100 años de menús confirman cómo la comida puede utilizarse como herramienta diplomática para forjar y romper alianzas políticas

Durante un siglo, los banquetes oficiales de Portugal han contado mucho más que lo que había en el plato: han servido para seducir aliados, tensar relaciones y escribir la política exterior a golpe de menú. Un estudio desvela cómo la gastronomía se convirtió en un arma silenciosa capaz de forjar —o fracturar— alianzas internacionales.

Por Enrique Coperías

El rey Felipe VI se dirige a los jefes de Estado y de Gobierno durante la cena ofrecida por los monarcas españoles en el Comedor de Gala del Palacio Real, con motivo de la cumbre de la OTAN de 2022, en Madrid.

El rey Felipe VI se dirige a los jefes de Estado y de Gobierno durante la cena ofrecida por los monarcas españoles en el Comedor de Gala del Palacio Real, con motivo de la cumbre de la OTAN de 2022, en Madrid.

A veces, la historia no se escribe en tratados ni en telegramas, sino en cartas de menú. Una investigación reciente, basada en más de un siglo de archivos portugueses, muestra hasta qué punto los banquetes de Estado, su protocolo, su estética y sus platos, han servido como una herramienta de diplomacia con la que Portugal ha construido alianzas, ha sorteado conflictos y ha definido su identidad internacional.

El estudio, publicado en Frontiers in Political Science, analiza 457 comidas oficiales celebradas entre 1910 y 2023 y demuestra cómo la gastronomía puede ser tan decisiva como un despacho ministerial a la hora de mover las placas tectónicas de la geopolítica.

La tesis es sencilla pero poderosa: cada plato cuenta una historia, y ninguna elección culinaria es inocente. La mesa diplomática es un espacio estratégico donde se exhibe poder, se envían mensajes velados y se crean zonas de contacto en las que culturas, intereses y sensibilidades se encuentran y se negocian. En esos encuentros, argumentan los autores, opera también el llamado efecto de mera exposición, que favorece el acercamiento y abre la puerta a acuerdos.

🗣️ «Estas comidas desempeñan un papel significativo como instituciones diplomáticas en la ejecución y la continuidad de la política exterior portuguesa —resume Óscar Cabral, del Basque Culinary Center, en San Sebastián (España), y autor principal del estudio. Y añade—: Demuestran cómo las prácticas culinarias y gastronómicas han facilitado las negociaciones diplomáticas y brindado oportunidades para el intercambio cultural, la transmisión de mensajes políticos y la difusión de la cultura portuguesa».

Cuando la diplomacia se cocina en francés

En los primeros compases del siglo XX, bajo la inestable Primera República portuguesa y la posterior dictadura militar, las mesas diplomáticas se parecían más a un salón parisino que a una casa portuguesa.

Los menús, de hasta nueve o diez platos, estaban dominados por la alta cocina francesa, el canon internacional de la época. Solo de vez en cuando aparecía un gesto hacia el terruño, como un Selle de veau à la Portugaise.

Era un tiempo de crisis internas, alianzas frágiles y búsqueda desesperada de legitimidad exterior.

Salazar, el imperio y el poder simbólico de la mesa

Con la consolidación del Estado Novo, la diplomacia portuguesa experimenta una transformación decisiva. Si bien la estructura de los menús seguía influida por Francia, emerge un nuevo elemento: la necesidad de reafirmar el carácter nacional del país. A pesar de la presión internacional por su política colonial, Portugal utilizó los banquetes para reforzar la idea de un país unido y culturalmente vasto.

Lo que sí se consolida en estos años es el uso del código “à moda de…”, que funciona como una forma de territorializar los platos y crear una narrativa culinaria nacional reconocible. «Observamos un cambio fundamental hacia la inclusión y promoción de productos portugueses, del territorio y del regionalismo culinario», explica Cabral.

En 1957, durante la célebre visita de la reina Isabel II, dicha estrategia alcanzó su apogeo. «Esto cristalizó en el almuerzo regional de 1957 para la reina Isabel II, que fue diseñado para transmitir una sensación de territorio y de portugalidad». El almuerzo servido en el Monasterio de Alcobaza fue una declaración de intenciones: todo el menú diplomático estaba construido para representar el país a través de sus regiones.

Menú del Almuerzo en honor de Su Majestad la Reina Isabel II y Su Alteza Real el Duque de Edimburgo, celebrado en Alcobaça (Portugal) el 20 de febrero de 1957.

