Descubrimiento arqueológico en Guatemala: un tablero de patolli en mosaico ofrece nuevas pistas sobre la civilización maya

Por primera vez, arqueólogos documentan un tablero de juego prehispánico incrustado en forma de mosaico en el suelo de una ciudad maya. La pieza, hallada en Guatemala, sugiere que los antiguos habitantes planificaron sus espacios pensando en jugar, convivir y quizá dialogar con los dioses.

Por Enrique Coperías

Recreación de una partida de patolli en un contexto maya clásico, inspirada en el tablero en mosaico hallado en Naachtun (Petén, Guatemala).

Recreación de una partida de patolli en un contexto maya clásico, inspirada en el tablero en mosaico hallado en Naachtun (Petén, Guatemala). Investigaciones recientes sugieren que este antiguo juego mesoamericano pudo combinar entretenimiento, vínculos comunitarios y simbolismo ritual. Crédito: IA-DALL-E-©RexMolón Producciones

En el corazón selvático del Petén guatemalteco, a medio camino entre los titanes mayas de Tikal y Calakmul, se levanta la poco conocida ciudad de Naachtun. Allí, en un complejo residencial monumental muy dañado por los saqueos, un hallazgo inesperado ha obligado a los arqueólogos a mirar con nuevos ojos uno de los pasatiempos más extendidos en Mesoamérica: el patolli o patli, un juego de mesa maya que fue ocio, rito y quizá también una forma de comprender el cosmos.

El descubrimiento, dado a conocer ahora en la revista Latin American Antiquit, no consiste en el típico tablero inciso en el estuco, esos surcos finos que arqueólogos y saqueadores encuentran por decenas, casi siempre grabados en bancos y suelos de templos y palacios. Este tablero es un mosaico construido con cientos de pequeños fragmentos cerámicos encajados en el mortero fresco del suelo, una técnica sin paralelos conocidos en el mundo maya.

A simple vista, el diseño recuerda al clásico tablero cruciforme del patolli: una estructura rectangular dividida por una cruz central, cuyos brazos delimitan cuadrados en los que se movían fichas, quizá con dados o semillas marcadas. Pero la sorpresa no está en la forma, sino en el modo de crearlo. Por primera vez, los investigadores han podido constatar que un tablero formaba parte del diseño original del suelo, integrado en la arquitectura desde el momento mismo de la construcción del edificio.

Ese detalle aparentemente técnico tiene consecuencias profundas: si el tablero no fue un añadido tardío, sino un elemento planificado, la práctica del juego no era improvisada ni marginal, sino algo previsto para el uso cotidiano o ritual de quienes habitaron el lugar, según Julien Hiquet, de la Universidad de París 1 Panthéon-Sorbonne (Francia), y Rémi Méreuze, de la Universidad de Calgary (Canadá).

👉 «El patolli de Naachtun demuestra que el juego pudo ser concebido como parte del espacio construid», explican Julien Hiquet y Rémi Méreuze hallazgo en el estudio.

Un mosaico de 478 teselas rojas

El tablero apareció parcialmente cubierto por una estructura posterior, la 6L-19, en una zona residencial de élite (complejo 6L13). Su descubrimiento fue casi accidental: al excavar los niveles superiores, los arqueólogos comenzaron a recuperar diminutos fragmentos cerámicos de color rojizo. Había tantos, y tan similares, que algo llamó la atención. No eran restos dispersos: estaban ordenados, alineados, incrustados en el pavimento.

Cuando se despejó parte del suelo, emergió el diseño: hiladas de teselas de entre uno y tres centímetros, casi todas rojas u ocres, muy homogéneas en forma y tamaño. Los investigadores estiman que el tablero completo habría necesitado alrededor de 478 fragmentos colocados uno a uno, todos reciclados de antiguos recipientes cerámicos.

Esa elección de color no parece casual. En la cosmovisión maya, el rojo está asociado al este y al renacer, una dirección cargada de significado simbólico. Aunque el tablero se halló en la parte occidental del par edificatorio, el conjunto ocupa el sector oriental del complejo residencial, exactamente donde otros investigadores han documentado más tableros en distintos sitios arqueológicos mayas.

Vista del tablero de patolli en el pavimento de la Estructura 6L-19, en Naachtun (Petén, Guatemala), donde los fragmentos cerámicos fueron incrustados en el estuco fresco para formar un diseño en mosaico único en el mundo maya.

Vista del tablero de patolli en el pavimento de la Estructura 6L-19, en Naachtun (Petén, Guatemala), donde los fragmentos cerámicos fueron incrustados en el estuco fresco para formar un diseño en mosaico único en el mundo maya. Cortesía: Julien Hiquet & Rémi Méreuze

Interpretación arqueológica: ¿Juego, ritual, sociabilidad? Todo a la vez

El patolli, popularizado por las crónicas coloniales gracias a los mexicas, no fue un juego exclusivo de los mayas, pero en sus ciudades el tablero se multiplica desde el Periodo Clásico hasta el Posclásico. Los hallazgos previos, casi siempre simples incisiones, han alimentado durante décadas un dilema: ¿eran tableros de entretenimiento o herramientas rituales ligadas a la adivinación, a las apuestas e incluso a la comunicación con el inframundo?

El tablero de Naachtun no resuelve el misterio, pero añade argumentos a favor de una práctica social sostenida y planificada. Su construcción exigió:

✅ Recopilar centenares de fragmentos.

✅ Seleccionar tonos similares.

✅ Distribuirlos con regularidad.

