El colapso de los bosques que convirtió a la Tierra en un superinvernadero durante 5 millones de años
La apocalíptica extinción del Pérmico-Triásico, hace 252 millones de años, no solo acabó con la mayoría de las especies: también arrasó los bosques del planeta. Su desaparición alteró el ciclo del carbono y dejó a la Tierra atrapada en un calor infernal durante millones de años, según un nuevo estudio con fósiles de la época.
Por Enrique Coperías
El calentamiento global provocó la desaparición masiva de los bosques durante la extinción Pérmico-Triásica hace 252 millones de años, y hoy, la historia podría repetirse: el aumento actual de temperaturas está causando el colapso de ecosistemas forestales en todo el planeta. Foto: Grant Ritchie
Hace unos 252 millones de años, nuestro planeta cruzó un umbral del que tardó millones de años en recuperarse. Un súbito aumento de dióxido de carbono en la atmósfera, alimentado por un gigantesco episodio volcánico en lo que hoy es Siberia, elevó las temperaturas globales hasta niveles extremos.
Pero lo más sorprendente no fue la intensidad del calentamiento, sino su duración: un clima infernal se mantuvo a lo largo de cinco millones de años. El nuevo estudio, publicado en Nature Communications, apunta a un factor clave hasta ahora infravalorado: la desaparición de los bosques tropicales y con ellos, de los mecanismos naturales que enfrían el planeta.
La investigación, liderada por el geocientífico Zhen Xu, de la Universidad de Leeds, en el Reino Unido, reconstruye con precisión cómo el colapso de la vegetación terrestre tras la extinción del Pérmico-Triásico interrumpió los procesos que normalmente retiran dióxido de carbono (CO₂) de la atmósfera. Según sus modelos, fue esa pérdida de filtros verdes —los ecosistemas que atrapan carbono y favorecen la meteorización de las rocas— la que impidió que el planeta recuperara su equilibrio climático.
¿Qué causó el calentamiento extremo tras la extinción del Pérmico?
A la extinción permicotriásica también se la conoce informalmente como la gran mortandad: más del 80% de las especies marinas y el 70% de las familias de vertebrados terrestres desaparecieron, según algunas estimaciones. Las causas inmediatas han sido ampliamente estudiadas: una serie de erupciones volcánicas de proporciones colosales —los llamados traps siberianos— liberaron cantidades masivas de gases de efecto invernadero.
Pero la pregunta que intrigaba a los científicos era otra: si las emisiones fueron puntuales, ¿por qué el calentamiento global duró millones de años?
«Los modelos climáticos predicen que, tras una inyección masiva de CO₂, los niveles deberían volver a la normalidad en unos 100.000 años. Lo que vemos en los registros geológicos es un planeta atrapado en un invernadero durante casi cinco millones de años», explica Andrew Merdith, investigador de la Universidad de Adelaida y coautor del estudio.
¿Qué rol jugaron los bosques en este «eterno» cambio climático?
La clave, según el trabajo, está en la vegetación. Antes del cataclismo, vastas regiones del planeta estaban cubiertas de densos bosques con copas de hasta 50 metros de altura. Estos ecosistemas no solo capturaban carbono a través de la fotosíntesis, sino que también promovían la meteorización química de las rocas, un proceso lento pero crucial que transforma CO₂ en minerales estables.
Con la extinción, esos bosques fueron reemplazados por plantas resistentes y de pequeño porte, de entre 5 centímetros y 2 metros, con una capacidad de secuestrar carbono mucho menor.
«Las turberas tropicales, que son auténticos almacenes de carbono a largo plazo, también desaparecieron —señala Merdith—. Y sin bosques, el planeta perdió su principal mecanismo de refrigeración climátic».
A la extinción del Pérmico-Triásico también se la conoce informalmente como la gran mortandad: más del 80% de las especies marinas y el 70% de las familias de vertebrados terrestres desaparecieron, según algunas estimaciones. Cortesía: University of St Andrews
Lo que dice el modelo climático sobre este fenómeno
Los investigadores utilizaron el modelo SCION, una herramienta climática y geoquímica avanzada, para simular el impacto de esta desaparición vegetal en la dinámica del carbono atmosférico. Cuando incorporaron datos fósiles y escenarios realistas de pérdida de productividad vegetal, el resultado fue inquietante: los niveles de CO₂ se mantuvieron estables en torno a las 7.000 partes por millón (ppm), y las temperaturas medias en el ecuador alcanzaron los 34 ºC, o sea, unos 8 ºC más que hoy.
