Un estudio científico muestra que el cannabis puede reducir el consumo de alcohol
Un ensayo clínico controlado desmonta una de las ideas más extendidas sobre el consumo conjunto de alcohol y cannabis. Lejos de potenciar la bebida, fumar cannabis redujo de forma inmediata la cantidad de alcohol ingerida por grandes bebedores en un experimento de laboratorio.
Por Enrique Coperías
Un ensayo clínico controlado demuestra por primera vez que el THC reduce de forma inmediata la cantidad de alcohol consumida por grandes bebedores, aunque sin eliminar el deseo de beber. El hallazgo reabre el debate científico sobre sustitución, policonsumo y reducción de daños. Foto: Elsa Olofsson
La relación entre el alcohol y el cannabis ha sido desde hace mucho tiempo una historia de sospechas. Dos sustancias que a menudo viajan juntas en la vida real —fiestas, ocio nocturno, consumo recreativo— y que, según numerosos estudios científicos, parecían reforzarse mutuamente: más cannabis, más alcohol; más alcohol, más problemas.
Sin embargo, un nuevo ensayo clínico controlado, publicado en The American Journal of Psychiatry, introduce un matiz incómodo para las ideas preconcebidas: en determinadas condiciones, fumar cannabis puede reducir el consumo de alcohol en grandes bebedores.
El estudio, liderado por la psicóloga clínica Jane Metrik, de la Universidad de Brown, en Estados Unidos, es el primero que demuestra de manera experimental y con control de placebo un efecto causal del tetrahidrocannabinol (THC), el principal componente psicoactivo del cannabis, sobre el consumo de alcohol en humanos. Y lo hace con un resultado inesperado incluso para sus autores: lejos de estimular la bebida, el cannabis la frena.
Cómo se hizo el experimento
La investigación reclutó a 157 adultos jóvenes, con una edad media de veinticinco años, que cumplían dos requisitos clave: beber alcohol en grandes cantidades y consumir cannabis al menos dos veces por semana. No eran pacientes en tratamiento ni personas que quisieran dejar ninguna de las dos sustancias. Era, en esencia, un retrato bastante fiel del policonsumo habitual en la población joven adulta.
Cada participante acudió al laboratorio en tres ocasiones distintas. En cada sesión, separada por varios días, fumaba un cigarrillo de cannabis con una concentración diferente de THC: una dosis moderada (3,1%), una más alta (7,2%) o un placebo prácticamente sin principio activo. Ni los participantes ni los investigadores sabían qué dosis se administraba en cada sesión.
Tras fumar, los voluntarios eran expuestos primero a estímulos neutros y después a señales asociadas al alcohol, como su bebida preferida y un entorno de bar simulado, un procedimiento clásico para provocar deseo de beber. A continuación, llegaba la prueba decisiva: durante dos horas podían consumir alcohol libremente, hasta un máximo equivalente a una tasa de alcoholemia elevada o aceptar dinero a cambio de no beber cada copa.
El diseño no dejaba mucho margen a la improvisación. Todo estaba medido: la cantidad de alcohol consumida, el tiempo que tardaban en servirse la primera bebida, la frecuencia cardiaca, los niveles de THC en sangre y distintas escalas psicológicas de craving y ansia por el alcohol.
Menos alcohol, contra pronóstico
Los resultados fueron claros. Tras fumar cannabis con THC, los participantes bebieron menos alcohol que cuando habían fumado el placebo:
✅ Con la dosis del 3,1% de THC, el consumo se redujo un 19%.
✅ Con la del 7,2%, un 27%. Además, con la dosis más alta tardaron significativamente más tiempo en empezar a beber.
El efecto se observó incluso entre quienes sí bebieron alcohol durante la prueba: no se trataba solo de que algunos se abstuvieran, sino de que, en conjunto, todos reducían la cantidad ingerida. Y esto ocurrió pese a que el cannabis no eliminó el deseo subjetivo de beber medido con cuestionarios estandarizados. El anhelo seguía ahí, pero no se traducía en la misma conducta de consumo.
«Esperábamos encontrar lo contrario», reconocen los autores en el artículo. La hipótesis inicial era que el cannabis aumentaría el craving y el consumo de alcohol, en línea con buena parte de la literatura científica previa. El experimento demostró justo lo opuesto.
La clave no es el deseo, sino la saciedad
Pero, ¿cómo se explica esta aparente contradicción? La respuesta, apuntan los investigadores, puede estar menos en el deseo consciente y más en la forma en que el cerebro regula la experiencia de la intoxicación.