✅ Incrustarlos antes de que secara el mortero.

No parece el trabajo improvisado de un grupo de visitantes ocasionales o guardianes aburridos —una hipótesis planteada para otros casos—, sino una obra concebida para durar y usarse repetidamente.

En términos modernos, sería como construir una plaza con un tablero de ajedrez incrustado en el suelo, pensando en que generaciones futuras jugarían allí.

Un tablero de patolli muy antiguo, tal vez pionero

Los autores sugieren, con cautela, que el tablero podría datar del Clásico Temprano (siglos IV-V d. C.), lo que lo convertiría en uno de los más antiguos documentados con claridad.

Los fragmentos cerámicos utilizados pertenecen mayoritariamente a ese periodo, aunque el pavimento no fue fechado directamente.

La cronología no es un asunto menor, ya que la mayoría de tableros conocidos son posteriores, lo que abre la puerta a que esta forma material de jugar —y quizá de pensar el tiempo y el destino— fuese temprana en Naachtun. La ciudad, según otras investigaciones, vivió un auge significativo precisamente en esos siglos.

El tablero en mosaico de Naachtun, un testigo histórico

La singularidad del mosaico no es solo estética o técnica. También es estratigráfica: al formar parte del pavimento original, los arqueólogos pueden afirmar con certeza que no es un añadido tardío ni una marca clandestina realizada tras el abandono del edificio.

En otras palabras, se jugó patolli allí cuando el espacio estaba vivo, no siglos después.

Esa certeza no existe en la mayoría de casos. Cuando un tablero está inciso sobre el suelo de una habitación, ¿lo grabaron quienes la habitaron? ¿O ocupantes posteriores, trabajadores, saqueadores, incluso los mismos arqueólogos lo descubren siglos después sin poder contextualizarlo? El tablero de Naachtun por fin escapa a esa ambigüedad.

La vida en torno al patolli

La ubicación del mosaico —una amplia área residencial, posiblemente con funciones administrativas— invita a imaginar escenas cotidianas:

Notables del barrio apostando con granos de cacao, como relatan las fuentes nahuas.

✅ Jugadores que arriesgan bienes simbólicos, quizá jade o conchas.

✅ Niños aprendiendo reglas transmitidas por ancianos.

✅ Jornadas rituales en las que el resultado del juego dialoga con calendarios y presagios.

No es descabellado pensar que el tablero fortalecía la cohesión comunitaria, como sugieren investigaciones recientes en otros sitios mesoamericanos. Allí donde hay juego, hay encuentro. Y donde hay encuentro, hay política, memoria y ritual.

Una ventana a cómo se jugaba

El diseño reconstruido apunta a once casillas en los lados este-oeste y siete en los norte-sur, para un total aproximado de 45 espacios, aunque los daños impiden confirmarlo del todo.

Ese patrón encaja dentro de la variabilidad conocida, pero su tamaño —unos 80 por 110 centímetros— lo hace relativamente grande.

Los investigadores incluso han calculado la posición original de las teselas perdidas mediante herramientas digitales, como si recomponieran un puzzle arqueológico con tecnología del siglo XXI. Las imprecisiones son inevitables, pero el modelo respeta la geometría documentada, señal de una construcción cuidadosa, regular, probablemente pensada para un movimiento de fichas fluido.

Patolli descrito por Bernardino de Sahagún en la Historia general de las cosas de la Nueva España. Fue uno de los juegos mesoamericanos más extendidos, asociado tanto al ocio como a prácticas rituales y apuestas con bienes valiosos.

Patolli descrito por Bernardino de Sahagún en la Historia general de las cosas de la Nueva España. Fue uno de los juegos mesoamericanos más extendidos, asociado tanto al ocio como a prácticas rituales y apuestas con bienes valiosos.

Un hallazgo que transforma la visión del ocio en la civilización maya

Los tableros de patolli conocidos hasta hoy eran, en su mayoría:

1️⃣ Incisiones rápidas en estuco.

2️⃣ Grabados sobre bancos y pisos de templos.

3️⃣ Pinturas efímeras en rojo o negro.

Pero ninguno era un mosaico. Y ninguno podía fecharse con claridad. Naachtun aporta cinco novedades de una sola vez: técnica única, datación relativa fiable, posible larga vida útil, material reciclado y ubicación significativa en el diseño del espacio.

El resultado no es solo un tablero más, sino una pieza que devuelve voz a los jugadores mayas, cuya actividad ha quedado calladamente incrustada en la arquitectura mientras los grandes relatos se centraban en reyes, batallas y monumentos.

¿Qué queda por descubrir?

Los arqueólogos detuvieron la excavación para proteger el mosaico con sedimentos y láminas plásticas. Las próximas campañas buscarán entender si el espacio estuvo techado, si la comunidad se reunía allí y qué relación guardaba el juego con la vida urbana de Naachtun en tiempos de esplendor.

Por ahora, el mosaico descansa otra vez bajo tierra, como si fuera una mesa puesta para una partida que nadie terminó.

Pero su mensaje es claro: los mayas no solo construyeron pirámides; también construyeron espacios donde jugar, pensar y convivir. Y ese acto —tan humano como lanzar un dado— quizá sea una de las huellas más universales de su civilización. ▪️

  • Fuente: Hiquet J., Méreuze R. Dealing with Uniqueness: A Classic Period Maya Mosaic Ceramic Patolli Board from Naachtun, Guatemala. Latin American Antiquity (2025). DOI: 10.1017/laq.2025.10125

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