Astrónomos detectan cinco estrellas superjóvenes en el complejo de nubes de Camaleón
En una de las regiones más tranquilas del cielo austral, un puñado de estrellas jóvenes rompe el silencio con señales de radio apenas audibles. Gracias a telescopios en tierra y en órbita, los astrónomos logran asomarse al momento exacto en que nacen nuevos soles.
Por Enrique Coperías
Mapa en el infrarrojo lejano (250 μm) obtenido por el telescopio Herschel de las regiones Cha II y III (izquierda) y de las subregiones de Cha I (derecha). Los círculos marcan los campos observados con el radiotelescopio ATCA, cuyo campo de visión a 5,5 GHz tiene un diámetro de 9 minutos de arco. Los cuadrados indican la posición de estrellas jóvenes previamente conocidas en cada zona.
A más de 600 años luz de distancia, en el silencioso rincón sur del firmamento conocido como Camaléon, el universo escribe una de sus historias más discretas y fascinantes: la del nacimiento de estrellas.
Allí, entre nubes de gas y polvo interestelar, decenas de soles adolescentes luchan por emerger. Ahora, un grupo internacional de astrónomos ha desplegado uno de los oídos más sensibles del planeta para escucharlas: la radioastronomía de alta resolución.
Mediante observaciones del Australia Telescope Compact Array (ATCA), en Australia, y posteriores seguimientos con la red australiana de radiotelescopios de muy larga base (LBA), el equipo liderado por Ernesto García Valencia, del Departamento de Física de la Universidad de Sonora (México), ha logrado identificar la tenue emisión de radio de al menos cinco estrellas jóvenes en esta región del cielo.
Es más, otros cinco posibles candidatos elevan la cuenta a una decena en un campo estelar que ya era bien conocido por su población de estrellas T Tauri —soles en sus primeros millones de años de vida— pero que hasta ahora había permanecido sorprendentemente callado en longitudes de onda de radio.
¿Qué es la región de Camaleón y por qué es importante para estudiar el nacimiento de estrellas?
El llamado complejo de nubes de Camaleón es una región de formación estelar masiva y cercana a la Tierra que se encuentra principalmente en la constelación del mismo nombre y que se extiende hacia otras constelaciones vecinas, como Apus, Musca, Carina y Octans.
El complejo está formado por varias nubes oscuras, pero destacan estas tres:
✴️ Canaleón I (Cha I). Es la más activa en formación estelar y contiene numerosas estrellas jóvenes de baja masa, como las T Tauri.
✴️ Cameleón II (Cha II). También forma estrellas, pero en menor cantidad.
✴️ Camaleón III (Cha III). Parece estar en una fase previa al inicio de la formación estelar.
La región de formación estelar de Camaleón es uno de los viveros estelares más cercanos a la Tierra. Aunque no tan masivo ni activo como otros gigantes del hemisferio norte, como Orión y Perseo, Camaleón destaca por su relativa pureza: el complejo de nubes se encuentra aislado de otras regiones formadoras de estrellas, tiene una densidad baja de gas y polvo, y acoge principalmente estrellas de baja masa.
Todo ello convierte a esta región en un escenario ideal para estudiar los mecanismos primordiales de la formación de estrellas sin interferencias.
Invisibles para los radiotelescopios, hasta hoy
A pesar de que estudios previos habían caracterizado extensamente a Cha I y Cha II en luz visible, infrarroja y rayos X, sus habitantes seguían siendo en buena parte invisibles para los radiotelescopios. Un hecho paradójico, dado que muchos de estos objetos brillan en rayos X, un indicio conocido de actividad magnética intensa y, por extensión, de potencial emisión en radiofrecuencias.
Como apuntaban ya hace tres décadas los astrónomos Manuel Güdel y Arnold Benz, existe una estrecha relación entre el brillo en rayos X y el radio en estrellas jóvenes. Camaleón tenía una deuda pendiente en este espectro.
El equipo de Valencia diseñó una estrategia eficiente, que relata en el repositorio de acceso abierto ArXiv: no cubrir todo el complejo, que ocupa más de diez grados cuadrados en el cielo, sino concentrarse en veintiocho campos densamente poblados por jóvenes promesas estelares. En marzo de 2013, las antenas del ATCA, ubicadas en el interior de Australia, apuntaron al cielo en configuraciones que ofrecían resoluciones angulares de hasta dos segundos de arco. Se exploraron frecuencias en 5,5 y 8 GHz, y se obtuvo un mosaico radioeléctrico inédito.
ATCA y LBA: escuchando el nacimiento estelar desde el cielo australiano
El resultado: cinco detecciones inequívocas de estrellas jóvenes con emisión en radio —cuatro en Cha I y una en Cha II—, además de cinco señales más tenues en las inmediaciones de objetos conocidos. Las señales eran débiles pero significativas, y en varios casos, variables, una pista clásica de los procesos energéticos no térmicos que caracterizan a las estrellas con campos magnéticos en ebullición.
