El impacto de los rayos en los bosques: 320 millones de árboles mueren cada año por descargas eléctricas
Cientos de millones de árboles mueren anualmente fulminados por rayos, un fenómeno natural silencioso que está reescribiendo el papel de los bosques en el cambio climático. Un nuevo estudio advierte de que esta forma de mortalidad, hasta ahora ignorada, libera tanto CO₂ como los incendios forestales.
Por Enrique Coperías
El equipo de investigación de la Universidad Técnica de Múnich ha desarrollado el primer modelo para estimar a nivel global cuántos árboles caen fulminados por el impacto de un rayo. Foto: Bethany Laird
Durante décadas, la ciencia ha observado a los bosques como aliados silenciosos en la lucha contra el cambio climático: sumideros de carbono, refugios de biodiversidad, termorreguladores del planeta.
Pero hay una amenaza que cae del cielo, a veces con estruendo y a veces sin dejar huella: el rayo. Un fenómeno natural tan antiguo como la Tierra misma, cuya letalidad sobre los árboles ha sido notoriamente subestimada.
Ahora, un equipo de investigadores de la Universidad Técnica de Múnich (TUM), en Alemania, ha encendido las alarmas. Un estudio publicado en la revista Global Change Biology, revela que los rayos matan anualmente unos 320 millones de árboles en todo el planeta. No hablamos de incendios forestales provocados por rayos —esos se contabilizan por separado—, sino de muertes directas por la descarga eléctrica: árboles que mueren de pie, en silencio, semanas o meses después de ser alcanzados.
Una amenaza invisible y poco documentada
La cifra impresiona no solo por su magnitud, sino por sus implicaciones. Esta mortandad equivale a entre el 2,1% y el 2,9% de toda la biomasa vegetal que se pierde cada año por causas naturales.
En términos de carbono, representa entre 0,77 y 1,09 gigatoneladas de CO₂ liberadas a la atmósfera, comparable a las emisiones directas por la quema de vegetación viva en incendios forestales (1,26 Gt). Y todo esto sin contar el carbono que se libera por la quema de materia orgánica del suelo o la madera muerta.
«El impacto ecológico del rayo ha sido claramente subestimado —advierte Andreas Krause, autor principal del estudio e investigador en la Cátedra de Interacciones Superficie-Terrestre-Atmósfera de la TUM. Y añade—: Con este trabajo, no solo hemos estimado cuántos árboles mueren por rayos, sino que también hemos identificado las regiones más afectadas y evaluado las consecuencias sobre el almacenamiento global de carbono y la estructura de los bosques».
A nivel mundial, cada año caen entre 286 y 328 millones de rayos sobre la superficie terrestre, de los cuales entre 196 y 204 millones se producen sobre zonas terrestres sin hielo. Según las simulaciones, esto provocó la muerte anual de entre 301 y 340 millones de árboles (diámetro > 10 cm) durante el periodo 2004-2023, incluidos entre 24 y 36 millones de árboles grandes. Cortesía: Andreas Krause et al.
Un modelo pionero para una amenaza inadvertida
Hasta ahora, los estudios sobre relámpagos y árboles se limitaban a observaciones de campo en lugares puntuales. Uno de los más exhaustivos se llevó a cabo en la Isla Barro Colorado, en Panamá, donde un sistema de detección con cámaras y drones permitió seguir la pista a decenas de rayos.
La sorpresa fue mayúscula: cada rayo no solo mataba al árbol sobre el que impactaba, sino que podía afectar a varios más en un radio de hasta 45 metros, por efecto de las llamadas descargas laterales o flashovers.
El nuevo estudio va mucho más allá. Los investigadores ampliaron el modelo global de vegetación LPJ-GUESS —una herramienta habitual para simular el comportamiento de los ecosistemas terrestres bajo diferentes escenarios climáticos—, integrando datos empíricos de mortalidad por rayos con mapas globales de frecuencia de tormentas eléctricas.
El azote de árboles de gran porte
Hay que señalar que el equipo de investigación integró datos de mortalidad por rayos en el modelo de vegetación global LPJ-GUESS, combinando:
✅ Observaciones de campo (Panamá, Amazonía, Estados Unidos).
✅ Densidad de rayos por satélite (LIS/OTD-EMAC).
✅ Detección terrestre (ENTLN).
Esto permitió estimar la mortalidad en función del tamaño del árbol, la distancia al punto de impacto y el tipo de vegetación. El resultado es un retrato sin precedentes del impacto de los rayos sobre los bosques del mundo.
