve a ser notable. Casi una de cada cuatro parejas de mujeres tenía hijos con anterioridad, frente a solo el 12 % de las parejas de hombres gais y el 34 % de las heterosexuales. La presencia de esos hijos incrementa la complejidad familiar y, en todos los grupos, eleva el riesgo de divorcio.
Sin embargo, el efecto es desigual: entre las parejas heterosexuales, tener hijos de uniones previas multiplica por 1,6 el riesgo de separación. Entre las lesbianas, lo aumenta en menor medida, y en los hombres gais apenas resulta significativo.
Los autores sugieren que esto podría deberse a que en las familias LGTBI+ el peso de la norma nuclear es menor: convivir con hijos de relaciones previas forma parte del guion vital de muchas mujeres lesbianas que antes mantuvieron vínculos heterosexuales, y se percibe con mayor naturalidad.
Hijos en común: un pegamento más débil
En sentido contrario, tener hijos dentro de la pareja funciona como pegamento, al reducir las probabilidades de ruptura. En palabras de Myrskylä, «la lógica es conocida: los hijos en común constituyen un capital compartido que desincentiva la separación, no solo por el vínculo afectivo sino por la logística y los costes económicos».
El estudio finlandés confirma este efecto tanto en parejas heterosexuales como en lesbianas, aunque con una diferencia llamativa: en los matrimonios heterosexuales, la protección frente al divorcio es más fuerte. Para ellas, tener hijos reduce la probabilidad de ruptura en un 50 %; en cambio, entre las parejas de mujeres la reducción apenas llega al 20 %.
¿Por qué? Una posible explicación es que, en el caso de las lesbianas, tener hijos requiere más planificación y recursos, sobre todo en Finlandia, donde hasta 2019 las técnicas de reproducción asistida solo estaban disponibles en clínicas privadas. Esa fuerte selección hace que quienes llegan a la maternidad conjunta ya sean parejas relativamente estables; por eso el efecto protector adicional es más débil.
Más allá de los números: género, normas y expectativas
El estudio no se limita a las cifras: también invita a reflexionar sobre los factores culturales y de género que subyacen a estos patrones. Varios elementos ayudan a entender por qué las lesbianas registran tasas de divorcio más altas. Las autoras del trabajo destacan estos cuatro:
✅ Rapidez en formalizar la relación. Muchas mujeres pasan menos tiempo en noviazgos informales y avanzan más rápido hacia la convivencia y el matrimonio.
✅ Dinámicas emocionales y comunicativas. Investigaciones previas apuntan a que las mujeres tienden a mostrar mayor insatisfacción si perciben que la relación no cumple sus expectativas, y son más proclives a iniciar el divorcio.
✅ Cambio social. La posibilidad de casarse es relativamente reciente, y para muchas parejas lesbianas el matrimonio no se vive como un destino obligado sino como una opción más entre varias formas de convivencia.
✅ Trayectorias vitales previas. Un número significativo de lesbianas ha tenido hijos o matrimonios anteriores con hombres, lo que añade complejidad a la nueva unión.
Tener hijos en común estabiliza los matrimonios, pero en las parejas de lesbianas el efecto sería menor: quienes llegan a la maternidad ya eran uniones muy consolidadas. Foto de RDNE Stock project
El contraste con los hombres homnosexuales
El caso de las parejas masculinas es distinto. Aunque también presentan un riesgo de divorcio superior al de las heterosexuales, la brecha es mucho menor que en las lesbianas. Los investigadores lo explican en parte por un efecto de selección: dado que los hombres gais tienen menos incentivos legales y prácticos para casarse (especialmente en relación con la crianza), tienden a hacerlo solo cuando la relación está muy consolidada.
Además, los gais suelen casarse a edades más tardías y tras convivencias más largas, lo que se traduce en mayor estabilidad.
Einiö advierte que el trabajo finlandés no ofrece recetas universales, pero sí evidencia que el matrimonio igualitario no es un calco del heterosexual, sino una institución que se llena de significados distintos según el género y la trayectoria de quienes lo protagonizan.
En palabras de los autores, «la estabilidad de las uniones no depende solo de la orientación sexual, sino de la combinación de experiencias previas, contextos legales y características del propio vínculo». Dicho de otro modo: los números no hablan de una fragilidad intrínseca de las parejas de mujeres, sino de que sus caminos hacia la vida en común están marcados por circunstancias específicas, desde la maternidad previa hasta las dinámicas de género.
Un espejo para otros países
Aunque el estudio se centra en Finlandia, sus hallazgos resuenan con investigaciones en Noruega, Suecia, Canadá o Estados Unidos, que ya habían detectado la misma tendencia: los matrimonios entre mujeres se rompen con más frecuencia.
La novedad es que ahora se dispone de un análisis estadístico riguroso, con grandes muestras y control de variables biográficas.
Para las ciencias sociales, esto abre una agenda de investigación sobre cómo se construyen la intimidad y la resiliencia en contextos familiares diversos. Para las políticas públicas, plantea la necesidad de apoyar no solo el acceso a derechos, sino también la sostenibilidad de las familias arcoíris. Y para la sociedad, supone reconocer que la igualdad legal no borra las diferencias reales en cómo se viven las relaciones.
Algunos podrían leer estos datos como un fracaso del matrimonio igualitario. Pero otra interpretación es posible: que las parejas de mujeres, al no estar tan sujetas a la presión normativa de mantener la fachada, ejercen con más libertad el derecho a salir de relaciones que no funcionan. En ese sentido, la mayor tasa de divorcios en lesbianas también puede verse como un signo de autonomía y agencia.
En cualquier caso, el estudio de Ponkilainen y sus colegas recuerda que el amor no se reduce a cifras, pero las cifras ayudan a entender el amor: sus trayectorias, sus tropiezos y sus transformaciones en una sociedad en constante cambio. ▪️
Fuente: Maria Ponkilainen, Elina Einiö, Mine Kühn, Mikko Myrskylä. Same-Sex and Different-Sex Couples' Divorce Risks: The Role of Cohabitation and Childbearing. Journal of Marriage and Family (2025). DOI: https://doi.org/10.1111/jomf.70027