A diferencia de lo que muchos podrían suponer, el sistema climático no rebotó rápidamente a su estado original. «No es un efecto pimpón —insiste Merdith—. No pasas de un clima frío a un clima cálido y luego vuelves al frío. Una vez que inicias ese cambio, la Tierra encuentra un nuevo punto de equilibrio climático, que no necesariamente es el anterior».
Esta persistencia del clima extremo se explica por una cadena de retroalimentaciones. La desaparición de la vegetación no solo redujo la captura de carbono, sino también la meteorización de silicatos —una de las principales vías de retirada de CO₂ a largo plazo—. Al no haber árboles ni raíces que fragmenten las rocas ni agua retenida por plantas, el proceso prácticamente se detuvo.
Además, al reducirse la producción de oxígeno por fotosíntesis y modificarse los flujos de nutrientes, se alteraron también los ecosistemas marinos. Aunque el estudio se centra en la parte terrestre, la climatóloga Katrin Meissner, de la Universidad de Nueva Gales del Sur, advierte que hay muchas incógnitas sobre lo que ocurría en los océanos.
«Los océanos almacenan más carbono que la atmósfera y la tierra juntas, y realmente no sabemos qué pasó con su química, su biología o su circulación durante este evento», afirma Meissner.
Aun así, considera que los resultados del estudio son “plausibles” y abren una vía prometedora de investigación.
El Lystrosaurus, un robusto herbívoro emparentado con los mamíferos, fue durante mucho tiempo símbolo de la recuperación tras la extinción del Pérmico. Sin embargo, nuevas investigaciones revelan que ya era abundante antes del cataclismo, lo que sugiere que su éxito se debió más a su adaptabilidad frente al cambio ambiental que a una expansión oportunista tras el desastre. Crédito: Gina Viglietti
¿Cómo afectó esto a la biodiversidad terrestre?
La desaparición de los bosques no fue uniforme. El estudio muestra que el impacto fue mucho más grave en las regiones tropicales y subtropicales, donde desapareció el 86% de las especies de plantas fósiles conocidas. En contraste, en latitudes altas, algunos taxones sobrevivieron y actuaron como refugios ecológicos. Esta asimetría produjo un fenómeno insólito: durante el Triásico temprano, la mayor diversidad vegetal se encontraba en regiones frías, invirtiendo así el patrón que hoy conocemos.
Este cambio no fue exclusivo de las plantas. El registro fósil de vertebrados terrestres muestra también una zona muerta entre los 30º norte y sur, donde casi no hay evidencia de vida tras la extinción. «No había plantas que sostuvieran a los herbívoros, y sin herbívoros, tampoco carnívoros», explica Xu. Solo en latitudes más templadas, y mucho después, comenzaron a reaparecer ecosistemas complejos.
La recuperación fue lenta. Los primeros signos de reforestación aparecieron en el Triásico medio, cerca de 246 millones de años atrás. Con ellos, los modelos muestran una bajada progresiva de CO₂ y una mejora en los indicadores climáticos. El planeta, tras vagar millones de años por un invernadero tórrido, comenzaba a estabilizarse.
Reconstrucción artística del paisaje ecológico terrestre antes (A), durante (B) y después (C) de la extinción masiva del Pérmico-Triásico, basada en fósiles de palinomorfos, plantas y tetrápodos, así como en datos sedimentológicos. Crédito: D. H. Yang
El pasado como espejo: ¿puede repetirse esta historia?
Aunque los hechos ocurrieron hace más de 250 millones de años, los paralelismos con el presente son imposibles de ignorar. «Estamos viendo una aceleración del CO₂ atmosférico en nuestros días, parecida a la del Pérmico —señala Merdith. Y añade—: Si cruzamos ciertos umbrales —por ejemplo, la pérdida de selvas tropicales como la amazónica— podríamos entrar en una dinámica similar: una Tierra sin termostato, donde las plantas ya no puedan cumplir su papel regulador».
La advertencia no es solo teórica. Diversos estudios han señalado que los bosques tropicales actuales están perdiendo capacidad de absorción de carbono debido al calentamiento, las sequías prolongadas y la deforestación. Según Merdith, los resultados del estudio deberían hacernos reflexionar sobre la fragilidad de los equilibrios climáticos: «Una vez que desencadenas un cambio tan profundo, puede que el planeta no vuelva atrás. No hay garantía de que el sistema se recupere con solo reducir las emisiones».
Zhen Xu lo resume con una metáfora elocuente: «Cuando desaparecen los bosques, el planeta pierde su termostato. Y sin termostato, el calor no se apaga solo».
La lección que deja la extinción Pérmico-Triásica es tan simple como crucial: mantener vivos nuestros bosques no solo protege la biodiversidad. Es, quizás, la única manera de evitar un futuro en el que la Tierra vuelva a arder durante millones de años. ▪️