Un implante subretiniano devuelve parte de la visión a pacientes con degeneración macular

Un diminuto chip fotovoltaico implantado bajo la retina ha permitido a pacientes que habían perdido su visión central volver a leer y reconocer formas. El hallazgo abre la puerta a una nueva generación de prótesis visuales capaces de devolver la vista.

Por Enrique Coperías

Un microchip subretiniano, más fino que un cabello humano, ha permitido recuperar parte de la visión central en pacientes con degeneración macular asociada a la edad.

Un microchip subretiniano, más fino que un cabello humano, ha permitido recuperar parte de la visión central en pacientes con degeneración macular asociada a la edad. Foto: Sardar Faizan

Un pequeño chip de silicio, más fino que un cabello humano, ha logrado restaurar parcialmente la visión central en personas con una de las formas más devastadoras de ceguera asociada al envejecimiento. El dispositivo, conocido como PRIMA, actúa como una retina artificial que convierte la luz en señales eléctricas, permitiendo así que los pacientes vuelvan a distinguir letras, números e incluso leer palabras.

El hallazgo, publicado en la revista The New England Journal of Medicine, marca un hito en la búsqueda de tratamientos capaces no solo de frenar, sino de revertir la pérdida visual causada por la degeneración macular asociada a la edad (DMAE).

La DMAE es la principal causa de ceguera irreversible en mayores de 65 años. Su forma más avanzada, la atrofia geográfica, destruye progresivamente los fotorreceptores y las células del epitelio pigmentario de la retina, dejando un agujero negro en el centro del campo visual. Se estima que más de cinco millones de personas en el mundo viven con esta condición. Hasta ahora, los fármacos aprobados solo conseguían ralentizar el deterioro; ninguno había logrado devolver la capacidad de ver.

El nuevo estudio, denominado PRIMAvera, coordinado por el oftalmólogo Frank G. Holz, de la Universidad de Bonn (Alemania), y por el investigador Daniel Palanker, de la Universidad de Stanford (Estados Unidos) evalúa por primera vez en una cohorte amplia la eficacia y seguridad de este implante fotovoltaico subretiniano. El ensayo se llevó a cabo en diecisiete hospitales europeos, con la participación de 38 pacientes de una media de 79 años diagnosticados de atrofia geográfica en ambos ojos.

Una retina artificial alimentada por la luz

El corazón del sistema PRIMA es un microchip cuadrado de 2 milímetros de lado y 30 micras de grosor, hecho de silicio cristalino. En su superficie se distribuyen 378 píxeles fotovoltaicos, cada uno de 100 micras, que funcionan como diminutos paneles solares: convierten la luz infrarroja en impulsos eléctricos.

El implante se coloca bajo la retina, en la zona donde las células fotorreceptoras han desaparecido, y estimula directamente las capas internas aún intactas, transmitiendo la información visual al cerebro a través del nervio óptico.

El dispositivo se complementa con unas gafas especiales equipadas con cámara y proyector de infrarrojos. La cámara capta la imagen del entorno y la envía a un procesador que traduce la información visual en patrones luminosos. Estos se proyectan, invisibles para el ojo humano, sobre el implante subretiniano. Los píxeles del chip reaccionan generando microcorrientes eléctricas que activan las neuronas de la retina interna, sustituyendo la función perdida de los conos y bastones naturales.

A diferencia de otras prótesis visuales, como las epirretinianas o las supraquoroidales, PRIMA no requiere cables ni baterías implantadas. Su diseño inalámbrico simplifica la cirugía y reduce los riesgos postoperatorios. Además, las lentes son transparentes, lo que permite a los pacientes combinar la visión natural periférica con la visión artificial central.

«Hasta ahora, se habían desarrollado otros tipos de implantes subretinianos con mucho menos beneficio —explica José-Alain Sahel, autor principal del estudio, del Instituto Nacional de Investigación en Salud y Medicina de Francia (Imserm). Y añade—: Esta es la primera vez que un sistema permite a pacientes que han perdido su visión central volver a leer palabras e incluso frases, conservando al mismo tiempo su visión periférica».

Recuperar letras, palabras y rostros

Los resultados del ensayo clínico son esperanzadores. Tras un año de seguimiento, ocho de cada diez pacientes mejoraron de forma clara su visión: pudieron leer al menos una línea más en las pruebas oftalmológicas estándar. En promedio, los participantes reconocieron unas 25 letras adicionales, y algunos llegaron a distinguir hasta 60 letras más, una diferencia que marca el paso de la ceguera funcional a poder leer frases cortas.

