Descubrimiento de fósiles de 55 millones de años en Australia: los cocodrilos que caían de los árboles

En un remoto rincón de Queensland, unos fragmentos de huevos hallados en un jardín rural están sacando a la luz unos cocodrilos tan extraños que se subían a los árboles y se lanzaban sobre las presas como los leopardos. El descubrimiento reescribe la historia de la fauna australiana y nos acerca a los enigmáticos depredadores que acechaban desde las alturas hace 55 millones de años.

Por Enrique Coperías

Reconstrucción artística de una hembra de cocodrilo mekosuquino anidando en los humedales del yacimiento fósil de Murgon, acompañada por una de las abundantes tortugas gigantes de caparazón blando (Murgonomys braithwaitei)

Reconstrucción artística de una hembra de cocodrilo mekosuquino anidando en los humedales del yacimiento fósil de Murgon, acompañada por una de las abundantes tortugas gigantes de caparazón blando (Murgonomys braithwaitei), el marsupial arcaico Djarthia murgonensis y un ancestro temprano de los pájaros cantores. Las arcillas que preservan el yacimiento se formaron en un antiguo lago. Cortesía: Panades et al., 2025 (generada con Gemini AI).

Unos nuevos fragmentos de huevos fósiles de cocodrilo hallados en Murgon (Queensland) están reescribiendo lo que sabemos sobre la fauna ancestral de Australia. Un equipo internacional liderado por investigadores del Instituto Catalán de Paleontología Miquel Crusafont, en Sabadell (España) con participación de expertos de la Universidad de Nueva Gales del Sur (UNSW Sydney), en Australia, ha identificado las cáscaras de huevos de cocodrilo más antiguas jamás encontradas en Australia, con 55 millones de años de antigüedad.

Los restos pertenecen a los enigmáticos cocodrilos mekosuquinos, un linaje extinto que dominó los ríos y bosques australianos mucho antes de la llegada de los cocodrilos modernos.

El hallazgo procede del pequeño pueblo de Murgon, en Queensland, donde un aparente estanque de arcilla se ha revelado durante décadas como uno de los yacimientos fósiles más antiguos del continente. Este entorno permite reconstruir un periodo en el que Australia seguía conectada con la Antártida y Sudamérica.

Mekosuquinos: cocodrilos terrestres y cazadores arborícolas

Los trozos de cáscara, bautizados como Wakkaoolithus godthelpi, aportan una rareza inesperada. «Estos huevos nos han permitido asomarnos a la vida íntima de los mekosuquinos —explica el autor principal del estudio, Xavier Panadès i Blas, en un comunicado de la UNSW Sydney. Y añade—: Ahora podemos investigar no solo la extraña anatomía de estos cocodrilos prehistóricos, sino también cómo se reproducían y cómo respondían a los cambios del entorno».

Y extraños eran. A diferencia de los cocodrilos de agua salada o dulce actuales, recién llegados al continente hace apenas 3,8 millones de años, los mekosuquinos ocuparon nichos ecológicos muy poco convencionales. «Es una idea insólita —admite el paleontólogo de la UNSW Michael Archer—. Pero algunos parecen haber sido cazadores terrestres en los bosques».

Las evidencias proceden de fósiles más jóvenes, de unos 25 millones de años, hallados en la región de Riversleigh, en el noroeste de Queensland. Allí, algunos ejemplares alcanzaban los cinco metros de longitud y mostraban una anatomía inesperada.

🗣️ «Algunos eran al menos parcialmente semi-arborícolas, auténticos drop crocs, esto es, cocodrilos arborícolas o semi-arborícolas —afirma Archer. Y añade—: Quizá cazaban como los leopardos: dejándose caer desde las ramas sobre cualquier criatura desprevenida que pasara por debajo».

El avance de lo desiertos mermó las posibilidades de estos reptiles

Las cáscaras de Murgon, que han sido analizadas con microscopía óptica y electrónica, conservan una microestructura que indica que estos reptiles depositaban sus nidos en los márgenes de un lago, adaptando su estrategia reproductiva a un entorno fluctuante. Panadès i Blas subraya que, pese a su potencial, los huevos fósiles son todavía un recurso poco explotado en la paleontología de vertebrados.

