¿Qué da más celos, la infidelidad sexual o la emocional? Depende de a quién ames (y de cuánto te atraigan las mujeres)

No todos sentimos los celos igual: para algunos duele más el cuerpo, para otros el corazón. La ciencia empieza a explicar por qué, y tiene que ver con a quién amamos y cómo nos entendemos a nosotros mismos, según un estudio con más de 4.000 personas.

Por Enrique Coperías

Según la hipótesis evolucionista, los hombres habrían desarrollado celos sexuales para evitar criar hijos ajenos, mientras que las mujeres temerían más perder la implicación afectiva del compañero.

Según la hipótesis evolucionista, los hombres habrían desarrollado celos sexuales para evitar criar hijos ajenos, mientras que las mujeres temerían más perder la implicación afectiva del compañero. Pero la ciencia muestra que esa frontera ya no es tan clara. Imagen generada con Copilot

Durante décadas, los psicólogos evolucionistas han repetido una de las diferencias más sólidas entre hombres y mujeres: a ellos les duele más una infidelidad sexual y a ellas, una infidelidad emocional.

Pero un nuevo estudio, con más de 4.400 personas de distintas orientaciones sexuales, sugiere que esta vieja división no es tan simple. Los celos, como casi todo lo que tiene que ver con el deseo, no son binarios: se mueven en un espectro influido por la orientación sexual y por rasgos de masculinización o feminización psicológica.

El trabajo, publicado en la revista Archives of Sexual Behavior por Leif Edward Ottesen Kennair y Mons Bendixen, de la Universidad Noruega de Ciencia y Tecnología (NTNU), junto al psicólogo estadounidense David P. Schmitt, de la Universidad Estatal de Kansas, parte de una pregunta clásica: ¿qué tipo de infidelidad nos hiere más, la carnal o la del corazón? Y añade una capa de complejidad: ¿varía esa respuesta según la orientación sexual o la identidad de género psicológica?

Una emoción antigua con lógica evolutiva

Los celos, escriben los autores, pueden parecer una emoción destructiva, pero desde el punto de vista evolutivo tienen sentido. Para nuestros antepasados, detectar una infidelidad podía marcar la diferencia entre criar a los propios hijos o los de otro.

«Los hombres ancestrales que ignoraban los engaños sexuales de sus parejas corrían el riesgo de invertir recursos en descendencia ajena», explican los autores del estudio. Por eso, la hipótesis evolucionista predice que ellos desarrollarían una sensibilidad especial hacia las traiciones sexuales.

En cambio, para las mujeres, la amenaza mayor habría sido perder la inversión emocional y material del compañero: que él se enamorara de otra y desviara su atención y recursos. Así, su sistema de alarma estaría más afinado ante las infidelidades sentimentales.

Esta diferencia —ellos, más dolidos por el sexo; ellas, por el amor— se ha repetido en decenas de estudios psicológicos desde los años noventa. Sin embargo, no todos los hombres encajan en ese patrón ni todas las mujeres priorizan lo emocional. La pregunta es por qué.

Heterosexuales, bisexuales, gais, lesbianas y pansexuales

Kennair y sus colegas sospechaban que la clave podía estar en la orientación sexual. Para un hombre gay, por ejemplo, no existe riesgo de adulterio, en el sentido de criar hijos de otro varón sin saberlo, así que el motivo biológico de los celos sexuales desaparece. En estudios previos, hombres homosexuales y bisexuales mostraban reacciones menos intensas ante infidelidades sexuales que los heterosexuales.

Para comprobarlo con rigor, los investigadores recopilaron datos de 4.465 personas de entre dieciséis y ochenta años, reclutadas en Noruega a través de redes sociales y organizaciones LGTBIQ+.

En la muestra había heterosexuales, bisexuales, gais, lesbianas y pansexuales. Todos respondieron a un cuestionario online en el que se les planteaban cuatro dilemas clásicos del tipo ¿Qué te molestaría más, que tu pareja tuviera relaciones sexuales con otra persona o que se enamorara de otra sin llegar al sexo?

El resultado volvió a confirmar lo esperado entre heterosexuales: los hombres se mostraron mucho más perturbados por la infidelidad sexual (un 58,5% de ellos la eligió como la más dolorosa) que las mujeres (30,7%). Pero entre los grupos no heterosexuales, esa diferencia desaparecía o incluso se invertía.