El efecto era evidente solo cuando los pacientes utilizaban las gafas PRIMA: sin ellas, la visión permanecía inalterada. En las pruebas domésticas, ocho de cada diez usuarios fueron capaces de identificar letras, números y palabras con la ayuda del sistema, y cerca del 70% declaró una satisfacción media o alta con la experiencia. Gracias a funciones como el zoom digital y el aumento del contraste, algunos lograron leer textos con una resolución superior a la que teóricamente permite el tamaño de los píxeles del chip.

«Recuperar la capacidad de leer supone una gran mejora en su calidad de vida, eleva su estado de ánimo y ayuda a restaurar su confianza e independencia —sostiene Mahi Muqit, investigador clínico de la University College de Londres y cirujano en el Moorfields Eye Hospital, en el Reino Unido. Y añade—: Son pacientes mayores que ya no podían leer, escribir ni reconocer rostros debido a la pérdida de visión. Han pasado de estar en la oscuridad a poder empezar a usar de nuevo su visión, y los estudios muestran que leer es una de las cosas que más echan de menos los pacientes con pérdida visual progresiva».

La paciente Sheila Irvine, del Moorfields Eye Hospital de Londres, durante una sesión de entrenamiento con el dispositivo PRIMA.

La paciente Sheila Irvine, del Moorfields Eye Hospital de Londres, durante una sesión de entrenamiento con el dispositivo PRIMA. Cortesía: Moorfields Eye Hospital.

Seguridad del implante y efectos adversos

Como todo procedimiento quirúrgico intraocular, el implante subretiniano conlleva riesgos. En el estudio se registraron veintiséis efectos adversos graves en diecinueve pacientes, aunque la mayoría fueron leves o moderados y se resolvieron en los dos primeros meses tras la operación.

Los efectos secundarios más comunes fueron aumentos transitorios de la presión ocular, desgarros en la retina periférica y hemorragias subretinianas durante la intervención. En dos casos se desarrolló una neovascularización coroidea —un crecimiento anómalo de vasos sanguíneos bajo la retina—, que tratada con éxito mediante inyecciones de fármacos anti-VEGF. Estos bloquean el llamado factor de crecimiento endotelial vascular (VEGF), una proteína que promueve la formación de nuevos vasos sanguíneos anormales.

Ningún evento grave se atribuyó exclusivamente al dispositivo, y no se detectaron daños en la retina interna o en la visión periférica natural. Los investigadores subrayan que el balance beneficio-riesgo fue favorable. En palabras de Sahel, «los beneficios superaron con creces los efectos adversos».

Comparación con otras prótesis visuales

El logro de PRIMA se inscribe en una larga carrera por restaurar la visión perdida. A principios de la década pasada, sistemas como Argus II, implantado sobre la superficie de la retina, y Alpha IMS, colocado debajo de ella, demostraron que era posible generar percepciones luminosas en personas ciegas. Sin embargo, su resolución era limitada y su complejidad técnica frenó su adopción.

PRIMA introduce varias mejoras clave. Al estimular directamente las células bipolares, y no las ganglionares, respeta parte del procesamiento natural de las señales visuales. Además, al ser inalámbrico y mucho más delgado (unos 30 micrómetros, la mitad de una célula fotorreceptora), se integra de forma más estable en el tejido. Los autores del estudio destacan que los movimientos oculares —no los de la cabeza— permiten refinar la resolución, del mismo modo que las cámaras digitales utilizan algoritmos de superresolución.

«En la historia de la visión artificial, esto representa una nueva era — avanza Muqit. Y comenta—: Los pacientes ciegos pueden realmente recuperar una visión central significativa, algo que nunca se había logrado antes. La operación del chip PRIMA puede realizarse con seguridad por cualquier cirujano vitreorretiniano entrenado en menos de dos horas; eso es clave para que todos los pacientes ciegos puedan acceder a esta nueva terapia médica para la atrofia geográfica en la degeneración macular seca».

Imagen del chip en el ojo de un paciente.

Imagen del chip en el ojo de un paciente. Cortesía: Science Corporation

Los dos tipos de degeneración macular

No hay que olvidar que hay dos formas de degeneración macular son la seca (o atrófica) y la húmeda (o neovascular).

