Cómo sobrevivió la vida durante superglaciación : la respuesta está en los estanques de deshielo de la Antártida
Biólogos sugieren que la vida compleja pudo haber sobrevivido a la «Tierra bola de nieve» en pequeños estanques de deshielo sobre el hielo ecuatorial. Este descubrimiento tiene profundas implicaciones para la evolución temprana de los eucariotas y la búsqueda de vida en otros planetas.
Por Enrique Coperías
Los investigadores Ian Hawes, de la Universidad de Waikato, y Marc Schallenberg, de la Universidad de Otago, miden las condiciones fisicoquímicas de un estanque de agua de deshielo. Cortesía: Roger Summons / MIT
Hace más de 700 millones de años, nuestro planeta vivió uno de los episodios más extremos de su historia: la Tierra pudo haber estado completamente envuelta en hielo.
Era la era de la llamada Tierra bola de nieve, un tiempo en el que los océanos se congelaron de polo a polo y las temperaturas medias cayeron por debajo de los -50 °C. Ante ese sombrío invierno planetario, la gran pregunta que se hacen los biólogos resulta obvia: ¿dónde se refugió la vida?
Un estudio liderado por el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), en colaboración con universidades del Reino Unido y Nueva Zelanda, propone una respuesta fascinante: pequeñas charcas de agua de deshielo, formadas sobre el hielo, podrían haber funcionado como oasis biológicos donde sobrevivieron organismos complejos.
En otras palabras, la vida no se escondió únicamente bajo el hielo o en las profundidades marinas: también resistió sobre él.
Un planeta congelado durante el Criogénico
La investigación, publicada en la revista Nature Communications, se basó en el análisis de estanques supraglaciales actuales en la plataforma de hielo McMurdo, en la Antártida. Estas pequeñas lagunas de apenas unos metros de ancho y unos pocos centímetros de profundidad se forman en verano, cuando la radiación solar derrite el hielo superficial. Y lo hacen preferentemente donde hay polvo oscuro o escombros marinos que absorben más calor que el hielo blanco circundante.
Estas condiciones que se observan en el actual continente antártico podrían ser comparables a las que existieron en regiones ecuatoriales durante las glaciaciones del periodo Criogénico, hace entre 720 y 635 millones de años, según los investigadores. Es decir, cuando la Tierra era literalmente una bola de nieve, estas charcas pudieron ser islas de habitabilidad sobre un océano helado.
“Los estanques de agua de deshielo son candidatos válidos para explicar dónde pudieron haberse refugiado los eucariotas tempranos durante estos eventos de glaciación global —afirma Fatima Husain, autora principal del estudio y estudiante de posgrado en el Departamento de Ciencias de la Tierra, Atmosféricas y Planetarias del MIT. Y añade—: Esto nos demuestra que la diversidad era posible en esos entornos. Es, en esencia, una historia sobre la resiliencia de la vida”.
Qué encontraron los científicos en McMurdo
El equipo analizó un total de dieciséis tapices microbianos recolectados en 2018 por el geobiólogo Roger Summons y su equipo en una región del McMurdo Ice Shelf que ya en 1903 fue descrita como hielo sucio por la expedición de Robert Falcon Scott.
En estos lugares, el hielo atrapa sedimentos y restos marinos que, al subir lentamente a la superficie por el movimiento del hielo, terminan facilitando el derretimiento localizado y la formación de pequeños estanques.
En el fondo de estas charcas se desarrollan capas de comunidades microbianas fotosintéticas, parecidas a alfombras verdes, formadas principalmente por cianobacterias. Pero los investigadores querían saber si, además de estos microbios primitivos, había signos de vida más compleja, como eucariotas, organismos con núcleo celular que dieron origen a las plantas, animales y hongos actuales.
Análisis de ARN ribosomal 18S para rastrear eucariotas
Para resolver el enigma, Summons y sus colegas usaron una doble estrategia:
✅ Por un lado, analizaron las secuencias de ARN ribosomal 18S, que funcionan como una huella genética para identificar eucariotas.
✅ Por otro lado, estudiaron los esteroles, lípidos que componen sus membranas celulares y que, con el tiempo, pueden transformarse en fósiles moleculares denominados esteranios.
Los resultados hablan pos sí solos: no solo se detectaron esteroles propios de eucariotas en todos los estanques, sino que también se evidenció una gran diversidad genética.
«Ningún estanque era igual —explica Husain—. Había conjuntos de organismos que se repetían, pero en proporciones distintas. Encontramos una gran variedad de eucariotas pertenecientes a todos los grandes grupos conocidos”.
