¿Pueden los perros detectar si una persona es buena o mala? La ciencia responde

¿Crees que los perros pueden detectar si alguien es buena o mala persona? Un nuevo estudio desmonta esta creencia popular y nos descubre qué piensan realmente nuestros mejores amigos de los seres humanos.

Por Enrique Coperías

Un nuevo estudio científico sugiere que, al menos en ciertas circunstancias, los perros no forman reputaciones sociales de las personas, ni siquiera cuando interactúan directamente con ellas. Foto: Chewy

Para muchas personas, la opinión de un perro sobre alguien cuenta más que la de un ser humano. Si un perro se acerca a ti con alegría, probablemente ganarás puntos como «persona confiable». Pero si, por el contrario, el peludo te evita o gruñe, la reacción de su dueño es casi automática: «este tipo no me inspira confianza».

Esta intuición popular se basa en la idea de que los perros tienen un sexto sentido para detectar el carácter humano.

Sin embargo, ¿pueden los perros evaluar el carácter humano realmente? ¿crean algún tipo de reputación social sobre nosotros, similar a lo que hacen los seres humanos y otros primates? En otras palabras, ¿nuestros mejores amigos son capaces de establecer juicios sociales sobre las personas a partir de las conductas de estas?

¿Qué es la reputación social en animales?

Un nuevo estudio científico publicado en la revista Animal Cognition sugiere que, al menos en ciertas circunstancias, los perros no forman reputaciones sociales de los humanos, ni siquiera cuando interactúan directamente con ellos.

Los autores del estudio usan el término reputación para referirse a la idea interna que un animal se forma sobre otro individuo basándose en cómo se comporta. Así, formar reputaciones sociales significa que un perro observa cómo una persona actúa (por ejemplo, si es generosa o egoísta); recuerda esa experiencia; y luego usa dicha información para decidir si quiere acercarse o evitar a ese individuo en el futuro.

En el caso de los perros, dada su larga historia de domesticación y cooperación con los humanos, muchos científicos esperaban que también pudieran formar este tipo de juicios sociales.

Dos de los cuarenta perros participantes en el estudio: Jasper (izquierda) y su mejor amigo Sahibu (derecha).

Dos de los cuarenta perros participantes en el estudio: Jasper (izquierda) y su mejor amigo Sahibu (derecha). Cortesía: Hoi-Lam Jim

El estudio: ¿cómo reaccionan los perros ante humanos generosos o egoístas?

La nueva investigación, realizada por un equipo del Instituto Konrad Lorenz de Etología en Viena (Austria) y con la colaboración de la Universidad de Kioto (Japón), puso a prueba la capacidad de cuarenta perros para evaluar a personas desconocidas según su generosidad o egoísmo en la entrega de comida.

Los resultados son sorprendentes: los perros, independientemente de su edad o experiencia con los seres humanos, no mostraron preferencia por el «humano generoso» que les daba comida frente al que se la negaba.

La idea de que los animales pueden formar reputaciones no es nueva. Estudios anteriores han mostrado que algunas especies con alta complejidad cognitiva, como los chimpancés e incluso en algunos elefantes y caballos, pueden desarrollar juicios sociales: prefieren acercarse a las personas que han sido amables o útiles, y evitan a las que han sido negativas o indiferentes.

Los humanos, a juicio canino

Pero ¿qué pasa con nuestro mejor amigo de cuatro patas, para muchos un miembro más de la familia? ¿Tiene la habilidad de evaluar nuestro carácter? En este sentido, algunos estudios sugieren incluso que los perros prefieren interactuar con las personas que ayudan a sus dueños o que colaboran en tareas simples.

Pero los resultados no han sido consistentes. Mientras que algunos trabajos apuntan a que los canes pueden discriminar individuos humanos según su comportamiento, otros no encuentran evidencia clara de que los perros realmente evalúen a las personas más allá de señales inmediatas, como el tono de voz o la presencia de comida.

Para resolver estas contradicciones, Hoi-Lam Jim y Sarah Marshall-Pescini, coautoras del estudio y coordinadoras del ensayo, diseñaron un experimento riguroso y controlado. Reunieron a cuarenta perros de compañía de distintas edades —jóvenes, adultos y seniors—, todos ellos acostumbrados a interactuar con personas en su vida diaria.

Las bases del experimento

El objetivo de Jim, Marshall-Pescini y sus colegas era comprobar si, tras observar a dos personas tratar a otro perro de forma distinta, los perros eran capaces de «formarse una opinión» sobre quién de ellas era más amable. El experimento se dividió en tres condiciones:

1️⃣ Condición de eavesdropping (observación de terceros). El perro contempla cómo dos seres humanos interactuaban con otro perro. Uno le ofrecía un trozo de salchicha con entusiasmo; el otro, se la negaba de manera evidente.

2️⃣ Condición control. Las acciones de las personas se mantenían, pero sin un perro presente. Se evaluaba si las señales gestuales y verbales de los seres humanos eran suficientes para influir en el perro observador.

