El físico nos importa mucho, incluso el de los avatares: lo dice nuestro cerebro
¿Reacciona nuestro cerebro igual ante un avatar humanoide que ante una figura abstracta? Científicos descubren que la forma corporal de los agentes virtuales juega un papel crucial en cómo procesamos las interacciones, un hallazgo que ofrece nuevas perspectivas para el diseño de robots sociales y avatares.
Por Enrique Coperías
Una nueva investigación apunta a que la apariencia física de un agente virtual no es un detalle menor para el cerebro; por el contrario, determina cómo percibimos, anticipamos y reaccionamos a sus acciones. Imagen generada con Gemini
En un mundo cada vez más digitalizado, donde los avatares y los robots son compañeros habituales en videojuegos, plataformas educativas o entornos terapéuticos, surge una pregunta crucial: ¿reacciona nuestro cerebro de la misma manera cuando interactúa con un agente virtual con apariencia humana que con uno más abstracto?
Un grupo de investigadores italianos decidió abordar esta cuestión desde la neurociencia, y se topó con unos resultados muy reveladores.
El estudio, liderado por Ugo Giulio Pesci y sus colegas de la Universidad de Sapienza en Roma, exploró cómo el aspecto físico —específicamente, si el compañero virtual tiene forma de cuerpo humano o no— influye en dos sistemas cerebrales clave: el sistema de observación de acciones (AON) y el sistema de monitoreo de acciones (AMS).
Estos circuitos neurológicos son fundamentales para interpretar y anticipar las acciones de otras personas, y juegan un papel central en la coordinación social.
El experimento: movimientos corporales frente a figuras abstractas
Para investigar este fenómeno, los científicos diseñaron una tarea interactiva simple. Los participantes observaban en una pantalla a un compañero virtual que realizaba un movimiento de agarre hacia un objeto. A veces, esta acción era ejecutada por un avatar con forma humana, pero sin un rostro definido, y otras por una figura compuesta por esferas unidas, que replicaban exactamente el mismo movimiento.
En un tercio de las ocasiones, el movimiento del compañero virtual cambiaba de objetivo a mitad del trayecto, lo que obligaba al participante a adaptarse. Esta variación fue crucial para estudiar cómo el cerebro reacciona ante cambios inesperados, es decir, cómo monitorea posibles errores del otro.
Además, los investigadores introdujeron dos tipos de condiciones. En una, más pasiva, que denominaron Cued, los participantes sabían de antemano qué tecla debían presionar. En la otra, más activa (Interactive), debían observar el movimiento del avatar y decidir en tiempo real cuál era la respuesta correcta, lo que exigía una mayor atención y capacidad de anticipación.
Qué se midió y por qué es importante
Durante toda la tarea, se registró la actividad cerebral mediante electroencefalografía (EEG). El equipo se enfocó en varios marcadores cerebrales bien conocidos:
✅ La desincronización alfa/mu (8-13 Hz) en zonas sensorimotores, típica durante la observación de movimientos.
✅ La actividad theta frontal media (4-8 Hz), vinculada al monitoreo de errores.
✅ Componentes específicos de los potenciales evocados por eventos, como el oPe (observational error positivity), una señal eléctrica del cerebro que aparece cuando observamos que otra persona comete un error.
✅ Y finalmente, se aplicaron análisis multivariantes que permitieron detectar patrones de actividad cerebral complejos a lo largo del tiempo y del cuero cabelludo.
Para el estudio, los investigadores registraron ciertas ondas cerebrales mientras los voluntarios interactuaban con diferentes avatares. Imagen conceptual generada con DALL-E
Hallazgos clave: la forma corporal sí marca la diferencia
Uno de los descubrimientos más contundentes fue que el cerebro reacciona de manera distinta cuando observa un movimiento realizado por un cuerpo humanoide en comparación con una figura abstracta.
En concreto, la señal cerebral oPe, relacionada con la detección de errores, solo se activó de manera significativa cuando el movimiento provenía de un cuerpo humano y cuando el participante debía anticipar ese movimiento (condición interactiva).
Esto sugiere que el cerebro es más sensible a los errores o cambios cuando el agente observado tiene forma humana. A pesar de que ambos tipos de estímulo realizaban exactamente el mismo movimiento, solo el avatar con cuerpo provocó una respuesta más pronunciada en el sistema de monitoreo de acciones, especialmente cuando la tarea exigía una respuesta atenta y adaptativa.
El cerebro distingue la forma corporal muy rápido
En cuanto a los otros marcadores, como la actividad theta y la desincronización alfa/mu, no se observaron diferencias entre las condiciones corporales y abstractas. Sin embargo, ambos marcadores sí respondieron al tipo de tarea: la actividad fue mayor en situaciones interactivas, lo que indica que estas señales están más relacionadas con el nivel de demanda cognitiva que con la forma visual del estímulo.
Por otro lado, los análisis multivariantes mostraron que el cerebro distingue la forma corporal muy precozmente, incluso antes de que comience el movimiento. Esto demuestra que la representación del cuerpo humano activa procesos específicos desde el momento en que se percibe, y que estas representaciones se mantienen durante toda la acción.
La forma, en este sentido, no es solo un envoltorio visual, sino que configura la manera en que el cerebro procesa e interpreta la acción del otro.
Información clave para el diseño de avatares y robots sociales
Los resultados de este estudio aportan evidencia directa de que la apariencia corporal de un agente virtual no es trivial para el cerebro humano. Más bien, es un factor determinante en cómo percibimos, anticipamos y respondemos a sus movimientos.
Este particular tiene profundas implicaciones para el diseño de avatares y robots sociales. Si queremos que estas entidades sean percibidas como socios efectivos en tareas cooperativas o sociales, dotarlas de una apariencia corporal podría facilitar la interacción y la comprensión mutua.
Además, los hallazgos profundizan en nuestra comprensión de los mecanismos cerebrales que sustentan la coordinación interpersonal, la empatía motora y la predicción social. Incluso en interacciones mínimas, nuestro cerebro no solo observa lo que hace el otro, sino que también evalúa quién es ese otro y cómo se presenta físicamente.
En resumen, el cerebro humano no se limita a registrar el movimiento: también interpreta el «quién lo hace». Y si ese «quién» se parece a un cuerpo humano, las respuestas cerebrales se vuelven más afinadas, rápidas y eficaces. Este estudio es un paso más hacia la comprensión de cómo, incluso en lo virtual, seguimos siendo profundamente sociales y corporales. ▪️
Fuente: Ugo Giulio Pesci, Quentin Moreau, Vanessa Era, Matteo Candidi. The Bodily Appearance of a Virtual Partner Affects the Activity of the Action Observation and Action Monitoring Systems in a Minimally Interactive Task. eNeuro (2025). DOI: https://doi.org/10.1523/ENEURO.0390-24.2025