¿Pueden los microplásticos que flotan en el aire propagar virus? La ciencia alerta de un riesgo invisible
Los micro y nanoplásticos ya no solo contaminan mares y suelos: también flotan en el aire que respiramos y podrían estar participando de manera silenciosa en la propagación de virus patógenos, advierten científicos chinos.
Por Enrique Coperías
Una pandilla de virus surfea sobre diminutas partículas de microplástico suspendidas en el aire y se dirige hacia las vías respiratorias humanas. La imagen alude a la hipótesis científica planteada por Wu y Zhong de que los micro y nanoplásticos podrían actuar como vehículos invisibles para la transmisión de virus respiratorios. Imagen generada con DALL-E
El aire que respiramos contiene algo más que oxígeno y partículas de polvo. En cada inspiración inhalamos también diminutos fragmentos de plástico, procedentes del desgaste de envases, textiles y neumáticos. Estos micro y nanoplásticos —restos de materiales que creíamos inertes— se han convertido en una nueva forma de contaminación ambiental.
Ahora, un grupo de científicos nos plantean una pregunta inquietante: ¿podrían estos minúsculos plásticos en suspensión actuar como vehículos para la transmisión de virus respiratorios?
Un comentario publicado en la revista New Contaminants por los investigadores Mengjie Wu y Huan Zhong, de la Universidad de Nankín (China), alerta de un «riesgo oculto de infección» asociado a las partículas plásticas flotantes. Su artículo no presenta pruebas directas, pero recopila evidencias dispersas de que los microplásticos podrían comportarse como pequeñas tablas de surf a las que se adhieren los virus para sobrevivir durante más tiempo y viajar más lejos de lo que lo harían en el aire por sí solos.
Microplásticos: del océano al aire que respiramos
El mundo produce ya más de 500 millones de toneladas de plástico al año, y sin medidas de contención esa cifra podría superar los 700 millones en 2050. Con el paso del tiempo, los objetos de plástico se fragmentan hasta formar partículas microscópicas —microplásticos de menos de 5 milímetros y nanoplásticos, aún más pequeños— que se dispersan por el agua, el suelo y también el aire.
En espacios cerrados se han detectado unas 528 partículas de microplástico por cada metro cúbico de aire. Dado que una persona adulta respira alrededor de 12 a 16 metros cúbicos de aire al día, eso equivale a inhalar unas 68.000 partículas diarias del tamaño de entre 1 y 10 micras. «Estamos respirando plástico constantemente», advierten Wu y Zhong. Y, aunque gran parte de la investigación se ha centrado en los posibles efectos tóxicos directos sobre la salud —daños en el sistema inmune, cardiovascular o reproductor—, apenas se ha explorado su papel como vehículos biológicos.
🗣️ «La gente suele pensar en los microplásticos como un problema de los océanos —explica Wu—. Pero los estamos respirando cada día, y sus interacciones con microbios y virus podrían ser mucho más complejas de lo que imaginamos».
Por qué los microplásticos podrían transportar virus
Wu y Zhong subrayan que el tamaño y la composición de estas partículas encajan con las dimensiones de muchos virus humanos. Mientras que un virus típico, como el de la gripe, mide entre 20 y 100 nanómetros, los microplásticos en suspensión abarcan un rango mucho mayor pero incluyen fracciones finas capaces de penetrar en lo más profundo del pulmón.
Además, su estructura polimérica y su baja densidad les permiten flotar durante más tiempo y viajar más lejos que otros componentes del polvo atmosférico. Sus superficies carbonosas y rugosas facilitan la colonización por bacterias y hongos, que pueden formar biopelículas y proteger a los virus de la radiación ultravioleta o de la desecación.
En otras palabras: los plásticos podrían ofrecer un refugio y un medio de transporte estable para los agentes patógenos.
De la teoría al contagio: cómo se daría la transmisión
Para que exista riesgo real de infección, deben cumplirse al menos estas tres condiciones:
1️⃣ Que los virus se adhieran a las partículas plásticas.
2️⃣ Que mantengan su viabilidad el tiempo suficiente.
3️⃣ Que sean inhalados en dosis infecciosas por una persona susceptible.
Los autores describen un posible itinerario: una persona infectada exhala virus ocultos en gotitas microscópicas que, en el aire, se adhieren a fragmentos plásticos suspendidos. Estas partículas combinadas permanecerían flotando durante más tiempo que las gotas respiratorias tradicionales y podrían recorrer distancias mayores. Al ser inhaladas, los microplásticos actuarían como vehículos de entrada profunda hacia los pulmones, donde los virus aún viables podrían iniciar la infección respiratoria.
