Cómo los orangutanes aprenden sus complejas dietas gracias a la cultura: nueva evidencia científica
Los orangutanes no nacen sabiendo cómo alimentarse: necesitan años de observación, convivencia y transmisión cultural para manejar una dieta con cientos de alimentos diferentes. Un nuevo estudio revela que, sin esa herencia social, simplemente no podrían sobrevivir.
Por Enrique Coperías
En la gran despensa que es la selva, los oranguratanes acceden a más 262 alimentos distintos, pertenecientes a más de 110 especies vegetales, además de insectos, frutos fibrosos, cortezas, semillas y presas difíciles de obtener. Solo mediante el aprendizaje logran distinguirlos y acceder a ellos. Foto de G N
La imagen popular de los orangutanes es la de unos simios solitarios, silenciosos y autosuficientes, capaces de abrirse paso en la espesura de los bosques de Sumatra y Borneo gracias a una inteligencia pausada y una memoria precisa. Pero un estudio publicado en la revista Nature Human Behaviour viene a trastocar esta idea tan arraigada: los orangutanes no pueden llegar a dominar su complejísima dieta sin apoyarse en un lento pero decisivo aprendizaje cultural transmitido de madres a crías y de unos pocos individuos a otros durante los años clave del desarrollo. Sin ese sostén social, simplemente no les da tiempo a controlar el extenso menú del que disponen.
Los autores, un equipo internacional liderado por Elliot Howard-Spink y Caroline Schuppli, del Instituto Max Planck (Alemsania), han analizado más de doce años de observaciones de orangutanes salvajes en el enclave de Suaq Balimbing, en Sumatra. Con esos datos han construido un modelo computacional capaz de simular, día a día, la vida de un orangután desde su nacimiento hasta los quince años, la edad a la que las hembras suelen reproducirse y todos los individuos alcanzan la madurez.
El objetivo era responder a una pregunta que, sorprendentemente, hasta ahora nadie había podido abordar de forma cuantitativa: ¿puede un orangután joven aprender por sí solo todo lo que necesita saber para alimentarse como un adulto? ¿O depende irremediablemente de la cultura?
La respuesta del modelo es esclarecedora, ya que confirma que, sin varios mecanismos de aprendizaje social, los orangutanes no alcanzan dietas adultas a tiempo, ni siquiera con las miles de oportunidades de exploración que ofrece la selva.
Qué comen exactamente los orangutanes y por qué es tan difícil aprenderlo
La riqueza alimentaria de los orangutanes es tan extensa que cuesta imaginarla: en Suaq Balimbing, los investigadores han documentado 262 tipos diferentes de alimentos que forman parte de los repertorios de los adultos, procedentes de 116 especies vegetales, además de insectos y otros recursos puntuales. Entre esos alimentos hay desde hojas, cortezasy semillas hasta frutas difíciles de procesar y termitas que se obtienen con herramientas. Cada tipo de alimento implica una técnica distinta y un número variable de pasos antes de poder ingerirlo.
A pesar de esa complejidad, los adolescentes orangutanes llegan a los ocho o nueve años, cuando se separan por fin de sus madres, con dietas casi indistinguibles de las de los adultos. Pero, ¿cómo han logrado acumular tanto conocimiento? ¿Exploran por sí mismos? ¿Imitan? ¿Se dejan guiar?
Estas son preguntas fundamentales, porque los orangutanes, a diferencia de los chimpancés y los gorilas, viven la mayor parte de su vida en solitario. Las crías permanecen juntas a sus madres durante los primeros años, pero después las oportunidades de aprender de otros individuos caen drásticamente. Por eso, si hay un periodo crítico para absorber cultura animal, debe estar concentrado en esa larga dependencia infantil.
Orangutanes de Sumatra comiendo distintos alimentos. Cortesía: Guilhem Duvot
Cómo funciona el aprendizaje social en orangutanes
El modelo desarrollado por el equipo de investigación toma como punto de partida toda la información disponible: la frecuencia con la que los primates encuentran distintos alimentos, cuántos parches de comida visitan al día (unos veintisiete de media), cómo varía su tendencia a explorar y, sobre todo, cómo cambia su vida social con la edad.
Con esos datos, los investigadores construyeron unos orangutanes virtuales que avanzan por la vida durante quince años, día tras día, enfrentándose a oportunidades de alimentación. Cada vez que encuentran un alimento desconocido pueden decidir explorarlo o ignorarlo. La probabilidad de exploración depende de su edad y de su situación social en ese momento, que puede ser:
✅ Asociación distante: solo permite la exposición, es decir, saber qué alimentos existen y dónde se encuentran.