Una posibilidad es el llamado modelo de sustitución: el cannabis actuaría como un «sustituto parcial del alcohol». Al alcanzar cierto nivel de intoxicación con THC, las personas ajustarían a la baja su ingesta de alcohol para no sobrepasar un umbral subjetivo de embriaguez. Dicho de otro modo: si ya están colocados, no necesitan beber tanto.
Este mecanismo encaja con lo observado en el laboratorio. Aunque los participantes seguían bebiendo después de fumar cannabis, su consumo total era menor. No se trataba de abstinencia, sino de autorregulación del consumo.
También podría influir la biología del sistema endocannabinoide, estrechamente implicado en la motivación, el refuerzo y las adicciones. El consumo habitual de cannabis reduce la sensibilidad de los receptores CB1 del cerebro. Esa desensibilización podría hacer que el alcohol resulte menos gratificante en consumidores frecuentes de cannabis, especialmente tras un periodo corto de abstinencia, como el exigido antes de cada sesión experimental.
Para la ciencia de las adicciones, el estudio abre una vía de investigación largamente pendiente: entender cuándo el cannabis actúa como complemento del alcohol y cuándo como sustituto. Foto: Taylor Brandon
Un contexto social cambiante
No cabe duda de que los resultados llegan en un momento de transformación cultural. En Estados Unidos y otros países, la legalización del cannabis ha coincidido con una creciente popularidad de prácticas como el llamado California sober: personas que renuncian al alcohol pero siguen consumiendo cannabis como alternativa percibida como menos dañina.
El mercado de bebidas con THC, en plena expansión, se alimenta precisamente de esta narrativa de sustitución. Sin embargo, hasta ahora las pruebas científicas eran ambiguas y, sobre todo, observacionales: mostraban correlaciones, no causalidad. El nuevo estudio aporta algo distinto: evidencia experimental controlada.
Eso no significa, advierten los autores, que el cannabis sea una solución terapéutica para los problemas con el alcohol. De hecho, el propio artículo insiste en que sería «prematuro y potencialmente arriesgado» recomendarlo como estrategia de reducción de daños sin datos científicos sólidos a largo plazo.
Muchas cautelas por delante
El ensayo tiene limitaciones importantes. La muestra estaba formada mayoritariamente por consumidores frecuentes de cannabis: más del 75% cumplía criterios de trastorno por consumo de cannabis, mientras que solo el 43% tenía un trastorno por consumo de alcohol. Los efectos podrían ser distintos en personas que beben más alcohol o consumen cannabis de forma ocasional.
Además, el estudio solo evaluó el THC fumado, sin apenas cannabidiol (CBD), otro componente del cannabis que en estudios animales parece reducir el consumo de alcohol. Tampoco analizó los efectos a largo plazo ni el impacto real sobre los daños asociados al consumo simultáneo, como accidentes, problemas de salud mental o riesgos cardiovasculares.
El entorno de laboratorio, cuidadosamente controlado, tampoco reproduce del todo las situaciones sociales reales en las que se mezclan alcohol y cannabis, donde influyen factores como la presión del grupo, la música o el contexto emocional.
Un resultado incómodo, pero relevante
Pese a todo, el hallazgo es difícil de ignorar. En condiciones controladas, fumar cannabis redujo de forma inmediata el consumo de alcohol en grandes bebedores. No aumentó el craving —el deseo intenso e irrefrenable de consumir una sustancia (drogas, tabaco, café) o repetir una conducta (juego, móvil)— y, en algunos casos, incluso retrasó el inicio de la bebida.
Para la ciencia de las adicciones, el estudio abre una vía de investigación largamente pendiente: entender cuándo el cannabis actúa como complemento del alcohol y cuándo como sustituto. Para la salud pública, introduce una incómoda complejidad en un debate demasiado acostumbrado a respuestas simples.
La pregunta ya no es solo si el cannabis es bueno o malo en relación con el alcohol, sino en qué condiciones, para quién y con qué consecuencias a largo plazo. De momento, la evidencia obliga a matizar certezas. Y eso, en periodismo científico, suele ser una buena noticia.▪️
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Fuente: Jane Metrik, Ph.D., Elizabeth R. Aston, Ph.D., Rachel L. Gunn, Ph.D., Robert Swift, M.D., Ph.D., James MacKillop, Ph.D., Christopher W. Kahler, Ph.D. Acute Effects of Cannabis on Alcohol Craving and Consumption: A Randomized Controlled Crossover Trial. American Journal of Psychiatry (2025). DOI: https://doi.org/10.1176/appi.ajp.2025011