Una esponja marina transportada desde el fondo marino hasta la superficie de la capa de hielo Murdo en las proximidades de los estanques de agua de deshielo. Cortesía: Roger Summons /MIT
La influencia de la salinidad en las comunidades eucariotas
Los datos obtenidos muestran que la salinidad del agua es un factor determinante en la composición de estas comunidades. Los estanques más salinos, como Brack y Salt, compartían perfiles similares de vida eucariota, distintos a los de estanques de agua dulce, como Duet y Fresh. Este patrón se mantuvo tanto en los análisis genéticos como en la distribución de biomarcadores moleculares.
«Resulta fascinante comprobar cómo la salinidad parece moldear estas comunidades —comenta Roger Summons, coautor del estudio y profesor de Geobiología en el MIT. Y añade—: Esto sugiere que incluso bajo hielo, los eucariotas pudieron encontrar nichos específicos donde no sólo sobrevivieron, sino que mantuvieron una diversidad notable».
Para reforzar sus hallazgos, el equipo simuló en laboratorio el proceso de fosilización de los esteroles —conocido como diagénesis— transformándolos en esteranios. Este proceso permitió comparar las huellas moleculares de los organismos actuales con las que podrían encontrarse en sedimentos antiguos.
l estudio también identificó esteranios como el 24-n-propilcolestano y el 24-isopropilcolestano, compuestos ligados a algas y esponjas, lo que refuerza la hipótesis de una biodiversidad significativa en estos ambientes extremos.
Supervivientes de la Tierra bola de nieve
Aunque las cianobacterias siguen siendo protagonistas en estos ambientes extremos, los datos muestran que los eucariotas también desempeñan un papel nada desdeñable. Los biólogos detectaron múltiples tipos de algas verdes (Chlorophyta), dinoflagelados, diatomeas, cercozoos, amebas, hongos y metazoos, como nematodos y rotíferos.
En algunos estanques, más del 50 % de las secuencias genéticas correspondían a organismos aún no clasificados, lo que sugiere la existencia de una diversidad oscura aún por descubrir.
«Los organismos eucariotas que encontramos hoy son los descendientes de aquellos que sobrevivieron a la Tierra bola de nieve —señala Husain—. Esto refuerza la idea de que los estanques de deshielo en ese entonces pudieron actuar como oasis que nutrieron la vida compleja que, con el tiempo, dio lugar a formas como nosotros».
Fragmento de manto de cianobacterias muestreado en la periferia de un estanque de agua de deshielo en la Antártida. Créditos: Roger Summons
¿Qué relevancia tienen estos hallazgos para la astrobiología?
Más allá de su importancia para entender la evolución en la Tierra, el estudio también abre la puerta a nuevas estrategias en la búsqueda de vida extraterrestre. «Ambientes como estos nos ayudan a pensar cómo podría sobrevivir la vida en mundos helados, como Europa [luna de Júpiter] y Encélado [luna de Saturno]», indica Anne Jungblut, investigadora del Museo de Historia Natural de Londres y coautora del trabajo en un comunicado del MIT.
Si formas complejas de vida pudieron persistir en charcas efímeras sobre el hielo, bajo condiciones de temperatura casi congelantes y en ambientes con pocos nutrientes, es plausible que entornos similares existan o hayan existido en otros planetas o lunas del Sistema Solar.
Reconstruir el pasado para entender el futuro
En definitiva, el trabajo dirigido por Husain y sus colegas no solo aporta evidencias de cómo pudo sobrevivir la vida durante uno de los periodos más hostiles del planeta, sino que también ofrece una metodología poderosa para rastrear esa historia. Al combinar análisis genéticos con fósiles moleculares simulados, han generado un modelo coherente y testable para explorar el pasado remoto de la Tierra.
«Nos interesa entender los cimientos de la vida compleja en la Tierra —dice Husain. Y concluye—: Sabemos que los eucariotas existieron antes y después del Criogénico gracias al registro fósil, pero aún no sabemos bien dónde sobrevivieron durante esos millones de años helados. Este estudio nos acerca un poco más a esa respuesta».
Así, en las aparentemente insignificantes charcas de hielo fundido de la Antártida moderna, podría estar escrita una parte crucial de la historia de la vida en la Tierra. Una historia de supervivencia, de adaptación extrema y, sobre todo, de resiliencia ante las condiciones más duras que nuestro planeta ha conocido. ▪️
Información facilitada por MIT News
Fuente: Husain, F., Millar, J. L., Jungblut, A. D. et al. Biosignatures of diverse eukaryotic life from a Snowball Earth analogue environment in Antarctica. Nature Communications (2025). DOI: https://doi.org/10.1038/s41467-025-60713-5