Entre las mujeres, el deseo se mueve por otros caminos: los diales del género orientan la atracción, pero no dictan los celos, según el estudio. Imagen generada con Copilot

Más allá del binomio hetero: orientación sexual y celos

«Sigue siendo cierto que los hombres más heterosexuales son los que más se ponen celosos ante una infidelidad sexual. Pero esto no ocurre con los hombres bisexuales o homosexuales —explica Leif Edward Ottesen Kennair, profesor de Psicología en la NTNU. Y añade—: Ellos sienten más celos por los sentimientos que su pareja pueda tener hacia otra persona».

Los bisexuales, por su parte, rompieron el molde: sus reacciones se parecían más entre sí que a las de heterosexuales del mismo sexo. Y lo más interesante: incluso los hombres bisexuales con pareja mujer —teóricamente con el mismo riesgo reproductivo que los heterosexuales— se mostraban menos celosos sexualmente que ellos.

🗣️ «Los hombres bisexuales con parejas femeninas son diferentes de los hombres heterosexuales con parejas femeninas. Estos hombres bisexuales también son más celosos ante la infidelidad emocional y menos celosos ante la infidelidad sexual», comenta Mons Bendixen, también de la NTNU.

Esa excepción desconcierta a los autores, que la describen como un puzle evolutivo. Si el mecanismo de los celos sexuales se desarrolló para evitar la paternidad engañada, ¿por qué desaparece incluso en varones bisexuales con parejas femeninas? Tal vez, sugieren, tenga que ver con diferencias en la inversión paterna o en la propia vivencia de la sexualidad.

«Todavía no sabemos por qué ocurre esto. Una posibilidad es que la respuesta de los celos se feminice con facilidad. Como resultado, solo los hombres más masculinos muestran el patrón típico de celos sexuales masculinos», apunta Kennair.

Los «diales psicológicos» del género

Pero la orientación sexual no era el único factor en juego. El equipo quiso ir más allá de las etiquetas —hetero, bi, gay— y analizar dimensiones continuas del deseo y del temperamento. Para ello, midieron el grado de atracción de cada participante por hombres (androfilia) y por mujeres (ginefilia), en una escala del 1 al 7. También evaluaron cuatro indicadores de lo que llaman masculinización o feminización psicológica:

1️⃣ Empatía y sistematización: la tendencia a comprender emociones ajenas frente a analizar sistemas y reglas.

2️⃣ Juegos infantiles de género: si de niño se preferían actividades asociadas al propio o al otro sexo.

3️⃣ Preferencias ocupacionales: trabajos orientados a personas frente a cosas.

4️⃣ Autoimagen de masculinidad o feminidad.

Estos rasgos, que los autores describen como diales psicológicos más que interruptores, suelen correlacionarse, pero no van todos en la misma dirección. Una persona puede ser muy empática y, al mismo tiempo, sentirse masculina o tener intereses típicamente varoniles.

La relación entre deseo y celos es más sutil en las mujeres: quienes se sienten fuertemente atraídas por un sexo u otro reaccionan algo más ante la infidelidad sexual que las bisexuales intermedias.

La relación entre deseo y celos es más sutil en las mujeres: quienes se sienten fuertemente atraídas por un sexo u otro reaccionan algo más ante la infidelidad sexual que las bisexuales intermedias. Imagen de vocablitz en Pixabay

Masculinización y celos sexuales

«Es importante subrayar que nuestra investigación no se centró principalmente en categorías de orientación sexual. Investigamos hasta qué punto las personas se sienten atraídas por hombres o por mujeres, en ambos sexos», enfatiza Kennair.

El análisis estadístico reveló que en los hombres, una mayor masculinización, según el conjunto de esos diales, se asociaba tanto a una mayor atracción por las mujeres como a una reacción más intensa ante la infidelidad sexual. Sin embargo, esa relación se desvanecía cuando se tenía en cuenta la orientación sexual: en otras palabras, la atracción hacia las mujeres mediaba completamente el vínculo entre masculinidad psicológica y celos sexuales.

En las mujeres, el panorama era distinto. Aunque algunas mostraban más masculinización en su autopercepción o preferencias laborales, como las lesbianas, eso no implicaba que sintieran más celos sexuales. En ellas, los diales de género predecían la orientación sexual, pero no el tipo de celos.