Según el modelo, de los 320 millones de árboles que mueren cada año por rayos, entre 24 y 36 millones son grandes ejemplares. Y es precisamente en los árboles de gran porte donde el golpe es más sensible: no solo almacenan más carbono, sino que también cumplen un papel estructural clave en el ecosistema forestal. De hecho, en la selva panameña estudiada, los rayos eran responsables de hasta el 40% de la mortalidad de grandes árboles.
Árbol afectado por un rayo. Foto: Antonio Vivace
África tropical, el epicentro del relámpago letal
La región del planeta más afectada por esta forma de perturbación es África central, donde las tormentas eléctricas son más frecuentes y los bosques tropicales tienen árboles altos y abundantes. Allí, el impacto de los rayos sobre la biomasa forestal es especialmente elevado, superando incluso el 6% de toda la mortalidad anual de árboles grandes.
A nivel global, los rayos representan cerca del 0,6% de todas las muertes de árboles, pero si se observan sólo los árboles más corpulentos, ese porcentaje se eleva hasta el 6,3%.
De hecho, si los rayos desaparecieran del planeta, el modelo estima que la biomasa total de los bosques sería entre un 1,3% y un 1,7% más alta. Eso equivaldría a entre 6,9 y 9,3 gigatoneladas adicionales de carbono almacenado.
¿Una amenaza en expansión?
El fenómeno adquiere aún más relevancia si se tiene en cuenta el cambio climático. Diversos modelos climáticos anticipan un aumento en la frecuencia de los rayos en las próximas décadas, especialmente en latitudes medias y altas, es decir, en regiones templadas y boreales.
«Hoy en día, la mortalidad inducida por rayos es mayor en regiones tropicales, pero si se cumplen las proyecciones, los bosques templados podrían convertirse en nuevos focos de impacto —señala Krause—. Es un fenómeno al que hay que prestar más atención. Ignorarlo puede comprometer la fiabilidad de nuestras proyecciones sobre la dinámica de los ecosistemas y el ciclo global del carbono».
En este sentido, el modelo LPJ-GUESS también muestra cómo las perturbaciones por rayos alteran la composición estructural de los bosques: se reduce el número de árboles grandes, aumenta el número de pequeños, y la luz que llega al sotobosque varía, favoreciendo así el establecimiento de nuevas especies o cohortes en determinadas condiciones.
Detectar lo invisible, modelar lo que no deja huella
Uno de los mayores desafíos es que la mortalidad por rayos es notoriamente difícil de observar. Las señales visibles suelen desaparecer rápido: la corteza se descompone, las heridas se confunden con plagas o sequías, y la muerte puede producirse meses después del impacto. Además, muchas veces se registran solo los eventos más espectaculares: los árboles calcinados, los huecos abiertos en la selva.
El estudio de Krause y su equipo demuestra que, sin modelos matemáticos integradores y datos sistemáticos, es prácticamente imposible dimensionar este tipo de perturbación. Por eso, reclaman más investigaciones de campo, especialmente en regiones poco estudiadas como las selvas africanas, y en bosques no dominados por coníferas, donde los rayos pueden tener efectos distintos.
Una llamada a revisar los modelos ecológicos
Este trabajo representa un cambio de paradigma en cómo entendemos las perturbaciones naturales que afectan a los bosques. Así como el fuego y la sequía han ganado su lugar en los modelos climáticos, ahora los rayos exigen su protagonismo.
La muerte de un árbol por un rayo no es un simple accidente aislado. Es parte de una red de interacciones complejas: abre huecos, altera la competencia por la luz, favorece o debilita ciertas especies, e incluso puede actuar como catalizador para otras perturbaciones, como ataques de insectos o caída por viento.
«La clave no está únicamente en saber cuántos árboles mueren, es entender cómo esa mortalidad afecta al equilibrio de los ecosistemas y a la capacidad de los bosques para actuar como sumideros de carbono en un clima cambiante», concluye Krause.
En otras palabras: el relámpago, ese destello efímero que atraviesa el cielo, tiene un legado más duradero del que pensábamos. Y su historia apenas comienza a escribirse. ▪️
Información facilitada por la Universidad Técnica de Múnich
Fuente: Andreas Krause, Konstantin Gregor, Benjamin F. Meyer, Anja Rammig. Simulating Lightning-Induced Tree Mortality in the Dynamic Global Vegetation Model LPJ-GUESS. Global Change Biology (2025). DOI: 10.1111/gcb.70312