Menú del Almuerzo en honor de Su Majestad la Reina Isabel II y Su Alteza Real el Duque de Edimburgo, celebrado en Alcobaça (Portugal) el 20 de febrero de 1957. Fuente: Parques de Sintra–Monte da Lua, Ref. Almoço_Alcobaça_Rainha Isabel_195.

La mesa en tiempos turbulentos

Los años sesenta fueron un periodo convulso para Portugal: guerras coloniales, aislamiento internacional y tensiones internas. Los banquetes oficiales se convirtieron en un escenario de doble lectura.

La visita del presidente indonesio Sukarno (Kusno Sosrodihardjo) obligó al Gobierno portugués a vestir de gala un menú casi enteramente francés. En contraste, la visita del monarca etíope Haile Selassie buscaba apoyo para contrarrestar las críticas globales.

Es también en esta época cuando aparecen algunos de los productos más raros ofrecidos en una mesa diplomática lusa: el salmón del río Minho y la tortuga, servidos a figuras de alto nivel internacional. «Los menús pueden diseñarse intencionadamente para transmitir mensajes políticos y comunicar aspectos no gastronómicos», recuerda Cabral. Y añade un ejemplo reciente: la COP25 de Madrid, donde los nombres de los platos funcionaron como mensajes explícitos sobre la crisis climática: Agua clara y Agua Sucia, Variedades invasivas, Mar y montaña vegetal. Gaia Sangrante…

Democracia, apertura y Europa: la mesa como puente

Tras la Revolución de los Claveles, conocida en Portugal como el 25 de abril por antonomasia, la diplomacia lusitana vive un giro profundo. La gastronomía diplomática deja de ser propaganda y pasa a convertirse en una herramienta de cooperación internacional y de reconexión con Europa, África y el mundo. Los años que conducen a la entrada de Portugal en la Comunidad Económica Europea están marcados por una intensa actividad diplomática, y los banquetes multiplican su diversidad.

Los países lusófonos ocupan un papel central en esta nueva agenda, y la diplomacia culinaria participa activamente en la reconstrucción de lazos culturales. En este contexto, comenta Cabral, “al reforzar estos lazos, los menús presentan intencionadamente productos estrechamente ligados a una gastronomía nacional compartida, como el Cozido à Portuguesa o las recetas de bacalao.”

El rey Jorge VI y la reina Isabel durante una cena de gala en el Château Frontenac, en Quebec.

El rey Jorge VI y la reina Isabel durante una cena de gala en el Château Frontenac, en Quebec. Crédito: BiblioArchives / LibraryArchives (Flickr), licencia CC BY 2.0.

Siglo XXI: entre tradición, marca país y diplomacia pública

En la etapa más reciente, Portugal consolida una gastronomía diplomática basada en productos de calidad, referencias regionales claras y una narrativa coherente con la imagen contemporánea del país: sostenible, diversa y creativa. La mesa se convierte en un escaparate cultural que refuerza la marca Portugal y acompaña políticas exteriores centradas en la cooperación, la lengua y la ciencia.

🗣️ «Nuestro estudio ilustra cómo las cocinas nacionales pueden utilizarse estratégicamente para reforzar la posición global de un país», señala Cabral.

A veces, los menús también plantean dilemas culturales inesperados. «Otro plato que destaca es el Consommé de presunto de Barrancos, que plantea un desafío de identidad cultural y gastronómica—, explica Cabral. Una sopa francesa con jamón portugués servida al rey de un país famoso por su jamón ibérico. «Puede interpretarse como un divertido desafío gastronómico», dice el experto.

Una mesa que cuenta un siglo de historia

Los autores sostienen que las comidas diplomáticas son una fuente histórica de primer orden y que su estudio permite leer de otro modo la política exterior de un país. En Portugal, un país pequeño en lo territorial pero enorme en su historia global, la mesa ha sido una herramienta para amplificar su voz y crear vínculos duraderos.

En sus mejores momentos, estos banquetes han funcionado como una coreografía de poder blando: platos que cuentan historias, ingredientes que representan regiones enteras y gestos simbólicos que abren puertas. En sus momentos más oscuros, han sido propaganda o un brillo artificial frente a la crisis.

Pero, en todos los casos, la mesa diplomática ha sido más que un lugar donde se come: ha sido un espacio donde se negocia el mundo. ▪️

  • Información facilitada por Frontiers

  • Fuente: Óscar Cabral, Luís Lavrador, Pablo Orduna, Raquel Moreira. Power for dinner. Culinary diplomacy and geopolitical aspects in Portuguese diplomatic tables (1910-2023). Frontiers in Political Science (2025). DOI: https://doi.org/10.3389/fpos.2025.1669350

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