✅ La seca (o atrófica): es la forma más común y lenta de la enfermedad. Se produce cuando las células de la mácula (la parte central de la retina responsable de la visión fina) se deterioran progresivamente, provocando visión borrosa o pérdida del centro del campo visual. No hay una cura definitiva, aunque algunos tratamientos recientes pueden ralentizar su avance.

✅ La húmeda o neovascular: es menos frecuente, pero más agresiva. En este caso, crecen vasos sanguíneos anómalos bajo la retina, que pueden filtrar líquido o sangre, dañando rápidamente la mácula. Se trata con inyecciones intraoculares de fármacos antiangiogénicos (anti-VEGF) que frenan ese crecimiento.

Un paso más hacia la visión biónica

El estudio PRIMAvera confirma y amplía los resultados de un ensayo previo en cinco pacientes, en el que tres de ellos consiguieron leer texto con una agudeza nada desdeñable y mantuvieron esa capacidad durante cuatro años. En esta nueva fase, más amplia y controlada, se demuestra que el efecto es reproducible y estable al menos durante doce meses, con mejoras perceptibles en la vida diaria.

Los investigadores planean seguir monitorizando a los pacientes durante tres años para comprobar la durabilidad del implante y posibles adaptaciones cerebrales. En paralelo, trabajan ya en versiones de mayor resolución y superficie ampliable, que podrían implantarse en mosaico para cubrir áreas más grandes de atrofia macular. Gracias a su diseño modular y sin cables, el chip puede sustituirse por modelos más avanzados sin necesidad de una cirugía mayor.

«El proceso de rehabilitación es clave para estos dispositivos. No se trata de colocar un chip en el ojo y volver a ver. Hay que aprender a usar este tipo de visión. Creo que en el futuro podría usarse para tratar múltiples enfermedades oculares», advierte Muqit.

El microchip PRIMA, de solo 2 milímetros, contiene 378 píxeles fotovoltaicos que convierten la luz infrarroja en impulsos eléctricos para estimular la retina.

El microchip PRIMA, de solo 2 milímetros, contiene 378 píxeles fotovoltaicos que convierten la luz infrarroja en impulsos eléctricos para estimular la retina. Cortesía: Science Corporation

Una nueva frontera para la neuroingeniería ocular

El avance es también un triunfo tecnológico. El implante PRIMA convierte directamente la luz infrarroja en corriente eléctrica, sin necesidad de fuentes externas de energía ni conexiones transesclerales.

Su funcionamiento recuerda a una célula solar microscópica que estimula las neuronas con precisión milimétrica, y abre la puerta a futuras generaciones de chips visuales capaces de comunicarse con el cerebro con una fidelidad cada vez mayor.

«Mi sensación es que se abre la puerta a los dispositivos médicos en este campo, porque actualmente no hay ningún tratamiento aprobado para la degeneración macular seca: no existe», señala Muqit.

El testimonio de una paciente: volver a leer después de años

El camino de la visión biónica ha estado plagado de obstáculos. Los primeros intentos de implantar chips en la retina, hace más de dos décadas, producían solo destellos o sombras rudimentarias. Hoy, gracias a los avances en microelectrónica y óptica infrarroja, los implantes son más pequeños, precisos y biocompatibles.

La experiencia de los pacientes de PRIMAvera, que lograron leer y orientarse en entornos reales, sugiere que la integración entre tecnología y cerebro está cada vez más cerca de reproducir una visión funcional.

«Quería participar en la investigación para ayudar a las futuras generaciones —cuenta Sheila Irvine, paciente del Moorfields Eye Hospital. Y añade—: Antes de recibir el implante, era como tener dos discos negros en los ojos. Era una gran lectora y quería recuperar eso. Es una nueva forma de mirar, y fue realmente emocionante cuando empecé a ver una letra».

En palabras de Irvine, «no es sencillo aprender a leer de nuevo, pero cuantas más horas dedico, más avanzo. Ha marcado una gran diferencia. Leer te lleva a otro mundo; sin duda, ahora soy mucho más optimista».

«Por primera vez, un dispositivo subretiniano inalámbrico demuestra que es posible recuperar la visión central perdida por la degeneración macular”, resume el estudio. Los autores confían en que futuras versiones puedan ofrecer una resolución comparable a la natural. Aunque todavía quedan años de desarrollo y validación, este trabajo supone un paso decisivo hacia una prótesis visual práctica, un salto que acerca la promesa de devolver la vista a millones de personas que hoy viven en la oscuridad.▪️

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