✅ Asociación cercana: añade procesos de mejora, por los cuales la presencia de otro individuo aumenta la curiosidad del joven o dirige su atención hacia el alimento correcto.
✅ Curiosear: la forma más directa de observación, equivalente a mirar fijamente cómo un adulto manipula un alimento.
Este último comportamiento aparece representado en el estudio con la fotografía de un ejemplar juvenil observando a su madre extraer termitas con un palo: una escena aparentemente trivial pero que puede marcar la diferencia entre aprender una técnica compleja o no conseguirlo nunca.
Según los datos reales, las crías pasan prácticamente el cien por cien del tiempo asociadas a su madre hasta los siete o nueve años, pero el tipo de asociación va cambiando: cuando son muy pequeñas permanecen casi siempre en contacto físico; con la edad, la distancia crece y las interacciones se vuelven menos constantes.
Qué ocurre cuando se desconecta la cultura
Una vez validado el modelo, que reproduce con notable precisión las trayectorias de aprendizaje observadas en el campo, los investigadores realizaron una serie de experimentos virtuales eliminando distintos tipos de aprendizaje social.
Los resultados son dignnos de mención:
1️⃣ Sin la posibilidad de mirar de cerca, el aprendizaje se ralentiza claramente. La dieta crece, pero más lentamente, y solo 1,6% de los jóvenes simulados alcanza un repertorio adulto antes de los quince años. A los nueve años —edad máxima de independencia— están muy por debajo del umbral necesario.
2️⃣ Sin la oportunidad de curiosear y sin interacción cercana (solo exposición), la dieta no llega a ser adulta en ningún caso.
3️⃣ Solo cuando se incluyen exposición, la mejora y el curioseo las dietas alcanzan el tamaño requerido antes de la independencia.
Es decir: los orangutanes necesitan aprender socialmente.
Esto no quiere decir que no exploren por sí mismos —de hecho, lo hacen mucho—, pero la exploración espontánea no basta. Aunque un orangután virtual recorra más de 147.000 parches de comida, sin guía social no descubre ni aprende con la rapidez suficiente.
En comparación con el repertorio adulto, estimado en unos 248 alimentos, el umbral próximo al adulto fijado es de 223 alimentos (el 90%).
Una familia de orangutanes de Borneo: las crías aprenden de su madre qué comer y cómo acceder a la comida. Image by Angela from Pixabay
Por qué esto cambia nuestra comprensión de la cultura animal
El estudio plantea una consecuencia de gran calado, y no es otra que los orangutanes poseen repertorios culturales dependientes de la cultura, no muy distintos en concepto a los humanos. No se trata de que inventen técnicas imposibles de redescubrir individualmente, pero sí de que la amplitud de su conocimiento supera lo que un solo individuo podría alcanzar por sí mismo en una vida.
Esta idea cuestiona la visión tradicional de que la cultura humana es excepcional por su complejidad acumulativa. Aquí se muestra que otras especies también dependen de la transmisión cultural para asegurar habilidades básicas de subsistencia.
También tiene implicaciones para la conservación de los orangutanes. Muchos ejemplares rescatados y reintroducidos carecen de una madre que les enseñe dietas amplias. Si el aprendizaje social es crucial, los programas de reintroducción deberán imitar ese entorno cultural, quizá mediante escuelas de bosque donde varios jóvenes puedan observar a adultos expertos.
Una orangutana enseña a su cría a pescar termitas con la ayuda de una ramita. Cortesía: Guilhem Duvot
La cultura sostiene la vida de los orangutanes
Howard-Spink, Schuppli y sus colegas plantean incluso una reflexión evolutiva: si los orangutanes dependen de la cultura para manejar algo tan fundamental como su dieta, es posible que el último ancestro común entre humanos y grandes simios también poseyera repertorios culturales más amplios de lo que se suele asumir.
Quizá nuestra cultura acumulativa surgió sobre una base de transmisión ecológica compartida con otros homínidos.
Por ahora, este trabajo no habla de herramientas ni símbolos, sino de algo más basal: el conocimiento ecológico que hace posible sobrevivir en un entorno complejo. Y confirma que, incluso para quienes parecen vivir solos entre los árboles, la cultura es un hilo que sostiene la vida.▪️
Información facilitada por el Max Planck Institute of Animal Behavior
Fuente: Howard-Spink, E., Tennie, C., Mitra Setia, T. et al. Culture is critical in driving orangutan diet development past individual potentials. Nature Human Behaviour (2025). DOI: https://doi.org/10.1038/s41562-025-02350-y