3️⃣ Condición de experiencia directa. El perro interactuaba directamente con los dos voluntarios bípedos. Uno le ofrecía comida y el otro se la negaba. Luego se analizaba con cuál prefería estar.

En cada caso, los investigadores registraron a qué persona elegía el perro para acercarse primero y cuánto tiempo pasaba junto a cada una de ellas, tomando como indicadores el contacto visual, la cercanía física y comportamientos como saltar y mover la cola.

El veredicto: los perros no muestran una preferencia significativa

Los resultados del experimento fueron claros y consistentes:

✅ En ninguna de las tres condiciones los perros mostraron una preferencia significativa por la persona generosa frente a la egoísta. Sus elecciones no superaron el nivel de azar, y tampoco pasaron más tiempo cerca del buen humano.

No hubo diferencias significativas por edad, desde perros jóvenes de solo un año hasta veteranos de doce.

✅ La ausencia de diferencias también se observó tras múltiples interacciones directas. Incluso después de recibir comida repetidamente de una persona y ser rechazados por otra, los perros no modificaron su comportamiento para favorecer al generoso. Las elecciones de los perros fueron aleatorias, es decir, no superaron el nivel de probabilidad (50%).

Si crees que dando premios a tu perro vas a conseguir que tenga una mejor imagen de ti, te equivocas de cabo a rabo, según un nuevo estudio.

Si crees que dando premios a tu perro vas a conseguir que tenga una mejor imagen de ti, te equivocas de cabo a rabo, según un nuevo estudio. Foto: Christian Bowen

¿Un problema de capacidades o de método experimental?

ParJim, profesora en la Universidad de Kioto, los resultados no necesariamente implican que los perros no tengan capacidad para formar reputaciones. Más bien, podrían reflejar las dificultades metodológicas para estudiar este fenómeno con precisión.

«Está claro que la formación de reputaciones puede ser más compleja de lo que pensábamos, incluso en animales como los perros, que cooperan estrechamente con los humanos», explica Jim.

Además, los perros no estaban privados de comida antes del experimento, lo que podría haber reducido su motivación para discriminar entre una fuente confiable y otra menos amable. «Es posible que los desafíos metodológicos del diseño experimental, particularmente el uso de una prueba de elección binaria, expliquen nuestros resultados negativos más que una falta de capacidad de los perros», dice Jim.

¿Y si los perros simplemente no nos juzgan?

Otra interpretación es que los perros no evalúan socialmente a las personas como lo haríamos nosotros. Aunque puedan reconocer caras, voces y recompensas, tal vez no formen reputaciones sociales complejas ni hagan inferencias a partir de comportamientos observados.

Esto concuerda con estudios previos realizados en el Wolf Science Center (Austria), donde ni perros ni lobos criados en manada fueron capaces de formar reputaciones humanas.

En aquel caso, se sugirió que la falta de experiencia con humanos explicaba su actitud no crítica. Pero en el nuevo estudio, los perros eran mascotas familiares. El resultado fue el mismo.

Los autores del estudio no descartan que los perros tengan otras formas de aprender sobre los seres humanos, más sutiles o contextuales. Por ejemplo, podrían desarrollar preferencias por ciertas personas a largo plazo, o ser más sensibles a señales emocionales, vocales o corporales, más que a la coherencia de una conducta repetida.

También es posible que la diferencia entre generoso y egoísta no haya sido lo suficientemente clara o significativa para el perro. Al fin y al cabo, en su día a día, los perros ignoran rechazos ocasionales y siguen buscando atención.

Hay que trabajar con más peludos

Uno de los puntos más relevantes que plantea este estudio es la necesidad de ampliar el tipo de perros y contextos. Jim y su equipo proponen investigar a perros de servicio, perros callejeros o perros de trabajo como los de policía o búsqueda y rescate.

«Para comprender mejor qué influye en las habilidades sociocognitivas de los perros, futuras investigaciones deberían comparar de forma sistemática a perros de todas las edades y de diferentes poblaciones y experiencias de vida», indican los autores.

En palabras Marshall-Pescini, el estudio desafía muchas ideas asumidas sobre el comportamiento canino. Lejos de restar valor a los perros, nos recuerda que son animales con formas de percepción distintas a las nuestras, y que lo que interpretamos como juicio puede no serlo.

Por ahora, la ciencia dice que no sabemos si los perros nos juzgan... o si simplemente nos quieren tal como somos. ▪️

  • Información facilitada por la Universidad de Kioto

  • Fuente: Hoi-Lam Jim, Kadisha Belfiore, Eva B. Martinelli, Mayte Martínez, Friederike Range & Sarah Marshall-Pescini. Do dogs form reputations of humans? No effect of age after indirect and direct experience in a food-giving situation. Animal Cognition (2025). DOI: 10.1007/s10071-025-01967-w

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