«Conservan señales microestructurales y geoquímicas capaces de revelar no solo qué animal los puso, sino dónde anidaba y cómo se reproducía —explica Panadès i Blas. Y continúa—: nuestro estudio demuestra lo poderosos que pueden ser estos fragmentos. Deberían recogerse y estudiarse de forma rutinaria, igual que los huesos o los diente».

Aquel lago primitivo estaba rodeado por un bosque denso y húmedo. «Este bosque albergaba los pájaros cantores más antiguos conocidos del mundo, las primeras ranas y serpientes australianas, una amplia variedad de pequeños mamíferos con vínculos sudamericanos e incluso uno de los murciélagos más antiguos que se conocen», detalla el coautor Michael Stein. Un mosaico biológico que empezaría a disgregarse con la progresiva aridificación del interior australiano, un proceso que mermó el hábitat de los mekosuquinos y los obligó a competir con recién llegados y con el declive de sus grandes presas.

El aparentemente anodino pozo de arcilla de Murgon encierra millones de años de pistas sobre los animales y ecosistemas del pasado. La arcilla endurecida se extrae, se seca y luego se remoja en agua para liberar los fósiles que contiene.

El aparentemente anodino pozo de arcilla de Murgon encierra millones de años de pistas sobre los animales y ecosistemas del pasado. La arcilla endurecida se extrae, se seca y luego se remoja en agua para liberar los fósiles que contiene. Foto: Mina Bassarova.

Una historia que conecta continentes

Para Archer, el hallazgo en Murgon es solo una pieza más de un puzle que ayuda a reconstruir la historia de los ecosistemas australianos antes de que el continente se independizara. Recuerda todavía la primera vez que se topó con un fragmento de mandíbula de cocodrilo en 1975, en las cuevas de Texas, en el sureste de Queensland. «Era tan extraño que ni siquiera supuse que fuera de un cocodrilo», rememora. Tenía dientes parecidos a los de un dinosaurio.

Para salir de dudas, consultó al especialista en reptiles del Museo Americano de Historia Natural, Max Hecht. «Cuando lo vio, casi se le cae la taza de café», cuenta Arche. El fragmento se parecía extraordinariamente a otro cocodrilo extinto procedente de Sudamérica. Fue la primera pista de que reptiles con ese tipo de dentición formaban parte también del registro fósil australiano.

Desde 1983, Archer y su equipo excavan en Murgon literalmente en el patio de vecinos entusiasmados. «Ese año, mi colega Henk Godhelp y yo aparcamos el coche, cogimos las palas, llamamos a la puerta y preguntamos si podíamos excavar en su jardín —relata este paleontólogo. Y añade—: Cuando les explicamos los tesoros prehistóricos que podía haber bajo su prado, se limitaron a sonreír y decir: “¡Por supuesto!”».

De esas campañas surgieron las cáscaras ahora analizadas. Y Archer está convencido de que el yacimiento aún guarda muchas sorpresas.

De la paleontología a la conservación moderna

Archer insiste en que estas investigaciones no solo iluminan el pasado remoto, sino que también ayudan a diseñar estrategias de conservación de especies amenazadas. Él mismo trabaja en el proyecto Burramys, cuyo objetivo es salvar al ratón marsupial alpino (Burramys parvus), críticamente amenazado por el cambio climático.

El registro fósil reveló que los antepasados de esta especie prosperaban en selvas templadas de tierras bajas, no en ambientes alpinos. A partir de esa pista, el equipo construyó un recinto de cría en un bosque templado cercano a Lithgow. Hoy, los pequeños marsupiales florecen allí, exactamente como predecían los fósiles.

«El proyecto Burramys demuestra que, al menos en algunos casos, podemos desarrollar estrategias eficaces para salvar especies en peligro —defiende Archer. Y concluye—: Las pistas del registro fósil importan. No solo para entender el pasado, sino también para asegurar el futuro». ▪️

  • Fuente: Panadès I. Blas, X., Galobart, À., Archer, M., Stein, M., Hand, S., & Sellés, A. Australia’s oldest crocodylian eggshell: insights into the reproductive paleoecology of mekosuchines. Journal of Vertebrate Paleontology (2025). DOI: https://doi.org/10.1080/02724634.2025.2560010

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