Los celos como un continuo: deseo, atracción y grado

Cuando los investigadores abandonaron las categorías fijas y analizaron la orientación sexual como un continuo, la curva fue clara: en los hombres, los celos sexuales aumentaban de forma pronunciada solo en los niveles más altos de ginefilia. Basta «una gota de androfilia» —una mínima atracción hacia los hombres— para que ese patrón disminuya.

En las mujeres, la relación era más tenue y con forma de U: las más fuertemente atraídas por un sexo u otro se mostraban algo más sensibles al engaño sexual que las bisexuales intermedias, aunque las diferencias eran pequeñas.

En conjunto, los resultados apuntan a que la típica diferencia entre ellos y ellas no responde tanto al sexo biológico como a una combinación específica: ser hombre y sentir una fuerte atracción por las mujeres. Ese doble componente —masculinidad y ginefilia— activa el mecanismo de los celos sexuales.

«Ni todos los hombres son iguales, ni todas las mujeres reaccionan igual; depende de en qué punto del continuo se sitúe cada persona», concluyen los autores.

Para los hombres homosexuales, la biología cambia el sentido de los celos: al desaparecer el riesgo de criar hijos ajenos, la traición sentimental duele más que la sexual.

Para los hombres homosexuales, la biología cambia el sentido de los celos: al desaparecer el riesgo de criar hijos ajenos, la traición sentimental duele más que la sexual. Imagen generada con Copilot

Un mosaico de género, no dos cajas

El estudio también respalda una visión más matizada del género. En lugar de pensar en cerebros masculinos y cerebros femeninos, los investigadores proponen imaginar un panel con múltiples diales psicológicos: empatía, intereses, juego infantil, orientación sexual, identidad de género… Cada uno puede girar en direcciones distintas, creando combinaciones únicas.

🗣️ «El sexo biológico es fijo y está fuertemente vinculado a la producción de células sexuales. Sin embargo, en lo que respecta a la orientación sexual y a cómo percibimos nuestro propio género y sexualidad, no existen límites claros», señala Kennair.

En palabras de David Schmitt, de la Universidad Estatal de Kansas, «el grado de masculinidad y feminidad varía enormemente de una persona a otra y a lo largo del tiempo, independientemente del sexo biológico. Esto desafía la idea de que la expresión de género sea estática e inseparable del sexo. En su lugar, esas expresiones son fluidas, dependen del contexto y están moldeadas por factores sociales, culturales y personales. Esto significa que la masculinidad y la feminidad no son opuestos en una escala lineal, sino que pueden coexistir dentro de un individuo en distintos grados a lo largo del tiempo».

Esta idea de los diales de género, frente a la vieja dicotomía masculino/femenino, enlaza con una corriente actual en psicología y neurociencia que entiende el género como un conjunto de rasgos continuos, moldeados tanto por la biología como por la experiencia y la cultura.

Implicaciones (y misterios pendientes)

El hallazgo plantea nuevas preguntas:

✅ ¿Por qué los hombres bisexuales no se comportan como los heterosexuales cuando están con mujeres?

✅ ¿Por qué el dial de los celos sexuales parece tan sensible a la orientación sexual, incluso a leves grados de atracción?

✅ ¿Y qué ocurre en culturas donde la fidelidad o la paternidad tienen significados distintos?

Los autores reconocenque su estudio tiene ciertas limitaciones, como que la muestra, aunque amplia, no es representativa (se reclutó por Internet); que las respuestas se basan en escenarios hipotéticos, no en experiencias reales; y que hay pocos hombres bisexuales con pareja femenina, lo que dificulta generalizar.

Aun así, el estudio aporta una pieza importante a un debate que va más allá de los celos. Muestra cómo las diferencias entre sexos en la vida emocional y sexual no son dicotómicas ni inmutables, sino que se entrelazan con la orientación sexual y con aspectos sutiles del desarrollo psicológico.

🗣️ «La mayoría de los seres humanos son quimeras; no son estrictamente una cosa u otra. Todos tenemos partes que son masculinas y partes que son femeninas», sostiene Kennair.

Quizá, después de todo, los celos sean uno de los mejores recordatorios de esa complejidad humana. No son patrimonio de un sexo ni de una orientación, sino un termómetro emocional que revela cómo cada uno entiende el amor, el deseo y la pertenencia. ▪️

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