Uno de los protagonistas de esta historia cósmica es Ced 110 IRS2 (o J11061540−7721567), una estrella de tipo G5 en Cha I que destaca por su brillo sostenido y su emisión en radio claramente no térmica.
Esta estrella fue posteriormente observada con la red LBA entre 2016 y 2018, que confirmó no solo su naturaleza activa, sino reveló algo aún más intrigante: se trata, con alta probabilidad, de un sistema binario con una órbita de unos cuarenta años.
Un eco doble desde la infancia estelar
La astrometría precisa obtenida con el LBA —capaz de medir posiciones con errores menores a un milisegundo de arco— permitió comparar la ubicación del objeto con los datos de Gaia, el satélite europeo que cartografía mil millones de estrellas. En dos de los tres momentos observados, las posiciones coincidían.
Pero en una de ellas, la discrepancia fue notable: más de 60 milisegundos de arco, una diferencia demasiado grande para atribuirla al azar o error instrumental.
La explicación más plausible es que Gaia y LBA estaban observando a dos componentes distintos del mismo sistema binario, encendidos en momentos diferentes. Esto se alinea con lo observado en otros sistemas estelares binarios jóvenes, donde solo una de las estrellas emite pulsos de radio de forma variable.
Así, Ced 110 IRS2 se convierte en un candidato ideal para llevar a cabo estudios de dinámica binaria en años futuros: con solo una docena de datos adicionales, sería posible determinar masas estelares precisas, una de las piedras angulares de la astrofísica estelar.
Imagen del Telescopio Espacial Hubble (NASA) que muestra una de las tres partes que componen el complejo de formación estelar conocido como Chamaeleon Cloud Complex, de unos 65 años luz de extensión. El segmento visible corresponde a la región Chamaeleon I (Cha I), donde se observan densas nubes oscuras donde nacen nuevas estrellas, nebulosas de reflexión iluminadas por estrellas jóvenes de color azul brillante y estructuras luminosas conocidas como objetos Herbig-Haro. Cortesía: NASA, ESA, K. Luhman and T. Esplin (Pennsylvania State University), et al., and ESO; Processing: Gladys Kober (NASA/Catholic University of America
Una fauna diversa bajo el radar
Aunque la mayoría de las detecciones corresponden a estrellas T Tauri de tipo M o K, el catálogo no termina ahí. Una detección firme corresponde a una estrella Herbig Ae/Be (tipo B9), lo que representa el caso menos común de una estrella de masa intermedia con emisión en radio.
A su vez, una de las señales de radio posiblemente proviene de Ced 110 IRS4, una estrella aún en formación (protoestrella) en Camaleón. Este objeto ya había sido observado por el telescopio James Webb, y muestra un chorro estrecho de gas caliente, típico de las protostrellas, lo que sugiere que su emisión de radio es de origen térmico, y no por actividad magnética.
Las demás estrellas jóvenes detectadas parecen emitir radio por procesos no térmicos, como la emisión sincrotrón, típica de partículas aceleradas por campos magnéticos intensos. Este comportamiento coincide con lo que predice la conocida relación de Güdel-Benz, que conecta la cantidad de radiación en rayos X y en radio.
Las fuentes observadas en Camaleón se ajustan bien a esa regla, igual que ocurre con estrellas similares en otras regiones de formación estelar como Ofiuco y Tauro.
Un mapa estelar para el futuro
Este estudio no solo amplía el censo de estrellas radio-brillantes en Camaleón —que pasa de siete a doce—, sino que sienta las bases para futuras campañas sistemáticas. Con una tasa de detección entre el 2,5% y el 5% de los objetos conocidos en la región, hay un claro margen de mejora.
La variabilidad radioeléctrica inherente a estos objetos sugiere que muchos pudieron no estar activos durante las observaciones del ATCA, por lo que repetir los mapas en distintas épocas puede revelar nuevas fuentes.
Además, extender las observaciones con el LBA a otros candidatos permitiría construir un marco astrométrico de alta precisión en la región, clave para estudiar la dinámica interna del complejo y sus conexiones con la historia de formación estelar en el vecindario solar.
En un universo dominado por lo invisible, escuchar el murmullo de las estrellas en gestación es más que una proeza técnica: es una forma de acercarnos al origen de los sistemas estelares como el nuestro. Gracias al radar cósmico de la radioastronomía, las nubes del Camaleón empiezan, poco a poco, a contarnos su historia. ▪️
Fuente: Ernesto García Valencia et al. High resolution radio observations of the Chamaeleon star-forming region. arXiv (2025). DOI:
https://doi.org/10.48550/arXiv.2506.15927