Aunque este escenario sigue siendo hipotético, existen precedentes. Experimentos con partículas de materia en suspensión (PM 2,5) han demostrado que el virus de la gripe A puede unirse a estas partículas y conservar su capacidad infecciosa en modelos animales. Los microplásticos y nanoplásticos, al formar parte de esa misma fracción del aire pero con una mayor persistencia y superficie activa, podrían —según los investigadores— ser portadores aún más eficaces.
Lo que aprendimos de la pandemia
El caso del SARS-CoV-2, virus causante de la covid-19, aporta ejemplos indirectos que apuntan en la misma dirección. Se ha comprobado que el coronavirus puede mantenerse viable más de una semana sobre superficies plásticas y que el virus recuperado de estos materiales conserva su capacidad de infección.
Durante el brote del crucero Diamond Princess, en febrero de 2020, los modelos matemáticos estimaron que hasta un 30 % de los contagios podría atribuirse a fómites, es decir, superficies contaminadas. Aunque en ese caso se trataba de macroplásticos o metales, el principio es el mismo: el plástico es un soporte hospitalario para los virus.
Si extrapolamos ese hallazgo a las partículas que flotan en el aire, surge la posibilidad de que los microplásticos actúen como fómites aéreos, prolongando la vida de los virus fuera del cuerpo humano y expandiendo su radio de acción.
🗣️ «Todavía no está demostrado que estas partículas actúen realmente como vectores —admite Zhong—. Pero la evidencia es lo bastante sólida como para que ya no podamos ignorar esa posibilidad».
Esquema del posible mecanismo de transmisión aérea: los virus exhalados por una persona infectada pueden adherirse a micro y nanoplásticos suspendidos en el aire, prolongando su persistencia y alcance antes de ser inhalados por otro individuo. Fuente: Mengjie Wu y Huan Zhong
Preguntas abiertas y retos científicos
Por ahora, todo se basa en indicios. Nadie ha cuantificado cuántos virus pueden adherirse realmente a un microplástico ni bajo qué condiciones permanecen infecciosos. Los autores subrayan dos grandes interrogantes:
1️⃣ ¿Qué carga viral pueden transportar los microplásticos suspendidos?
2️⃣ ¿Qué combinación de concentración de partículas y de virus supondría un riesgo real de exposición para las personas?
Responder a esas preguntas exigirá experimentos más complejos que los actuales, que midan la persistencia de virus sobre plásticos bajo distintas condiciones de luz, humedad y temperatura, y estudios con cultivos celulares o animales que confirmen si esa adherencia se traduce en infección.
También será crucial distinguir el papel específico de los microplásticos respecto a otras partículas del aire, como el polvo mineral o el hollín, para determinar si aportan un riesgo añadido o simplemente amplifican un fenómeno ya conocido.
De contaminantes pasivos a vectores biológicos activos
Si se confirmara que los micro y nanoplásticos pueden actuar como vectores de virus respiratorios, las implicaciones serían profundas. Los plásticos dejarían de ser vistos solo como residuos persistentes y pasarían a considerarse agentes activos en la ecología de las enfermedades infecciosas.
Las ciudades y los espacios interiores, donde la concentración de plásticos en el aire es más alta, se convertirían en puntos críticos para la salud pública.
La investigación que proponen Wu y Zhong requiere de una cooperación inédita entre ecotoxicólogos, microbiólogos, epidemiólogos y científicos atmosféricos. De sus esfuerzos podrían derivarse nuevas estrategias de prevención, desde sistemas de filtrado del aire capaces de retener microplásticos hasta políticas que limiten su emisión desde fuentes domésticas e industriales.
🗣️ «Este es un nuevo campo que conecta la ciencia ambiental con las enfermedades infecciosas. Comprenderlo será fundamental para proteger tanto la salud del planeta como la salud humana», concluye Zhong.
El plástico, símbolo de la modernidad del siglo XX, podría estar desempeñando un papel insospechado en las infecciones del siglo XXI. No solo contamina mares y suelos: también flota en el aire que respiramos, tal vez llevando consigo algo más que su propio peso. ▪️
Información facilitada por la Biochar Editorial Office
Fuente: Wu M., Zhong H. Airborne micro- and nanoplastics: hidden vectors for human infection? New Contaminants (2025). DOI: 10.48130/newcontam-0025-0010

